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Opinión

25 de Octubre de 2017

Columna de José Bengoa: La piedad y la horca

"Me resulta extraña la opinión de muchos que como Rafael Gumucio tienen tribuna en los medios y que se cierran absolutamente a los caminos políticos para la solución de estos complejos conflictos y afirman la existencia de un pueblo fantasmal".

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El gesto caritativo de dar una limosna y la amenaza de ahorcar a los pobres no han sido fenómenos excluyentes, sino que han coexistido…
Bronislaw Geremek

Rafael Gumucio escribe en el número pasado de su prestigioso “Pasquín” una columna en que dice que lo que ocurre en Cataluña y el mundo Mapuche, no tiene mucha relación. Pero el asunto es sencillo y cuando escribí el libelo pensé que era inevitable. No tiene nada que ver lo de Cataluña con lo del sur mapuche de Chile, pensé. ¿Por qué? Por evidente pues: unos son catalanes y los otros mapuche(s). Unos son ricos y los otros son pobres. “Ninguna invocación a la arcadia feliz, donde los cazadores recolectores vivían en perfecta armonía con la naturaleza podrá convencerme que es lo mismo que la lucha de los ricos para intentar que sus impuestos no beneficien a los más pobres que la lucha de los pobres para que los ricos no sigan robando lo poco que les queda”. Convengamos que la frase es ofensiva para los motejados de “cazadores recolectores”. Son ni más ni menos las ideas del “sentido común” chileno. Teorías tradicionales sobre “indios”, “primitivos” y “salvajes”. “Los que confunden sus estudios de los bailes y cantos populares con algún tipo de derecho místico, con la existencia de un pueblo fantasmal…”, agrega, afirma y concluye.

El asunto es mucho más serio y bien valió el recurso literario de hacer la comparación con los catalanes. Rafael Gumucio adhiere a la Tesis de que los mapuche(s) no constituyen un “pueblo”. “Son en general pequeños propietarios de campos de subsistencia”, afirma. Es interesante. Se hace parte de una tendencia ideológica, que sin prueba alguna, sin mayor información, niegan a los mapuche(s) su carácter de Pueblo. Precisemos el punto. Tener una historia común, una lengua, una religión, cultura, sentido de solidaridad, nombre propio, y sobre todo identidad, es lo que se reconoce en todas partes del mundo como un “Pueblo”. No es necesario citar la bibliografía. Esos pueblos pueden ser minorías, mayorías regionales, tener Estado o no tenerlo, en fin, le guste o no le guste a Rafael Gumucio, todas y cada una de esas características le corresponde a los mapuche(s). Nación es un asunto diferente. Por eso yo no he hablado en este caso de Nación Mapuche. Es un concepto propio de la modernidad. Es una voluntad de un colectivo, no siempre un pueblo, de constituirse en un ente autónomo, conformar un Estado, etc… Es por eso que las naciones son “comunidades imaginadas” al decir de Benedict Anderson. Los pueblos no lo son. Los pueblos no necesitan tener banderas, ni himnos, porque la gente que pertenece a ellos se reconoce en el paseo Ahumada o en Oslo.

No entendió Rafael Gumucio este asunto. Todos los colectivos que tienen conciencia de sí mismos, que se autodenominan como “pueblos”, que son reconocidos como tales por los Estados o el derecho internacional, son parte de una misma familia de asuntos públicos. Todos ellos, de una u otra manera, tienen como aspiración la autodeterminación (manejar sus asuntos) y que lo logren o no, es un asunto de poder. Si es una pequeña minoría es diferente a si es una sociedad opulenta. Es lo que ocurre en el mundo hoy día, por ejemplo, los Kurdos no son una Nación y lo es Kosovo, que es, en cuanto pueblo, mucho menos evidente. Fui miembro doce años del Grupo de Trabajo de Minorías de las Naciones Unidas, desde su primera sesión hasta la última y la presidí en varios momentos. A cada sesión llegaban más y más minorías, pueblos oprimidos, colonizados, etc…con sus reivindicaciones y demandas de autonomía. Las Naciones Unidas, esto es, los gobiernos de los países, frente a esta situación llena de complicaciones molestas, decidieron eliminar el Grupo de Trabajo, o sea, vendieron el sillón como Don Otto.

Vivimos un tiempo en que las naciones surgidas de una pasión imaginada solamente, se resquebrajan. Ese acto de voluntarismo que es el nacionalismo, se desgaja en identidades mucho más locales, más amables, más cercanas a las personas. Eso, lo dije en el artículo, y es parte de este proceso de globalización. Por cierto que las ideas antiguallas, tanto de los facios de Rajoy, como de los socialistas del PSOE, se confunden en un maridaje vergonzoso y aducen al igual que Rafael Gumucio, que la búsqueda de independencia es una idea mentirosa de una burguesía catalana corrupta, que solamente busca bajar los niveles de impuestos, etc…Es reducir a un absurdo un asunto de tanta complejidad e importancia hoy día en todas partes del mundo. Si la corrupción es el problema habría que acabar con la Monarquía española, por cierto, con los socialistas, y más aún con los señoritos (as) del Partido Popular, que en un nacionalismo peligroso vuelven a gritar, “Arriba España”.

Y los mapuche(s) si no son un “Pueblo”, ¿qué son? son pobres nos dice Rafael Gumucio. Concede que son pobres discriminados, agregaría, como todos los pobres por cierto. Para ellos la “Piedad y la Horca” como lo señaló en ese libro extraordinario Geremek, y como de manera literal lo está haciendo el Estado chileno desde hace tiempo. Primero fueron los misioneros los encargados de “la Piedad”. Ahora es el Estado con sus bonos, subsidios, en fin, todo tipo de prestaciones porque son pobres. Y como ha ocurrido en la larga Historia, a los que no se adapten y bajen el moño, la Horca. En estos días se llama ley anti terrorista.

Rafael Gumucio adhiere a una concepción que no tiene nada de nuevo en Chile, por el contrario, es y ha sido la idea dominante. Es un camino que solo lleva al conflicto. No sirve de nada que no les guste a muchos que exista en el sur de Chile (y también en Argentina), un pueblo que tiene una Historia, una lengua, que posee una identidad fuertísima, una conciencia enorme de alteridad, y que en forma reiterada hayan planteado diversas formas de autonomía como alternativa. Así lo han declarado desde inicios del siglo veinte luego de haber perdido su independencia a fines del diecinueve. Es una larga historia que además tiene el soporte del derecho internacional, de tratados y convenios firmados por Chile, y sobre todo de experiencias exitosas en las más diversas partes del mundo. Por cierto que hay pobreza en el sur mapuche, pero la “cuestión mapuche” no es un asunto exclusivamente de otorgar bonos y subsidios, construir caminos, indemnizar los camiones quemados y meter a la cárcel a quienes no están de acuerdo con el modo como marchan las cosas. Me resulta extraña la opinión de muchos que como Rafael Gumucio tienen tribuna en los medios y que se cierran absolutamente a los caminos políticos para la solución de estos complejos conflictos y afirman la existencia de un pueblo fantasmal. Intentar tapar el sol con un dedo es una muy mala política, aunque la pluma suelta moteje con aquello de “ventrílocuos ancestrales”. Mala su columna Rafael Gumucio. Quinta columna, más bien.

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