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Opinión

22 de Febrero de 2019

De gira con Leo Rey: “En La Noche me agarraba todo lo que se movía, de a dos y tres minas”

Un teatro vacío en Santiago, una improbable redención en El Quisco y un final hipersexualizado en el pequeño Puerto Domínguez. Una gira veraniega con Leo Rey, otrora estrella tropical con La Noche, tiene de todo: carrete, peleas, histeria y un hombre que busca luchar con su breve mito. Lejos del brillo y los autos de lujo que alguna vez tuvo, aquí Rey se refiere a la explotación que sufrió de su padre, asegura haber tenido affaires con Adriana Barrientos y Kenita Larraín –ambas mujeres lo desmienten- y dispara contra su excompañero de banda: “Alexítico cagó La Noche”.

Jonás Romero Sánchez
Jonás Romero Sánchez
Por

Dentro del enorme teatro, a sólo 10 minutos del comienzo del show, no hay nadie. Apenas unas 25 personas que no alcanzan a ocupar toda la valla delantera del escenario. Le escribo un mensaje a Lía Cazares, pareja y mánager de Leo Rey. “¿Estás aquí? ¿Podemos encontrarnos?”. No hay respuesta.

Hubo un tiempo, no tan atrás, en que el nombre de Leo Rey era grito y plata. Como vocalista de La Noche, entre los años 2006 y 2010, logró discos de platino, fue invitado dos años consecutivos al Festival de Viña y hasta tuvo su propio reality show. Pero los celos artísticos entre Rey y el compositor del grupo, Alexítico, terminaron por disolver la banda. Hoy, ambos giran por separado, echando mano a un éxito que parecen no haber vuelto a alcanzar.

Esta noche, por ejemplo, es el concierto que debía celebrar los 15 años de carrera de Leo Rey, pero el teatro luce semivacío.

Desde una de las puertas del escenario, uno de los músicos, Víctor Oyarzún, me reconoce e invita a camarines.

Adentro del backstage es difícil mantener noción del tiempo. Sobre la mesa, botellas de Fanta, Red Bulls, café en polvo Monterrey y varias latas de cerveza. En el sector de maquillaje, abundan las botellas de agua y los alfajores marca “Leo Rey”. Cuando una de las bailarinas de diminuto bikini dorado se acerca por un poco de comida, su coreógrafo las reprende con un pellizco.

—¿Están buenas, ah? —, me pregunta, buscando complicidad. Se presenta: su nombre es Rubén Darío.

—¿Cómo el poeta? —, le pregunto.

—Como el poeta del baile—, concluye.

La hora del inicio del show pasó hace rato, pero Leo aún no aparece. Lía Cazares, la mánager, sube y baja por los camarines nerviosa, los músicos –como Josello Orellana, percusionista- se fuma su quincuagésimo cigarro y Pedro Leiva, a cargo de los bongós, le pide una foto al Pollo Fuentes, artista invitado que lleva una buena hora sentado esperando que empiece el show.

Además del Pollo, para esta presentación está programada la aparición especial de Jordan, Stefano Riss –un adolescente trapero- y Patricio Solar, un exponente de la Nueva Ola que llegó desde Villa Alemana acompañado de su mujer, quien se entretiene tejiendo junto a su marido en los camarines.

En la espera, Daniel Chamorro se acerca a The Clinic. Chamorro formó parte de la agrupación original de La Noche: desde los años de pellejerías hasta la gloria inusitada. “Ese verano, el de Viña, nosotros hicimos 78 shows. Nadie en Chile nunca ha repetido esa hueá”, menciona. Sobre los mitos que aún corren sobre la desatada sexualidad de los integrantes de La Noche, Daniel es modesto: “No era tan así, pero igual podiai hacerte el lindo. Era al Leo al que siempre le pedían que les firmaran las tetas”, dice. Y aporta otro dato: casi todos los integrantes del grupo se terminaron casando con fans que conocieron en esos años.

Afuera se escuchan las primeras pifias. El teatro vio un pequeño incremento: ahora el público pareciera superar por poco las 100 personas, en un recinto con capacidad para 2.500.

Víctor ya va por el tercer cambio de camisa  cuando, casi dos horas después de la hora pactada, Cecil Leonardo Leiva Reyes entra al camarín. “Puta que había taco”, dice sin mirar a nadie. En menos de un minuto besa a su mujer, sube al escenario, y echa su pelo –siempre húmedo, siempre rizado- para atrás. Se coloca los lentes oscuros con sumo cuidado, justo antes de salir al escenario.

Los músicos a su lado suenan perfectos. El Pollo Fuentes y Jordan dejan el teatro apenas bajan del escenario, pero a nadie parece importarle. Las canciones suenan aceitadísimas, Daniel redobla sus percusiones con un beat de salsa y Víctor se despacha un solo de trompeta que, literalmente, deja a las mujeres de la primera fila tomándose la cara. El show cierra con un puñado de hits de La Noche, y es un final redondo.

Durante el show, Leo sonríe. ¿Sabrá que el teatro está prácticamente vacío? ¿Qué no hay forma de que este concierto tenga números azules? Entonces, Lía pasa por undécima vez a mi lado, y pregunta con voz dulce: “¿Cómo podemos hacer que la nota quede bonita para nosotros?”.

Me invita a acompañar a la banda a El Quisco al día siguiente. Acepto.

El Quisco: El hueón más rico de Chile

La banda apenas durmió para llegar a la prueba de sonido del Festival Bienvenido Verano de El Quisco. A pocas horas del show, el equipo bromea sobre la baja asistencia de la noche anterior. “Ya cabros, hoy sí que vino gente”, dicen todos. Lía, por otro lado, le encuentra una explicación:

—Es que había muchas tocatas anoche. Los Vásquez en el Movistar Arena, Olga Tañón en el Caupolicán y Morrisey en el casino—, teoriza.

Como sea, hoy la banda es el plato fuerte en El Quisco, cuyo cartel bien podría ser un pequeño Festival de Viña: Felipe Avello y Banda Conmoción el viernes; Myriam Hernández, Kramer y Leo este sábado.

La banda lo sabe, y se ve tranquila. Kramer termina su rutina y es turno de Leo para salir. En el camino al escenario, comediante y músico se encuentran. “¡Buena, Leo! Siempre me acuerdo de la talla que te hicimos con el Felipe (Camiroaga) para Halcón y Camaleón”, le dice Kramer. La broma, que se remonta al 2010, fue una pitanza donde Kramer se hizo pasar por el entonces alcalde de Santiago, Pablo Zalaquett, quien le ofrecía al músico hacer un dueto musical.

Leo sonríe: “Sin rencores, amigo”.

Cecil Leiva nació en Viña del Mar el año 1979. Cuando era apenas un niño, su padre lo llevó con él a trabajar en los juegos itinerantes que llevaba por toda la región.

—Nuestra pega era llegar, instalarnos, atraer gente y atender a las personas que jugaban. Además, a mi papá le servía que yo estuviera ahí, para que la gente le diera más plata—, recuerda Leo.

¿Nunca le recriminaste eso a tu papá?

– Sí, lo hemos conversado. Él se portó mal cuando yo era niño. Me explotaba, me hacía trabajar, cambiarnos de pueblo todos los meses. No fui al colegio. Él me enseñó todo, desde lo básico como leer y escribir, hasta contar y sumar. Y como trabajaba en los taca-taca, contando fichas y juntando la plata, era como ir a un colegio donde te enseñaban sólo lo que necesitas.

En su escaso tiempo libre, Leo escuchaba casete tras casete de Luis Miguel. Soñaba ser como él.

¿Hasta qué edad viviste con tu papá?

– A los 14 años me fui de su lado. Él intentó pegarme, pero yo ya era adolescente, me paré en la del macho y me defendí. Lo mandé a la cresta.

Antes de salir a cantar en El Quisco, Leo Rey pide un vaso de hielo para masticar. “Así se prepara Pavarotti”, explica.

El set de canciones para el festival de El Quisco es distinto a la jornada del teatro. La banda comienza con las canciones menos exitosas del repertorio de Rey. Sólo al quinto tema, los nueve músicos en escena introducen Quiero ser más que tu amigo, el primer hit de la carrera solista de Leo.

Es con las canciones sobre sexo, moteles e infidelidades, que Leo se nota más cómodo. Mueve la pelvis al ritmo de los timbales y las mujeres gritan en el público. Gritos como “¡mijito rico!”, “te amo” y “haznos un hijo” retumban en El Quisco. Una constante que se repetirá en todas las paradas de la gira.

Rey reconoce que, antes de subirse al escenario con La Noche, las mujeres no lo pescaban ni en bajada. “Pero cuando soy Leo Rey, es como ponerme un traje de superhéroe, las hago todas. Tengo a mis pies una cantidad de mujeres que jamás imaginé”, dice.

¿Te iba muy bien con las mujeres con La Noche?

– Sí, desbande. Me porté mal porque, cuando vino este boom, me convertí en el hueón más rico de Chile. Rey feo en Viña 2009, una huevá que yo no podía creer. Me agarraba todo lo que se movía, de a dos y tres minas.

¿Qué fue lo más loco que te pasó?

– Muchas minas me pedían que le firmara las tetas. Otra vez me agarraron una cachá de minas, me subieron a una camioneta y me hicieron de todo: me tocaron el paquete, el culo. El auto de la banda tuvo que seguirnos para ver a dónde me llevaban. En rigor fue como un secuestro, pero en buena onda.

¿Y romance con alguien de la tele?

– Tuve algunas conquistas. Me acuerdo de la conductora del Mira quien habla, una mina linda, de ojos azules, la Mane. Ella me encantaba, yo le mandaba flores, ¡y me correspondía! Besitos cuneteados en el programa, todo. También tuve un affaire con Adriana Barrientos, y con la Kenita (Larraín) también nos dimos unos besos. ¿Viste? ¡Al final me convertí en Luis Miguel!

Consultadas por The Clinic, tanto Adriana Barrientos como María Eugenia Larraín aseguraron que nunca estuvieron con Leo Rey. Larraín detalló que “en un video clip, donde participé, actuamos una escena con un beso, pero nada más”. Barrientos, por otro lado, dijo que: “para mí sería un honor, porque lo encuentro guapísimo, pero lamentablemente nunca se ha dado”.

Tenías arrastre parece…

– Una vez, cuando estábamos por tocar en Viña, volvimos al Hotel O’Higgins y justo iban saliendo un par de modelos que salían en la tele. Me miraron y dijeron: “Mira huevona, el Leo Rey, llévatelo para la pieza”.

¿Fuiste?

-Me dieron el número de la pieza, pero me amariconé. Eran lindas, de la tele, pero a mí me gustaban más normales. Una fan o una garzona bonita por ahí. Me gustaban de más bajo perfil.

Existe el mito de que tienes que hacerte más test de paternidad que Álvaro Salas

– Uff. Menos mal que me salvé de esa, que yo sepa no tuve tantos cabros chicos.

La jornada en El Quisco termina. Los músicos son ovacionados en el escenario, y Leo pasa media hora firmando tazones y poleras con su rostro debajo del escenario. La banda termina la noche entre risas comentando el show. Entre ellos corren dos latas de cerveza y un humilde pito.

Nadie menciona la noche anterior.

Catemu: Pitos con fideos

Tras dejar a su padre, Leo dice haber vivido en la calle, tocando canciones de Luis Miguel o Joaquín Sabina en micros y restaurantes, hasta que su madre tomó su custodia. Con ella conoció al resto de su familia y a sus cinco hermanos.

—Pero siempre tuve en mente que no quería volver a los taca-taca. Quería estar en un escenario, que la gente me aplaudiera—, dice.

El camino empezó en la banda Punto Rojo de Concón, donde Rey conoció a Daniel Chamorro, “Danny”. En 2003 ambos recalaron en La Noche, grupo de mediano éxito en la provincia de Marga Marga. Durante años, Leo y Daniel vivieron en una casa que la familia de Alexítico tenía abandonada en Catemu.

“La casa no tenía ni cielo, apenas techo. No había piso –era cemento bruto- ni tenía divisiones. Nos conseguimos un sillón viejo, una mesita de centro, el Daniel le sacó color al cemento con cera, y ahí nos fuimos adaptando. Yo dormía en el sillón porque no tenía cama. Pero fuimos trabajando los temas, que iban saliendo buenos. Había ganas de triunfo, y  yo contagié a todos los demás con eso”, recuerda.

Igual motivado por el hambre.

– Sí po. Encima ensayábamos donde el Alexis, que tenía una buena situación económica. Sus papás tenían un supermercado, él no tenía una necesidad como nosotros, que estábamos a raja pelada.

¿Tan así?

– Hueón, imagina que cuando con el Danny conseguíamos 100 pesos nos íbamos a jugar a esas máquinas de bolitas, tipo flipper. Si me ganaba luca y media, nos comprábamos un pito y un paquete de tallarines. No alcanzaba para más. Y ahí, fumando en el patio de la casa, mirando las estrellas, nos decíamos: “compadre, la vamos a hacer. Algún día vamos a pegar”. Eso era el 2004, cuando con cueva tocábamos una vez al mes y nos pagaban 100 lucas para seis músicos.

Para el éxito, dice, no estaba preparado. Cuando llegó, se cambió de casa con su pareja de entonces, se compró autos de lujo y aprovechó de comprarse todas las cosas que nunca había tenido, desde televisores LEDS hasta lavadoras.

– Da la sensación que en La Noche tenías un trato especial. Cuando había gala te invitaban a ti, pero no a la banda.

– Es que los chicos siempre fueron un poco descuidados con el público, en cambio yo siempre fui chupamedias. Andaba ofreciendo fotos. Y la gente empezó a querer al grupo por mí. La gente no estaba ni ahí con los otros hueones, nadie los pescaba, sólo me querían a mí.

¿Alexítico sintió celos de esa situación?

– Sí po, sintió celos. Por ejemplo, cuando me sacaba fotos con minas lindas, él por detrás decía “shhh, si soy yo el que hace las canciones”. Por los celos, él empezó a cantar más, a meterse en los coros, pero yo siempre fui care’ raja, le decía: “Oye hueón, vo cantai como el pico, con cueva tocai el acordeón”. Yo era exigente. Si un músico se equivocaba, abajo en el camarín me lo repasaba. Eso empezó a generar roces. Yo me sentía el dueño de la huevá.

Para Alfonso Carbone, entonces gerente general de Warner Music, lo de La Noche fue un fenómeno que sobrepasó tanto a los músicos como a su representante.

—Ellos vendieron muchísimos discos, muchos más que Américo, y en una época que el formato CD ya venía a la baja. Por ahí (Cristian) Cifuentes y los chicos se marearon, no supieron cómo llevarlo—, explica.

Uno de los episodios más freak ocurrió cuando, la noche del 13 de marzo, Leo Rey fue chocado por un microbús en La Calera. Carabineros lo escoltó por su hálito alcohólico al hospital, donde un grupo de paramédicos cambió su muestra de sangre por la de un funcionario. Por el hecho fueron formalizadas dos enfermeros y una paramédico, y derivó en uno de las primeras composiciones solistas del músico: “Me hicieron la prueba del alcohol/y la enfermera me dijo calma ya/ aquí nada nada va a pasar/no lo sabía yo se lo juro ay señor juez”.

Hace dos  años, se divulgó que Leo iría de candidato a alcalde por Llay llay, pueblo donde vivió por tres años y donde residen dos de sus hijos. De acuerdo a Lía, la oferta fue realizada por el senador Francisco Chahuán (RN), pero este lo desmiente: “aquello no es efectivo (…) Desde Renovación Nacional se conversó con él, ya que a través de terceros había manifestado su interés de poder estar en alguna lista del partido como candidato. No obstante, al poco tiempo fue él quien declinó una eventual postulación”.

Para Rey, la historia fue distinta: “Me junté con el partido, y me ofrecieron ser alcalde. Cuando me lo propusieron, yo dije que no tenía idea, que qué iba a hacer.  Me dijeron que les interesaba, que había plata, cinco millones al mes, y que yo podía tener un delegado”, menciona.

¿Eso te lo dijo Chahuán?

– Sí po, me la dejó en bandeja. Yo le dije que no tenía estudios, que me había criado con mi papá casi sin ir al colegio. Me decía “no, si ni importa, de ahí nos arreglamos”.

Puerto Domínguez: “Alexítico cagó la noche”

El verano ya casi termina. Desde el concierto en El Quisco, la banda se ha presentado en festivales municipales y ferias costumbristas en Quepe, Arica, Ranco, Machalí, Dichato, Laja, Rengo y Pelluhue. Sumado a la presentación en solitario que Leo hizo en el casino de Punta Arenas, son 14 shows para la que debería ser la mejor temporada de los músicos.

— No ha sido ni bueno ni malo—, explica Danny Chamorro, en la pequeña carpa que la municipalidad de Puerto Domínguez dispuso para los músicos.

Desde diciembre, la banda ha tenido algunos cambios. Víctor, el director musical, fue desvinculado, al igual que el bajista, un percusionista y uno de los trompetistas. Los músicos que quedaron, se podría decir, también mutaron: Mauricio, el joven y tímido guitarrista, ahora baila por el escenario y es ahora casi tan vitoreado por las mujeres como Leo.

Mientras esperamos que inicie el show, Danny reflexiona sobre los años de éxito con La Noche. “Nunca pensé que esa hueá se iba a acabar tan rápido”. Asegura que Alexítico transformó al grupo en una empresa, que nadie se forró ni se aseguró la vida, que a él sólo le alcanzó para comprarse un auto.

Sobre el éxito que se esfumó, Danny afirma: “¡Nosotros deberíamos estar en Miami, deberíamos tener un Grammy!”.

La reflexión es interrumpida por Leo que ingresa a la carpa. Hace frío, y la cercanía con el lago Budi –a sólo unos metros del escenario- llena de humedad todo. Un grupo de fans logra esquivar a los carabineros locales e ingresa a la carpa, pero son atajadas en el acto por Lía.

Afuera, el humorista Centella termina su show. Los músicos captan la señal y salen a prepararse al escenario. Lía los sigue, y los demás asistentes también. Por primera vez desde que lo sigo, me encuentro a solas con Leo. No hay vasos de hielo. Mientras se coloca los lentes, le pregunto si por fin podremos hacer una entrevista a solas, con un whisky en la hostería.

—Puta, es que anoche en Pelluhue nos curamos raja con vino—, dice, y sale a enfrentar al público.

Desde un inicio, el público se entrega. Tres mujeres logran subirse al escenario para abrazarlo, y una hasta logra darle un piquito. Carabineros calcula que, de las cerca de 3.900 personas que residen en el pueblo, más de la mitad se encuentra bajo el escenario.

En un momento, Leo pregunta al público: “¿Alguna mujer sabe tocar algún instrumento aquí en Puerto Domínguez?”. Una señora, que claramente sobrepasa los 60 años, grita a todo pulmón: “¡Leo, yo te toco la trompeta!”.

Al finalizar el concierto, Leo es acosado por cientos de niños y mujeres que quieren una foto con él. Los jóvenes carabineros de Puerto Domínguez apenas logran llevarlo a la carpa donde, lo primero que hacen, es pedirle una selfie.

¿Qué se siente ser famoso?

– Es bacán. Cuando chico yo soñaba con que alguien se quisiera sacar una foto conmigo. A veces me da miedo despertar y no estar en este lugar.

¿Te da miedo perder esto?

– Sí, por eso cuido al público. Recuerdo cuando cantaba en la micro, la calle, los restaurants, y por eso siempre mantengo mi ideología: en mi mente, sigo siendo Cecil. Leo Rey es el que se sube al escenario.

– Entiendo que Alexítico empezó a meter a su familia en el manejo de las lucas de la banda ¿Fue eso lo que quebró a La Noche? 

– Sí po, su ambición. Alexítico cagó el grupo La Noche. Nunca hubo una preocupación de su parte para tener trajes buenos, instrumentos buenos. Alexis se puso ambicioso, ponía descuentos para esto, para lo otro, que íbamos a abrir una discotheque, de la que al final nunca vimos un peso. Él no respetó el pacto que teníamos de escribir, de hacer las canciones juntos.

Ahí hay una pelea, porque casi todas las canciones de los primeros discos están inscritas por él. 

– Sí, y pienso que eso fue lo más desleal. También, cuando fui jurado en el Festival de Viña 2010 no recibí ninguno. Recién me enteré hace poco que los jurados tienen un viático de 700 mil pesos por día. Todo eso mató al grupo. Las decepciones, la ambición. El meter a la familia. En un momento, las cuentas las pasó a ver su papá, “el Tata”. Cuando le preguntabas algo al Alexis, él te decía “no sé, pregúntale al Tata”, y chucha, ¡ponte los pantalones culiao! Si el grupo es tuyo.

Dirías que después de la separación, ¿tu carrera fue lo mismo?

– Es que La Noche fue un fenómeno. Estaba la energía de todos: el Alexis estaba muy inspirado para componer melodías, yo venía con ímpetu, todos formamos un egregor de energía que es difícil de superar. Como jugar en el Colo Colo y luego irse a San Luis de Quillota: nunca vas a brillar igual.

¿Crees que la podrás superar?

– Yo confío en el cariño del público, pero la prueba final siempre serán las canciones. Lo verdaderamente difícil es superar esa barrera. Sé que no es fácil, pero tengo que creerlo.

 

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