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Opinión

28 de Marzo de 2013

Editorial: Nuevo Testamento

Escribo el día martes. Ya todos saben que Bachelet llegará mañana miércoles a las 8. Dicen que la estará esperando un lote de alcaldes opositores. La Moneda ha vivido estos últimos días en un constante comité de crisis, reuniendo a cada rato a los presidentes de sus partidos, como si el tsunami con que han […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Escribo el día martes. Ya todos saben que Bachelet llegará mañana miércoles a las 8. Dicen que la estará esperando un lote de alcaldes opositores. La Moneda ha vivido estos últimos días en un constante comité de crisis, reuniendo a cada rato a los presidentes de sus partidos, como si el tsunami con que han intentado enturbiar la imagen de la ex presidenta, hubiera hecho carne en ella.

Su arribo es percibido como un maremoto. Los máximos dirigentes de la Concertación, están desesperados. Ella aún no les ha dirigido la palabra. No saben a ciencia cierta en qué frecuencia anda. Hay varios programas de radio y televisión preparados para comentar su desembarco. Bachelet, por su parte, deberá enfrentarse a un mundo de novedades en cuanto pise tierra chilena. Los discursos furiosos se han multiplicado durante sus años de ausencia. No son para nada mayoritarios, muy por el contrario, pero ya cuentan con la fuerza suficiente para concentrar noticias. Muchos ex encapuchados, quizás den la cara, mientras otros conservarán las máscaras puestas. La derecha sacará el máximo de partido al hecho de que su contrincante sea quien concentre todas las miradas. Sólo a ella se le pedirán las explicaciones. A la opinión pública no le interesa lo que opinan los competidores derrotados.

Y es en esa sensación de victoria donde radica el principal peligro de la candidatura de Michelle. Si los concertacionistas -como Andrade, el otro día- modulan con suficiencia, si se consideran la guinda de la torta, si en lugar de salir a buscar complicidades nuevas, se sienten insuperables, la ilusión abarcadora que llega representando Bachelet, podría desinflarse como un Golborne. El tejido político está repleto de hilachas. Los partidos que hemos conocido hasta aquí, ya no llegan a todas partes. Tienen, más bien, un alcance reducido. La candidata tampoco ha generado nuevas interlocuciones. Ha imperado el silencio de la omertá. Hoy comienza a escribirse el Nuevo Testamento.

Para algunos ha llegado la mesías; ojalá no formen en torno suyo una iglesia. En primer lugar, porque la política democrática está en las antípodas de las religiones, y en segundo, porque los mesías suelen terminar mal, algo así como crucificados. No creo en el descenso desde los cielos de ninguna buena nueva. Se escuchan los gritos del primer gol de Chile. El partido recién comienza. Hasta aquí, comentan a mi lado, se está dando un buen juego de equipo. Ojalá se trate de un presagio.

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