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Opinión

7 de Julio de 2022

“Los colegios no son guarderías”

Vania Martínez Agencia UNO

Sin pretender transformar a los colegios en centros de salud ni a los profesores en personal sanitario, hay que reconocer que los profesores están en una posición privilegiada para aportar. Ellos, al establecer un contacto cercano y prolongado con sus estudiantes, cuentan con una oportunidad única para favorecer su adecuado desarrollo emocional y reconocer situaciones de riesgo que ameritan una evaluación en salud mental.

Vania Martinez Nahuel
Vania Martinez Nahuel
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Semanas atrás el presidente del Colegio de Profesores afirmó: “Nuestros contratos de trabajo en ninguna parte dicen que los docentes estemos contratados para cuidar niños. No somos guardería”. Sin embargo, a pesar de que no son guardería ni tampoco son la familia, ni son psicólogos, ni trabajadores sociales, a los profesores les toca ejercer roles de cuidado de manera frecuente.

Es de ahí que surgen dos inquietudes: por una parte, ¿son los docentes los encargados de llevar a cabo estos roles? Y, por otra, ¿están preparados los docentes para asumir roles de ese tipo?

En relación a la primera interrogante hay que reconocer que muchas veces quienes debieran cumplir roles de cuidado -tanto personas como instituciones- no lo hacen de una manera adecuada y oportuna. Ejemplos cotidianos de aquello son: un apoderado que no pide hora al psicólogo porque no cree en ellos, un estudiante que no puede dedicarle tiempo suficiente al estudio porque tiene que cuidar a sus hermanos menores, un centro de salud que no tiene suficientes profesionales, etc. Es entonces cuando, sin proponérselo ni planificarlo, los profesores se ven en la obligación de ejercer roles de cuidado.

A pesar de que no son guardería ni tampoco son la familia, ni son psicólogos, ni trabajadores sociales, a los profesores les toca ejercer roles de cuidado de manera frecuente.

En ese escenario, en realidad lo que corresponde es fortalecer el trabajo intersectorial y apoyar a quienes han descuidado sus roles o no los han podido ejercer de manera efectiva por distintas razones. Desde luego que gran parte de las familias requieren más herramientas; también nuestra sociedad debiera reconocer la necesidad que tenemos de fomentar actitudes solidarias para enfrentar las situaciones de crisis de distinto tipo.

Establecer alianzas con la Academia y los equipos de investigación puede ayudar a definir intervenciones posibles y útiles de implementar para un mejor bienestar de los estudiantes. Fortalecer las redes de apoyo, implementar intervenciones educativas en parentalidad positiva, fomentar la co-responsabilidad, establecer condiciones laborales que permitan compatibilizar los roles familiares, son estrategias probadamente efectivas que deben ser puestas en marchas por distintos actores.

Adicionalmente, sin lugar a dudas se requiere una mayor inversión en salud mental desde el Gobierno, el que ha prometido casi triplicar el presupuesto que tiene el Ministerio de Salud en esta área al final de su mandato. Esta inversión debiera materializarse paulatina y decididamente y apuntar no solo a realizar tratamientos oportunos y de calidad, sino también, intervenciones promocionales y preventivas basadas en la mejor evidencia disponible.

Por lo tanto, para un mejor bienestar de los estudiantes, se requiere que cada uno cumpla con su rol, las familias, la sociedad, el sistema de salud, las autoridades, etc.

Por otra parte, para favorecer el bienestar de los estudiantes y, sin pretender transformar a los colegios en centros de salud ni a los profesores en personal sanitario, hay que reconocer que los profesores están en una posición privilegiada para aportar. Ellos, al establecer un contacto cercano y prolongado con sus estudiantes, cuentan con una oportunidad única para favorecer su adecuado desarrollo emocional y reconocer situaciones de riesgo que ameritan una evaluación en salud mental.

Algunas de esas situaciones no son detectadas en los hogares porque a las familias les cuesta reconocerlas y, en otras ocasiones, porque ocurren en las mismas familias, como puede suceder con la negligencia, el abuso sexual y el maltrato físico y psicológico. Entonces podríamos decir que en relación a la pregunta ¿son los docentes los encargados de llevar a cabo roles de cuidado?, la respuesta sería que sí. De hecho, no solo los profesores pueden aportar, sino que además es necesario que lo hagan, incluyendo una adecuada detección y referencia al sistema de salud.

Para un mejor bienestar de los estudiantes, se requiere que cada uno cumpla con su rol, las familias, la sociedad, el sistema de salud, las autoridades, etc.

Sin embargo, además se requiere que los otros actores involucrados en el bienestar de los estudiantes ejerzan efectivamente su rol.

En relación a la interrogante de si están los profesores preparados para ejercer roles que favorezcan el bienestar de los estudiantes, es importante insistir en que por su experiencia y labor están muchas veces en mejor posición que las familias y el mismo sistema de salud para aquello. Sin embargo, frecuentemente los docentes tienden a sentirse inseguros de sus capacidades y dejan esos roles en manos de quienes consideran “más expertos” en la comunidad educativa, como psicólogos escolares o el equipo de convivencia escolar.

Se requiere avanzar en apoyarlos con capacitaciones y acompañamientos pertinentes a sus necesidades y su realidad local. Estas capacitaciones deben apuntar a actualizar sus conocimientos y fortalecer sus competencias y habilidades en temáticas de bienestar y salud mental de estudiantes. Eso sí, hay que recordar que para cuidar adecuadamente a otros debemos partir por cuidarnos nosotros mismos. Entonces es importante que los profesores además reciban herramientas y tengan condiciones laborales que favorezcan su autocuidado.

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