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Opinión

17 de Abril de 2019

Columna “Estado Musical” de Julio Osses: De Paloma Mami y cómo tener éxito en la era de la distracción

Nada nuevo se puede explicar sin entender el camino que nos condujo desde lo viejo hasta aquí. Si no consideramos la forma en que el éxito de las canciones se ha gestado durante los últimos 60 años, se hace cuesta arriba entender cómo, por ejemplo, Paloma Mami ha conseguido triunfar de manera única y a […]

Julio Osses
Julio Osses
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Nada nuevo se puede explicar sin entender el camino que nos condujo desde lo viejo hasta aquí. Si no consideramos la forma en que el éxito de las canciones se ha gestado durante los últimos 60 años, se hace cuesta arriba entender cómo, por ejemplo, Paloma Mami ha conseguido triunfar de manera única y a velocidad de la luz, colándose con cifras astronómicas en todas las plataformas de reproducción por streaming existentes, desde YouTube hasta Spotify, en plena era de la sobreabundancia de artistas nuevos. Antes de contar esta historia, voy a hacer un spoiler: No es el contenido de una canción, un libro, una película o un discurso la pieza definitoria. Sorry por los apologistas del mito viral espontáneo, como un santo grial inasible de la cultura del siglo XXI. En realidad, todo se trata de las vías de distribución correcta, y la oportunidad precisa.

Lo viral no es una característica del mundo en que vivimos. Al revés, la era de lo viral ES el mundo en que vivimos, y el video más visto en YouTube (“Gangnam Style”, del coreano Psy) tiene dos mil ochocientos millones de reproducciones en YouTube. ¿Más cifras para la sobremesa?. La película más exitosa de la historia (‘Avatar’, de James Cameron) ha recaudado cerca de dos mil setecientos millones de dólares en entradas al cine, y la serie de libros más popular (la saga Harry Potter, de J.K. Rowling) ha vendido sobre 500 millones de copias.

Empecemos: La economía parece ser una ciencia implacable y fría. Pero la popularidad, al contrario, parece ser un fenómeno basado en emocionalidad y empatía. ¿Y si no fuera tan así? (.) En su libro ‘Hitmakers’, el periodista financiero Derek Thompson tiene una gran teoría sobre lo que él denomina una pugna permanente y válida para todo tipo de mercado (música, medios, política), entre familiaridad y originalidad. Los seres humanos somos entes complejos, y vivimos en la dualidad: Amamos lo viejo, pero siempre estamos en búsqueda de que algo nuevo nos sorprenda.

En 1954, Bill Haley lanzó su propia versión de “Rock around the clock”, un single estrenado por Sonny Dae and His Knights un par de años antes. La elección de Haley fue un fracaso comercial. Sin embargo, el ruido de grillos no duró mucho tiempo. Un año más tarde, un niño de 10 años compra una copia de la canción. Era el hijo de Glenn Ford, estrella de cine en Hollywood, que se encontraba trabajando en una nueva película, ‘Blackboard Jungle’. Un día, el director del filme visita la casa de Ford y menciona que necesita una canción para esta historia de adolescentes rebeldes en una sala de clases. El pequeño Peter Ford le muestra su copia de esta melodía alegre, blanca y bailable. Al director le gusta y la incluye varias veces en la película. Al momento de estrenarse ‘Blackboard Jungle’ (en Chile, ‘Semilla de maldad’), “Rock around the clock” se convierte rápidamente en la primera canción de la historia del rock & roll en llegar al número 1 de las listas en Estados Unidos. ¿Lección? Bill Haley no inventó el rock & roll. Pero bastó un buen canal de distribución (la película), para convertirlo en la primera estrella del género, incluso antes de Elvis.

La industria del entretenimiento sabe esto. Thompson destaca que, cada año, gran parte de las películas con mayor recaudación en las taquillas son nuevas versiones de viejas películas. Algo nuevo, que nos huele a familiar.
A veces, el efecto es por repetición.
O por simple sincretismo cultural.

En 1961, el pianista Jorge Rojas lideraba en Chile un grupo de swing y jazz. Se hacían llamar The Ramblers. Un día, Rojas tiene una idea. Chile será sede del Mundial de Fútbol en pocos meses. Lo primero que se le ocurre es imprimir calendarios en la imprenta de su familia, con fotos alusivas al encuentro deportivo. Sin embargo, en su cabeza esta ocurrencia se cruza con otra de sus obsesiones del momento: El furor que estrellas como Bill Haley o Elvis causan en las radios locales. No lo piensa mucho, y compone “El Rock Del Mundial”. Los músicos de su banda de jazz no están muy convencidos de tocar esa música vulgar, pero el jefe es el jefe. En el verano de 1962, la buena recepción que el grupo logra en un show del Casino de Viña, les da pase a ser invitados al escenario de un incipiente evento veraniego que se hacía en la Ciudad Jardín. Un festival de la canción o algo así. El furor es tal cuando la banda se lanza a tocar rock & roll en castellano, que los organizadores del festival deciden incluirlos todas las noches como número de apertura. Uno de los jurados del evento es un joven ejecutivo de RCA Victor con fuertes ambiciones personales de independencia. Lo que Camilo Fernández ve en The Ramblers, es una oportunidad de lanzar su propia etiqueta disquera, el sello Demon. Así, el grupo empieza los ensayos para su primera grabación profesional.

“El Rock del Mundial” aparece a tan sólo tres semanas del máximo evento futbolero. Con el paso del tiempo, se instalaría en la historia no sólo como el single más vendido en Chile, sino también como parte del patrimonio inmaterial de la cultura popular. Como “El baile de los que sobran”. ¿O “La cuncuna amarilla”?. Una vez más, lo ya conocido se mezcla con lo nuevo. Fútbol y rock & roll en español. Capicúa.

¿Qué tiene Paloma Mami para hacer la diferencia?. Tuvo exposición televisiva. Ok. En un programa que tampoco es EL fenómeno del siglo. Pero su cara ya era conocida. Y hay algo exótico y nuevo en una chileno-neoyorquina cantando con gran destreza vocal en spanglish, maquillada y vestida como celebridad de hip hop norteamericano. Eso vio Sony Music cuando la firmó tempranamente y la ha convertido en prioridad de su catálogo internacional. En sus entrevistas, la personalidad de esta chica de 19 años es dulce, simple y adictiva como un helado de Nutella, pero el mensaje de su música es el de una mujer joven e independiente, cuya “vida no gira en torno a los hombres”, como ella misma declara. Hay mucho presupuesto invertido en la carrera de Paloma Mami. La industria musical cree en ella. Y aunque nadie se sienta cómodo hablando de plata, es imposible abstraerse de ese factor, cuando pensamos en la asombrosa calidad de su música (producida por DJ Louian y los Mambo Kingz, diseñadores del sonido para hits de Daddy Yankee, Nicky Jamy y Bad Bunny, entre muchos otros). También en su elaborada imagen y sus atractivos videos. Porque es ahí donde el almíbar de su éxito termina por cristalizar. Paloma Mami no es una fórmula. Es un diamante raro de encontrar. Pero canta baladas que bien podrían haber sido hechas para Myriam Hernández, en un envoltorio que es música urbana de factura internacional. Bastaron tres canciones, y podríamos estar ante la Lucho Gatica del siglo XXI, que enloqueció al público de Lollapalooza 2019. Sin embargo, la bendición del mercado es previa a su éxito, no posterior. Una vez más, es el medio que lleva el talento del artista a su audiencia lo que define su buena suerte. Golazo.

Tal vez estas líneas no expliquen con lujo de detalles cómo un músico llega a abrirse paso y erguirse por sobre miles de otros que luchan por un espacio en la atención de la gente, en plena era de las distracciones abundantes. Pero si llegaste hasta el final de esta columna, es porque el título estuvo bien puesto. Tal vez querías saber algo nuevo sobre algo que ya conoces bien. Derek Thompson concluye en su libro que la familiaridad siempre será más importante que la originalidad. Y que los canales de distribución correctos, prevalecen por sobre la calidad objetiva del contenido en su relevancia para el éxito. Siempre y cuando entendamos ese éxito con la medida de la popularidad, que en un mundo viral, es lo que se transa al final del día.

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