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La Convención

14 de Julio de 2021

Isabel Godoy: “Yo sabía que no iba a ser presidenta de la Convención, pero marcamos un punto de que en Chile hay más pueblos originarios”

Isabel Godoy

Fue militante comunista, detenida en dictadura y su nombre está en el Informe Valech. Isabel Godoy, la única representante colla en la Convención Constitucional, cuenta que empezó de adulta a investigar sus orígenes indígenas y a ganarse la confianza de ese pueblo. Relata además sus primeros días como constituyente y la trastienda de su disputa con Elisa Loncon por la presidencia del organismo. Es crítica de la forma en cómo los mapuches manejaron ese tema. Habla, incluso, de “un pequeño quiebre de confianza”.

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De los 35 votos que Isabel Godoy (53) recibió durante la primera elección para definir la presidencia de la Convención Constitucional en la sesión inaugural, dos provenían de viejos conocidos. 

Si bien la constituyente por el pueblo colla ya se había relacionado con algunos de los convencionales en los días previos a la histórica jornada de ese domingo 4 de julio, era con Eric Chinga -representante del pueblo diaguita- y con el ex ministro Marcos Barraza (PC) con quienes ya tenía relaciones más establecidas. Incluso, historias en común. 

A Marcos Barraza, quien en aquella primera instancia votó por ella, al igual que los otros convencionales del PC, lo conoció en el marco de la Consulta Constituyente Indígena, en el inconcluso proceso constitucional de la ex presidenta Michelle Bachelet. Barraza era entonces ministro de Desarrollo Social. “En esa época pasábamos peleando, nos odiábamos por los temas del ministerio”, comenta hoy Godoy entre risas. 

Isabel agrega que “nosotros queríamos que los Consejos del Pueblo fueran vinculantes. Queríamos que los colla tuvieran cinco representantes y que el proceso fuera resolutivo, pero éramos más bien un consejo consultivo. Por eso nos agarramos con Marcos Barraza en ese tiempo”. 

Marcos Barraza reconoce los desencuentros, pero también que en aquella instancia pudo apreciar algunas virtudes de la dirigente colla, quien hoy es su compañera en la Convención: “Ella representaba sus temas y ciertamente defendía con energía los derechos de los pueblos, pero teniendo presente que había una agenda indígena muy potente en el gobierno”. 

“A mí me tocó varias veces recorrer Chile, a propósito de temas indígenas, y ahí tuve intercambios tanto como con los representantes del pueblo colla, como con los diaguitas. Mi impresión de Isabel fue de un potente liderazgo, con habilidades sociales, con un discurso político que además estaba por relevar los derechos del pueblo colla y de su lucha histórica, a propósito de los hechos de la dictadura”, explica Marcos Barraza.

El otro viejo conocido de Isabel Godoy, que también le dio su apoyo para presidir la Convención, antes de que los sufragios se inclinaran por Elisa Loncón, fue el representante del pueblo diaguita Eric Chinga. A él lo conoció mucho antes, a comienzos de los años ochenta, no por asuntos indígenas, sino por una militancia compartida en la Juventudes Comunistas de Copiapó, en la región de Atacama.

“yo participaba clandestinamente en el Partido Comunista, era secretaria política de una célula y articulamos las barricadas, los rayados, los panfletos. Era bien activa, bien conocida en la clandestinidad. No teníamos miedo, decíamos que si dábamos la vida era parte del juego”.

“Yo la conozco desde los ochenta. Los dos éramos luchadores contra la dictadura en la Juventudes Comunistas. Ella era muy combatiente. Si bien compartió más con mi hermano mayor, sé que tuvieron algunas operaciones opositoras a la dictadura en conjunto”, recuerda Chinga.

Isabel Godoy comenzó su militancia en la Jota a los 15 años. Su padre, Mario Godoy, también había militado en el PC mientras se desempeñaba como trabajador minero de la CAP y, según recuerda hoy su hija, fue torturado por agentes de la dictadura de Pinochet. 

“A mi papá lo detuvieron los carabineros cuando yo aún no cumplía los cinco años. Salió a comprar el gas y no llegó como en dos días. Él fue interrogado, golpeado, pero había un conocido de él que era carabinero y que lo dejó ir. Cuando llegó a la casa no quiso contar nada, nunca habló de eso”, rememora Isabel.

-¿Cómo fue crecer en ese ambiente?

-Yo crecí en eso; aprendí a ser rebelde en una generación que nos levantamos contra la dictadura. Nos rebelamos contra la dictadura no porque se nos ocurrió, sino porque queríamos terminar con los abusos, los asesinatos y la tortura.

-¿Y qué recuerda de esos años?

-Bueno, yo participaba clandestinamente en el Partido Comunista, era secretaria política de una célula y articulamos las barricadas, los rayados, los panfletos. Era bien activa, bien conocida en la clandestinidad. No teníamos miedo, decíamos que si dábamos la vida era parte del juego. Del juego, por decirlo de alguna manera.

-Y su papá, ¿cómo se tomó su militancia?

-Es que mi papá no me alcanzó a ver. Murió un año antes. Pero mi papá no hablaba mucho de su propia militancia, yo creo que por el miedo a que nosotros viviéramos lo mismo que le pasó a él. Estaba con mucho miedo. A él le tocó ver amigos desaparecer, vecinos, compañeros del partido. 

-Pero a su mamá sí le tocó verla.

-Mi mamá sí. Yo a veces me arrancaba a medianoche y mi mamá sufría. En alguna oportunidad se encontró con que nosotros íbamos arrancando de los pacos y ella me vio pasar; y después llegaba a casa y ahí me decía que me cuidara, que no me fuera a pasar algo.

-¿Y le pasó algo?

-Sí, yo figuro en el informe Valech.


Isabel Godoy, figura entre las víctimas de la Dictadura

 -¿Y por qué hecho?

-Iba a una reunión del partido y me interceptó una patrulla de Carabineros. Me querían hacer un control de identidad y yo me resistí. Forcejeamos y de un combo me metieron a la patrulla. Me llevaron a un cuartel, me tironearon, me rajaron la ropa. No sé qué pasó después. Desperté en una camilla con la ropa rajada, casi desnuda y después me esposaron y me pasearon por la vía pública, por la plaza, hasta la Fiscalía militar, y de ahí me llevaron a la cárcel.

-¿Cuántos años tenía usted?

-Diecisiete.

-¿Mantuvo su militancia después de ese hecho?

-Sí, pero a fines de los ochenta, cuando empezaron las campañas del Sí y el No, yo me embaracé. Por eso no pude participar en la campaña, pero sí disfruté el triunfo. Pese a eso, con el paso a la democracia no me sentí triunfadora. Sentí que nos habían traicionado, que no era lo que queríamos y dije ¿y ahora qué? Dejé de participar en todo, me dediqué a mi hija, me dediqué a otras cosas, pero siempre con un pensamiento de izquierda. Por ejemplo cuando fue el cura Pizarro de candidato voté por él, cuando fue la Gladys también… Siempre.

Investigando su origen

Con la llegada de la democracia, Isabel se separó del padre de su primera hija y se casó con otro hombre. En paralelo, se dedicó a trabajar en una caja de compensación y otros empleos administrativos en el sector privado. También estudió Contabilidad. 

Sus actividades, muy lejanas a sus años como militante clandestina, coincidieron con una relación tormentosa, en la cual sufrió violencia intrafamiliar. “Con él tuve otro hijo; y bueno, ahí tuve violencia intrafamiliar, la pasé pésimo, muy mal”, recuerda Isabel.

“Fueron ocho años de matrimonio donde sufrí maltrato, violencia intrafamiliar -cuenta-. Por eso es que yo a veces no cedo, porque ahí cedí y me pasaron a llevar mis derechos. Yo nunca más voy a dejar que nadie me ponga el pie encima.

-¿Denunció algunos de esos hechos?

-Sí, una vez fui a constatar lesiones a Carabineros; y el carabinero me dijo: “bueno, ¿y para qué te casaste?”. Eran años en que decían “estas mujeres se casan y después se andan quejando que les pegan”.

-¿Hasta cuándo se prolongaron los maltratos?

-Hasta que yo los dejé de permitir. Cuando yo dije: yo no soy ésta, yo siempre he sido rebelde, soy una mujer fuerte, ¿por qué tengo que estar permitiendo esto? Ahí me separé y me divorcié. Después me volví a casar y tuve dos hijos más, que son mis guaguas, que tienen 19 y 20 años. Y también, claro, empecé a rescatar lo de mi abuela. Comencé a tejer. A conectarme con mis raíces.  

Isabel Godoy en la sesión inaugural de la Convención Constituyente

El rescate al que alude Isabel fue real y no simbólico. Para entender a lo que se refiere hay que remontarse cientos de años, a los orígenes del pueblo colla en el territorio nacional. 

Las referencias iniciales de los collas se remiten a los primeros habitantes del Titicaca. “Los collas son una mezcla de pueblos provenientes de Bolivia que con el paso de los años ocuparon las provincias del noroeste de Argentina para desplazarse durante los siglos XV y XVI entre las dos laderas cordilleranas (Chile-Argentina)”, según destaca una guía del pueblo colla elaborada por el Consejo de la Cultura y las Artes. 

Con el tiempo, los collas se fueron emplazando en las sierras, la puna y entre las zonas desérticas más extremas de la cordillera de Los Andes. En 1875, los asentamientos collas presentes mayoritariamente en Argentina se expandieron por el territorio chileno; esto producto de presiones bélicas en la “conquista del desierto” en el noroeste trasandino: en la batalla de Quera, el ejército argentino arrasó con parte importante de la población y obligó a un gran número de collas a cruzar la cordillera e instalarse desde el Alto Loa hasta el valle de Copiapó. 

“Los pueblos del norte sufrimos genocidio y asimilación, que son dos formas de exterminio. Por eso que estamos con menor población, quedamos casi extintos por esas dos situaciones”.

En sus asentamientos cordilleranos, los collas crecieron con una identidad marcada y que con el paso de los años se fue orientando a la trashumancia. Todo ello sin el reconocimiento etnico del Estado chileno. Los apellidos originarios también se fueron perdiendo y la Iglesia, que registraba a la población indígena, rebautizó a una parte importante de la población colla con nombres y apellidos españoles. Muchos de ellos, generación tras generación, crecieron sin saber que lo eran. Isabel Godoy fue una de esas personas.

Pero en aquel punto de su vida, recién separada de una relación violenta, Isabel estaba empeñada en descubrir quién era y de dónde venía. Eso era una tarea fundamental para que “no la volvieran a pisar”. Uno de los primeros hitos en ese momento fue tejer como lo hacían sus ancestras; el segundo, investigar obsesivamente su pasado.

-¿De dónde viene este interés por descubrirse?

-Lo que pasa es que nuestros abuelos nos ocultaron la procedencia. Nosotros sabíamos que los abuelos vivían en el valle, que tenían animales, que se hilaba, se tejía. Pero todo era como una cosa natural, no era necesario tener un nombre. Era algo que se hacía por costumbre, por tradición, porque lo hacían nuestras abuelas y las otras abuelas.

-¿Ellas eran tejedoras?

-Sí, en todas las partidas de la Iglesia, cuando yo fui buscando antecedentes, decía, por ejemplo, Isolina Cereceda, que es mi abuela, tejendera; Celenicia Ríos, tejendera. Eran todas tejedoras. Pero con eso igual no teníamos como decir “oh, somos los collas”. Éramos gente que veníamos del valle y seguíamos haciendo lo que nuestros antepasados. 

-¿Cómo cambió eso?

-Cuando nace la Ley Indígena se nos da un nombre y ahí mucha gente empezó a decir “los collas hacían esto” y se hizo la relación. Empezaron a decir “nosotros hacemos eso”. Además en Argentina también hay familias que estaban acreditadas como collas; y la realidad es que con los collas de allá somos lo mismo. De hecho mi abuela, la Isolina Cereceda, venía de Argentina; la Celenicia Ríos también.

-¿Ha podido rescatar los orígenes de su familia, sus antepasados?

-Mire, yo vengo de una “india”. En la iglesia hay dos o tres libros donde están los que nacían indios. En ese libro está la india Josefa Varas. De Josefa Varas nace la Juana Varas, que se casa con Bernardo Órdenes. Y de Bernardo Órdenes, vienen otros más que en este momento no me acuerdo y llegan Sinforoso Órdenes. Sinforoso Órdenes es el papá de María Órdenes y María Órdenes es la mamá de Mario Godoy, mi padre. Y por el lado de mi abuelo, está el indio Gaspar Godoy… “Nació Gaspar Godoy, indio legítimo”, dicen los registros.

-¿Los libros parroquiales los segregaban como indios?

-Exactamente.

-Llama la atención que, a diferencia de otros pueblos, los apellidos se hayan perdido

-Sí, ahí perdimos la conexión. Parece que nosotros veníamos de una persona que era de Perú, de apellido Cisa, pero no hemos podido hacer la relación de cuándo cambia el apellido a Godoy. Recuerda que la Iglesia obligaba a las personas a cambiarse el apellido, para que no fueran discriminados ni maltratados. Entonces muchos accedían a bautizarse; y al momento de bautizarse por la Iglesia Católica renunciaban a su cultura y a su espiritualidad, les daban un nuevo apellido y con eso eran aceptados en la sociedad.

-¿Es un dolor no saber su apellido?

-Por supuesto. Hicimos una investigación y  construimos un árbol genealógico dentro de nuestros recursos, porque para poder hacer una investigación más profunda tendríamos que contratar un antropólogo y eso es mucho dinero. No somos de recursos como para poder hacerlo, así que hicimos nuestra investigación en la iglesia donde estaban los registros.

-Sigo pensando en eso que me dijo, que sus abuelos ocultaron sus orígenes.

-Estaba oculto. Nosotros sabíamos que éramos distintos, pero no había un nombre en sí; hacíamos las cosas por naturaleza. Se seguía haciendo la costura, la trashumancia, los tejidos, era como un quehacer innato que teníamos: como los mapuche juegan la chueca y no necesitan que los nombren mapuche para hacerlo, porque lo han hecho siempre. A eso me refiero.

-¿Y desde cuando las familias comenzaron a identificarse como collas?

-Cuando sale la Ley Indígena en el año 93. Ahí empiezan las primeras comunidades, pero había mucha gente que tenía miedo de acreditarse como colla porque igual había discriminación. Me acuerdo que cuando niña nos quedaban algunas palabras de la lengua, del quechua.

-¿Cómo cuáles?

-Por ejemplo cuando nosotros decíamos “taita” nos retaban en el colegio, era casi una grosería, pero “taita” en quechua es papá. Nos corregía en el colegio y de mala manera, casi que era un insulto, y para nosotros era parte de nuestro dialecto.

-Me imagino que el dialecto también se perdió un poco, ¿no?

-Claro, por la asimilación. Si los pueblos del norte sufrimos genocidio y asimilación, que son dos formas de exterminio. Por eso que estamos con menor población, quedamos casi extintos por esas dos situaciones.

“La colla con tacos”

Una vez que el Estado chileno reconoció a Isabel Godoy como colla, ella decidió tener un rol protagónico en la representación de su pueblo. Además de recobrar todas las costumbres que admiraba de sus antepasados, siguió tejiendo, como lo hacían sus abuelas. Gracias a eso se ganó algunos fondos de la Conadi con los que pudo comercializar sus productos. 

En 2013 Isabel también decidió retomar su rol activo en la política, esta vez lejos de los partidos. “Me decidí a participar políticamente en el pueblo y tomé un cargo inmediatamente, como secretaria del Consejo Nacional del Pueblo Colla”, recuerda Isabel.

Su acercamiento al Consejo del Pueblo Colla fue complicado. Las distintas comunidades collas asentadas en las zonas cordilleranas de la provincia de Chañaral y Copiapó vieron con desconfianza la llegada de Isabel. “Cuando me acerqué al pueblo colla me miraron todas de pies a cabeza y dijeron ‘¿qué hace esta aquí?’”

-¿Cómo es eso?

-Es que yo llegué de tacos, con un abrigo rojo, peinada y maquillada. Me dijeron “oye, cuica”, “oye, pintarrajeada”. Eso en un minuto me dio mucha angustia; dije yo: “por el lado de allá me discriminan porque soy indígena, y por acá las indígenas me discriminan”… Entonces sentí que tenía que ganarme un espacio. 

-¿Y eso ocurrió? 

-Sí, me lo gané, pero de a poco. Por eso llegué a ser presidenta del consejo, porque si no, no me eligen.

-Me imagino que en ese camino nunca dejó de descubrir y aprender cosas respecto a sus orígenes, ¿no?

-Claro. Por ejemplo, la parte de la medicina no era mi fuerte. Mi abuela nos daba hierbas, pero yo no sabía de dónde las sacaba, ni cómo las preparaba. Pero sí, había cosas que uno las hace por costumbre y las aprende. Y también está la transmisión genética. Hay otras cosas que, cuando uno sale del territorio, las va perdiendo por la asimilación a la otra cultura, pero no es imposible recuperarlas.

-Y en términos espirituales, ¿también reincorporó eso?

-Por supuesto. Yo me había criado en una familia evangélica, entonces a los ojos de Cristo las costumbres indígenas eran pecado. Bueno, yo ahora no creo en las religiones, yo creo en lo que me legaron mis ancestros, en todo lo que es parte de nuestra cosmovisión. Ésta se divide en tres mundos: el mundo de arriba, donde está todo lo que es la cosmología, el tata Inti, tata Quilla, madre Luna; el Kaypacha, que es donde nosotros desarrollamos el tiempo presente, aquí donde estamos nosotros, donde habitamos, donde están nuestros animales, donde uno no es superior a nada, sino que es igual; y está el Ukupacha que es el punto de abajo, donde están nuestros ancestros.

“Un pequeño quiebre de confianza”

Un par de años después del inconcluso proceso constitucional en el que Isabel Godoy participó, las protestas sociales en todo el país trajeron como resultado el Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución del 15 de noviembre del 2019. 

Isabel dice que a través de su cargo de representación en el Consejo del Pueblo Colla, estuvo involucrada en el proceso constitucional desde el comienzo. “En conjunto a otros collas empezamos a ver el tema de los escaños reservados. De hecho, yo fui la colla que expuso en la comisión de constitución del Senado”, comenta. 

Como ya era una figura destacada entre sus pares, que había dejado atrás las suspicacias iniciales, Isabel decidió postular a la Convención Constituyente, tal y como lo hicieron otros 7 candidatos del pueblo colla (con sus respectivos candidatos sustitutos por paridad). 

Cotizó un servicio de imprenta en Santiago, imprimió 4.000 folletos para su campaña y recorrió la región intentando convencer a otros collas de respaldar su candidatura. El boca a boca, dice hoy, fue lo que más ayudó a su elección.  

Isabel Godoy finalmente resultó electa con 631 votos, muy por lejos candidata Violeta Palacio quien obtuvo 356 y quien resultó su más cercana competidora. 

En las horas previas a la sesión inaugural de la Convención, el 4 de julio, el nombre de Isabel Godoy, sonaba como una de las eventuales cartas a presidir la instancia. Su rol en la coordinación previa con los demás constituyentes con escaños reservados, dice hoy, fue clave para ello. 

-Llamó la atención ver en la sesión inaugural esa pequeña disputa por los votos entre usted y Elisa Loncón. ¿Cómo se gestó ese apoyo?

-Mire, nosotros empezamos a trabajar con los escaños reservados el día 31 de mayo. Ahí nos articulamos nosotros, con mi equipo dijimos: ¿articulemos a los indígenas de esos escaños para que lleguemos allá preparados?”.

-¿Y eso se concretó?

-Mucho. Nos juntábamos todos los días y empezamos a trabajar el tema de los reglamentos, de los contenidos, presupuesto, y a ver cómo nos íbamos a organizar. Si queríamos o no queríamos que nos llamaran bancada, o si preferíamos escaños… pero nunca estuvimos pensando en la presidencia. Eso lo dejamos para el último, y dijimos dos días antes: “ya, cuando nos juntemos allá (en la Convención), decidimos”. Pero los mapuche se adelantaron. 

-Me imagino que corrían con ventaja por ser mayoría.

-Sí, son siete personas, pero son una nación entre varias otras.

-Claro. Me refería en términos numéricos en la Convención…

-Es que aparte ellos son más políticos que nosotros. Entonces, yo no sé hasta el día de hoy si es verdad que tuvieran negociación con el Frente Amplio para que saliera Jaime Bassa de vicepresidente, aunque todos los resultados dan a entender que sí. Entonces nosotros nos enteramos por la prensa, nos enteramos una semana antes de viajar. En ese intertanto, nosotros estábamos buscando recursos, cómo poder ir con nuestros asesores. Y buscamos una ONG e hicimos una pedida por el PNUD…

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-¿Esa gestión era para todos los pueblos o sólo para usted?

-Para los 17 escaños reservados más los tres indígenas que habían sido electos por votación general: una diaguita, otra aymara y otra mapuche. Pedimos que les pagaran a ellos el alojamiento, la alimentación y los pasajes de un asesor. Y que nos prestaran un espacio para juntarnos los 20. 

¿En ese momento plantearon la molestia a los constituyentes del pueblo mapuche?

-Cuando pasó esto fue un pequeño quiebre de confianza, porque a nosotros no fue el pueblo mapuche a decirnos a la reunión: “saben qué, nos reunimos y queremos presentarle a Elisa Loncón para candidata, ¿qué les parece?”. Eso nosotros esperábamos. Pero eso no pasó, nosotros nos enteramos por la prensa que el pueblo mapuche levanta a Elisa Loncón y que el Frente Amplio los apoya. O sea, ¿qué está pasando aquí? Tuvimos reunión ese día y no nos dijeron nada. Al día siguiente, nos volvimos a reunir y tampoco dijeron nada. Al tercer día, nos reunimos y tampoco. Y ya después nos juntamos los pueblos restantes del norte y tuvimos una reunión y ahí decidimos que íbamos a hablar con los hermanos mapuches, que los íbamos a interpelar, reconociendo su derecho a la autodeterminación.

-¿Y qué pasó?

-Nos dijeron: “Es que ustedes tienen que apoyarnos”. A lo que respondimos “¿Por qué? Si nosotros nos declaramos con la libertad de votar por quien nosotros queramos”. Y además, nos reservamos el derecho de querer o no presentar otra candidata. Ahí fue cuando se les movió el piso, trataron de buscarnos por todos lados, y ahí tuvimos otra reunión, donde el pueblo quechua dijo “nosotros hemos decidido que la persona que se merece tener la presidencia es la hermana Isabel Godoy”. El pueblo diaguita dijo lo mismo. Y yo me quedé muda, no sabía qué decir.

-¿No fue algo que había buscado?

-No; ahí yo dije “déjenme pensarlo”. Y ahí el pueblo mapuche armó toda una articulación para tratar de bajarme. Cuando empezaron a hacer eso, me despertaron el orgullo. Yo dije “no, si mis hermanos consideran que yo debo ir, voy a ir”. (Los mapuches) me dijeron: “no, pero es que usted tiene que bajarse”. La machi fue bastante grosera con nosotros. Eso no nos gustó a muchas personas, porque fue muy irrespetuosa, queriendo golpear la mesa y en modo “¡ustedes tienen que aceptar a Elisa Loncón!”.

-¿A Francisca Linconao se refiere?

-Claro. Entonces yo le dije que nosotros la respetamos mucho a ella como autoridad ancestral, pero yo no tenía por qué recibir órdenes. Y al final se paró y se fue. Por eso la prensa dijo que la machi se había enojado. Y porque alguien sacó la noticia para afuera.

-¿Qué pasó después?

-El sábado nosotros subimos al cerro Chena y de nuevo, cuando veníamos de vuelta en el taxi, me volvieron a insistir para llegar a un acuerdo para que apoyar su propuesta. Ahí ya me enojé. “¿Sabes qué Adolfo (Millabur)? -le dije yo- ¿Por qué es tanta tu insistencia?”. “Es que lleguemos a un acuerdo”, me dijo. Yo le dije que un acuerdo puede ser que vayan dos candidatas, la candidata de los pueblos del norte, los pueblos invisibilizados, con los pueblos australes y ellos por la nación mapuche. “No, es que se van a dividir los votos”, me dijo. “No sé Adolfo, nosotros no buscamos esto”. Porque yo antes le dije “yo bajo mi candidatura, la hermana Elisa baja su candidatura y empezamos de cero y podemos hasta nombrar a otra”. Y no quisieron.

-¿Y no se planteó que votaran previamente por quién apoyar?

-Ellos no querían. Hicieron una campaña interna en mi contra, poniéndome fotos con Jadue, la candidata que buscaba al Partido Comunista y un montón de cosas.

-¿Eso fue por WhatsApp?

-Sí, por WhatsApp mandaban esas fotos. Y era una campaña en el Frente Amplio igual. Por el Partido Socialista también, estaba la Ramona Reyes ahí que es indígena y ella articuló con el Partido Socialista y delante de todos ella me dijo: “Oye pero si tú erescomunista po, ¿por qué no lo reconocís?”. Y bueno, eso pasó ya. 

-Bueno a usted la apoyó el Partido Comunista y parte de la Lista del Pueblo ¿Cómo se coordinó eso?

-El sábado en la noche me llamaron los de la Lista del Pueblo y me dicen que quieren hablar conmigo. Hicimos un Zoom y me preguntaron cuáles eran mis aspiraciones, cuál era mi programa y empezaron como “ya, nosotros también queremos esto”. Aparte que yo tenía un plus, que yo estaba por los presos políticos, yo soy ex presa política, soy del Informe Valech.

“A mí no me duele que me digan que soy comunista”

-¿Qué siente cuando hoy le dicen que es comunista?

-A mí no me duele que me digan que soy comunista, porque yo soy comunista. Pero soy independiente, soy una mujer independiente que tiene posición política y que no tiene miedo de decir que es de pensamiento comunista. No es eso lo que me molesta, sino que me digan que yo soy infiltrada del Partido Comunista. Eso me molesta.

-Usted apareció en la franja de jadue ¿Eso no tuvo que ver en los votos a su favor?

-No, eso no tiene que ver, porque nunca fui amiga de él. El asunto de la franja partió porque aquí en Copiapó hay un comando independiente que lidera Patricia Cruz y Cindy Quevedo, quienes son collas y están con Jadue. Ellas me lo pidieron.Y están también las hermanas Dorador, de Tierra Amarilla, con las que yo hice mi campaña y son independientes, no militantes. Entonces me invitan a grabar la franja y yo dije: “sin conocerme él me dio un video para mi campaña, así que feliz de apoyarlos en la franja”. Y lo volvería a hacer. Si él sale, si gana en la primaria, y me lo pide de nuevo, lo volvería a hacer. En mis tiempos libres sí.

-¿Habló con Jadue después de todo esto?

-No he hablado con él. Ni siquiera tengo el teléfono de él.

-¿Y ese video no implicó que usted ganara algo, ni que le dieran votos, ni algún tipo de negociación?

-No, nada. De hecho, nadie sabía que yo había grabado para Daniel. Cuando me dijeron “Isabel, saliste en la franja”; y yo en expresión bien chilena dije “conchetumare, ¡verdad!”.

-¿Se le había olvidado? 

-Claro, exacto. Salí tan linda.

-Oiga, ¿y no le reprocharon nada los constituyentes de los pueblos originarios?

-Me preguntaron y yo les expliqué. La Bea Sánchez sale en la franja de Boric, y hay muchos que salen y a nadie se le cuestiona. Pero a mí se me cuestiona, es como que fuera un pecado, como que estuviera haciendo algo ilegal, algo malo. Y están dentro de mis libertades. Fue lo que yo dije a Ruggero Cozzi en “Mentiras Verdaderas”

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-En la primera votación en la Convención, ¿pensó en algún momento que podía ser la presidenta?

-No. Yo sabía que no. Pero era marcar un punto de que en Chile hay más pueblos. Y nosotros siempre dijimos con los otros pueblos que sabemos que vamos a tener que ir a una segunda vuelta y ahí ellos dijeron “pero nosotros no vamos a amarillar. Nosotros vamos contigo hasta la muerte”. “Ya” les dije yo: “Voy a tener que votar en blanco entonces para dar una señal de paz”.

-¿Y cómo llegó a eso?

-Ahí tuve que ir a hablar con Elisa y pedirle algunos gestos. Pero bueno, una vez en la elección uno no sabe si van a cumplir o no.

-Claro, tuvieron una conversación en esos minutos que dieron para la deliberación ¿Qué gestos pidió?

-Yo le dije “Mira, aquí marcamos dos hitos: fuimos dos candidatas indígenas. Una representaba al pueblo mapuche y otra representaba a los pueblos invisibilizados. Pero ahora, vas a ser tú la que va a representar a todos los pueblos, no sólo al pueblo mapuche, vas a ser la representante de los pueblos originarios ¿De acuerdo? Y nosotros queremos que promuevas la consulta de participación indígena de acuerdo a la declaración de Naciones Unidas y que avancemos en el tema de los dos tercios ¿de acuerdo?”. “De acuerdo”, me dijo.

-Después de eso hubo un abrazo

-El abrazo se da cuando vamos a la segunda vuelta y sale Elisa, y me paro yo y la abrazo. Eso quedó también grabado por la televisión y ha salido en algunas partes el abrazo que nos dimos.

-¿Confía en ella?

-Es que no la conozco mayormente a la Elisa, más allá de su currículum, que para mí es una tremenda académica profesional, cumple con todos los requisitos, sus capacidades no están en discusión, nunca estuvieron en discusión, sólo que simplemente fue la forma.

Abrazo entre Elisa Loncón e Isabel Godoy tras la elección de presidencia de la Convención


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