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Opinión

10 de Mayo de 2013

Juvenilia

Los relatos del poeta y editor Galo Ghigliotto son un poco melindrosos, a veces muy ingenuos y, a cada rato y casi siempre, son resueltos por epifanías que no tienen la fuerza suficiente de una iluminación, un tejido de conexiones vibrante, un sentimiento mágico. “A cada rato el fin del mundo” se ocupa de la […]

Tal Pinto
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Los relatos del poeta y editor Galo Ghigliotto son un poco melindrosos, a veces muy ingenuos y, a cada rato y casi siempre, son resueltos por epifanías que no tienen la fuerza suficiente de una iluminación, un tejido de conexiones vibrante, un sentimiento mágico. “A cada rato el fin del mundo” se ocupa de la muerte, la disolución y el tranco pastoso del fin de la juventud; el denominador común es el fin, los estados de los que no parece haber vuelta.

Un ácrata de nombre Juan embaraza a una bailarina burguesa y cede a las presiones, también burguesas, de la paternidad, hasta que un flirteo con la muerte lo regresa a su antigua vida. Una mujer que no puede dormir se inventa un sistema de historias que la ayudan, mientras cierra los ojos, a abrirlos, y así obtener una lucidez gnóstica, un rotundo control sobre la opacidad de los objetos. Un viaje entre Sucre y La Paz motiva al narrador a presuponer su muerte que, naturalmente, no ocurre.

Las relaciones estables entre hombres y mujeres parecen sacadas del antiguo tratado de la pasión de Allanus Capellanus. El matrimonio es una prisión, una institución que elimina el amor. En “La hoja en blanco” la disolución del matrimonio no es tanto explicada como insinuada por declaraciones solemnes de los momentos dulces que se vivieron. Los ahora vacíos espacios del departamento familiar se convierten en hojas blancas donde el narrador imprime edulcoradas palabras que no tienen el vigor, o la potencia, de la sinceridad: son palabras sin voluntad, arrinconadas por una hipótesis falaz de que el ocaso del amor, como diría Graham Greene, es inevitable.

Un romanticismo juvenil protruye “A cada rato el fin del mundo”. Hay un intento por esbozar una crítica a las instituciones típicas de la sociedad burguesa (el matrimonio, el trabajo, la estabilidad) que cae una y otra vez en los lugares comunes de la onda juvenil que tiene asolada la narrativa chilena. Es lamentable que un buen poeta como Ghigliotto caiga en este espíritu de época que tiene tan empobrecida a la novela chilena.

Lectura de foto: A cada rato el fin del mundo. Galo Ghigliotto.
Emergencia Narrativa, 2013, 89 páginas

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