Quieta un instante, recuerda el calor de la carne; sus manos repasan con cuidado una manga, recuerdan un gesto, o el toque del amor; se apoya contra la pared de la cocina y trata de escuchar una palabra de amor, pero solo oye un ruido como miedo que corre entre los cuartos de arriba. Con […]
Compartir
Quieta un instante, recuerda
el calor de la carne; sus manos repasan
con cuidado una manga, recuerdan
un gesto, o el toque del amor;
se apoya contra la pared de la cocina
y trata de escuchar una palabra de amor,
pero solo oye un ruido como miedo
que corre entre los cuartos de arriba.
Con la ropa que dobla, dobla su miedo,
pero al deseo no lo puede guardar,
ni puede hacer que la oiga el silencio.
Guarda de mala gana
el pan, el vino, el cuchillo,
alisa las mantas sobre la cama,
mientras la daga resuelta del tiempo
rebana las horas de la existencia,
los rituales simples de la vida.