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Entrevista Canalla

29 de Diciembre de 2020

Tommy Rey y el lado bueno de este Año Nuevo: “Por primera vez en mi vida voy a poder abrazar a mi hijo”

Agencia Uno

La noche del 31 de diciembre este artista de la cumbia, después de varias décadas, no tendrá ningún recital. No sonará Un Año Más para comenzar el 2021. Está triste, dice. Un mal año, dice. Pero al menos, esta vez, podrá dar abrazos.

Por

El Rey, Tommy Rey, tiene 76 años y revela que está vacío por dentro: este Año Nuevo, a causa de la tristeza, él supone que envejecerá el doble. El líder histórico de los enfiestados ha comunicado oficialmente que no tiene una fiesta. El capitán de la serpentina, el señor Rey, quien representa la banda sonora del exaltado, el rítmico enlace entre el ser humano y un brindis, no le cantará al país. No hay un show programado en su agenda. Este Año Nuevo no hay cumbia. No hay Tiburón a la Vista. El virus vetó el baile, las palmas, un Año Más. Y, al ser consultado frontalmente por su estado de ánimo, el señor Rey emite un drástico monosílabo.

-Ahí.

-¿Ahí bien?

-Ahí, más o menos.

Tose y transmite un bajón. Dio, por estos días, cuatro entrevistas para la televisión, siempre con la voz apagada. Siempre con la mirada baja, el estrés en primer plano. Una mierda de año, desliza. Un año para el carajo, un año como el forro, arremete. Por dentro, por ende, el campeón de la fiesta está paralizado. Y si uno le consulta, con fe, cómo ha sido el año, el 2020, la era del confinamiento, el señor Rey dispara sensaciones tales como:

-Terrible- dice.

-El peor año de mi vida…- dice.

-…conjuntamente con el año 1973, que por causas lógicas, tampoco pude tocar cumbia ese Año Nuevo- agrega.

-Puta -se exalta con naturalidad- si la última vez que tocamos fue el 9 de marzo…

Su aspecto, en todo caso, es formidable. Estamos ante un hombre contundente, un bohemio sereno con el pelo negro. Un artista que trabaja de madrugada desde hace cincuenta y nueve años y no tiene arrugas. Jamás se alisó el pómulo con una jeringa de bótox. Un fenómeno del cutis. 

-Y, mira, no me he hecho nada -aporta, coqueto, exponiendo un cachete.

-Es un enigma… -respaldamos.

-Quizás es porque he sido feliz -reflexiona el artista.

-¿Y lo ha sido?

-Yo creo. Casi siempre.

-Hasta ahora…

-Hasta ahora -repite, infeliz, el Rey.

De manera que el señor Rey, en símbolos, está liso por fuera y arrugado por dentro. 

-Hemos perdido muchos trabajos. En Año Nuevo, tocamos en tres o cuatro lugares.

-¿Qué hace con el bajón?

-Me encierro en una pieza.

-¿A oscuras? -preguntamos con tacto.

-No, con luz.

-¿Y ahí qué hace?

-Bueno, señor, me pongo a inventar discos. 

-¿Es un compulsivo de la cumbia?

-¿Ah?

-¿No para de inventar?

-No paro. Pero no invento cumbias.

-¿Pop melódico?

-Noo…

-¿Qué inventa, Tommy?

-Discos de otros. Junto piezas musicales de los artistas que me gustan, los grandes de la música orquestada, Glen Miller, Ray Connif, y otros, y, gracias a una aplicación, los transformo en un disco compilado. Les hago la carátula y todo.

Es un productor musical a tientas, un inspirado de la mezcla. Ha sacado decenas de discos intuitivos que guarda en el cajón. También sale a comprar verduras portando la máscara. Habla con amigos. Habla con su mujer, la señora Gloria Sáez, con la cual perdura la pasión. O, también, el señor Rey por momentos guarda silencio. Se toma los remedios, porque Tommy, aún en su grandeza, vive aquejado del nervio ciático. Se traga, a diario, una droga que le alivia el espanto. Se ha operado tres veces, en vano: le perdura el dolor en el glúteo derecho. Y se le inmoviliza el ritmo. “Pero estoy bien del corazón”, adjunta. Dice que está bien del corazón, pero mal de la postrimería. Bien de la aorta, mal de la nalga. Bien con la Gloria, y, luego de casi un año sin pisar el escenario, mal con la gloria. Bien en los afectos, mal en las finanzas.

“-¿La cumbia por Zoom hace bailar? -La cumbia siempre hace bailar”.

-Saqué el 10%. La suma fue de 300 lucas -informa. Como es un artista, de esos que viven a costa de la inspiración, no proyectó con matemáticas su pensión. Tommy Rey tenía, en total, tres millones de pesos.

-¿Qué más ha hecho?

-Sacaré el otro 10%.

-¿Qué otras cosas?

-La SCD dio un aporte a los artistas. Fueron unas 300 lucas que agradezco.

-¿Algo más?

-He dado saludos a empresas, por video. Grabamos un comercial en que tocamos cumbia arriba de un camión. Nos pagaron bien.

-¿Ha hecho cumbia por Zoom?

-Para el 18 de septiembre. Salió bien bueno. Estábamos felices. Tocamos junto a grandes bandas y sonó bien.

-¿La cumbia por Zoom hace bailar?

-La cumbia siempre hace bailar.

-¿Considera que hoy es un artista a oscuras?

-No. Voy a mirar el vaso medio lleno.

-¿Qué mirará, Tommy?

-Mi trayectoria.

-¿Qué hay allí?

-Allí hay alegría, compadre.

Y saca fuerzas: “es que”, se prende, “nos quieren en todos lados”. “Pasamos el año viajando, un año normal digamos, alegrando a las regiones, todos los fines de semana, de jueves a sábado”, confirma. “Somos la cumbia”, enfatiza. “Somos el tonteo”, sube la voz. “Somos la música de los chilenos”, lanza, elevado. El himno patrio del exultante. El Año Más y todo eso.  

La explosión se le acaba.

-Pero, sí, no hay dudas, el año malo malo… más encima murió el Pocho López.

Silencio.

El Pocho, Alejandro López, fue un trompetista legendario de La Sonora de Tommy Rey: murió por el coronavirus. 

Puta la huevá, suspira.

-Pero, Tommy -apoyamos-, ¿y el vaso medio lleno?

-Ah sí. Uf, algo bueno vendrá -el señor Rey lo dice sin énfasis.

Lo cierto es que hay un detalle impresionante en su horizonte: Tommy Rey, que en su casa y en su RUT es simplemente el Pato Zuñiga, un chileno tranquilo, emparejado dos veces, padre de cuatro hijos, que toma whisky cuando se relaja, un fan de Lucho Gatica, al fin, ese hombre, tras cuarenta años de estar tocando para el Año Nuevo, tendrá un Año Nuevo libre. 

-… y, por primera vez, lo pasaré con mi familia…- lo verbaliza el propio Tommy, sorprendido de sus palabras.

-¿Y eso qué implica?

-Por primera vez en mi vida, en un Año Nuevo, voy a poder abrazar a mi hijo chico.

Y este Rey se pone feliz.

Su hijo se llama Tommy Zuñiga.

Este Año Nuevo, Tommy abrazará a Tommy.

Tropical de izquierda

Al menos, justifica, el Año Nuevo del 2020, fue a tocar a la parcela de un sirio. Y pagaron muy bien. Y aquí consignamos que la banda de Tommy Rey se compone de diez músicos que, en este ítem, la plata, se reparten las ganancias por igual. Sólo Tommy, por razones lógicas, y Leo Soto, el manager, ganan un poco más.

-Pero esto viene desde hace rato. Ya el estallido nos hizo pésimo.

Tommy Rey opina que es bueno reclamar, pero es malo destruir. Le gusta que la multitud alce el puño y que exija la igualdad. Pero en paz. De hecho, en el ambiente de la cumbia, el señor Rey es un tropical de izquierda.

-Sí, señor, yo estuve inscrito en el Partido Comunista por dos años.

-¿Disfrutó ser comunista?

-Sí, fue en un momento muy especial. Por eso le compuse una cumbia a Gladys Marín la cual se llama “Una Mujer llamada Gladys”. La grabamos con la orquesta justo cuando ella murió. Fuimos todos al funeral.

-¿Qué quiere hoy, Tommy?

-Igualdad. Pero sin violencia.

Y añade: 

-La violencia no es forma de luchar, amigo. ¿Qué se gana con hacer eso? Está el derecho a reclamar, pero no el derecho a la delincuencia. Y en estas cosas, siempre se mete el delincuente y se queman iglesias. Esos tipos tienen mal corazón.

Hoy Tommy Rey grita esto:

-¡Pero me aburrió la política!

-¿De qué habla?

-Ya hace años que no voy a votar. Me aburrí.

-¿No quiere mejorar el mundo con su voto?

-Yo sólo quiero tranquilidad. No odio a nadie. Respeto los partidos políticos. Pero ya no me interesa votar.

-¿Siempre ha querido la tranquilidad, Tommy?

-¿En qué sentido, mijo?

-Usted no parece un bohemio- lanza el reportero.

-Soy más tranquilo que no sé qué…

-¿Nunca consumió estimulantes?

-Jamás.

-¿Nunca necesitó dar el sorbo a una botella de whisky antes de subir al escenario?

-¡Jamás!

-¿Fue un seductor, Tommy, en sus años de esplendor físico?

-…

-¿Se le adherían las mujeres?

-… algo… jajaja…

-Usted invocaba el descontrol…

-Yo las hacía bailar…

-¿Por qué los grandes de la cumbia chilena tienen un aspecto tan serio, como el de un informático?

-¿Cómo?

-En Colombia, los que hacen cumbia tienen cara de bohemios, son de amanecidas, de brindis permanente. Acá, esto lo aporto con admiración, los de la cumbia chilena parecen hombres ordenados, empleados de empresa…

-Es cierto. Es que, mire, somos bien tranquilos.  

El señor Rey, entonces, es un hombre convencional que a veces usa una chaqueta color betarraga para cantar cumbias. “Tengo siete chaquetas de color”, contabiliza. La betarraga es una de las exitosas. Tiene una, dice, “color pejerrey”. Otra verde. Otra azul. Otra ploma. Una con brillantes. Y una negra, muy fina.

-Tommy…

-Dime…

Lo miramos a los ojos.

-¿Puede existir un Año Nuevo chileno sin la canción Un Año Más?

El ídolo queda estupefacto, reflexivo.

-No -dice, a secas, claro que no.

“Sí, señor, yo estuve inscrito en el Partido Comunista por dos años”.

Un abrazo más

Desliza que este 2020 ha sido un año menos. Pero, a la vez, sabe que la canción se escuchará de todos modos. Ese hit del melancólico pianista coquimbano, Hernán Gallardo, y que, en los años sesenta, recogió Marty Palacios, el fundador de La Sonora Palacios y de la cual formó parte Tommy Rey.

-Marty le cambió los arreglos y la hizo más alegre…

Dicen que Marty, aquejado de una urgencia, se dirigió al baño con las partituras de la canción original. Al cabo de un rato solucionó una digestión y una melodía. Al tirar la cadena ya había allí una nueva cumbia. Un himno.

-Y la cantamos los dos- aclara Tommy.

-¿Y cree que el que viene, el 2021, será un mejor año más…? 

-Le cambiaré la letra por “un año maldito que se va”…j ajaja. 

El reportero lo mira impertérrito.

-No, a ver,… mira… -sigue el artista.

Y Tommy Rey pone voz de mesías. De ídolo. De rey.

Y dice:

-Amigo, esta cuestión no puede ser peor. Yo no pierdo la fe. Hay que tener fe.

Y el señor Rey vuelve a contemplar el vaso más lleno. Vuelve a pensar que su Año Nuevo será el más original de su vida. Un Año Nuevo sin trompetas, sin el Pocho, sin el Galeón Español. Este será el año en que Tommy Rey tendrá que dar abrazos.

-Sí… -el Rey se emociona.

Y lo proyecta:

-Voy a poder abrazar a mi Tommy…

-¿Qué edad tiene?

-Le digo así, mi Tommy, pero ya tiene 34 años…

-¿Nunca se han abrazado en un Año Nuevo?

-Nunca…

Tommy sonríe.

-Tommy, ¿y usted sabe dar abrazos?

-Uff… me he saltado tantos abrazos. Voy a tener que aprender de nuevo… -y Patricio Zuñiga, alias Tommy Rey, se pone contento. A este hombre de familia otra vez le vuelve la cumbia al cuerpo.

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