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Opinión

10 de Octubre de 2019

Columna por el Día de la Salud Mental: Trabajando juntos para prevenir el suicidio

Preguntar a otro si ha pensado en el suicidio no es “darle la idea”, es normalizar, interesarse, y acoger. Alentar a buscar ayuda de otros, familiares y profesionales es otra manera de dar aliento, y combatir la enfermedad del aislamiento e incomprensión.

Joaquín Gaete
Joaquín Gaete
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*Por Joaquín Gaete, psicólogo, doctor en psicología y actual Director Sociedad Chilena de Psicología Clínica. 

El día de la salud mental es una iniciativa de la Federación Mundial de la Salud Mental (WFMH, por sus siglas en inglés), que busca sensibilizar al público general sobre problemáticas contingentes en este ámbito.

Este año 2019 la invitación es a prevenir las 800.000 muertes que al año produce la enfermedad del suicidio (¡una cada 40 segundos!). Una “enfermedad” que, a nivel mundial, se ha convertido en la 2ª causa de muerte entre nuestros jóvenes, y es un problema cada vez más urgente en nuestros adultos mayores.

Las comillas van porque el suicidio no es en rigor una enfermedad, pero podríamos entenderlo como el “síntoma” de algo indeseable; algo que podemos corregir como sociedad. En efecto, el suicidio puede tener muchas causas, algunas inmediatas, otras remotas, pero en general no se trata del resultado de algún órgano o tejido que no funcione, sino de ciertas historias personales, que transcurren en un contexto social más amplio.

Las historias que escuchamos “detrás” del suicidio son historias de sufrimiento humano, producido por humanos. Se trata de historias de violación de derechos humanos básicos, de pérdidas importantes (de seres cercanos, de empleo, de salud física); pero por sobre todo, creo yo, historias de falta de apoyo frente a estas desgracias personales. Lo que mata, la verdadera enfermedad, es el no reconocimiento: el aislamiento, la discriminación, el vivir la desgracia en soledad, en incomprensión, en falta de compasión.

Lo bueno es que se trata de historias que podríamos ayudar a evitar. Como personas individuales podemos actuar con nuestros cercanos. Si alguien a quien conoces te preocupa, extiende una mano. Regalar tiempo e interés puede literalmente salvar una vida. Preguntar a otro si ha pensado en el suicidio no es “darle la idea”, es normalizar, interesarse, y acoger. Alentar a buscar ayuda de otros, familiares y profesionales es otra manera de dar aliento, y combatir la enfermedad del aislamiento e incomprensión. Además, como personas formamos parte de comunidades, y podemos sumar esfuerzos: en las escuelas donde asisten nuestros hijos, las empresas donde trabajamos, las comunidades e Iglesias de las que participamos, etc.

Y por cierto, tenemos una responsabilidad en exigir que nuestras autoridades — gobierno, congreso, tribunales – cumplan el rol que los compete. En este día de la salud mental vale recordar que en Chile aún no contamos con un marco legal adecuado, a pesar de que sabemos que una persona con una discapacidad mental tiene 10 veces más probabilidad de quitarse la vida, y que los cuadros depresivos (que muchas veces acompañan esta problemática), afectan a uno de cada cinco chilenos. Recordemos que no sólo la inversión pública es la mitad de la recomendada internacionalmente, sino que no tenemos marco regulatorio: las isapres pueden rechazar el 40% de las licencias médicas por salud mental sin sanción alguna, y los derechos de muchos pacientes siguen siendo violados al declararse “incapaces” (por ejemplo, no hay regulación de consentimiento personal asistido a personas con discapacidad para tratamientos irreversibles). Y la única regulación sobre las competencias que los profesionales de la salud mental debemos tener, para asegurar cuidados de mínima calidad, es la ley del mercado.

En este día de “visibilización” de la salud mental, mi invitación es a recordar que el suicidio, como muchos otros síntomas, no son enfermedades. Por cierto contamos con muchos medicamentos que pueden ayudar, pero recordemos que la verdadera enfermedad mental no se cura con litio ni con antidepresivos, sino con cómo convivimos. La verdadera enfermedad mental seguirá siendo la injusticia de no reconocer a otro como persona: los abusos, la intolerancia, la falta de amor y comprensión.

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