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22 de Octubre de 2019

No estamos en guerra, Estamos Unidos: Si necesitas ayuda, solo grita

Pepa Valenzuela

Tres amigos en un departamento en el epicentro de las protestas, decidieron abrir su espacio como guarida si alguien en la calle lo necesita. El resto del tiempo, salen a repartir agua y limones para que la gente no sufra tanto con los gases lacrimógenos. Aquí Sofía, Hamilton y Víctor cuentan por qué se les ocurrió ayudar así.

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Víctor Lara (26), ingeniero comercial vive solo, pero tiene dos visitas permanentes en casa, como dice él: la fonoaudióloga y profesora universitaria Sofía Madrid y el estudiante de diseño gráfico Hamilton Reyes (22). Los tres son amigos, los tres de la sexta región – Sofía es del Olivar, Víctor de Pichidegua y Hamilton de Marchigüe – y siempre pasan tiempo juntos en el departamento de Víctor, en un pasaje cercano a Plaza Italia, el Parque Forestal y Lastarria, uno de los epicentros de las protestas.

El viernes, cuando comenzó la movilización, los amigos salieron a la calle y repartieron botellas de agua y una malla entera de limones que la mamá de Víctor le había mandado de Pichidegua y se los dieron a quienes regresaban a sus casas desde el trabajo, para ayudarlos a sortear los gases lacrimógenos. Sentían que era lo mínimo que podían hacer estando en ese lugar clave. “Estamos en pleno centro de lo que está pasando. Todos nos aburrimos de vivir en la inercia, en un sistema en el que a nadie le importaba quién estaba al lado”, dice Sofía. Ese mismo día, cacerolearon y conocieron los vecinos del pasaje. “Antes nunca había visto la cara de mis vecinos. Pero esto ha servido para conocernos y reconocernos con los del edficio y los vecinos del frente, con todos”, cuenta Víctor.

El domingo 20 de octubre, Sofía, Hamilton y Víctor vieron a un carabinero entrar corriendo al pasaje, persiguiendo a alguien que ya no estaba ahí. Luego, entró un furgón. Todos los vecinos se asomaron por las ventanas para que saliera de allí y le gritaron que se fuera. Entonces, alguien puso un cartel a la entrada del pasaje, para que nadie quedara atrapado en el lugar si llegaba corriendo por las protestas: “Cuidado, Calle Sin Salida”. A eso, Hamilton sumó otro cartel afuera de la ventana del departamento de Víctor que pegaron en la antena del cable: “Si necesitas ayuda, ¡solo grita!”.

Los vecinos pegaron carteles similares en sus ventanas. “Es por si alguien lo necesita, le damos el espacio para que esté a salvo. Además, tenemos redes, amigos enfermeras, médicos, yo sé algo de primeros auxilios básicos”, dice Sofi. Víctor agrega: “Sabíamos que ninguno de nosotros iba a enfrentarse directamente a las fuerzas policiales o andar tirando piedras, pero sí queríamos aportar a lo que está pasando. Más que mostrando enojo, haciendo comunidad, algo que se necesita mucho. En este sistema de mierda en el que estamos, hacer comunidad es el acto de rebeldía más grande que podemos hacer”, explica Víctor. Dicen que la decisión de ayudar de esa manera, ni siquiera la conversaron. “No fue necesario: para todos en el grupo era así. El nivel de violencia ya con los milicos es suficiente”, explica Sofi.

Ayer llegó corriendo al pasaje una chica, quién al ver el cartel, les pidió ayuda: un bidón de agua para apagar una bomba lacrimógena. Los amigos le dieron el bidón, le tendieron una mano y luego, la vieron partir. La idea es que siempre haya alguien en el departamento por si alguien busca o necesita asistencia y los demás, salir de tanto en tanto a repartir agua y limones. “Ayer fuimos a una protesta. Había puras familias. Estábamos adelante y llegaron los militares. Nosotras con una amiga estábamos con ollas. Ellos, con tanques y nos apuntaron a la cara. Pero nadie tuvo miedo. A pesar de la agresividad, todos estaban calmos”, dice Sofi.

“Ayer en el Bellas Artes la gente les empezó a decir a unos cabros que no sacaran un cartel y ellos se fueron. La gente aplaudió a bomberos y corrió las cosas que había en la calle para que pasaran. No está pasando todo lo que dice en la tele”, cuenta Víctor. Sin embargo, eso es lo que sus papás desde la sexta región creen que está sucediendo en la capital. Y los llaman para saber si están bien. “Mis viejos me llamaban tres veces al día al principio, asustados porque a ellos les llega lo de la tele nomás. Tienen 50 años y no se manejan tanto en redes sociales”, cuenta Hamilton.

Ahora, en un rato más, esperan a más amigos en el departamento. Van a dejar a algunos allí para que ayuden a gente que pueda necesitar refugio, agua o descanso y los demás saldrán a repartir ayuda a la protesta. “¿Por qué? Porque esto es algo de todos”, dice Víctor.

Si conoces más historias de gente que esté ayudando a otros: [email protected]

Otra forma de comunicarte con la autora es a través de su Twitter personal: @pepavalenzuela

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