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Opinión

25 de Abril de 2022

Relaciones intergeneracionales: una obligación para las sociedades inclusivas

En el último siglo, la esperanza de vida en el mundo se duplicó. En el caso de Chile, un quinto de la población corresponde a personas de 60 años o más (CASEN 2020), proporción que para el 2050 se proyecta en un tercio del total de habitantes de nuestro país, según datos del Observatorio de Envejecimiento UC (2021).

Eduardo Toro Nahmías
Eduardo Toro Nahmías
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En el último siglo, la esperanza de vida en el mundo se duplicó. En el caso de Chile, un quinto de la población corresponde a personas de 60 años o más (CASEN 2020), proporción que para el 2050 se proyecta en un tercio del total de habitantes de nuestro país, según datos del Observatorio de Envejecimiento UC (2021). Los avances en diferentes industrias como la medicina y la tecnología han impulsado la revolución de la longevidad.

Sin embargo, es posible ver cómo la extensión de nuestras vidas no ha ido acompañada de cambios sociales y culturales que nos permitan construir sociedades inclusivas, intergeneracionales y, por tanto, más sostenibles. Tendemos a dividirnos por generaciones, tildándonos los unos a los otros de Baby Boomers, Generación X, Millennials y otras tantas categorizaciones que sólo nos fragmentan. Lo mismo ocurre con los espacios de ocio, donde es posible encontrar una alta oferta de “cursos para seniors”, pero pocos incentivos para que personas mayores puedan formar parte de instancias intergeneracionales, ya sea educativas, culturales o sociales.

En el último siglo, la esperanza de vida en el mundo se duplicó. En el caso de Chile, un quinto de la población corresponde a personas de 60 años o más (CASEN 2020), proporción que para el 2050 se proyecta en un tercio del total de habitantes de nuestro país, según datos del Observatorio de Envejecimiento UC (2021).

Los altos índices de soledad de la población mayor confirman estas divisiones. Según un estudio de la PUC, un 53% de las personas mayores percibe falta de compañía y una de cada cinco se siente excluida. Este aislamiento no sólo se da en el ámbito social, sino que también laboral, financiero, digital, educacional e, incluso, en los cargos de representación y toma de decisiones. Así, hemos aumentado la esperanza de vida, pero no nos hemos hecho cargo de integrar a las personas mayores a la vida en sociedad.  

En Europa, desde 2009, cada 29 de abril se celebra el Día de la Solidaridad y la Cooperación entre Generaciones, con el fin de poner en valor y concientizar respecto a la importancia del paradigma intergeneracional en la construcción de sociedades inclusivas. Una iniciativa que sin duda debiésemos replicar en nuestro país y a nivel regional. Nuestras vidas más longevas son una oportunidad para replantearnos la forma en que nos relacionamos. Hoy en día, aun cuando experimentamos una diversidad y representación generacional sin precedentes, es posible ver cómo las relaciones entre distintos grupos etarios pocas veces trascienden al ámbito familiar. 

En el marco de la Década del Envejecimiento Saludable de la ONU, la experiencia internacional sugiere avanzar hacia espacios de encuentro y participación social entre todas las edades. Existen experiencias exitosas que apuntan a esta dirección: soluciones habitacionales que reúnen jóvenes y personas mayores, proyectos de apoyo en la lectura por parte de adultos a niños o programas de mentorías intergeneracionales.

La inclusión digital es otra herramienta que facilita las relaciones intergeneracionales, permitiendo superar las distancias geográficas y de edad a través de herramientas de encuentro en línea, que además avanzan en la disminución de la brecha y exclusión que genera la falta de apoyo para la adquisición de habilidades tecnológicas. El estudio “Calidad de vida de las personas mayores durante la pandemia” (2021) de la PUC reveló que el principal uso que le dan las personas mayores a su celular inteligente es el de mantener contacto con conocidos a través del chat, como WhatsApp, seguido por realizar videollamadas. 

Nuestras vidas más longevas son una oportunidad para replantearnos la forma en que nos relacionamos. Hoy en día, aun cuando experimentamos una diversidad y representación generacional sin precedentes, es posible ver cómo las relaciones intergeneracionales pocas veces trascienden al ámbito familiar para instalarse social y culturalmente.

Desde el sector público, la integración social debe ser también un imperativo a la hora de generar políticas públicas. Hoy, muchas veces, se levantan planes y programas -tanto desde el Estado como desde centros de estudios- que no ponen en el centro a las personas mayores, y no atienden el paradigma intergeneracional como un eje principal de un nuevo modelo social, obviando el hecho de que estamos transitando hacia una sociedad cada vez más longeva.

Perdemos una inmensa oportunidad cuando no damos valor a la experiencia y resiliencia que solo una vida puede entregarnos. Un estudio de la U. de Stanford, y otro de la U. de British Columbia, analizó el impacto de los primeros meses de la pandemia en el nivel de estrés y emociones positivas de personas de distintos grupos etarios. Los resultados arrojaron que, aun cuando las personas mayores se vieron afectadas por medidas más restrictivas y un mayor nivel de riesgo al virus, enfrentaron de mejor manera la pandemia, teniendo más eventos positivos cada día, más alegría y optimismo, y menos emociones negativas.

Perdemos una inmensa oportunidad cuando no damos valor a la experiencia y resiliencia que solo una vida puede entregarnos.

El modelo intergeneracional no solo beneficia a la persona mayor, sino que también a los niños y jóvenes, que encuentran en el adulto un referente, lo que les permite proyectar su propio proceso de envejecimiento de una manera positiva y saludable, combatiendo así los estereotipos negativos de la vejez que perciben desde su infancia. Una sociedad intergeneracional es aquella que, en base al encuentro de las diferencias, logra avanzar junta en el proceso de envejecimiento y en el regalo que significa vivir más años de vida.

*Eduardo Toro es ingeniero civil de la Universidad Católica. Se desempeña como director ejecutivo de la Fundación Conecta Mayor UC desde su nacimiento en 2020. Antes trabajó en Techo y en los ministerios de Energía y Desarrollo Social y Familia.

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