Opinión
19 de Octubre de 2014Cristian Alarcón (44), periodista y escritor: “Chile es profundamente más desigual que Argentina”
De sangre chilena y acento argentino, Alarcón es un tipo que no se detiene: dirige la revista Anfibia, la Agencia de Noticias Judiciales, y Cosecha Roja, la Red de periodismo policial de América Latina. Profesor y director del postgrado de Periodismo Cultural de la Universidad de La Plata, su estilo ha marcado un punto de inflexión en el periodismo latinoamericano, presente en sus dos libros de no ficción Cuando me muera quiero que me toquen cumbia y Si me querés, quereme transa. A días de visitar Chile para impartir un taller de crónica policial a la Universidad Alberto Hurtado, Alarcón habló con The Clinic. Aquí se pasea por la política nacional, el periodismo y su nuevo libro de investigación, que tiene como uno de sus protagonistas al desaforado diputado de Renovación Nacional, Rosauro Martínez (RN), quien fue parte de una “cacería humana” en la zona precordillerana de Neltume en 1981, donde fueron asesinados 11 miristas.
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¿Chile es más desigual que Argentina?
Chile es profundamente más desigual que Argentina. Los índices de estabilidad y crecimiento económico que posibilitó el neoliberalismo en Chile se vuelven una bandera de los gobiernos de la democracia chilena, a pesar de que no han conseguido bajar los índices históricos de pobreza y desigualdad.
¿Y según tú, Argentina está bien?
Argentina está en un proceso complejo que tiene que ver con disposiciones internacionales del sistema financiero, en una situación paradójica por la condición de rehén. Esa situación lleva a Argentina a algo que la comunidad internacional de medios concentrados califica como abismo, pero que no se experimenta de la misma manera en el país. Aquí no hay síntomas de una situación de caos. Es todo lo contrario.
¿Qué te parece las reformas que está impulsando la presidenta Bachelet?
Lo más interesante es la posibilidad de que Chile asuma los grandes temas pendientes: educación y la reconsideración de un sistema impositivo. Vivo pendiente de Chile porque vivo pendiente de mi familia, de mis amigos, de la deuda que contrajeron mis primos para poder estudiar en la universidad y que hipotecó la casa de mi abuelo en La Unión. Vivo pendiende de la salud pública por el cáncer de mi abuelo y veo cómo el sistema se desentiende de la calidad de vida de un hombre que está acuciado por la enfermedad. Padezco de corazón las injusticias que siguen en Chile.
¿Ves que el gobierno tiene intenciones reales de cambio aquí en Chile?
Sería muy soberbio de mi parte juzgar a Michelle Bachelet. La política es un ejercicio de dinamismo extremo, y es evidente que el gobierno que ella lidera intenta conseguir que los chilenos tengan un mejor país. Es interesantísimo la incorporación de nuevas voces y de nuevos actores políticos, como los ex dirigentes estudiantiles, que ahora se convirtieron en diputados. Eso me da esperanza: la aparición del sujeto de cambio que implica esta figura del estudiante es uno de los logros más revolucionarios de las últimas décadas. Desde que ganó el No hasta hoy, creo que nada me había hecho más feliz. La derrota de Pinochet fue en el 86, ¿no?
En el 88.
Claro. En la dinámica política hay una nueva manera en que la sociedad se expresa, que no es solamente a través del voto. La propia derecha chilena me da mucha gracia, ver como tiene que remedar su condición de liberal para dejar de ser tan conservadora y ajustarse a los nuevos tiempos. La derecha ha caído en un desconcierto sobre sus propias políticas internas que no le permite capitalizar un país que está lleno de fachos. Podrían ser más inteligentes en su comunicación, en sus estrategias.
No se han podido desligar de Pinochet ni de la dictadura.
La vergüenza de la derecha chilena es conmovedora. Es raro: por un lado les produce vergüenza, teniendo que borrar con el codo esas palabras de sus discursos y de sus identidades; y por otro lado, lo siguen admirando, y eso se expresa en cada una de sus propuestas y oposiciones que hacen para ponerle piedras a los cambios. En ese sentido, me toca de cerca ver el poco impacto que ha tenido una noticia que estoy investigando, que es el rol que tuvo el diputado de RN Rosauro Martínez Labbé, en la eliminación y cacería humana que se dio con los militantes del MIR, en la zona de Neltume.
Sobre eso, ¿qué te parece que haya quedado libre después de pagar la fianza de 15 millones de pesos?
No deja de sorprenderme que lo hayan desaforado y resulta increíble que luego le hayan dado la libertad. Al mismo tiempo que me esperanza una justicia para con las víctimas, me desesperanza la falta de repercusión y de cobertura que tiene en el conglomerado de medios económicos, que lo que hacen es hablar del tema desde las excusas que la propia derecha tiene, lamentando el mal momento que está pasando el compañero Martínez.
La derecha cree y defiende su inocencia.
No en su inocencia. Ellos creen en la necesidad perentoria que tenía para ellos terminar con cualquier foco de resistencia a la dictadura.
Por lo que has investigado, ¿cómo era Rosauro Martínez en esa época?
Era un profesional. Fue entrenado en la Escuela de las Américas, gobernaba a sus tropas con enorme dedicación, e hizo carrera en las Fuerzas Armadas. Felicitado por su actuación en Neltume, es ascendido y enviado a Panamá a dar conferencias para explicar lo bien que había extirpado al cáncer marxista, después de haber matado a estos jóvenes desarmados y enfermos que intentaban hacer resistencia en la montaña.
¿Crees en la posibilidad de la existencia de una red de militares que pueda intervenir en el proceso y que puedan ayudar a Rosauro Martínez?
No creo que pueda hacer mucho con quienes eran jóvenes conscriptos, que habían sido reclutados a punta de golpes, puñetes y patadas en La Unión, en ese verano del 81, que son los que mejor memoria tienen de lo que pasó en esos meses. Primero, porque ellos mismos fueron entrenados como soldados anticomandos con las técnicas de la Escuela de las Américas, y también fueron torturados en su entrenamiento. Esos jóvenes pasaron por un entrenamiento muy cruento, que implico falsos ataques de la guerrilla, en la que eran atados, amordazados y torturados por sus propios entrenadores, para después fortalecerlos y llevarlos a la montaña a perseguir al enemigo marxista que venía armado hasta los dientes.
Para terminar: ¿cómo vas con tu ahijado? El hijo de una de tus fuentes, que apadrinaste en el transcurso de la investigación de Si me querés, quereme transa.
Bien. Es un niño fortalecido, resiliente y amoroso, lleno de vitalidad. Pero es un tema al que no me voy a referir en público ahora.
Hablemos entonces de la objetividad en el periodismo. Transa es un relato de no ficción. ¿Cómo ves la objetividad del periodismo, considerando que apadrinaste a este niño?
La objetividad no tiene que ver con el periodismo a estas alturas. La objetividad murió como manera de concebir el periodismo. Es más, la información, como concepto, ha muerto. La gente tienen altísima conciencia de que la subjetividad y la complejidad de las escenas en las que se vive el cotidiano son las que nos ayudan a comprender el mundo. La idea en la que trabajamos en la investigación, sabemos que es la narración el relato que puede devolverle al público una visión más justa del mundo. Hay quienes creen que la mirada singular de un cronista, o de un escritor de no ficción, nos va a salvar de la incomprensión del mundo. La mirada es una construcción, y esas miradas tienen que ser nutridas. Si las miradas no son nutridas por la literatura y por la política, no sirven de nada. Son ejercicios masturbatorios de pretendidos escritores que buscan consagrarse a través del yo, y también desconfío de eso.