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Entrevistas

17 de Octubre de 2019

Frédéric Martel: “Los cardenales chilenos mienten todo el tiempo; incluso en cosas sin importancia, no pueden dejar de mentir”

Antes de ser periodista Frédéric Martel fue sociólogo y, de alguna manera, sigue siéndolo: sus libros están llenos de anécdotas, personajes y lugares, los que siempre imbrica a un sistema global, a una idea de mundo. Así, Sodoma, investigación sobre las formas en que el sexo en el Vaticano es poder y el poder que se ejerce ahí a través del sexo, es también el retrato de una organización en crisis bajo las luces espectrales de una cultura donde ya no existe ni secreto ni misterio. Este ha sido el tema de varios de sus libros donde recorre continentes y culturas buscando el destino del teatro en América, la cultura global gay o cómo el internet está modificando el mundo. Quizás por eso, esta primera cultura global que es la Iglesia Católica, es decir, universal, no podía dejar de interesarle. Sobre su declive y sus (im)probables salvaciones hablamos aquí con uno de los invitados al Festival Puerto de Ideas, que se realizará el 8, 9 y 10 de noviembre en Valparaíso. En el encuentro, Martel hablará sobre La vida íntima de la iglesia católica con el periodista Óscar Contardo. También analizará los avances de la comunidad LGBTIQ junto a la historiadora Emma de Ramón y el escritor Pablo Simonetti.

Por

En el 2010 publicaste “Cultura Mainstream, la cultura que gusta a todo el mundo… en todo el mundo”, un libro sobre los medios de masa, el espectáculo y sus manipulaciones. Hace poco escribiste sobre el mundo gay en el Vaticano. ¿Hay alguna relación entre Hollywood y el Vaticano?

-No lo había pensado. Hay algo en común, que tiene que ver con que en los dos lugares se escribe una historia, un story telling. Los dos lugares son especialistas en eso, en crear relatos, aunque en el caso del Vaticano es un relato evidentemente mentiroso.

Pero los relatos de Hollywood también son mentira.

-Pero esa es su esencia. Ellos venden una mentira que todos saben que es una mentira. Ellos venden una ficción. Para eso vamos al cine, a ver historias que sabemos falsas. En cambio, el Vaticano siempre nos habla de la verdad, de hecho, es la palabra que más repiten. Hablan de honestidad y sinceridad. La verdad es su obsesión y es una de la organizaciones, -quizás
solo comparable con el partido comunista soviético o el régimen de Fidel Castro-, que miente todo el tiempo. Es cosa de ver lo que pasa en Chile: los cardenales chilenos mienten todo el tiempo; incluso en cosas sin importancia, no pueden dejar de mentir.

Pero hay otra relación entre el Vaticano y Hollywood: Juan Pablo II, -bajo cuyo papado la red de escándalo llegó a su máximo-, era una verdadera estrella de Hollywood.

La Iglesia convoca a ella especialmente a homosexuales. Y que sean homosexuales no es para mí ningún problema, el punto es que busca, sobre todo, a personas que tienen problemas con su sexualidad que piensan que la Iglesia va a canalizar sus temas no resueltos.

-Es cierto que Juan Pablo II quiso ser actor y, de alguna forma, Francisco también es un actor, y la Biblia es un story telling, ya que sabemos que gran parte de ella no es factualmente cierta. Pese a esto, yo siento cierta indulgencia con la Iglesia. Creo que es unaorganización de nuestro tiempo dirigida por hombres de otro tiempo. Eso obliga a un proceso de modernización muy complicado: no hay otra organización que sea más
auténticamente global. Es cierto, está la ONU, pero eso es una élite de muy poca gente. Los protestantes tienen una serie de iglesias locales que toman sus decisiones a escala. En cambio, en la Iglesia Católica, incluso el Papa, cuando tiene sus propias ideas, debe enfrentarse a chinos, a italianos e irlandeses que piensan cosas distintas objetivamente. Eso explica la extrema lentitud de los cambios. Si la Iglesia alemana o chilena hubiese tenido que decidir sola, hace tiempo que habría tomado una dirección, quizás no la buena, pero una dirección.

Hay otro factor que diferencia a la Iglesia de Hollywood. En Hollywood el dinero es esencial y en la Iglesia, no es que el dinero no importe, pero ve en la pobreza un valor.

-Que un cardenal y un obispo ganen mil euros no es más una parte de la plata que maneja la Iglesia. Hay mucha plata en el Vaticano, mucha plata que corre y que duerme. Muchas cosas raras que se hicieron en los años 70 y 80 en el Vaticano tuvieron que ver con el Banco Ambrosiano y con los encargados de administrar los lugares sagrados. Cuando entrevisté al Cardenal Pell (George Pell, cardenal australiano condenado a prisión por
abuso de menores) me reconoció que había miles de dólares en cuentas bancarias que dormían en el Vaticano y que tuvo que cerrar. La verdad, no sé qué hizo con la plata que había en esas cuentas.

El celibato después de todo fue establecido como sacramento por razones financieras, para evitar que la Iglesia perdiera sus bienes en mano de los herederos y las viudas de los sacerdotes.

Foto de Alejandro Olivares.

Sí, pero eso no tiene mucho sentido hoy. Yo creo que los argumentos de la Edad Media no sirven hoy. No hay que olvidar que hay muchos sacerdotes casados en la Iglesia Católica. Están todos los anglicanos que Francisco reincorporó a la Iglesia y que no se han dejado de casar. También están todos los sacerdotes de rito oriental en el Líbano y Siria que también
son casados y no veo que esto provoque problemas particulares. Yo creo que la Iglesia es lo suficientemente rica como para encontrar una solución más moderna al problema de los hijos de los sacerdotes.

Se habla de la Iglesia universal y yo no creo que eso exista. Tampoco creo que haya solo una Iglesia de izquierda y otra de derecha. Yo creo que en la Iglesia están todas las formas y tensiones de la sociedad. Hay una extrema derecha muy fuerte y una extrema izquierda muy fuerte que terminó, a veces, en la lucha armada.

Pero es cierto que en la Iglesia evangélica, sobre todo en Estados Unidos, los
escándalos, en vez de ser sexuales son financieros y que los pastores andan en jet privados y usan Roll Royce de oro.

Y también hay abusos sexuales en las Iglesias protestantes. Abusos sexuales hay en todas las estructuras de la sociedad, sobre todo si hay jóvenes involucrados. Sabemos que hay en todas las iglesias, entre musulmanes y judíos, pero no de manera sistemática como en la Iglesia Católica. El problema del celibato y la castidad es que obliga a una mentira que constituye un sistema.

¿Cuáles son las claves de ese sistema?

Justamente el celibato y la castidad, pero también el clericalismo, o sea, el apego a la figura del sacerdote y el obispo. Pero yo creo también que la homosexualidad encubierta tiene una función esencial en el sistema porque obliga a sacerdotes, -para que nadie revele sus secretos- a encubrir los delitos o faltas de otros sacerdotes que no tendría por qué encubrir.

La Iglesia Católica quizás es la única en la que un homosexual, sin que tenga que casarse, puede llegar a las máximas posiciones de poder. Esto, en épocas en que la homosexualidad era perseguida con la muerte, no dejaba de ser revolucionario.

Lo que mi libro muestra es que en las estructuras de poder del Vaticano no sólo se puede ser homosexual…

¿Sino que se debe?

No iría tan lejos. Lo que digo es la Iglesia convoca a ella especialmente a homosexuales. Y que sean homosexuales no es para mí ningún problema, el punto es que busca, sobre todo, a personas que tienen problemas con su sexualidad que piensan que la Iglesia va a canalizar sus temas no resueltos. Pero, muy por el contrario, la Iglesia no sólo no soluciona sus problemas, sino que los pone en contacto con niños, que se pensaba, no podían hablar ni revelar sus secretos. ¿Por qué se acuestan con prostitutos o con seminaristas? Porque se supone que esa gente no habla. Lo que está pasando es que se rompió el silencio y esa gente que no hablaba, lo está haciendo.

Estamos en una época en la que todos hablan.

Es una época donde hay cámaras en todas partes. En ese mundo es difícil que la Iglesia sobreviva

¿Crees que la Iglesia puede extinguirse en esta nueva cultura global?

Honestamente, eran doce al comienzo y sobrevivieron siendo doce. La Iglesia va muy bien en Brasil y en algunos países de África y Asia. No creo que se acabe luego y, por lo demás, no es mi tema: no soy católico así que si a la Iglesia le va bien o mal, no es mi problema. Yo pienso que, sin embargo, necesita una renovación profunda que tiene que ver con el celibato. En este sentido lo que está haciendo Francisco con el Sínodo de la Amazonia va
en la buena dirección.

Chile es un caso paradigmático en tus investigaciones…

Es que creo que Chile es un ejemplo particularmente ejemplar de que en este sistema hay un control político de la sexualidad de los obispos y la intervención de los embajadores del Papa en el control de la Iglesia chilena.

O sea, Monseñor Sodano.

Sodano, pero no sólo Sodano, también está Luigi Ventura, de quien sabemos cada vez más cosas (investigado en Francia por tocamientos a un joven funcionario municipal). Y está la Secretaría de Estado Vaticano, con Sodano, pero también después de Sodano y la Congregación de la Doctrina de la Fe. Es un sistema, como te decía antes, porque no se trata de casos aislados o de accidentes, por eso no paran de salir casos, porque el sistema sigue produciéndolos.

¿Haces alguna diferencia entre la Iglesia de izquierda y la de derecha?

Foto de Astrid di Crollalanza.

No creo que hay una sola Iglesia. Se habla de la Iglesia universal y yo no creo que eso exista. Tampoco creo que haya solo una Iglesia de izquierda y otra de derecha. Yo creo que en la Iglesia están todas las formas y tensiones de la sociedad. Hay una extrema derecha muy fuerte y una extrema izquierda muy fuerte que terminó, a veces, en la lucha armada. También hay cruces. El Papa Francisco es más bien de izquierda en lo social con su
Teología del Pueblo, que es una forma argentina de la Teología de Liberación… Tú sabes que a los argentinos les gusta hacer todo a su manera. Pero en materia sexual, Francisco es bastante conservador, como se vio en el asunto de los géneros.

¿Tiene el celibato sus días contados?

No hay que tener una posición rígida. Yo soy un liberal que piensa que la gente tiene que hacer lo que le sale más natural. Y no creo que la solución sea que todos se casen. Creo que hay gente que es sinceramente casta y en que el celibato les conviene. En otros casos, el celibato puede engendrar verdaderas patologías. Hay un estudio que dice que un 10 por ciento de los curas serían completamente castos, frente a un 50 por ciento que tendría una vida sexual normal, ya sea homosexual o heterosexual.

Lo mismo se podría decir del matrimonio monógamo. Según estudios, más del 72 por ciento de las parejas son infieles en una relación.

La verdad es su obsesión y es una de la organizaciones, -quizás solo comparable con el partido comunista soviético o el régimen de Fidel Castro-, que miente todo el tiempo.

Pero el problema no es el 50 por ciento que no respeta el voto de castidad sino el 40 por ciento, que según los estudios, tiene una sexualidad completamente inmadura. Yo no juzgo a nadie, y esa es la fuerza de mi libro. Yo no critico a un sacerdote por tener un amante mujer u hombre, lo que critico es la hipocresía de un sistema. Por lo demás, todo el mundo
sabe que en los pueblos de Perú, Bolivia o de Chile, muchos curas tienen mujer. Esto lo confirman los informes mismos del Vaticano.

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