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LA CARNE

16 de Noviembre de 2016

Trabajadoras sexuales cuentan cómo fue su primer día en la pega

El sitio Vice entrevistó a unas mujeres que se dedican al negocio sexual, les preguntó cómo fue su primer día en ejerciendo, esto fue lo que las chiquillas respondieron.

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El sitio Vice entrevistó a unas mujeres que se dedican al negocio sexual, les preguntó cómo fue su primer día en la pega, esto fue lo que las chiquillas respondieron.

Sovereign, Actriz porno

Sovereign Syre salió de la universidad, su plan era: escribir una novela, viajar a Francia, explorar Inglaterra, y seguir escribiendo. Si se le terminaba la plata, trabajaría en un Starbucks o algo así, pero conoció una página llamada “Las niñas de Dios”, un sitio de porno soft, en el que pagaban por desnudos.

“Siempre he sido una chica buena y tuve mucho éxito “tradicional” desde muy joven. Era muy buena bailarina. Me gradué muy joven de la universidad. Y a pesar de todo eso, me sentía miserable. Anhelaba algo diferente”, dijo Sove.

La chiquilla empezó a trabajar en la fotografía erótica pero nunca lo vio como porno, ella le ponía el toque artístico. Tiempo después, en un evento de caridad, conoció a un grupo de actores porno y alucinó con el estilo de vida que tenían los muchachos. 

“Por medio de esos contactos y las redes sociales, conocí a una directora llamada Nica Noelle. Ofreció escribir una película sobre mí y dijo que me iba a pagar mucho más que si solo modelaba. Entiende que entré a la industria en 2011, cuando había mucha gente haciendo porno feminista, alternativo y queer. Me sentía como una activista”

En el set la cabra temblaba de nervio. “Eso vas a ser por el resto de tu vida”, pensó. Cuando el director dio el “acción”, ella se dejó llevar y se concentró en la otra actriz con la que estaba trabajando.  “Cuando terminamos, sentí un gran alivio y también mucha libertad”. Siguió participando en porno lésbico por años, después lo intentó un poco con actores hombres, pero ahora se dedica al Stand up comedy.

Creo que la única persona a la que le preocupa lo que hago es a mi hermano. Dice que mi carrera en el porno lee arruinó el internet. Mi papá dice que ser una cobarde es lo único que lo decepcionaría”, dijo. 

Renata, dominatriz de pies

Lejos de su familia, pololo y amigos, Renata vivía en una pieza chica de una casa que compartía con compañeros en Toronto, Canadá. Llevaba tres meses y estaba deprimida, no tenía ahorros, no podía volver para ver a sus queridos, así que terminó en Craiglist -sitio gringo de anuncios y clasificados- y se dispuso a buscar un nuevo trabajo.

Después de horas de navegar, descubrió que lo más rentable era cumplir las fantasías de usuarios fetichistas con los pies. “Estaba muy nerviosa antes de mi cita de Craigslist pero hice lo que pude para que mis pies se vieran presentables. No creo tener pies particularmente bellos. Pero tampoco están mal. Mis dedos están un poco chuecos. En el día en cuestión, me salieron ampollas por caminar mucho en tacones de 12 cm. Me puse barniz color morado con brillitos sobre el barniz caído y salí esperando lo mejor”, cuenta Renata.

Se juntó con un hombre mayor -que por suerte tiraba pinta- , hablaron, se tomaron un café, subieron al auto del tipo y terminaron en el estacionamiento de una plaza.  “Fue el único lugar que se me ocurrió donde podíamos estar a solas y a oscuras para jugar con mis pies en pleno día”.

El hombre le masajeó los pies, se los lamió, los chupó, mientras ella se movía descalza adentro del auto. “No sabía cómo íbamos a reaccionar si nos descubrían. No sabía si Miles iba a tener una erección. ¿Habrá notado las ampollas de mis pies? ¿Debería preocuparme? ¿Debería fingir que me encanta?”, confesó. 

La dejó en el mismo lugar en el que se encontraron, le pagó 60 dólares y nunca más se volvieron a ver. “Todavía acepto clientes con fetiche de pies de vez en cuando pero he mejorado mucho desde esa vez. Poco después de conocer a Miles, empecé a vender mis calcetas usadas a un estudiante que ahora es mi esclavo. Hace la limpieza, lava mi ropa, va por la despensa y a veces lo obligo a escribir ensayos. A cambio, le permito chupar los dedos de mis pies. Es increíble”

Pamela, masajista erótica

Pamela tenía una amiga que administraba un Spa erótico. La escuchó a hablar con excitación de su pega y enganchó: “Al final me decidí a hacerlo porque me di cuenta de que podía desperdiciar toda mi vida pensando y, de todas formas, no iba a saber cómo era hasta intentarlo”, recordó la profesional. 

“En mi primer día estaba muerta de miedo. No sabía cómo iba a ser mi capacitación. Y resulta que no hubo mucha. Tuvimos una sesión de media hora donde me explicaron lo más general y me mostraron videos de cómo dar masajes. Y de pronto, bam, llegó el primer cliente y me tocó ser una de las tres chicas que tenían que recibirlo. El cliente era justo el tipo de hombre que esperas ver en un lugar así —de mediana edad, corpulento, empresario—. Ya sabes, que aprovecha su hora de comida para ir por un masaje erótico de 45 minutos”, narró.

Pamela se sacó la ropa, le echó aceite en la espalda y después lo masturbó.  “El masaje estuvo muy loco. Le eché aceite en la espalda y me restregué contra su cuerpo. Era casi una pirueta de atletismo. Al principio me daba miedo tener que masturbar al cliente para prenderlo pero, aunque suene muy presumido de mi parte, logré que se viniera en menos de un minuto. Y así fue con todos mis clientes de ese día. Me di cuenta que tenía talento”, contó.

Por una sesión de 45 minutos, la chiquilla ganaba 110 dólares. 

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