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Opinión

14 de Noviembre de 2013

Izar las velas

El fin de semana pasado, en un Valparaíso repleto de escombros y basura, se llevó a cabo Puerto de Ideas, el más interesante encuentro de voces, historias y pensamientos que se realice en Chile. En distintos lugares de la ciudad -teatros viejos que fueron cines porno, palacios caídos al interior de sus fachadas, sofisticados centros […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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El fin de semana pasado, en un Valparaíso repleto de escombros y basura, se llevó a cabo Puerto de Ideas, el más interesante encuentro de voces, historias y pensamientos que se realice en Chile. En distintos lugares de la ciudad -teatros viejos que fueron cines porno, palacios caídos al interior de sus fachadas, sofisticados centros culturales-, escritores, científicos, psicólogos, músicos, filósofos, fotógrafos y cineastas provenientes de distintas ciudades del mundo, expusieron sus ocurrencias ante miles de asistentes que, por las noches, se reunieron en células parranderas.

Nunca se trató de simples clases magistrales, sino de charlas en las que los presentes también tenían algo que decir. A veces, demasiado que decir, pero sumando y restando, las preguntas y comentarios del público aportaban la inquietud local. Si no eran verdaderamente interesantes, al menos servían para exprimir un poco más al invitado. El distraído científico Edward Punset, sin embargo, cuando tras una larga perorata sobre los males del mundo, uno de sus auditores le preguntó cómo hacer para que el oro no cause estragos, respondió: “su inquietud, joven, es muy interesante, pero no tiene respuesta”, y calló. El diálogo amplio y calmo sustituyó a la pequeña rencilla.

No imperaba ahí el tiroteo competitivo y alharaco de los foros políticos o de las redes sociales: en esos escenarios el juego de las ideas no conoce perdedores. Como se trataba de gente culta, la política estaba siempre presente. Hasta el más remoto anacoreta lector, si se encuentra con otro discurre acerca de la comunidad. Sólo que en un espacio como éste, remanso en medio de los avatares de una elección, el diálogo planeaba calmo y desinteresado, no ajeno pero sí desprovisto de cálculos, las imágenes con las melodías, lo biológico con lo espacial, lo filosófico y lo humorístico, sin muros divisores, con la curiosidad como pegamento de los encuentros. Yo en algún momento pensé que durante esta campaña cundirían los foros y que los intelectuales tendrían un rol mucho más preponderante que en las votaciones anteriores.

Los temas hoy puestos sobre la mesa son medulares, y a pesar de ello, no han salido fuera de sus cascarones las inteligencias nuevas, hijas de este tiempo. Las de siempre, hace rato que no relampaguean. Ninguna lectura importante acompañó el 2011 las marchas callejeras. Tuvieron su música, pero no libros de cabecera. Sería interesante organizar hoy un gran encuentro cultural, donde miradas muy distintas se cruzaran, y ya no fuera el grito acalorado y urgente de la calle, sino la imaginación y el pensamiento quienes tomen la palabra. Título: Chile. Sería una buena manera de instalar el clima constituyente. Quizás haya que pedírselo a Chantal Signore, la fundadora y gestora de Puerto de Ideas, porque posee esa apertura mental que escasea en las camarillas, los partidos y en muchas de nuestras universidades. No el respeto, sino gusto por la opinión distinta, la percepción torcida y el cuestionamiento de los lugares comunes. Ciertamente, ya no basta con vociferar.

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