Opinión
10 de Enero de 2019El mundo esotérico del Temucano: chamanes, admiradores y TV
Mientras la justicia indaga las acusaciones sobre abusos sexuales y violación que habría cometido Humberto Baeza Fernández, El Temucano, cuando era maestro en un instituto de estudios esotéricos, The Clinic reconstruyó los inicios de su formación en las ciencias ocultas y las redes que construyó hacia otros institutos de conocimientos y terapias alternativas. Entérese aquí del bizarro mundo en que coexisten ufólogos, chamanes y personajes de televisión.
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Cristina, una bailarina clásica formada en la Universidad de Chile, se encontró a comienzos de los años 80, en una disyuntiva. Necesitaba trabajar y no encontraba más posibilidades que integrarse al elenco del humorista Daniel Vilches, por entonces uno de los pocos artistas con autorización para trabajar de noche. Para ayudarla a dejar sus prejuicios atrás, un profesor le contó la anécdota de una gran figura del ballet francés que complementaba sus ingresos trabajando en un cabaret en Montmartre y así Cristina se incorporó a la noche revisteril. En ese ambiente conoció a Humberto Baeza Fernández, el cantautor Tito Fernández.
El artista, relata la exbailarina a condición de que no revelemos su verdadera identidad, era un invitado estelar que hacía giras con el grupo y que, en ese tiempo, “estaba muy mal, muy alcoholizado”. Una de las compañeras de baile, dice, era Ana María Sánchez, una mujer carismática que era envidiada pues trabajaba en el Festival de la Una y ganaba buen dinero.
Uno de esos veranos ochenteros, Vilches montó en Viña del Mar su espectáculo “Curvas-Viña-Risas” y los humoristas, bailarinas y estrellas invitadas, como El Temucano, pasaron tres meses viviendo juntos.
“Hasta donde sé, Ana María ya era parte, antes que Tito Fernández, del Instituto Filosófico Hermético (IFH)”, una secta que dirigía hasta su muerte (en febrero de 2018), Darío Salas Sommer, conocido entre sus seguidores por su seudónimo John Baines. “La Ana María invitó a una amiga mía al IFH y, a través de ella, a mí. Y también llevó al Tito Fernández”.
Inicialmente, los nuevos seguidores de Baines se reunían a mirar videos con enseñanzas suyas mientras estaban en Viña, pero luego, en Santiago, lo conocieron personalmente y se integraron a su grupo.
“Ana María era la pareja de Baines, quien era un personaje muy carismático y seductor, que andaba en moto y usaba chaquetas de cuero, y Tito Fernández siempre se jactaba de habérsela ‘levantado’ al maestro”, cuenta.
El Temucano, a partir de su incorporación al instituto, asegura la bailarina, dejó el alcohol y adoptó una conducta de súper proveedor. “Vivía con la Ana María, con quien se casó, y con su primera mujer (Carmen Ramírez), quien también se unió al IFH. Vivían todos juntos, en casas separadas, en una parcela que tenían. Eran muy modernos y abiertos de mente para su época”.
Años más tarde, Tito Fernández solía decir a sus seguidores que fue formado por Baines, e incluso los invitaba a leer el mismo libro iniciático promovido por Salas: El Kybalión, atribuido al egipcio Hermes Trismegisto, que supuestamente revela los secretos esenciales de las fuerzas de la naturaleza.
Según Luis Santamaría, sacerdote español fundador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas, Salas decía que el conocimiento del que era guardián el IFH había sido legado a la humanidad por seres extraterrestres evolucionados y, como otros grupos de su tipo, daba especial importancia al manejo de la energía sexual e instruía a sus discípulos en ejercicios de “magia sexual”.
En el IFH, también había una estructura piramidal como la del Centro Integral de Estudios Metafísicos (CIEM), con al menos tres estadios: primer nivel, pre-logia y logia, y en la cúspide, el maestro, Salas Sommer. También, por cierto, sus integrantes, algunos de muy alta alcurnia en la sociedad chilena, hacían juramentos de secreto sobre sus ritos, conocimientos, integrantes y conductas del maestro.
Cristina afirma que era evidente que Salas se involucraba con sus discípulas, pero “que yo sepa, no existía un subgrupo de ellas juramentadas aparte para servirlo”, como ocurrió con Tallis, en el CIEM, que fundaría Tito Fernández al abandonar el IFH, años más tarde (y relatado en taller en el reportaje: “Tallis, la logia secreta de Tito Fernández ‘El Temucano’ y los sacrificios sexuales de sus discípulas”, publicado el 5 de diciembre pasado).
Los iniciados en el IFH pagaban, por cierto, por su derecho a estar allí. Según Cristina, después de algunos años, se les ofrecía acceder a “un grado mayor”, por el que los discípulos pagaban cien mil pesos mensuales y que incluía la promesa de aprender a usar la magia negra. “La gente que se incorporaba, me parece, lo hacía pensando que iban a ganar plata así, que podrían manejar las cosas para que les fuera bien económicamente”, afirma la bailarina, quien finalmente se alejó de ese culto.
Salas Sommer, nieto del educador y masón Darío Salas Díaz, se forjó cierta fama con sus publicaciones y abrió centros en numerosos países, incluyendo Rusia donde, según América Economía, el propio Putin lo citó en sus discursos y fue condecorado por ese gobierno con “la Orden de la Amistad”.
Tito Fernández, en cambio, inició su camino propio, se desligó del IFH y creó el CIEM.
Santamaría afirma que “en casos como éste (el de la secta Tallis, que creó Tito Fernández), el abuso sexual es parte de una estrategia más amplia de abuso psicológico, emocional y espiritual por parte del maestro. El líder sectario somete a sus adeptos, lo que incluye controlar su sexualidad. Esto, en algunas ocasiones, como parece que ha sucedido aquí, trae consigo la violación”.
Corbalán y sicología
Tito Fernández en los años 70 formó parte del movimiento Nueva Canción chilena y se presentaba en la Peña de los Parra. En 1973, fue detenido y conducido a la Escuela de Aviación, donde, había estudiado en su juventud (según sus datos biográficos, alcanzó el grado de Brigadier Mayor de Escuadrilla, antes de retirarse). El informe Valech lo reconoce como víctima de torturas.
Sin embargo, fue liberado “por falta de méritos” y a diferencia de sus compañeros de generación, no fue expulsado del país, ni fue nuevamente perseguido. Según su biografía oficial, su primera esposa, Carmen Ramírez, pudo visitarlo mientras estuvo encarcelado, por la gestión de un contacto que tenía en el Ministerio del Interior. También gracias a ese amigo anónimo, pudo grabar en un sello que pertenecía al Estado y que por algún tiempo mantuvo funcionando el régimen de Pinochet.
Aunque, según él mismo ha afirmado, se le prohibió usar en sus creaciones palabras como “obrero” y “trabajador”, fue uno de los pocos artistas con permiso para continuar presentándose en la escena local.
En los años ochenta, en el mismo período en que se integró al IFH, Tito Fernández conoció al jefe operativo de la CNI, Álvaro Corbalán.
Cristina, quien también participó en el elenco de bailarinas que acompañaba a Mary Pepa Nieto, la famosa vedette que el exagente gustaba de lucir como su novia, recuerda que Corbalán enviaba a buscarla en auto con chofer al terminar las funciones o la acompañaba y la esperaba personalmente. No recuerda haberlo visto con Tito Fernández, pero ambos han reconocido en entrevistas periodísticas que son amigos desde aquellos años, a pesar de que no han explicado de modo convincente cómo se conocieron.
Tras separarse de Ana María Sánchez, Tito Fernández se casó con la cantante Lidia Ureta Rivera -de nombre artístico Lú Rivera- en 1998. Lú Rivera también participó de la escena artística de dictadura. Humberto Baeza la conoció en 1983 cantando en el Steak House y ella se presentó en la competencia folklórica del Festival de Viña en 1985. En 2003, su nombre figuraba entre cien firmantes que respaldaron la creación un nuevo partido político: Nueva Fuerza Nacional, conformado fundamentalmente por militares en retiro, iniciativa que finalmente no prosperó. Ese mismo año participó en un homenaje al fallecido almirante José Toribio Merino, que organizó la Corporación 11 de Septiembre. En esa ocasión, según publicó Emol, Lú Rivera recitó un poema en honor del exmiembro de la Junta.
Cuando Corbalán organizó desde Punta Peuco el lanzamiento de un libro suyo, en mayo de 2018, se leyó en público una carta de saludos que le envió Tito Fernández, a través de su esposa.
Gracias a la beca Valech, para exprisioneros políticos, Tito Fernández estudió sicología en la Universidad Uniacc, que le servía de aval de sus conocimientos académicos ante sus discípulas del CIEM. A comienzos del siglo XXI, sus seguidores lo escuchaban hablar de los beneficios de la “sicología transpersonal”, panacea común entre los grupos New age en Chile y el mundo.
En el interés por este tema cruzó su camino con Andrés Yáñez, un invitado habitual en los programas sobre terapias alternativas, ovnis y experiencias paranormales que se emiten por La Red, entre otros espacios mediáticos.
“En 2010, entré al Instituto de Sicología de Santiago a hacer un diplomado de hipnosis clínica y en sicología transpersonal. El primer día de clases entro y estaba este viejo sentado ahí, como alumno. En mi familia, su música era muy escuchada. Dije: ‘¡Guau! ¡Qué loco!’. Fuimos compañeros un año. Después me percaté de que él tomaba cursos en la Uniacc y en la Andrés Bello y luego los enseñaba en el CIEM. Almorzábamos juntos y nos hicimos bien amigos”, relata Yáñez en entrevista con The Clinic, en el Instituto Humanista Transpersonal, que creó junto a Juan Andrés Salfate.
“Un día le pregunté por su experiencia con los ovnis en la Pampa del Tamarugal, en los ’70, y él me contó un poco, porque no le gustaba mucho hablar del tema. Yo le dije: ‘¿Sabe por qué le pregunto, Tito? Porque en el lugar donde trabajo está Rodrigo Fuenzalida, que es ufólogo’. Me dijo: ‘¡Pero si conozco al papá de Rodrigo! Una vez me hicieron una entrevista y tenemos muy buena onda. Hace tiempo que no lo veo y le tengo mucha estima”.
Así fue como Tito Fernández llegó al Centro Integral de Desarrollo Humano, CIDH, que funciona en Vicuña Mackenna 6, en Santiago.
Juntas chamánicas
A partir del encuentro con Yáñez, Humberto Baeza comenzó a combinar sus labores como “maestro” en el CIEM, con la de profesor de tarot y astrología en el CIDH, donde se dictan “diplomados” para formar a terapistas alternativos -fundamentalmente concurren mujeres- con una malla que incluye reiki, flores de Bach y sicología transpersonal.
Gabriela Campillay, socia propietaria del CIDH y esposa del creador del centro, Billy Campbell, admite que les pareció una gran idea incorporar a Tito Fernández entre los docentes “pues, desde un punto de vista de marketing, era atractivo para los alumnos”.
Andrés Yáñez era una pieza muy importante para ese centro pues, según cuenta Campillay, por su llegada a los medios atraía a una gran cantidad de alumnos. Allí impartía cursos de sicología transpersonal, aunque no es sicólogo, y según Campillay recibía también comisiones por los alumnos que fichaba.
Rodrigo Fuenzalida, sociólogo y experto en ovnis, enseñaba hipnosis. La malla del curso “Terapeuta Integral con mención en Psicología Transpersonal” ofrecía en su versión 2013 clases con los siguientes profesores:Billy Campbell, Gabriela Campillay, Andrés Yáñez, Sergio Schilling, Rodrigo Fuenzalida y Humberto Baeza, “Tito” Fernández.
La llegada de Fernández al CIDH motivó que los profesores comenzaran a juntarse socialmente después de clases: a veces en el CIDH, en la Hacienda gaucha (lugar en el que Fernández también organizaba los encuentros con sus discípulas del CIEM), o en el departamento que Yàñez le arrendaba a Campbell, a la vuelta del instituto.
Un experto en terapias tradicionales y ancestrales que fue invitado por Fuenzalida a conocer el CIDH a fines de 2010, relata a The Clinic, a condición de anonimato, que “me invitaron a esas juntas, que llamaban juntas chamánicas y que se hacían de noche. Aparecían las botellas de pisco y asistían Yáñez, Fuenzalida y, en algunas ocasiones, Tito Fernández. Cuando él aparecía, lo trataban con mucha obsecuencia, lo consideraban un Tata, que en este mundo es un maestro de maestros”.
El testigo afirma que también participó en algunas ocasiones el sicólogo Sergio Schilling (panelista de Primer Plano) y luego se sumó el personaje televisivo, Juan Andrés Salfate.
En las juntas, dice el testigo, a veces eran invitadas algunas estudiantes del CIDH, a quienes ellos llamaban “discípulas”. Esas reuniones, afirma, a veces duraban hasta el otro día y junto al alto consumo de alcohol, había consumo de cocaína.
“Estuve dos años participando en estos encuentros. El tema que nos unía era la idea de crear otro centro para enseñar terapias alternativas y sicología transpersonal. Ese era el tema que a mí me convocaba, pues había tenido formación en Estados Unidos y otros países sobre ritos ancestrales. Me acerqué mucho a Schilling y él me invitó a hacer cosas en conjunto, pero después me di cuenta de que él usaba la hipnosis como un truco de magia y no como una herramienta terapéutica, que era lo que me interesaba a mí. Solía decir que tenía poderes especiales”, cuenta.
El grupo, que integraba también el chamán Auki Ríos -que practica ritos con Ayahuasca y San Pedro-, realizaba los fines de semana en Peñalolén ceremonias con esas plantas rituales.
El primer emprendimiento del grupo fue la creación de un centro llamado Ipec, que ahora dirige Nicolás Berasaín. En la inauguración participó El Temucano, quien, para celebrar, cantó “La casa nueva”.
El testigo cuenta que estos personajes le insistían en que, como todo maestro “debía tener discípulas, para nutrirme de su energía sexual” y que intentaron buscarle pareja entre las propias alumnas del CIDH. “Yáñez y Schilling decían que todos los grandes tienen sus discípulas”, relata.
“Presencié algunas de esas ceremonias con ayahuasca y me pareció que estaban totalmente apartadas de los ritos que me habían enseñado. Dirigían las ceremonias sin respeto a las prácticas ancestrales y me consta que había gente a la que se la engrupían con que se iban a sanar del SIDA”, recuerda.
Estos practicantes, dice el testigo, también usaban el kambó, veneno extraído a una rana, con la promesa de que podía curar numerosos males, sin excluir el cáncer, “en circunstancias que es una toxina. Claro, la gente vomita y le da diarrea y ellos les dicen que así están botando sus males, pero eso les pasa porque están intoxicados. Me alejé cuando me di cuenta de que todo era un show para aprovecharse de la gente vulnerable y sacarles el dinero”.
Yáñez rompería después con Berasaín, quien se quedó al mando del Ipec y se asoció con Salfate para crear el Instituto Humanista Transpersonal, IHT, en Ñuñoa.
Entrevistados por The Clinic, Fuenzalida, Yáñez, y Schilling reconocen haber participado en las Juntas chamánicas, que en ocasiones participó Tito Fernández (Schilling dice que en los que él estuvo, no vio al cantante, aunque sí lo conoció en el CIDH, donde hizo un par de clases), y que se consumía alcohol en esos encuentros en forma moderada, pero no cocaína.
Schilling, que en ocasiones es presentado como sicólogo de la Universidad Diego Portales (UDP), reconoce a The Clinic que comenzó sus estudios allí, pero que se tituló en la Universidad SEK. Ha aparecido también en la prensa como integrante de una Unidad de Estudios de Parasicología de la Facultad del ramo, donde, sin embargo, ante consultas de este medio, se nos informa que “La Facultad de Psicología de la Universidad Diego Portales no cuenta ni ha contado” con un departamento de ese tipo.
Schilling afirma que si bien escuchó la idea de crear un centro con Rodrigo Fuenzalida -con quien ha compartido espacio televisivo en el show Me late, que conduce Daniel “Huevo” Fuenzalida-, Salfate -a quien conoció cuando trabajaba en La Red- y Yáñez, nunca estuvo en su interés asociarse con ellos.
Reconoce que ha practicado “hipnosis”, pero que ahora se dedica al Neurofeedback, técnica que usa para rehabilitar a personas con déficit atencional, en su consulta particular.
Yáñez y Fuenzalida reconocen que hablaban en las juntas chamánicas de “maestros ascendidos” y “discipulado”, pero aseguran que lo hacían en tono de broma, pues su acercamiento a estos conocimientos se opone a las prácticas sectarias. Las alumnas, dicen, no eran invitadas a las juntas chamánicas.
Muy bonita para hacer clases
Ximena es sicóloga. Hizo clases en el CIDH y dio una entrevista a The Clinic a condición de anonimato: “Yo me acerqué al CIDH en 2012, a través de facebook, recién egresada. Vi un anuncio para hacer clases y postulé. Me entrevistaron Andrés Yáñez, Rodrigo Fuenzalida y Billy Campbell. Me alabaron mucho, que yo era tan inteligente para ser tan joven, y me aceptaron. Yo estaba entusiasmada con hacer clases”, cuenta.
Después de un tiempo, Yáñez le ofreció que aumentara sus horas de clases y comenzó a invitarla a las juntas chamánicas. También a participar en las ceremonias con plantas ancestrales que se hacían los fines de semana en Peñalolén y que dirigía Auki Ríos.
“Tenían todo un discurso muy desde la sanación, de hacerle el bien a las personas, algo como bien bonito, como proyecto. Yo empecé a asistir más a estas cosas y, obviamente, en la medida que me fui acercando empecé a ver la sombra, lo que había, realmente, debajo de esto”, cuenta.
Ximena relata que en las junta en el departamento de Yáñez, lo vio consumir mucho alcohol y también cocaína y que esta droga la proveía su propio padre, quien también era adicto, y que las ceremonias con supuestos ritos andinos se realizaban casi todos los fines de semana.
“Lo que me impactaba es que ellos se presentaban como terapeutas en rehabilitación de drogas y eran consumidores. Y veo que salían en la tele, hablando de estas terapias, y se presentaban con títulos que no tenían. Así vendían la pomada y atraían alumnos, principalmente mujeres. Yáñez, que es un tipo que lee mucho y tiene un discurso muy envolvente, también hacía ostentación de su amistad con Tito Fernández, Rodrigo Fuenzalida y Salfate, que empezó a aparecer después. Si iba a una conferencia de Claudio Naranjo, llegaba muy anticipadamente, se sacaba una foto con él y después decía que era su amigo”.
“Salfate era su contacto en la tele y empezaron a mover muchas cosas por la tele, por ejemplo, el kambó, y a decir que el kambó curaba el cáncer. Empecé a darme cuenta de que este tipo lucraba con las terapias y de que, en el fondo, era súper chanta todo. El Tito Fernández también empezó a hacer clases. Me acuerdo que una vez yo iba pasando y me dice: ‘¿Y usted qué está haciendo acá?’ Yo le dije: ‘Hago clases’ y él me respondió: ‘Pero usted es muy bonita como para hacer clases, usted debería estar en la casa y un gallo la debería estar manteniendo’”.
A Ximena también le chocó que en las ceremonias andinas, después de que la gente se iba, “los tipos montaban un asado, con el choripán, el aguardiente, y empecé a darme cuenta de que era todo un montaje, que estos gallos tienen una cosa como bien de pantalla. Andrés Yáñez, dice que es sicólogo de la Chile y no tiene títulos más allá de los cursos sueltos que ha tomado. Él siempre hacía hincapié en que su interés era ‘la platita’.
Lo que más me llamaba la atención es es que Yáñez vende la pomada como una persona muy seria, pero en realidad no es así. Yo veo que ellos salieron de adicciones a drogas duras para meterse en una seudo espiritualidad que los autoriza a consumir Ayahuasca, el San Pedro, hongos, con el copetito, la cerveza, el aguardiente. Hacían ceremonias casi todos los fines de semana. Solo reemplazaban una adicción con otra”.
Ximena dice que vio en estas ceremonias a Auki Ríos y a Yáñez maltratar verbalmente a las mujeres que se sometían a estas terapias, con la excusa de que estaban interpretando un arquetipo. “Esto es súper delicado, porque de repente pueden llegar personas con trastornos psicológicos, muy traumatizadas y van a un lugar a sanarse y le aparecen estos tipos negligentes. Yo lo encuentro terrorífico. Creo que estas personas no pueden estar a cargo de procesos terapéuticos. Me parece grave”.
Hombres de familia
En entrevistas con The Clinic, Yáñez, Fuenzalida y Salfate negaron el uso severo de alcohol en las juntas chamánicas y el consumo de cocaína. Tampoco, dicen, podrían ser adictos a la ayahuasca, ni a otras plantas andinas, porque sus efectos son muy desagradables. En las palabras de Salfate, los convocados eran principalmente “hombres de familia” sin interés en hacer conquistas amorosas, ni reventarse en un “carrete”. “La cosa se mantenía en cierta intimidad, con pocas personas, hasta donde la conversación podía ser agradable”, dice.
En entrevista con The Clinic, Salfate afirma que conoció a Tito Fernández y a Andrés Yáñez a traves de su amigo Rodrigo Fuenzalida. Y que participó en un capítulo de transmisión radial, vía streaming, con Yáñez, Fuenzalida, Schilling y César Parra, desde el CIDH. “No era algo del centro, sino una cosa que hacían para sus seguidores, con temas de sicología, ufología, esoterismo. A Billy Campbell, que es el director de ese Centro, también le gustan cosas así como herméticas, aunque no forma parte de ninguna logia, que yo sepa”.
Salfate y Yáñez afirman que el instituto en que son socios es serio y que entre sus docentes hay varios sicólogos profesionales. Yáñez admite que él no tiene título, pero afirma que no conduce terapias sicológicas y que solo trata adicciones con el uso de plantas medicinales. Sobre su relación con Tito Fernández, ambos sostienen que su admiración hacia el personaje es principalmente artística y que nunca lo consideraron un maestro.
“Cuando terminaban todas las capacitaciones, de repente llegaban los viejujos y picotéabamos algo en el CIDH. En su defecto, lo hacíamos en el departamento que yo le arrendaba a Billy”, cuenta Yáñez. “A veces, el sábado, había clases temprano, y para que no quedara con olor a tabaco, pisco sour o vino, para que el CIDH se mantuviera pulcro, energéticamente hablando, nos íbamos a mi departamento. También íbamos al frente, a la Hacienda Gaucha. Siempre iban variando algunos, pero los que estábamos de planta eran Rodrigo, Tito, Billy y yo. Una vez, a Rodrigo le presenté Sergio Schilling, porque hacía cosas como de parasicología y lo invitamos una o dos veces”, comenta.
En 2014, dice, Fuenzalida conoció a Salfate en una conferencia y lo llevó a las juntas chamánicas. Yáñez asegura que él trató al personaje televisivo para que dejara su adicción a la cocaína.
“En esas reuniones me tomaba unos buenos tragos, si estaba en mi casa, pero tranquilo, siempre estaban mi mujer y mis hijas. Me tomaba unos buenos copetes porque sé tomar, no salgo a pelear ni me saco la ropa, porque era bien grato estar con estos viejos, hablando cosas interesantes o guitarreando. Además, estaba en mi casa”.
Asegura que no compartía las creencias de Tito Fernández, que eran “esotéricas, de rosacruz, hermético. Yo soy más tradicional, creo en Dios, voy a misa. No comulgo con estas sectas que son medias espirituales, donde hay jerarquías piramidales”.
El cantautor, dice, no les contaba lo que hacía en el CIEM, pero en su casa vio elementos esotéricos y de simbología masónica.
“Él tenía este perfil de maestro clásico, medio narcisista, que le gustaba decir cosas que impresionaban. Decía que la mujer era receptora y esas cosas. A veces le decía a la Fran, mi esposa:’Eres mucha carne para tan poco perro’, le tiraba la talla. También nos decía que si queríamos conseguir una mujer, teníamos que masturbarnos y enterrar el semen en la tierra”.
Dice que Tito Fernández le mostró en su casa dagas y espadas que guardaba en un baúl y que usaba en sus rituales. “Una vez me dijo que tenía larvas energéticas y me las ‘eliminó’ acercándome la espada al estómago”, relata.
Yáñez afirma que dejó de verlo en 2015, cuando se fue del CIDH , que en el IHT le ofrecieron que dictara un curso de tarot, en el que no se inscribió nadie. “Menos mal, porque soy medio reticente a cosas como el reiki, encuentro que son hasta peligrosas”. Sobre este punto, Salfate agrega que lo hicieron para “ayudarlo, porque estaba mal”, pero que preferían que no hiciera clases ahí, pues su centro es serio y estas clases se salían de ese marco. Schilling también, cuentan, diseñó un taller, pero que no se quedó pues ellos necesitaban profesores con mayor dedicación al centro.
“El año antepasado, Rodrigo llevó a Tito de sorpresa a mi cumpleaños y guitarreó”, cuenta Yáñez. “Cuando supe lo que pasaba en el CIEM (a comienos de diciembre pasado) le escribí un correo para preguntarle cómo estaba, porque me quedó dando vueltas por un sueño que tuve con él: lo vi sentado en su escritorio, atrapado en el vacío del Clonazepam, con pantuflas, súper mal, en su escritorio gigante. Lo vi sacar un revólver y dejarlo sobre la mesa. Independiente de todo, y que encuentro reprochable que haya enganchado a estas mujeres con discursos seudoespirituales, me da pena el viejo”.
Yáñez asegura que los tratamientos con plantas medicinales que ofrece en su instituto cumplen requisitos de seguridad y que por eso Auki Ríos dejó de hacer clases ahí. Porque él es “medio salvaje”.
La versión de Ríos sobre el distanciamiento es diferente: “¿Por qué me alejé del grupo? ¡Era plata! Ganar plata, esa era su intención. Empezamos como un centro de estudios, pero cuando la plata comenzó a aparecer se transformó en otra cosa. De aquél grupo, sólo puedo poner las manos al fuego por Rodrigo Fuenzalida”.
Sobre el uso de Kambó, Yañez dice que “yo no he curado a nadie con cáncer, pero aplico kambó aquí. Trabajo más con drogadictos de pasta base, cocaína. Personas que llevan quince años consumiendo, que han estado internados y que ya nadie quiere atender. Es impresionante cómo se desintoxican”.
Él mismo, reconoce, fue consumidor de coca, LSD y otras drogas, y que su padre también tuvo esos problemas, pero asegura que se rehabilitó hace mucho tiempo y niega que en las juntas chamánicas alguno de ellos consumiera. “Eso fue más joven, antes de meterme en las plantas. Ya no podría. Mi papá fue bien desordenado, aquí llegó hace ocho años gordo, hinchado como sapo, a pedirme ayuda. Era amigo del Negro Piñera, yo no lo podía ver. Le empecé a poner kambó y a tomar plantas, y no te digo que es un santo, pero ahora se toma una copita de vino cuando mucho. De ese grupo nadie jala. Yo pondría las manos al fuego porque Salfate ya no consume desde que se atendió conmigo, que Fuenzalida menos, Billy Campbell cien por ciento seguro que no, Tito no, al menos desde que es amigo mío, antes sé que sí, porque él mismo lo contaba”.
Respecto de los testimonios que de las personas que aseguran haberlo visto consumiendo drogas a él o a su padre, Yáñez cree que están gatillados por sus adversarios históricos: los masones. Aunque dice que su centro está alejado de prácticas esotéricas, afirma ser testigo de que la magia y brujerías existen y que él puede curarlas con plantas medicinales. “Un guardián (como yo) no puede devolver un embrujo, sólo proteger, porque sino te conviertes en uno de ellos”.
Los diplomados que se ofrecen en el CIDH para la formación de terapeutas alternativos tienen un valor de más de un millón de pesos (por 18 meses de formación) y más de dos millones y medio en el IHT (por programas de dos años)
Productora y discípula del CIEM: “Sí, era una secta”
Marcela Muñoz conoció a Humberto Baeza, conocido con su nombre artístico “Tito Fernánez”, a mediados de los 90, como su productora en un programa radial. Años más tarde, buscando alivio espiritual para sus penurias, llegó al Centro Integral de Estudios Metafísicos, CIEM, que Baeza dirigía en pleno centro de Santiago.
Cristina, una bailarina clásica formada en la Universidad de Chile, se encontró a comienzos de los años 80, en una disyuntiva. Necesitaba trabajar y no encontraba más posibilidades que integrarse al elenco del humorista Daniel Vilches, por entonces uno de los pocos artistas con autorización para trabajar de noche. Para ayudarla a dejar sus prejuicios atrás, un profesor le contó la anécdota de una gran figura del ballet francés que complementaba sus ingresos trabajando en un cabaret en Montmartre y así Cristina se incorporó a la noche revisteril. En ese ambiente conoció a Humberto Baeza Fernández, el cantautor Tito Fernández.
El artista, relata la exbailarina a condición de que no revelemos su verdadera identidad, era un invitado estelar que hacía giras con el grupo y que, en ese tiempo, “estaba muy mal, muy alcoholizado”. Una de las compañeras de baile, dice, era Ana María Sánchez, una mujer carismática que era envidiada pues trabajaba en el Festival de la Una y ganaba buen dinero.
Uno de esos veranos ochenteros, Vilches montó en Viña del Mar su espectáculo “Curvas-Viña-Risas” y los humoristas, bailarinas y estrellas invitadas, como El Temucano, pasaron tres meses viviendo juntos.
“Hasta donde sé, Ana María ya era parte, antes que Tito Fernández, del Instituto Filosófico Hermético (IFH)”, una secta que dirigía hasta su muerte (en febrero de 2018), Darío Salas Sommer, conocido entre sus seguidores por su seudónimo John Baines. “La Ana María invitó a una amiga mía al IFH y, a través de ella, a mí. Y también llevó al Tito Fernández”.
Inicialmente, los nuevos seguidores de Baines se reunían a mirar videos con enseñanzas suyas mientras estaban en Viña, pero luego, en Santiago, lo conocieron personalmente y se integraron a su grupo.
“Ana María era la pareja de Baines, quien era un personaje muy carismático y seductor, que andaba en moto y usaba chaquetas de cuero, y Tito Fernández siempre se jactaba de habérsela ‘levantado’ al maestro”, cuenta.
El Temucano, a partir de su incorporación al instituto, asegura la bailarina, dejó el alcohol y adoptó una conducta de súper proveedor. “Vivía con la Ana María, con quien se casó, y con su primera mujer (Carmen Ramírez), quien también se unió al IFH. Vivían todos juntos, en casas separadas, en una parcela que tenían. Eran muy modernos y abiertos de mente para su época”.
Años más tarde, Tito Fernández solía decir a sus seguidores que fue formado por Baines, e incluso los invitaba a leer el mismo libro iniciático promovido por Salas: El Kybalión, atribuido al egipcio Hermes Trismegisto, que supuestamente revela los secretos esenciales de las fuerzas de la naturaleza.
Según Luis Santamaría, sacerdote español fundador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas, Salas decía que el conocimiento del que era guardián el IFH había sido legado a la humanidad por seres extraterrestres evolucionados y, como otros grupos de su tipo, daba especial importancia al manejo de la energía sexual e instruía a sus discípulos en ejercicios de “magia sexual”.
En el IFH, también había una estructura piramidal como la del Centro Integral de Estudios Metafísicos (CIEM), con al menos tres estadios: primer nivel, pre-logia y logia, y en la cúspide, el maestro, Salas Sommer. También, por cierto, sus integrantes, algunos de muy alta alcurnia en la sociedad chilena, hacían juramentos de secreto sobre sus ritos, conocimientos, integrantes y conductas del maestro.
Cristina afirma que era evidente que Salas se involucraba con sus discípulas, pero “que yo sepa, no existía un subgrupo de ellas juramentadas aparte para servirlo”, como ocurrió con Tallis, en el CIEM, que fundaría Tito Fernández al abandonar el IFH, años más tarde (y relatado en taller en el reportaje: “Tallis, la logia secreta de Tito Fernández ‘El Temucano’ y los sacrificios sexuales de sus discípulas”, publicado el 5 de diciembre pasado).
Los iniciados en el IFH pagaban, por cierto, por su derecho a estar allí. Según Cristina, después de algunos años, se les ofrecía acceder a “un grado mayor”, por el que los discípulos pagaban cien mil pesos mensuales y que incluía la promesa de aprender a usar la magia negra. “La gente que se incorporaba, me parece, lo hacía pensando que iban a ganar plata así, que podrían manejar las cosas para que les fuera bien económicamente”, afirma la bailarina, quien finalmente se alejó de ese culto.
Salas Sommer, nieto del educador y masón Darío Salas Díaz, se forjó cierta fama con sus publicaciones y abrió centros en numerosos países, incluyendo Rusia donde, según América Economía, el propio Putin lo citó en sus discursos y fue condecorado por ese gobierno con “la Orden de la Amistad”.
Tito Fernández, en cambio, inició su camino propio, se desligó del IFH y creó el CIEM.
Santamaría afirma que “en casos como éste (el de la secta Tallis, que creó Tito Fernández), el abuso sexual es parte de una estrategia más amplia de abuso psicológico, emocional y espiritual por parte del maestro. El líder sectario somete a sus adeptos, lo que incluye controlar su sexualidad. Esto, en algunas ocasiones, como parece que ha sucedido aquí, trae consigo la violación”.
Corbalán y sicología
Tito Fernández en los años 70 formó parte del movimiento Nueva Canción chilena y se presentaba en la Peña de los Parra. En 1973, fue detenido y conducido a la Escuela de Aviación, donde, había estudiado en su juventud (según sus datos biográficos, alcanzó el grado de Brigadier Mayor de Escuadrilla, antes de retirarse). El informe Valech lo reconoce como víctima de torturas.
Sin embargo, fue liberado “por falta de méritos” y a diferencia de sus compañeros de generación, no fue expulsado del país, ni fue nuevamente perseguido. Según su biografía oficial, su primera esposa, Carmen Ramírez, pudo visitarlo mientras estuvo encarcelado, por la gestión de un contacto que tenía en el Ministerio del Interior. También gracias a ese amigo anónimo, pudo grabar en un sello que pertenecía al Estado y que por algún tiempo mantuvo funcionando el régimen de Pinochet.
Aunque, según él mismo ha afirmado, se le prohibió usar en sus creaciones palabras como “obrero” y “trabajador”, fue uno de los pocos artistas con permiso para continuar presentándose en la escena local.
En los años ochenta, en el mismo período en que se integró al IFH, Tito Fernández conoció al jefe operativo de la CNI, Álvaro Corbalán.
Cristina, quien también participó en el elenco de bailarinas que acompañaba a Mary Pepa Nieto, la famosa vedette que el exagente gustaba de lucir como su novia, recuerda que Corbalán enviaba a buscarla en auto con chofer al terminar las funciones o la acompañaba y la esperaba personalmente. No recuerda haberlo visto con Tito Fernández, pero ambos han reconocido en entrevistas periodísticas que son amigos desde aquellos años, a pesar de que no han explicado de modo convincente cómo se conocieron.
Tras separarse de Ana María Sánchez, Tito Fernández se casó con la cantante Lidia Ureta Rivera -de nombre artístico Lú Rivera- en 1998. Lú Rivera también participó de la escena artística de dictadura. Humberto Baeza la conoció en 1983 cantando en el Steak House y ella se presentó en la competencia folklórica del Festival de Viña en 1985. En 2003, su nombre figuraba entre cien firmantes que respaldaron la creación un nuevo partido político: Nueva Fuerza Nacional, conformado fundamentalmente por militares en retiro, iniciativa que finalmente no prosperó. Ese mismo año participó en un homenaje al fallecido almirante José Toribio Merino, que organizó la Corporación 11 de Septiembre. En esa ocasión, según publicó Emol, Lú Rivera recitó un poema en honor del exmiembro de la Junta.
Cuando Corbalán organizó desde Punta Peuco el lanzamiento de un libro suyo, en mayo de 2018, se leyó en público una carta de saludos que le envió Tito Fernández, a través de su esposa.
Gracias a la beca Valech, para exprisioneros políticos, Tito Fernández estudió sicología en la Universidad Uniacc, que le servía de aval de sus conocimientos académicos ante sus discípulas del CIEM. A comienzos del siglo XXI, sus seguidores lo escuchaban hablar de los beneficios de la “sicología transpersonal”, panacea común entre los grupos New age en Chile y el mundo.
En el interés por este tema cruzó su camino con Andrés Yáñez, un invitado habitual en los programas sobre terapias alternativas, ovnis y experiencias paranormales que se emiten por La Red, entre otros espacios mediáticos.
“En 2010, entré al Instituto de Sicología de Santiago a hacer un diplomado de hipnosis clínica y en sicología transpersonal. El primer día de clases entro y estaba este viejo sentado ahí, como alumno. En mi familia, su música era muy escuchada. Dije: ‘¡Guau! ¡Qué loco!’. Fuimos compañeros un año. Después me percaté de que él tomaba cursos en la Uniacc y en la Andrés Bello y luego los enseñaba en el CIEM. Almorzábamos juntos y nos hicimos bien amigos”, relata Yáñez en entrevista con The Clinic, en el Instituto Humanista Transpersonal, que creó junto a Juan Andrés Salfate.
“Un día le pregunté por su experiencia con los ovnis en la Pampa del Tamarugal, en los ’70, y él me contó un poco, porque no le gustaba mucho hablar del tema. Yo le dije: ‘¿Sabe por qué le pregunto, Tito? Porque en el lugar donde trabajo está Rodrigo Fuenzalida, que es ufólogo’. Me dijo: ‘¡Pero si conozco al papá de Rodrigo! Una vez me hicieron una entrevista y tenemos muy buena onda. Hace tiempo que no lo veo y le tengo mucha estima”.
Así fue como Tito Fernández llegó al Centro Integral de Desarrollo Humano, CIDH, que funciona en Vicuña Mackenna 6, en Santiago.
Juntas chamánicas
A partir del encuentro con Yáñez, Humberto Baeza comenzó a combinar sus labores como “maestro” en el CIEM, con la de profesor de tarot y astrología en el CIDH, donde se dictan “diplomados” para formar a terapistas alternativos -fundamentalmente concurren mujeres- con una malla que incluye reiki, flores de Bach y sicología transpersonal.
Gabriela Campillay, socia propietaria del CIDH y esposa del creador del centro, Billy Campbell, admite que les pareció una gran idea incorporar a Tito Fernández entre los docentes “pues, desde un punto de vista de marketing, era atractivo para los alumnos”.
Andrés Yáñez era una pieza muy importante para ese centro pues, según cuenta Campillay, por su llegada a los medios atraía a una gran cantidad de alumnos. Allí impartía cursos de sicología transpersonal, aunque no es sicólogo, y según Campillay recibía también comisiones por los alumnos que fichaba.
Rodrigo Fuenzalida, sociólogo y experto en ovnis, enseñaba hipnosis. La malla del curso “Terapeuta Integral con mención en Psicología Transpersonal” ofrecía en su versión 2013 clases con los siguientes profesores:Billy Campbell, Gabriela Campillay, Andrés Yáñez, Sergio Schilling, Rodrigo Fuenzalida y Humberto Baeza, “Tito” Fernández.
La llegada de Fernández al CIDH motivó que los profesores comenzaran a juntarse socialmente después de clases: a veces en el CIDH, en la Hacienda gaucha (lugar en el que Fernández también organizaba los encuentros con sus discípulas del CIEM), o en el departamento que Yàñez le arrendaba a Campbell, a la vuelta del instituto.
Un experto en terapias tradicionales y ancestrales que fue invitado por Fuenzalida a conocer el CIDH a fines de 2010, relata a The Clinic, a condición de anonimato, que “me invitaron a esas juntas, que llamaban juntas chamánicas y que se hacían de noche. Aparecían las botellas de pisco y asistían Yáñez, Fuenzalida y, en algunas ocasiones, Tito Fernández. Cuando él aparecía, lo trataban con mucha obsecuencia, lo consideraban un Tata, que en este mundo es un maestro de maestros”.
El testigo afirma que también participó en algunas ocasiones el sicólogo Sergio Schilling (panelista de Primer Plano) y luego se sumó el personaje televisivo, Juan Andrés Salfate.
En las juntas, dice el testigo, a veces eran invitadas algunas estudiantes del CIDH, a quienes ellos llamaban “discípulas”. Esas reuniones, afirma, a veces duraban hasta el otro día y junto al alto consumo de alcohol, había consumo de cocaína.
“Estuve dos años participando en estos encuentros. El tema que nos unía era la idea de crear otro centro para enseñar terapias alternativas y sicología transpersonal. Ese era el tema que a mí me convocaba, pues había tenido formación en Estados Unidos y otros países sobre ritos ancestrales. Me acerqué mucho a Schilling y él me invitó a hacer cosas en conjunto, pero después me di cuenta de que él usaba la hipnosis como un truco de magia y no como una herramienta terapéutica, que era lo que me interesaba a mí. Solía decir que tenía poderes especiales”, cuenta.
El grupo, que integraba también el chamán Auki Ríos -que practica ritos con Ayahuasca y San Pedro-, realizaba los fines de semana en Peñalolén ceremonias con esas plantas rituales.
El primer emprendimiento del grupo fue la creación de un centro llamado Ipec, que ahora dirige Nicolás Berasaín. En la inauguración participó El Temucano, quien, para celebrar, cantó “La casa nueva”.
El testigo cuenta que estos personajes le insistían en que, como todo maestro “debía tener discípulas, para nutrirme de su energía sexual” y que intentaron buscarle pareja entre las propias alumnas del CIDH. “Yáñez y Schilling decían que todos los grandes tienen sus discípulas”, relata.
“Presencié algunas de esas ceremonias con ayahuasca y me pareció que estaban totalmente apartadas de los ritos que me habían enseñado. Dirigían las ceremonias sin respeto a las prácticas ancestrales y me consta que había gente a la que se la engrupían con que se iban a sanar del SIDA”, recuerda.
Estos practicantes, dice el testigo, también usaban el kambó, veneno extraído a una rana, con la promesa de que podía curar numerosos males, sin excluir el cáncer, “en circunstancias que es una toxina. Claro, la gente vomita y le da diarrea y ellos les dicen que así están botando sus males, pero eso les pasa porque están intoxicados. Me alejé cuando me di cuenta de que todo era un show para aprovecharse de la gente vulnerable y sacarles el dinero”.
Yáñez rompería después con Berasaín, quien se quedó al mando del Ipec y se asoció con Salfate para crear el Instituto Humanista Transpersonal, IHT, en Ñuñoa.
Entrevistados por The Clinic, Fuenzalida, Yáñez, y Schilling reconocen haber participado en las Juntas chamánicas, que en ocasiones participó Tito Fernández (Schilling dice que en los que él estuvo, no vio al cantante, aunque sí lo conoció en el CIDH, donde hizo un par de clases), y que se consumía alcohol en esos encuentros en forma moderada, pero no cocaína.
Schilling, que en ocasiones es presentado como sicólogo de la Universidad Diego Portales (UDP), reconoce a The Clinic que comenzó sus estudios allí, pero que se tituló en la Universidad SEK. Ha aparecido también en la prensa como integrante de una Unidad de Estudios de Parasicología de la Facultad del ramo, donde, sin embargo, ante consultas de este medio, se nos informa que “La Facultad de Psicología de la Universidad Diego Portales no cuenta ni ha contado” con un departamento de ese tipo.
Schilling afirma que si bien escuchó la idea de crear un centro con Rodrigo Fuenzalida -con quien ha compartido espacio televisivo en el show Me late, que conduce Daniel “Huevo” Fuenzalida-, Salfate -a quien conoció cuando trabajaba en La Red- y Yáñez, nunca estuvo en su interés asociarse con ellos.
Reconoce que ha practicado “hipnosis”, pero que ahora se dedica al Neurofeedback, técnica que usa para rehabilitar a personas con déficit atencional, en su consulta particular.
Yáñez y Fuenzalida reconocen que hablaban en las juntas chamánicas de “maestros ascendidos” y “discipulado”, pero aseguran que lo hacían en tono de broma, pues su acercamiento a estos conocimientos se opone a las prácticas sectarias. Las alumnas, dicen, no eran invitadas a las juntas chamánicas.
Muy bonita para hacer clases
Ximena es sicóloga. Hizo clases en el CIDH y dio una entrevista a The Clinic a condición de anonimato: “Yo me acerqué al CIDH en 2012, a través de facebook, recién egresada. Vi un anuncio para hacer clases y postulé. Me entrevistaron Andrés Yáñez, Rodrigo Fuenzalida y Billy Campbell. Me alabaron mucho, que yo era tan inteligente para ser tan joven, y me aceptaron. Yo estaba entusiasmada con hacer clases”, cuenta.
Después de un tiempo, Yáñez le ofreció que aumentara sus horas de clases y comenzó a invitarla a las juntas chamánicas. También a participar en las ceremonias con plantas ancestrales que se hacían los fines de semana en Peñalolén y que dirigía Auki Ríos.
“Tenían todo un discurso muy desde la sanación, de hacerle el bien a las personas, algo como bien bonito, como proyecto. Yo empecé a asistir más a estas cosas y, obviamente, en la medida que me fui acercando empecé a ver la sombra, lo que había, realmente, debajo de esto”, cuenta.
Ximena relata que en las junta en el departamento de Yáñez, lo vio consumir mucho alcohol y también cocaína y que esta droga la proveía su propio padre, quien también era adicto, y que las ceremonias con supuestos ritos andinos se realizaban casi todos los fines de semana.
“Lo que me impactaba es que ellos se presentaban como terapeutas en rehabilitación de drogas y eran consumidores. Y veo que salían en la tele, hablando de estas terapias, y se presentaban con títulos que no tenían. Así vendían la pomada y atraían alumnos, principalmente mujeres. Yáñez, que es un tipo que lee mucho y tiene un discurso muy envolvente, también hacía ostentación de su amistad con Tito Fernández, Rodrigo Fuenzalida y Salfate, que empezó a aparecer después. Si iba a una conferencia de Claudio Naranjo, llegaba muy anticipadamente, se sacaba una foto con él y después decía que era su amigo”.
“Salfate era su contacto en la tele y empezaron a mover muchas cosas por la tele, por ejemplo, el kambó, y a decir que el kambó curaba el cáncer. Empecé a darme cuenta de que este tipo lucraba con las terapias y de que, en el fondo, era súper chanta todo. El Tito Fernández también empezó a hacer clases. Me acuerdo que una vez yo iba pasando y me dice: ‘¿Y usted qué está haciendo acá?’ Yo le dije: ‘Hago clases’ y él me respondió: ‘Pero usted es muy bonita como para hacer clases, usted debería estar en la casa y un gallo la debería estar manteniendo’”.
A Ximena también le chocó que en las ceremonias andinas, después de que la gente se iba, “los tipos montaban un asado, con el choripán, el aguardiente, y empecé a darme cuenta de que era todo un montaje, que estos gallos tienen una cosa como bien de pantalla. Andrés Yáñez, dice que es sicólogo de la Chile y no tiene títulos más allá de los cursos sueltos que ha tomado. Él siempre hacía hincapié en que su interés era ‘la platita’.
Lo que más me llamaba la atención es es que Yáñez vende la pomada como una persona muy seria, pero en realidad no es así. Yo veo que ellos salieron de adicciones a drogas duras para meterse en una seudo espiritualidad que los autoriza a consumir Ayahuasca, el San Pedro, hongos, con el copetito, la cerveza, el aguardiente. Hacían ceremonias casi todos los fines de semana. Solo reemplazaban una adicción con otra”.
Ximena dice que vio en estas ceremonias a Auki Ríos y a Yáñez maltratar verbalmente a las mujeres que se sometían a estas terapias, con la excusa de que estaban interpretando un arquetipo. “Esto es súper delicado, porque de repente pueden llegar personas con trastornos psicológicos, muy traumatizadas y van a un lugar a sanarse y le aparecen estos tipos negligentes. Yo lo encuentro terrorífico. Creo que estas personas no pueden estar a cargo de procesos terapéuticos. Me parece grave”.
Hombres de familia
En entrevistas con The Clinic, Yáñez, Fuenzalida y Salfate negaron el uso severo de alcohol en las juntas chamánicas y el consumo de cocaína. Tampoco, dicen, podrían ser adictos a la ayahuasca, ni a otras plantas andinas, porque sus efectos son muy desagradables. En las palabras de Salfate, los convocados eran principalmente “hombres de familia” sin interés en hacer conquistas amorosas, ni reventarse en un “carrete”. “La cosa se mantenía en cierta intimidad, con pocas personas, hasta donde la conversación podía ser agradable”, dice.
En entrevista con The Clinic, Salfate afirma que conoció a Tito Fernández y a Andrés Yáñez a traves de su amigo Rodrigo Fuenzalida. Y que participó en un capítulo de transmisión radial, vía streaming, con Yáñez, Fuenzalida, Schilling y César Parra, desde el CIDH. “No era algo del centro, sino una cosa que hacían para sus seguidores, con temas de sicología, ufología, esoterismo. A Billy Campbell, que es el director de ese Centro, también le gustan cosas así como herméticas, aunque no forma parte de ninguna logia, que yo sepa”.
Salfate y Yáñez afirman que el instituto en que son socios es serio y que entre sus docentes hay varios sicólogos profesionales. Yáñez admite que él no tiene título, pero afirma que no conduce terapias sicológicas y que solo trata adicciones con el uso de plantas medicinales. Sobre su relación con Tito Fernández, ambos sostienen que su admiración hacia el personaje es principalmente artística y que nunca lo consideraron un maestro.
“Cuando terminaban todas las capacitaciones, de repente llegaban los viejujos y picotéabamos algo en el CIDH. En su defecto, lo hacíamos en el departamento que yo le arrendaba a Billy”, cuenta Yáñez. “A veces, el sábado, había clases temprano, y para que no quedara con olor a tabaco, pisco sour o vino, para que el CIDH se mantuviera pulcro, energéticamente hablando, nos íbamos a mi departamento. También íbamos al frente, a la Hacienda Gaucha. Siempre iban variando algunos, pero los que estábamos de planta eran Rodrigo, Tito, Billy y yo. Una vez, a Rodrigo le presenté Sergio Schilling, porque hacía cosas como de parasicología y lo invitamos una o dos veces”, comenta.
En 2014, dice, Fuenzalida conoció a Salfate en una conferencia y lo llevó a las juntas chamánicas. Yáñez asegura que él trató al personaje televisivo para que dejara su adicción a la cocaína.
“En esas reuniones me tomaba unos buenos tragos, si estaba en mi casa, pero tranquilo, siempre estaban mi mujer y mis hijas. Me tomaba unos buenos copetes porque sé tomar, no salgo a pelear ni me saco la ropa, porque era bien grato estar con estos viejos, hablando cosas interesantes o guitarreando. Además, estaba en mi casa”.
Asegura que no compartía las creencias de Tito Fernández, que eran “esotéricas, de rosacruz, hermético. Yo soy más tradicional, creo en Dios, voy a misa. No comulgo con estas sectas que son medias espirituales, donde hay jerarquías piramidales”.
El cantautor, dice, no les contaba lo que hacía en el CIEM, pero en su casa vio elementos esotéricos y de simbología masónica.
“Él tenía este perfil de maestro clásico, medio narcisista, que le gustaba decir cosas que impresionaban. Decía que la mujer era receptora y esas cosas. A veces le decía a la Fran, mi esposa:’Eres mucha carne para tan poco perro’, le tiraba la talla. También nos decía que si queríamos conseguir una mujer, teníamos que masturbarnos y enterrar el semen en la tierra”.
Dice que Tito Fernández le mostró en su casa dagas y espadas que guardaba en un baúl y que usaba en sus rituales. “Una vez me dijo que tenía larvas energéticas y me las ‘eliminó’ acercándome la espada al estómago”, relata.
Yáñez afirma que dejó de verlo en 2015, cuando se fue del CIDH , que en el IHT le ofrecieron que dictara un curso de tarot, en el que no se inscribió nadie. “Menos mal, porque soy medio reticente a cosas como el reiki, encuentro que son hasta peligrosas”. Sobre este punto, Salfate agrega que lo hicieron para “ayudarlo, porque estaba mal”, pero que preferían que no hiciera clases ahí, pues su centro es serio y estas clases se salían de ese marco. Schilling también, cuentan, diseñó un taller, pero que no se quedó pues ellos necesitaban profesores con mayor dedicación al centro.
“El año antepasado, Rodrigo llevó a Tito de sorpresa a mi cumpleaños y guitarreó”, cuenta Yáñez. “Cuando supe lo que pasaba en el CIEM (a comienos de diciembre pasado) le escribí un correo para preguntarle cómo estaba, porque me quedó dando vueltas por un sueño que tuve con él: lo vi sentado en su escritorio, atrapado en el vacío del Clonazepam, con pantuflas, súper mal, en su escritorio gigante. Lo vi sacar un revólver y dejarlo sobre la mesa. Independiente de todo, y que encuentro reprochable que haya enganchado a estas mujeres con discursos seudoespirituales, me da pena el viejo”.
Yáñez asegura que los tratamientos con plantas medicinales que ofrece en su instituto cumplen requisitos de seguridad y que por eso Auki Ríos dejó de hacer clases ahí. Porque él es “medio salvaje”.
La versión de Ríos sobre el distanciamiento es diferente: “¿Por qué me alejé del grupo? ¡Era plata! Ganar plata, esa era su intención. Empezamos como un centro de estudios, pero cuando la plata comenzó a aparecer se transformó en otra cosa. De aquél grupo, sólo puedo poner las manos al fuego por Rodrigo Fuenzalida”.
Sobre el uso de Kambó, Yañez dice que “yo no he curado a nadie con cáncer, pero aplico kambó aquí. Trabajo más con drogadictos de pasta base, cocaína. Personas que llevan quince años consumiendo, que han estado internados y que ya nadie quiere atender. Es impresionante cómo se desintoxican”.
Él mismo, reconoce, fue consumidor de coca, LSD y otras drogas, y que su padre también tuvo esos problemas, pero asegura que se rehabilitó hace mucho tiempo y niega que en las juntas chamánicas alguno de ellos consumiera. “Eso fue más joven, antes de meterme en las plantas. Ya no podría. Mi papá fue bien desordenado, aquí llegó hace ocho años gordo, hinchado como sapo, a pedirme ayuda. Era amigo del Negro Piñera, yo no lo podía ver. Le empecé a poner kambó y a tomar plantas, y no te digo que es un santo, pero ahora se toma una copita de vino cuando mucho. De ese grupo nadie jala. Yo pondría las manos al fuego porque Salfate ya no consume desde que se atendió conmigo, que Fuenzalida menos, Billy Campbell cien por ciento seguro que no, Tito no, al menos desde que es amigo mío, antes sé que sí, porque él mismo lo contaba”.
Respecto de los testimonios que de las personas que aseguran haberlo visto consumiendo drogas a él o a su padre, Yáñez cree que están gatillados por sus adversarios históricos: los masones. Aunque dice que su centro está alejado de prácticas esotéricas, afirma ser testigo de que la magia y brujerías existen y que él puede curarlas con plantas medicinales. “Un guardián (como yo) no puede devolver un embrujo, sólo proteger, porque sino te conviertes en uno de ellos”.
Los diplomados que se ofrecen en el CIDH para la formación de terapeutas alternativos tienen un valor de más de un millón de pesos (por 18 meses de formación) y más de dos millones y medio en el IHT (por programas de dos años)
Productora y discípula del CIEM: “Sí, era una secta”
Marcela Muñoz conoció a Humberto Baeza, conocido con su nombre artístico “Tito Fernánez”, a mediados de los 90, como su productora en un programa radial. Años más tarde, buscando alivio espiritual para sus penurias, llegó al Centro Integral de Estudios Metafísicos, CIEM, que Baeza dirigía en pleno centro de Santiago.