"Si bien la figura estética es bastante evidente no por ello deja de ser una propuesta interesante, que no escapa de detenerse en temas controversiales, como lo es la apropiación cultural por parte de Elvis sobre la música de color de los años cincuenta, o también sobre su posición, o la falta de ella, sobre la Guerra de Vietnam".
Compartir
Por Valeria Jauré
Este documental sobre la figura de Elvis Presley, que dio inicio anoche a la versión número 15 del Festival IN-EDIT en el Teatro Nescafé de las Artes, es del año 2017 y es dirigido por Eugene Jarecki. Quien fuera conocido por filmes de carácter político, y que lo llevaron a ganar el premio del Gran Jurado en Sundance y ser presentado en Cannes. En esta ocasión no se aleja de lo social, pero desde una perspectiva distinta, en donde mediante un roadtrip sobre un Rolls Royce, que perteneció al “Rey del rock & roll”, realiza nuevamente el viaje de su exdueño desde un Estados Unidos rural y empobrecido hacia las grandes ciudades como Nueva York y Los Ángeles, para terminar en la meca del capitalismo: Las Vegas.
La metáfora es sencilla: presentar a Elvis Presley como un gran símbolo estadounidense, como ejemplo del llamado “sueño americano”, y observarlo de la mano de su música y de sus contradicciones. Al Rolls Royce se suben sujetos anónimos y caras conocidas como Ethan Hawke, Alec Baldwin, Rosanne Cash y Chuck D. de Public Enemy, quienes realizan el ejercicio de comparación entre la figura mítica que nació de una familia trabajadora hasta aquella que fallece desmayada en el piso del baño por sobredosis. Ese final también funciona como un signo que pende sobre la cabeza de este país, en que se pregunta hacia dónde va, o más bien ¿cómo va a terminar esta escalada de excesos que se permiten bajo la etiqueta de la defensa de la democracia?
Si bien la figura estética es bastante evidente no por ello deja de ser una propuesta interesante, que no escapa de detenerse en temas controversiales, como lo es la apropiación cultural por parte de Elvis sobre la música de color de los años cincuenta, o también sobre su posición, o la falta de ella, sobre la Guerra de Vietnam. Imposible no sentir compasión a ratos por un joven que se vio dueño del mundo y a la vez atrapado por la avaricia, la de él y la de quienes lo rodeaban, en especial su manager con ganancias del 50%, que se comportaron como vampiros hasta que dejó de respirar.
Rodada en medio de la campaña presidencial, en que finalmente saliera vencedor Trump, The King es un documental que estuvo en el momento adecuado al detenerse en qué pasaba con la comunidad estadounidense en ese momento en particular. Reflexiona sobre su identidad, y se cuestiona qué tan distinta es la realidad al momento del surgimiento del astro musical y la que es hoy. ¿Hacia dónde va Estados Unidos? Se pregunta una y otra vez, que, tal como un imperio, es relevante para el resto del mundo, a quienes nos pueden caer pedazos de sus escombros al caer o vernos fortalecidos si contamos con su beneplácito.
Un auto que recorre caminos con grandes campos, montañas, tierras nevadas, pueblos pobres y de población inmigrante, se detiene y vuelve a emprender un viaje, con buena música multicultural y ejecutada con espíritu. En pantalla vemos como una sociedad se pregunta sobre sus orígenes, sus ilusiones y sus trampas. Podría ser el caso de una estrella que brilla demasiado y se consume por su propia luz, como un monstruo devorado por sí mismo, o tal vez, es un momento de evolución hacia algo que desconocemos, en que el afán de dinero nos lleve, y nos arrastre, hacia un nuevo escalafón, desconocido, y con sus propias reglas.
Este artículo fue publicado originalmente en Culturizarte, un blog chileno especializado en cultura. Si quieres ver contenidos culturales, visita www.culturizarte.cl.