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Opinión

10 de Abril de 2019

Nathalie Cabrol, astrobióloga de la Nasa y directora del instituto Carl Sagan (Sí, el de Cosmos): “La tierra no está en riesgo de extinción, la especie humana sí”

Sobre la basde de lo que ha aprendido en el desierto de Atacama, la científica transmite dos lecciones: una vez que la vida comienza, es muy difícil destruirla, pero, por otro lado, nada garantiza que todas las especies sobrevivan. De hecho, cuando las condiciones empeoran, la diversidad se reduce. Y Adivinen quién está primero en la lista de especies en peligro de extinción.

Alejandra Matus
Alejandra Matus
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Nathalie Cabrol, como muchos niños chilenos de los años 80, pero en su natal Francia, veía la serie Cosmos, en que el científico Carl Sagan explicaba con fascinantes ejemplos la teoría de la relatividad de Einstein, entre otras teorías científicas. A esa edad, a ella le gustaba pasar los días encerrada en su cuarto, estudiando.

También le impactó el trabajo de su coterráneo y también conocido por estos lares, Jacques Cousteau. “Mi madre cuenta que cuando aún no sabía caminar, yo me quité las alitas que me habían puesto y me lancé al fondo de una piscina. Recuerdo que pensé: si puedo nadar bajo el agua, no me puedo ahogar. La lógica implacable de una niña”, dice.

Hoy Cabrol es la directora del centro que lleva el nombre de Carl Sagan y, como Cousteau, es amante del buceo. Ella integra sus conocimientos en astrobiología, el buceo y aún la filosofía en las investigaciones que dirige y que apuntan, entre otras cosas, a determinar la mejor manera de buscar vida en Marte y a identificar las condiciones mínimas para la habitabilidad de un territorio. De larga trayectoria académica, en 1988 Cabrol se unió al Instituto SETI (Search for Extra Terrestrial Intelligence) y actualmente lidera proyectos en ciencia planetaria y astrobiología, desarrolla estrategias para explorar Marte, Titán y las lunas heladas del Sistema Solar Exterior, al tiempo que diseña robots para tareas de exploración.

Cabrol, quien ya es una celebridad mundial en la divulgación científica al estilo de Sagan, participará en Puerto de Ideas, a realizarse en Antofagasta entre el 12 y el 14 de abril. Su exposición “Buscando vida más allá de la Tierra”, se realizará el domingo a las 10:30 horas, en el Teatro Municipal.

-En los 80, cuando apareció Cosmos, la ciencia en todo el mundo era cosa de hombres. ¿Cree que de alguna manera ese programa permitió que las niñas se acercaran también al pensamiento científico?

– ¿Sabes? Creo que esto es algo sobre lo que nuestra generación está muy preocupada, en un buen sentido. Creo que las niñas y las jóvenes necesitan modelos a seguir, ver a mujeres exitosas logrando grandes cosas en lugares que son normalmente ocupados por hombres. En mi caso, nací a mediados de los años sesenta, una época donde las mujeres normalmente estaban en las casas. Sin embargo, mi madre era una de las pocas mujeres que trabajaba fuera de la casa. Mis padres nunca me criaron diciéndome que había cosas que yo no podía hacer por ser mujer. Ellos me enseñaron que podía hacer lo que quisiera, siempre que lo hiciera con pasión y tratando de hacerlo bien.  Entonces, nunca se me ocurrió que no podía interesarme en las ciencias o en las matemáticas. Creo que la mujeres no deben pedir permiso para hacer las cosas. Si eres apasionada sobre lo que haces, la gente te va a escuchar. Ahora, tampoco estoy de acuerdo con que las mujeres deban interesarse en algo obligatoriamente, ni en que haya que tener siempre 50 por ciento de hombres y 50 por ciento de mujeres en todo. Me parece que es inaceptable. Las leyes de cuotas no te van a hacer mejor en lo que haces. Me parece que si una mujer se quiere quedar en la casa cuidando a sus hijos, pues por qué no.

¿No crees que, en algunos lugares, necesitas leyes de cuota para remover los obstáculos que impiden a las mujeres seguir su pasión.

-No. Creo que el problema de los sesgos se presenta a la hora de contratar y efectivamente hay un problema ahí, pero el más grave está más abajo, en la educación. Me parece que la educación en todo el mundo es un desastre. Una de las razones es la sobrepoblación. Hay muchos seres humanos en este planeta. Es muy difícil para los profesores hacer clases personalizadas en salas con treinta, cuarenta niños. Para abordarlo, los profesores dictan una clase “promedio”. Y yo nunca he conocido un niño promedio. Son todos distintos. Hay tantas cosas que están mal. Hay niños que nunca van a ser buenos en matemáticas o tecnología. Yo todavía soy una aprendiz en lo que se refiere a manualidades. Si todos tienen que aspirar a ser intelectuales, ¿quién va a cocinar el pan que comemos todos los días? Lo que digo es que lo que necesitamos es una educación que se ajuste a los niños y tratar de ajustar a los niños a un modelo.

-¿Cómo se podría resolver?

-Una solución será tener más profesores haciendo clases porque es su vocación y su pasión, más preparados y más maestros llevando a los niños al parque, a observar las hojas, aprendiendo a reconocer la naturaleza y a expresar su individualidad. Actualmente, el sistema escolar es más sobre memorizar, más que aprender a pensar. Hay tantos problemas, en tantos niveles, que el problema de las contrataciones es el último de la lista.

EL DESIERTO DE ATACAMA, SU HOGAR

¿Qué te trajo al desierto de Atacama?

-Hacia finales del 94 me convertí en asistente de Carol Stoker, quien en 1997 fue seleccionada para ser miembro del equipo de ciencias en la misión Pathfinder y con ella aprendí sobre robots. Y luego continué trabajando en el proyecto Nomad, un vehículo de exploración robotizado que se probó en el desierto de Atacama (recorrió 245 kilómetros y fue dirigido completamente desde la Nasa, en Estados Unidos) y que ahora está en un museo en Antofagasta. Como Carol no estaba disponible para ese proyecto, me preguntaron si yo podía tomar la tarea y fue así como descubrí el desierto de Atacama a través de la cámara del Nomad, en la sala de operaciones de la Nasa.

¿Cuándo viniste por primera vez?

-En 2002.

¿Y cuál fue tu impresión? ¿Sentiste que ya lo conocías por lo que habías visto en las imágenes de video?

-Comencé recorriendo la cordillera de Los Andes, en la zona de Atacama. Aunque nunca había estado ahí y tampoco la había visto en el Nomad, tocó mi alma, realmente. Y, aún ahora, tantos años después, cada vez que voy hay algo en mí que dice “estoy en casa”. Es una sensación muy extraña. Me siento como si hubiera estado antes allí: amo a la gente, amo al país y siento una conexión muy profunda con los Andes.

La primera vez vine en julio, en pleno invierno. Hacía mucho frío y el cielo tenía un color azul eléctrico. Subimos a un lugar desde donde podíamos ver los volcanes San Pedro y San Pablo, que estaban completamente cubiertos de nieve. Eso fue absolutamente maravilloso. Nunca lo olvidaré.

Porque era invierno, el aire estaba absolutamente cristalino. Cuando voy a las montañas, estoy acostumbrada a que haya un llano y en el horizonte las montañas. Pero aquí, subimos y subimos y cuando pensaba que iba a ver el cielo, me encontré con que aparecían volcanes cubiertos de nieve. Para mí fue alucinante, una experiencia completamente abrumadora. Ya han pasado 17 años de eso, y nunca lo he olvidado y siempre estoy ansiosa por volver.

¿Puedes contarles a los chilenos, en palabras simples, qué has descubierto en el desierto de Atacama?

-Han habido diferentes fases. En un principio, desde 2003 a 2007 con los robots, tratamos de entender cómo podemos determinar que un planeta es habitable. Esa fue la época en que a su vez, era miembro del equipo de ciencias del equipo que quería responder esa pregunta respecto de Marte. En un principio tratamos de entender qué condiciones eran necesarias para que la vida fuera posible y, en una segunda fase, que es mi proyecto actual, averiguar a qué señales tenemos que atender para detectar vida. Ha habido una evolución en el tiempo: tenemos que saber cómo se ve, en qué tipo de condiciones, y cómo se adapta la vida, y luego  discernir qué tipo de instrumentos necesitamos para encontrarla. Todos saben que hay misiones en Marte buscando vida, pero también hacemos la suposición errónea de que hemos estado en eso por dos décadas. No es así. Hasta ahora se ha investigado mucho desde la órbita y han ido dos o tres exploradores en tierra, pero no necesariamente buscando las señales que hace falta. En nuestro proyecto actual estamos buscando integrar los datos que hemos acumulado desde la órbita, con lo poco que hemos podido recoger en el terreno, en búsqueda de microorganismos.

¿Cuál es la importancia de detectar, o no detectar, vida microbiológica en Marte?

-Hay varias respuestas para tu pregunta. La primera, es que no importa tanto su abundancia, como la posibilidad de que la vida esté presente más que sólo en nuestro planeta. Si descubrimos vida en Marte, aunque sea microbiótica, sería un tremendo impulso en el entendimiento del potencial de la abundancia de vida. Significaría que, en dos planetas, de ocho del sistema solar, habría vida ¡Eso es un 25 por ciento! Podríamos concluir que cada vez que la vida tiene la posibilidad de ocurrir, ocurre. Signifaría también que la vida es más fácil de exterminar de lo que pensamos. A veces la gente considera decepcionante que nos preocupemos de los microbios, con los que no puedes conversar ni tener discusiones filosóficas, pero lo que a veces le cuesta percibir es que los microbios sí nos hablan, que mientras más abundancia de cosas simples existe, mayor  probabilidad de que surjan organismos complejos, inteligencia más avanzada.

¿Es estadístico?

-Claro. Este es un universo estadístico. Es posible que haya personas a las que les importe un pepino descubrir si hay vida en el universo. Pero para aquellas a las que les interesa, que podamos detectarla en Marte va a ser una gran noticia. Ahora, aunque creo que encontrar vida en Marte sería genial, la parte más difícil para nosotros es hasta cuándo buscamos y cuándo nos resignamos a que no hay. La gente piensa que hemos estado buscando vida allí por 40 años, pero no es así. Hubo misiones iniciales que nos enviaron datos sobre la superficie y la atmósfera, pero muy confusas, información que no sabíamos como leer. Ahora entendemos un poco mejor, y me parece que esos datos demuestran reacciones que se producen ante la presencia de vida, pero las misiones que se han hecho nos han dado más información sobre las condiciones que hay en el terreno en Marte, que sobre la presencia o no de vida.

Nos hemos ido moviendo progresiva, lógica y racionalmente desde un estado a otro. Solo recientemente, Nasa, y proyectos chinos y tal vez indios, están ahora en condiciones de avanzar hacia misiones cuyo objetivo preciso sea detectar la presencia de vida microscópica en Marte. Y ahí los estudios que estamos haciendo en el desierto de Atacama y en el lago Licancabur son esenciales.

DEL LICANCABUR A MARTE

-¿Por qué es tan importante el proyecto que conduces en el Licancabur y qué aprendiste de bucear en él?

-Cuando empecé el proyecto en 2002 con mi esposo, que estaba trabajando conmigo, le dije que este iba a ser nuestro proyecto más rápido que vamos a conducir: las condiciones son tan extremas y tan desfavorables, la radiación es tan alta allí, que no vamos a encontrar nada.

Cuando llegamos, primero estábamos tan impresionados por la belleza del paisaje que no notamos nada. Y mientras caminábamos y conversábamos, de pronto noté una mancha negra. Me agaché, la toqué y me di cuenta de que era la punta de una flecha. Me la puse en el bolsillo de la camisa y me la dejé allí durante todo ese viaje y luego la entregué en el museo de San Pedro. Sentí una emoción muy grande. Sabía que tenía varios miles de años de antigüedad. Fue una conexión entre nosotros y el pasado, cuando ese paisaje era completamente diferente, había vegetación y el lago era profundo y había abundancia de agua.

Luego, mientras caminábamos, nos dimos cuenta que estábamos en medio de un campo de varios cientos de kilómetros cuadrados, plagados de unos pequeños montículos que construyen los microorganismos y que tienen billones de años de antigüedad. Son la huella de los microorganismos que comenzaron la vida en la tierra. Y entonces me senté en uno de ellos y le dije a mi marido: “Bueno, por dónde empezamos”.

Y todavía siguen investigando en la zona

-Eso fue hace 17 años. Las lecciones que hemos aprendido es que la vida es resiliente, que cuando comienza, es realmente difícil exterminarla. En el altiplano ha tenido que adaptarse a condiciones realmente extremas. He aprendido un montón sobre ciencia, sobre mi pasión y quién soy, cuánto estoy dispuesta a persistir por lograr un objetivo.

En cuanto al buceo, no es más difícil que nadar a nivel del mar. Lo que sí aprendí es que no debes salir del agua sin aire en tus pulmones, porque vas a ver estrellas.

-¿Lo sabías o lo aprendiste por experiencia?

-Para nadar ahí, por el frío, no te queda otra que usar trajes de buceo, pero debes tener cuidado de eliminar todo el aire que queda atrapado en el traje y en una ocasión pensé que lo había hecho bien, pero descubrí al hundirme que me había quedado un poco de aire que, al hundirme, se fue inmediatamente a los pies. Traté varias veces de darme vuelta y no podía, porque el aire me lo impedía. Al final, me di cuenta que me quedaba una sola oportunidad y logré salir, pero ya no me quedaba aire en los pulmones y me desmayé y vi estrellas por un rato.

Nos dimos cuenta de que sin tanques de oxígeno, no podíamos bucear todo el tiempo que necesitábamos para tomar muestras e investigar. En 2005 subimos con tanques de puro oxígeno, a pesar de que había ciertas preocupaciones por nuestra salud, pero a esa altura, no había otra alternativa, pero el invierno fue muy crudo y el lago estaba congelado, tuvimos que abortar. En 2006 tuvimos finalmente las condiciones de temperatura que nos permitieron dos días de excelente investigación, el agua en el lago estaba más alta que nunca de los años que habíamos estado subiendo. Tengo hermosos recuerdos. La luz se reflejaba en el lago, el agua estaba azul, los microorganismos brillaban con un rojo intenso. El segundo día me tocó filmar a mí y teníamos un sistema que me permitía estar suspendida en el lago ¡Fue increíble!

Y en esa misión, Cabrol y su equipo descubrieron que había vida, organismos activos y abundantes, a pesar de las condiciones extremas.

-¿Qué más aprendiste de esa misión?

-Hay un aprendizaje científico sobre las condiciones que permiten la vida, sobre cómo evoluciona en la medida que las condiciones empeoran, y sobre dónde y qué se debe buscar para detectarla. En el aspecto humano, aprendí sobre el trabajo en equipo, sobre la importancia del apoyo mutuo que nos damos. Ahora nos consideramos una familia y estamos a punto de dar a luz a la nueva generación que seguirá nuestros pasos. En el ámbito espiritual, uno aprende mucho más sobre uno  mismo. Subir a estas alturas y hacer estas cosas demuestran el nivel de compromiso que tienes en lograr un objetivo, no sola, sino como parte de un equipo. Cuando estaba en el Licancabur, siempre subimos acompañado por un guía local que nos explicaba lo que significaba ese lago para los Incas. Por eso cada vez que subimos llevamos una ofrenda al lago, no como algo snob, sino porque realmente sentimos el respeto y la conexión con ese pasado. Si lo piensas bien, los Incas subían a esas montañas con las mismas preguntas que nos hacemos nosotros, solo que para responderlas acudían a la intuición y a las señales de la naturaleza. Para mí, la ciencia y la religión son creaciones humanas y las dos buscan respuestas para las mismas preguntas desde distintas perspectivas.

“Diego Delso, delso.photo, Licencia CC-BY-SA”

ESPECIES EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

-¿Entonces tu hipótesis inicial de que no iban a encontrar nada allá arriba se demostró falsa?

-¡En los primeros 30 minutos! Pero es lo bello de la ciencia. No hay ningún problema en estar equivocado y reunir evidencia para corregir el error. Lo que aprendí es que la vida está presente allí, que estaba desde cuando las condiciones eran menos difíciles. Cuando miras, la vida es increíblemente abundante considerando las condiciones. Pero también, si miras la vida en el lago, te das cuenta que el 30 por ciento corresponde a una especie y que toda la vida allí corresponde a solo tres especies. Es decir, que en condiciones extremas la vida se vuelve menos diversa.

-En la charla TED que diste, muestras imágenes de Marte en que se demuestra que alguna vez estuvo cubierto por océanos y lagos. ¿Podría ocurrir que esa imagen sea la de la Tierra en el futuro?

-En cuanto a la vida, no creo que pase. Como he dicho, la vida es resiliente. Pero lo que está desapareciendo es el ambiente favorable a la especie humana, como mamíferos grandes. No está en riesgo de extinción el planeta, pero sí la especie humana. Lo que se está destruyendo es el mundo como lo hemos conocido. Yo siempre corrijo a la gente que dice que el Planeta está en peligro, porque no es así. Este planeta sobrevivirá y se repondrá de cualquier cosa que le hagamos, porque este Planeta ha estado siempre cambiando y cambiar es lo que hace mejor. De hecho, las condiciones han sido relativamente estables en una manera extraña en los últimos diez mil años y es lo que permitió que desarrolláramos la agricultura y que las civilizaciones prosperaran. Pero lo que  estamos haciendo ahora es destruir la rama en la que estamos sentados. Si me dices que la Tierra lucirá como Marte algún día, no creo. Pero nuestros océanos se volverán anóxicos -como ya ha sucedido en el pasado- y eso matará un gran número de especies, ya lo estamos viendo con ballenas y delfines, sin contar la extinción que estamos provocando por la pesca descontrolada y que es motivada por el exceso de población en el planeta.

Mucha gente piensa que este problema será de las próximas generaciones, pero no se dan cuenta de que estos cambios están ocurriendo rápidamente. Y, a menos que la tecnología nos rescate del desastre, que podría suceder, no podremos solucionar las consecuencias del principal problema que tenemos y es que hay demasiadas personas en el planeta. El hecho concreto es que ya sobrepasamos el límite y este gran planeta nuestro no puede sustentar a todos sus habitantes.

-¿Y eso tiene solución?

-La solución a ese problema en teoría sería fácil: que a partir de ahora las personas solo tengan un hijo por pareja, pero el problema es que es inaplicable, porque entran a jugar los factores culturales, educacionales, etc. Hay gente que dice: “No creo en el cambio climático”, pero como decía Einstein, no necesitas “creer” en la verdad para que sea cierta. La gente se va a dar cuenta muy rápido que no necesita creer en él para ver sus consecuencias rápidamente.

-¿No será necesario esperar a ver lo que suceda en las próximas generaciones?

-¡Ya está sucediendo! La magnitud de las tormentas. El aumento de las temperaturas en verano. Las tormentas de nieve como no hubo antes. La gente confunde el concepto de calentamiento global con cambio climático y cree que el frío, por ejemplo, no es parte del fenómeno. No se da cuenta de que la destrucción de las condiciones ambientales que tuvimos lo que está haciendo es amplificar los fenómenos climáticos. Vamos a ver más huracanes, más tornados, más sequías, más inundaciones, más eventos inusuales. Que el aumento de la temperatura, por causa de los gases que lanzamos a la atmósfera, está derritiendo los glaciares y que esta agua fría está cambiando el equilibrio de temperatura en las corrientes que estabilizan el clima. Al enfriar el sistema, se enfrían las corrientes que antes proveían de alimento a los peces y que también aumenta el nivel del mar. Para mí hay una caricatura que amo y odio porque es tan representativa de lo que estamos viviendo: se ve una casa quemándose a espaldas del dueño, que, muy tranquilo, está cortando el pasto enfrente. Ese es el estado de negación en que estamos.

-En este sentido, qué tan importante es para los científicos intentar difundir el conocimiento a la población en general.

-Es fundamental. Algunos lo hacemos porque nos gusta nuestro oficio y qué mejor que hablar de lo que te gusta. Pero más allá de eso, como se dieron cuenta hace mucho Sagan y Cousteau, somos pasajeros en esta pequeña nave azul. El error de generaciones pasadas por falta de conocimiento -y que ahora es inexcusable, porque sabemos- es que cualquier cosa que hagamos en este planeta, afecta a todo el sistema. Lo que hagamos en una parte, tendrá una reacción en otra. Estamos demasiado obsesionados por lograr una posición social, obtener un trabajo, bienes y nos apartamos de lo que generaciones anteriores entendían bien: que no sobreviviremos sino vivimos en armonía con la naturaleza. Tenemos que enseñar a las futuras generaciones, que este planeta no es nuestro, que no somos más importantes que otros componentes del sistema. Que, con mucho, somos residentes temporales en esta nave. Todos los científicos que conozco están comprometidos en llevar este conocimiento a la mayor cantidad de personas. Como Cousteau, sentimos la responsabilidad de poner de nuestra parte para que como la especie en el planeta que puede pensar y cambiar, hagamos lo que sea necesario para que podamos seguir viviendo aquí.

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