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16 de Marzo de 2022

Iván Pérez, trabajador de funeraria, y el Covid-19: “Me ha tocado hacer funerales sin que nadie despida al fallecido”

Iván Pérez

A Iván Pérez lo entrevistamos por primera vez en junio de 2020. Era asistente de carroza fúnebre, en medio de la pandemia. La carga de trabajo lo tenía destrozado física y emocionalmente. Hoy sigue en el mismo rubro, pero está mas tranquilo. Trabaja con todo tipo de decesos, pero cuando le toca uno por Covid se da cuenta de cuánto han cambiado las cosas.

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No ha sido fácil para Iván Pérez (34) la vida en estos últimos dos años. Su labor ligada a las funerarias y atención a familiares de difuntos, se ha incrementado en cantidad de horas laborales como si fuese un oscuro récord. Desde que comenzó la pandemia y, sobre todo, durante el inicio de la primera ola su trabajo en una funeraria de Santiago estaba a tope.

Cuando hablamos con Iván, hace 21 meses, como parte de la serie “Invisibles, pero fundamentales”, contaba que nunca había visto tantos muertos en su historia laboral. Proveniente de Medellín, Colombia, y perteneciente a una familia que ha trabajado siempre en el rubro mortuorio, la experiencia del Covid 19 que estaba viviendo en Chile lo tenía destrozado física y psicológicamente. Eso cuenta hoy cuando retomamos el contacto casi dos años después: “Uno se acostumbra a ver fallecidos, pero en el tiempo de la pandemia fue demasiado”.

Todo ese ritmo de trabajo con muertes producto del coronavirus duró unos 8 meses, hasta finales de noviembre del 2020. “Cuando pasó esa parte pandemia me dieron unas crisis de pánico con ansiedad, porque mi ritmo cambió de un momento a otro. Tenía compañeros con los que salíamos a compartir, iba al gimnasio y de un momento a otro la rutina se transformó en trabajo, trabajo, trabajo que desencadenó las crisis que aparecieron con el fin de la primera ola”, recuerda.

El relato de Iván habla de una tragedia de salubridad social que afectó a su salud individual como trabajador migrante y sin estar contratado formalmente. Trabajó durante ese año prácticamente las 24 horas y cuando quería descansar no lograba estar tranquilo: “Prácticamente yo vivía en la funeraria, salía muy en la noche y mi cuerpo no dio más hasta que colapsé”.

“Uno se acostumbra a ver fallecidos, pero en el tiempo de la pandemia fue demasiado”.

En la época que lo entrevistamos por primera vez, su día a día era atender a más de una decena de fallecimientos diarios por Covid. Pasaba enfundado en un traje de plástico que lo protegía completamente de un eventual contagio. Luego de colocar al occiso en la caja fúnebre y hacer los traslados en completas medidas de aislamiento, tenían que bañarse cada vez que hacían un servicio, descontaminar la carroza fúnebre y lavar la ropa que llevaba puesta.

El trabajo no paraba y los muertos se contaban por montones en varios hospitales de Santiago. Iván se acuerda de que lo más duro que vivió fue cuando le tocó recoger a cinco miembros de la misma familia entre los 75 y 24 años de edad.

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El miedo durante ese tiempo era su compañía. “Si me daba un dolor en el cuerpo, ya pensaba que tenía Covid; si me daba gripa, era Covid. Gracias a dios y las oraciones no me dio nada. Yo estoy vacunado. Cuando comenzó la vacunación nosotros fuimos de los primeros”, cuenta.

Cuando empezó la pandemia, Iván era padre de una niña recién nacida y que hoy ya tiene tres años. “Yo no vivía con la mamá de ella, pero sí con mi hermana y mi sobrina. Fue muy duro porque desde que empezó la pandemia nunca me acerqué a ellas. Para mí era desgarrador ver a mi sobrinita detrás de una puerta, sin poder abrazarla porque la podía contagiar. Mi hermanita me llevaba los almuerzos y los dejaba en conserjería para que yo los recogiera… estuvimos como ocho meses sin vernos”.

“Prácticamente yo vivía en la funeraria, salía muy en la noche y mi cuerpo no dio más hasta que colapsé”.

Viviendo en una pieza y trabajando todo el resto del día, el miedo, la preocupación y el estrés originaron los ataques de pánico que tuvo que combatir en silencio. Al menos cuando trabajaba, ya que al no tener contrato era imposible tener algún tipo de licencia médica. Trabajando a honorarios, cada fallecido significaba más plata.

“Si seguía refugiado y encerrado en una habitación, creía que sólo empeoraría. Igualmente seguí trabajando, prestando mis servicios como una persona responsable y profesional, porque si me quedaba en mi casa era un día en que no recibía dinero. Si salíamos por 10 fallecidos, todo eso iba sumando. La vida de un extranjero sí o sí significa trabajar duro para poder sustentarse y enviar dinero su país, a su familia e hijos”.

“A mi familia en Medellín les dio Covid pero se cuidaron harto”, cuenta e indica que solamente falleció una tía lejana. “Mi papá hace dos meses se enfermó y lo pasó mal. Quedó con algunas secuelas, igualmente yo no soy muy cercano a él, me dio mi vida y todo, pero nuestra relación es muy abierta. Sin embargo, fue duro, yo no sabía ni qué hacer, si se iba a recuperar o estar mal, los médicos decían un día que iba bien, al otro no… era una zozobra muy tensa, el estrés era todos los días. Lo llamaba cada 10 ó 15 minutos”, confiesa.

En pleno 2022, Iván habla de la pandemia en pasado, como si lo peor ya hubiera sucedido. Sentirlo así le ha permitido volver a reactivar sus lazos familiares y conocer –vía Facebook- a una colombiana afincada en Santiago con la cual son pareja hace menos de un año: “Eso hizo cambiar mi rutina”, dice.

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La primera semana de noviembre del 2021 abandonó el trabajo que lo terminó enfermando. “Ahora trabajo con un señor que trabaja para diferentes funerarias de manera externa. Nuestro proyecto es diferente, ya no trabajo de carrocero, sino que damos un servicio como corresponde: preparamos al difunto bañándolo, peinándolo o vistiéndolo para la velación”.

Trabaja en mejores horarios y condiciones salariales. Cambiar para mejor fue lo que le indicó el psicólogo que debería hacer: “Tengo otras rutinas de trabajo y como conseguí mi pareja puedo decir que me siento más acompañado, salgo un poco más. Antes me encerraba en mi cuarto, me duchaba, me dormía y salía a trabajar”, señala.

“Ahora trabajo con un señor que trabaja para diferentes funerarias de manera externa. Nuestro proyecto es diferente, ya no trabajo de carrocero, sino que damos un servicio como corresponde: preparamos al difunto bañándolo, peinándolo o vistiéndolo para la velación”.

“En mi trabajo sigo igual: busco que la persona quede de la mejor manera porque hay que tener en cuenta que hay un dolor detrás de cada fallecido, yo como profesional trato de que a persona se vea de la mejor manera para el último adiós”. Actualmente trabajan con todo tipo de decesos, pero cuando les toca uno por Covid, se da cuenta que todo ha cambiado desde que se inició la pandemia.

Así lo cuenta: “Antes esos cuerpos venían en una bolsa sellada, ahora son envueltos en sábanas o, a veces, sin nada. Este cambio fue alrededor de finales de año. Cuando tienen Covid nos ponemos de acuerdo con las familias si ellos quieren o no vestirlo, pero depende mucho de las funerarias. Si ellos lo necesitan, me hago cargo y me coloco mi traje de protección”.

Toma aire y remata: “A mí me ha tocado hacer funerales con sólo el fallecido no más. Sin nadie que lo despida. Eso durante la pandemia fue lo mismo y se sigue viendo”.

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