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Opinión

29 de Julio de 2022

La rebelión de los cuerpos

En Crimes of the Future estamos frente a un Cronenberg en estado puro, porque si hay algo que ha persistido a lo largo de toda su carrera, es su idea del cuerpo como un espacio privilegiado para el despliegue de los signos. El cuerpo lo es todo para Cronenberg.

Yenny Cáceres
Yenny Cáceres
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Pocos cineastas te hacen recuperar la fe en el cine como David Cronenberg. En tiempos de hype y redes sociales, en que el afán por estar a la moda justifica cualquier bodrio, la última estafa de la temporada se llama Todo en todas partes al mismo tiempo. Me sorprende la cantidad de gente embaucada con esta larga perorata sobre el multiverso, pero lo francamente imperdonable es que sea tan aburrida. Al otro extremo de la estridencia, Cronenberg, el viejo y querido Cronenberg, vuelve al ruedo con Crimes of the Future, una película que incomoda y que entiende al cine como un juego y un desafío para el espectador.

La cinta se basa en un guion que el director canadiense escribió hace veinte años, lo que demuestra que siempre ha sido un adelantado. En Crimes of the Future (recién estrenada en MUBI), Cronenberg imagina un mundo en que algunos humanos son una especie de mutantes, como es el caso de Saul (Viggo Mortensen), un artista visual que sufre la transformación de su cuerpo con la aparición de nuevos órganos, al punto que ha convertido esta condición en el eje de su carrera artística. Así, Saul organiza cuidadas performances durante las cuales Caprice (Léa Seydoux), una cirujana devenida en su asistente y amante, le extirpa sus tumores.

Pronto nos enteramos que la condición de Saúl no es aislada. Existe un Registro Nacional de Órganos que tiene en la mira estos casos, aunque se trata de una entidad estatal semiclandestina, que opera en unas dependencias ruinosas  y atiborradas de archivos. Uno de los funcionarios que trabaja en esta unidad, la reprimida Timlin (Kristen Stewart), dirá una de las frases más provocativas de la película: “La cirugía es el nuevo sexo”. A esto se suma la presencia de un grupo de traficantes que comercializan unas tabletas sintéticas, parecidas a una barra de chocolate, para alimentar a los humanos que consumen plástico, actividad que es vigilada por una nueva unidad policial que investiga estos delitos, denominados como crímenes corporales.

La cinta se basa en un guion que el director canadiense escribió hace veinte años, lo que demuestra que siempre ha sido un adelantado.

Y sí, todo suena extremo y muy Cronenberg, por cierto. Para quienes hemos seguido con pasión sus películas, Crimes of the Future es un festín de referencias. Es el Cronenberg que se sumergió en el mundo de las adicciones en El almuerzo desnudo (1991), su célebre adaptación de la novela de William Burroughs, el que vislumbró el alcance de las nuevas tecnologías en Videodrome (1983), el que mostró los perversos caminos que puede tomar la medicina en Mortalmente parecidos (1988), y el que exploró los límites del sexo y el erotismo en la perturbadora Crash (1996), otra de sus elogiadas adaptaciones, esta vez de J. G. Ballard.

En Crimes of the Future estamos frente a un Cronenberg en estado puro, porque si hay algo que ha persistido a lo largo de toda su carrera, es su idea del cuerpo como un espacio privilegiado para el despliegue de los signos. El cuerpo lo es todo para Cronenberg. El cuerpo es un soporte de creación, de escritura incluso, y Crimes of the Future va un paso más allá de El hombre ilustrado de Bradbury, cuando vemos tatuajes, no en la piel, sino que en los nuevos órganos de Saul. El cuerpo es nuestra máquina y, a la vez, con sus fluidos y el sexo, nos devuelve a nuestros instintos más primitivos. El cuerpo es política y por eso todo esto ocurre en una sociedad en que el control y la represión amenazan nuestras libertades.

En un mundo postpandémico, virtual y globalizado, en que todo parece estallar, especialmente los signos y la manera en que nos relacionamos, el cuerpo es un relato de nuestro tiempo o, como propone Cronenberg en un mensaje desplegado en una pantalla durante una performance de Saul, “el cuerpo es la realidad”. Cronenberg lo entendió mucho antes que todos, por eso Crimes of the Future es tan contemporánea y ambigua a la vez, y ofrece sugerentes lecturas. Puede ser vista como un alegato ecológico frente a nuestra pasividad ante el cambio climático, como una parodia de los excesos del arte contemporáneo y hasta como una reflexión sobre la imposibilidad de los afectos y del encuentro carnal en un mundo asolado por la tecnología y el multiverso.

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