Nacional
2 de Febrero de 2016El retorno de Jorge Arrate: “Echo de menos al Partido Comunista fuera del gobierno”
Se pasó los últimos 15 meses viajando por Europa y Norteamérica, acompañando a su esposa Diamela Eltit, mientras ella hacía clases en Cambridge y Nueva York. Durante ese tiempo, se leyó todos los libros que tenía pendientes y aprovechó de escribir algunos ensayos políticos. Hace cuatro semanas, sin embargo, retornó a Chile. Arribó en un extraño momento político, en medio de los casos Caval, Corpesca, y de todos los escándalos de financiamiento ilegal de la política. Acá, lo que Arrate piensa del Chile actual.
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¿En qué está ahora?
-Yo no he renunciado a mi participación política, pero ahora la ejerzo desde los márgenes. Soy independiente y formo parte de ese ejército numeroso y heterogéneo de gente que no está participando orgánicamente en política.
¿Está desencantado de la política?
-La política es lo que es, un río que pasa frente a todos. Él que esté interesado en cambiar la sociedad no puede rehuir de la existencia de ese río. A veces expele mal olor, pero ahí está. Yo me fui del Partido Socialista hace ocho años, porque pensaba que el partido no representaba los vientos de izquierda que lo habían caracterizado desde su fundación, y particularmente durante el allendismo. Fui recibido con mucha fraternidad por el Partido Comunista y otros grupos, donde fui candidato a la presidencia en una campaña que yo creo que tuvo eco. Luego vino el tema de qué hacer frente a Bachelet y la opción que tomó el PC, desafortunadamente para mí, fue hacerse parte de la Nueva Mayoría.
¿Cuál ha sido el aporte del PC a la Nueva Mayoría?
-Sigo sosteniendo que la influencia del PC es menor, pero tengo que reconocer que muchos de los actos de decencia que se han ejecutado en este gobierno han sido encabezados por ellos. Por ejemplo, la anulación de la Ley de Pesca. No me vengan con cuentos, si el PC no hubiera planteado la nulidad, no estaríamos hablando de esto. El tema de las farmacias populares lo ha llevado un alcalde comunista, y la ley de aborto, una ministra comunista. Es verdad, ha habido una contribución, pero no hay una influencia decisiva.
En el 2014, su temor era que el PC se convirtiera en la “amante detrás de la puerta”.
-No lo ha sido, ha tenido visibilidad, ha enarbolado algunas banderas de la izquierda, y esto ha tenido un lucimiento, entre otras razones, porque el PS no levanta ninguna, no dice nada.
El nuevo partido de centro, le dicen.
-No creo eso. Hay que examinar el tejido de las bases y ahí hay un contingente de izquierda muy importante, pero no me cabe duda que hay dirigentes que han tenido un tránsito al centro. Ese es un triunfo de la ideología neoliberal.
¿Se ha moderado la Nueva Mayoría?
-La Concertación se fue acomodando a un sistema y las fuerzas conservadoras trabajaron en esa dirección. Ignacio Walker, por ejemplo, ha perfilado a una Democracia Cristiana más moderada. Ahora, eso no es exclusivo de la DC, mire al Partido Radical. ¿Qué expresan como gran bandera? No lo sé. Mire al PPD, que tiene sectores más de izquierda, pero yo no sé si a alguien le cabe duda de que Ricardo Lagos ahora es un hombre moderado. Yo no las tengo.
Se supone que el gobierno de Ricardo Lagos fue socialista.
-La Concertación, en su segunda década de existencia, que es la década de los gobiernos socialistas, fue perdiendo el pie, se fue asimilando a un sistema económico que tenía que modificar y sustituir, y se fue rindiendo a la invasión del mercado en la política, que es lo que estamos viviendo hoy en su culminación. Esto pasó en sus propias filas, con gente que se pasó al lobby desvergonzado y a los directorios de grandes empresas privadas. La fuerza transformadora que tuvo la Concertación se fue mellando.
EL MERCADO Y LA POLÍTICA
¿De qué forma irrumpió el mercado en la política?
-El mercado es un animal salvaje, si no se lo pone dentro de una jaula, es un depredador capaz de invadir todos los ámbitos de nuestra existencia. En los años 60, un cantautor uruguayo cantaba una canción que se llamaba “A desalambrar”, sacar las cercas, hoy la canción debería ser ‘Desmercantilizar’. Eso hay que hacer, desmercantilizar los espacios, la educación, la salud, la previsión. Somos pequeños bichos del mercado que actuamos con esa lógica en nuestras cabezas y la política ha sido presa de ese afán. Ser diputado y senador cuesta una cantidad de dinero y la política ha pasado a ser financiada por los grandes empresarios. Esto siempre se hizo.
¿Desde cuándo?
-Desde siempre, desde antes de la dictadura. El tema es que antes la política era bastante amateur desde el punto de vista del marketing, pero luego se fue haciendo cada vez más cara, y pasó a tener que ver mucho más con el dinero.
¿Qué tan legítimo se ha vuelto el parlamento con todos los casos de aportes cuestionados que hemos conocido?
-Rechazo la idea de que esto lo hicieron todos. Hay acciones que son distintas. En el caso de las boletas hay fraude al fisco, es decir parte del dinero que las empresas regalaban a los candidatos estaba pagado con dineros fiscales. Lo pagábamos todos, pero lo decidía Patricio Contesse, Hugo Bravo o el señor Corpesca. Estas cosas son completamente distintas a otras relaciones que pudieran haber tenido los candidatos con sectores empresariales.
¿Para votar determinadas leyes?
-Claro, eso es cohecho, eso es comprar. Esto que ha ido saliendo era algo bastante evidente que muy poca gente se ha atrevido a decirlo. Recuerdo que Sergio Aguiló, después que se fue del PS, dijo en una entrevista que estaba asqueado de ver cómo se hacían negocios en el parlamento. Acá hay gente que ha votado la Ley de Pesca teniendo participación accionaria en las pesqueras. Ha habido una impudicia.
¿Cómo se llegó a este maridaje entre la Nueva Mayoría y los empresarios?
-No tengo antecedentes específicos, pero es evidente que los lobistas son intermediarios entre las autoridades y los intereses económicos. Ellos son los grandes articuladores de la invasión del mercado a la política… Hay gente de la Concertación que asumió el mercado y yo creo que se comieron el sapo del libre mercado completo. El problema es que la democracia y el mercado tienen contradicciones, que hasta ahora se han resuelto a favor de este último, cuando acá debe primar el principio rector de la democracia: equidad, derechos y libertad iguales. El mercado monetiza todo: usted tiene un millón y yo, un peso, bueno usted vale un millón y yo, uno. ¿O usted cree que el mercado fabrica las mismas zapatillas para negros y blancos? No, todo es distinto. El mercado es un gran computador que primero procesa diferencias y luego los bolsillos, pero la democracia no actúa bajo esa lógica.
Parece imposible esta lucha contra el mercado.
-No estoy por suprimir el mercado, el tema es para qué se utiliza. Si lo vamos a utilizar para la educación, la salud, la vivienda, la seguridad social, las decisiones sobre el medio ambiente, no estoy de acuerdo. El mercado es como una hidra que se ha instalado sobre la sociedad que tiene mil cabezas, es una lucha político-cultural. Hay que denunciarlo, pero eso no significa que quiera suprimirlo, porque no estoy por suprimir el almacén de la esquina, pero tampoco creo que esto sea una especie de religión que lleva a la armonía social y al crecimiento feliz, porque eso no es así.
DEMOCRATACRISTIANOS
¿Cómo ve la postura que ha adoptado la DC en el gobierno?
-Todo lo que ha pasado se sabía que iba a ocurrir. La DC es un partido heterogéneo que tiene un sector muy conservador y otro progresista, que ha estado más apagado. Lo que no se sabía es que nadie iba a ser capaz de manejar esas diferencias, la ineptitud de la coalición ha sido mayúscula.
¿De quién es responsabilidad?
-De la Presidenta y los colaboradores que ella eligió. Al gobierno le ha faltado la capacidad de actuar con fuerza sobre la base de su programa, sobre todo al inicio. Es lo que ha hecho Macri en Argentina. Acá, en los primeros cien días hubo medidas que eran fuegos artificiales, cuando lo primero que debían hacer era enviar un proyecto de reforma constitucional, y haberle devuelto al pueblo la soberanía. La excusa para no hacerlo fue que se iba a perder el proyecto, pero bueno, hoy estaríamos pidiendo explicaciones a los que votaron en contra. Acá no existe ese concepto, acá todo tiene que ser consensuado, y esa es una herencia de los gobiernos postdictadura. Yo lo tuve que hacer siempre. Cuando fui ministro y había nueve senadores designados, siempre había que arreglarse, era la obligación del sistema. Ahora nos hemos dado cuenta que, sin los nueve senadores designados, con mayoría en la Cámara y en el Senado, igual hay otro seguro, que son los sectores conservadores de la DC. Por ejemplo, la reforma laboral se puede hacer con mayoría, pero no la van a hacer.
¿Por qué cree que pasó eso?
-Porque hay gran temor a los empresarios, que en Chile son un sector de un tremendo descaro y con mucha insensibilidad: miran para el techo cuando ven el promedio de los sueldos de los trabajadores, y creen que han hecho una gran cosa, cuando la gran ventaja comparativa que tienen, es una fuerza de trabajo que no está protegida por la legislación.
¿Ese temor a los empresarios es un trauma?
-Es un trauma que acarreamos todos. Yo me incluyo, porque soy de esa generación. La gente que vivió el golpe militar y la dictadura quedó muy traumatizada por la caída de la economía y cómo eso tiene consecuencias en la opinión pública. Se ha ido construyendo una hegemonía de la idea neoliberal, de que los empresarios son los grandes capitanes de este proyecto que es que Chile crezca, pero lo cierto es que el crecimiento es la coartada de la derecha para convencer a la gente que este es el camino, cuando en realidad el crecimiento de los últimos 25 años ha ido a parar, en un altísimo porcentaje, al uno por ciento más rico de la población. Entonces, no se puede seguir hablando de crecimiento, si no discutimos cómo se va a distribuir.
¿La política de los acuerdos es la responsable de eso?
-Los acuerdos eran válidos para la transición. Entramos en ese juego creyendo que podíamos modificar esas condiciones, pero eso no ocurrió. Se hizo de la necesidad una virtud: los negociadores pasaron a ser estadistas, hombres que lo entregaban todo, hasta la camisa.
Hoy la política de los acuerdos se trasladó a la Nueva Mayoría: todo se negocia con la DC.
-El seguro para no ir más allá es la DC. Antes, ese papel lo jugaba el binominal, los senadores designados, y los altos quórum. Hoy, la Nueva Mayoría ha tenido que mostrar las cartas y reconocer que hay un grupo de su misma coalición que está poniendo el cerrojo. Es decir, tienen un mecanismo de autoprotección, un cierre por dentro.
Es raro eso, porque la DC dice que se siente parte del gobierno.
-Es que son parte del gobierno. El tema acá es que hay una coalición que está mal hecha. Para hacer los cambios hay algo que es indispensable, que es la fuerza social. En el período de la transición esa fuerza fue contenida, todos pisábamos sobre huevos y la gente se acostumbró a eso. A mí generación de políticos le gusta estar en tierra firme, le dan miedo los bordes, porque nos podemos caer al abismo. Eso está mal, porque si uno no llega a los bordes, no hay transformaciones. Este gobierno no asumió los riesgos que debió haber asumido, con lo que ellos llaman la enorme votación popular de la Presidenta Bachelet, que tampoco es tan así, porque sacó un 60% del 40%, es decir un 24% del total.
LA IZQUIERDA
¿Qué le ha faltado al gobierno?
-Capacidad de riesgo, todo ha sido muy ambiguo. Y no estoy hablando del caos, ni de la toma del Palacio de Invierno, nunca ha sido mi línea, pero los cambios que se han hecho en países como Argentina y Uruguay han ocurrido asumiendo riesgos. Acá están todos acostumbrados a hacer política sin quiebres, sin rupturas. Cuando pienso en Ricardo Lagos, que es un gran operador político, veo un futuro lineal, una proyección recta del presente. Yo pienso distinto, creo que el futuro se va a construir sobre los quiebres, y no hay que asustarse frente a eso: el quiebre es el cambio de una tendencia, no una catástrofe.
¿Cuáles han sido los errores de la Presidenta?
-Michelle Bachelet en su primer gobierno entregó la economía a Andrés Velasco, una persona muy preparada en el neoliberalismo y que tenía una mentalidad mercantilista, la persona equivocada. En este gobierno, ella también eligió mal. A Rodrigo Peñailillo apenas lo he saludado una pura vez, pero tengo cierto aprecio por él, por haber estudiado en un liceo fiscal de provincia y una universidad estatal de región. Me gustaba eso, porque no era pije, ni cuico. Esa era la apuesta de la Presidenta, pero esa generación del PPD se formó en escuelas de cuadros, que en realidad formaban jefes de gabinetes y operadores. Comenzaron a hacer carrera pública dentro del aparato del Estado, y eso es bueno para ser un gran funcionario público de alto nivel, pero no un político.
¿Cómo el caso Caval afectó la imagen que se tiene de Bachelet en el extranjero?
-Se la percibía herida en el ala. Había una fascinación con ella. Yo siempre chocaba con mis amistades afuera, porque ellos tenían una idea de la Presidenta como una estrella progresista, feminista, que hacía gabinetes paritarios, y esa imagen se vio perturbada por el caso Caval. Entonces, había que explicar que ella no tenía que ver directamente con lo sucedido, pero que se había visto complicada por su rol de madre.
¿Conoce a Sebastián Dávalos?
-Lo he visto una vez. No cabe duda que fue un error ponerlo en ese cargo. La política chilena tiene esta cosa oligárquica que es tan terrible, que son las familias. Las familias son una cosa muy complicada en Chile, y esto también tiene que ver con el mercado, porque en política los apellidos se transforman en marcas, se invierte en ellos. Entonces, la oligarquización de la política impulsa a meter a las familias al Estado.
¿Cuáles son los desafíos de la izquierda?
-Debemos aspirar a una sociedad de diferencias justas. El primer desafío es generar una izquierda influyente, indispensable, sin la cual no es posible sostener la vida de la sociedad. Si esa izquierda tiene o no la presidencia de la república, ese es otro cuento. Si la izquierda no está en el gobierno no importa, en la medida que sea influyente. En segundo lugar, esto tiene que considerar un reencantamiento de sectores que están alejados de la política y algunos componentes de la vieja tradición, como la de los períodos de Recabarren y Allende. En tercer lugar, no hay izquierda sin los nuevos componentes, las organizaciones sociales y grupos que han surgido al margen de la izquierda tradicional. Si esos tres elementos no confluyen, es muy difícil constituir a la izquierda.
¿Cómo se logra esa confluencia con el PC dentro del gobierno?
-Echo de menos al Partido Comunista fuera del gobierno, pero vamos a tener que convivir con una izquierda que está adentro y otra afuera, lo que no quiere decir que no sea posible converger. Debe surgir una izquierda coordinada y organizada.
Eso ha ocurrido muy pocas veces.
-Estoy de acuerdo, converger no ha sido una cualidad de la izquierda, salvo el allendismo. No estoy diciendo que haya que reproducir ese modelo, porque son épocas distintas.
¿En qué cree la izquierda hoy?
-Los conceptos de izquierda y derecha vienen de los Estados Generales, que desencadenaron luego la Revolución Francesa. Los partidarios de la monarquía -los nobles- se sentaron a la derecha del rey, y los contrarios -los burgueses y zafados- se sentaron a la izquierda. La pregunta hoy es quién es el rey, y yo creo que el rey es el mercado.
¿Marco Enríquez-Ominami es un político de izquierda?
-No, la izquierda debería llevar su propio candidato… MEO siempre me ha parecido un político fofo, que practica la ambigüedad como método. Él es un gran publicista: si tuviera que contratar a alguien para una campaña, él sería muy bueno.