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Opinión

10 de Agosto de 2022

Angel Olsen, la nueva reina del folk-rock

Lo que tenemos aquí es una cantautora que recoge lo más intenso de la historia de la música folk y rock y lo transforma veces en letanías viscosas de amor plateado. La imprecación de Angel Olsen va en línea directa con su compatriota y reina de la escena alternativa Fiona Apple: pero allí donde Fiona se sumerge en un torrentoso río helado aunque edénico, Olsen bucea con feliz abandono, flotando mar adentro.

Benjamín Galemiri
Benjamín Galemiri
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A medida que nos íbamos aproximando al enjambre humano de todos los que habían caído en la fascinación de esta extraordinaria mujer de nombre Angel Olsen, la nueva reina del folk-rock, nuestros corazones batían a mil por hora (el de mi novia francesa, la muy dulce Constance, y el mío) mientras esperábamos que Columbia Records anunciara el inicio de la conferencia de esta cantautora nacida en St.Louis, Missouri, Estados Unidos. Ya nos habían advertido que teníamos derecho a formularle solo una pregunta, según me dijo el que supongo era su jefe de protocolo. Claro que no era una conferencia de prensa habitual, Angel Olsen creaba un ambiente casi religioso, que por cierto le venía muy bien a su tipo de música devotamente mística.

A la inversa de las conferencias de prensa de las hostigosas reinas o divas del pop, ésta estaba armada por la propia Olsen. La estuve estudiando mientras respondía con sabia inteligencia y un poquito de humor sazonado con felicidad de artista satisfecha con su trabajo. “Bueno, ahora tu pregunta”, me dijo el manager ponzoñoso.

Había oído a mis colegas que le decían Miss Olsen. Yo no estaba dispuesto a entrar en ese juego banal de las formalidades, así que le dije bien clarito “Angel Olsen” y le hice mi estudiada pregunta: “How about God (Qué piensas de Dios)?”.

Claro que no era una conferencia de prensa habitual, Angel Olsen creaba un ambiente casi religioso, que por cierto le venía muy bien a su tipo de música devotamente mística”.

 Una semana antes: Angel, un rayo fulminante

Habíamos llegado a Nueva York hacía una semana, y con sabia perseverancia franco-chilena ya disfrutábamos de los conciertos de esta prodigiosa música y mujer. En varios teatros de la Big Apple escuchamos la voz pura y a veces agrietada de Angel Olsen. Disfrutábamos sus fervorosas canciones plagadas de aullidos de luna llena. Era una música sincera la suya. Su último álbum “Big Time”, para mí su obra maestra, da rienda suelta a su amor por la country music norteamericana, con ecos de la hermosa e hiper lírica folk singer chicana Joan Baez, con resonancias de la inteligente cowgirl Dolly Parton, con explosiones art deco de la intensa canadiense del folk Shania Twain. Todas ellas emergen en su vernaculares sonidos de expansión completa, así como también evanescencias de la inauditamente talentosa Cat Power, más conocida para quienes la queremos como Chan Marshall.

Ahora yo estaba solo. Mi novia francesa había cogido el primer avión a París; “cosas de francesas”, me dijo riendo para que no me preocupara. Pero con Constance yo no estaba preocupado para nada. Así que me encamine solo al nuevo concierto privado de la irradiante Angel Olsen en el Central de Nueva York.

Esta vez se presentaba en un excéntrico, aunque adorable teatro desvencijado vintage en el off-off Broadway. Sería un breve pero apoteósico show, como son habituales en esta ciudad tan querible que acogía con placer mundano al rayo fulminante que es Angel Olsen.

Un recital intemporal

Subió a escena entera como la noche, y bastó un segundo para darse cuenta del prodigio de su voz cuando desplegó su quizás más logrado último álbum del 2022, “Big Time”.

Arrancó con la majestuosa canción que es la intro al vinilo, “All The Good Times”, una especie de rayo solar de rodeo-rock, pura nostalgia electrónica. Siguió con “Big Time”, un momento de amor erótico, puras pepitas de oro se encendían en sus labios talentosos. Luego invitó al ávido y variopinto público a bailar mientras cantaba “All The Flowers”, otra vez el recuerdo inmanente de la soprano del folk mundial Joan Baez. Con “Right Now” obtuvo la mirada de todos los fanáticos que corrieron a selfiarse con ella, y cerró su recital privado con “This show It Works”, esa perseverante alegre tristeza de una canción para un clásico ganador de un inesperado Grammy.

Le pidieron una última canción, y lo hizo con “Get Home”, un rock intenso y blue marino, con su voz turquesa en todos los tonos de mujer tan entonada. Yo estaba boquiabierto. La tesitura de su voz era impresionante.

Arrancó con la majestuosa canción que es la intro al vinilo, “All The Good Times”, una especie de rayo solar de rodeo-rock, pura nostalgia electrónica. Siguió con “Big Time”, un momento de amor erótico, puras pepitas de oro se encendían en sus labios talentosos”.

Una semana después: el último recital

Al día siguiente presentó un álbum anterior, “ My Woman”, en su último recital en el Grenwich Village. Más en la vena rockera, pero siempre desplegando un talento venido de las raíces de la tierra.

Comenzó con la ecléctica “Shut Up Kiss Me”, un rock and roll lúdico, vertiente de música celestial con arrebatos eléctricos. Luego vino la hermosísima “Sister”, una elegía fraternal de puro amor insumisa. Con la canción “Woman” se elevaron las muy merecidas pretensiones musicales y de letra de esta bella mujer, quien que fue adoptada por una pareja “que podrían haber sido mis abuelos” ha dicho a la prensa con algo de resignación. Cuando llegó el turno de “Never be Mine”, el público lloraba de dicha por los majestuosos lamentos de su diva “alternativa” del folk-rock.

La bellamente traidora luna llena regó de bendita luz cremosa todo el escenario y todos pudimos admirar a esta joven artista, cuya garganta es bella aún en los gemidos a plomo que despacha con una herencia quizás de Debbie Harris, la ultra talentosa líder de “Blondie”. Pero también en Angel Olsen hay ecos de la madrina del punk rock, la muy inteligente y visionaria Patti Smith.

Lo que tenemos aquí es una cantautora que recoge lo más intenso de la historia de la música folk y rock y lo transforma veces en letanías viscosas de amor plateado. La imprecación de Angel Olsen va en línea directa con su compatriota y reina de la escena alternativa Fiona Apple: pero allí donde Fiona se sumerge en un torrentoso río helado aunque edénico, Olsen bucea con feliz abandono, flotando mar adentro, descubriendo su matriz musical que es el recuerdo de las folk´singers que la antecedieron y que ahora ella subsume en una apuesta de tonelaje original y mundial. No por nada cautivó a la muy exigente crítica francesa, sobre todo en París donde ella se deja amar cada vez que va de visita profesional.

Fui muy afortunado. Había visto con mis propios ojos la consolidación de una compositora audaz y fervorosa cantante, una plena y audaz mujer del siglo XXI que indicaba el nuevo camino del folk-rock. Fui privilegiado al degustar tanta irascible y al mismo tiempo dulce furia femenina transformada en música renovadora.

Su garganta es bella aún en los gemidos a plomo que despacha con una herencia quizás de Debbie Harris, la ultra talentosa líder de “Blondie”. Pero también en Angel Olsen hay ecos de la madrina del punk rock, la muy inteligente y visionaria Patti Smith”.

Sí, yo era muy afortunado. Angel Olsen rozaba con cruzado fervor la misma belleza musical con la punta de los dedos.

Y fue sólo entonces que pude comprender la apabullante y muy prestigiosa respuesta de Angel Olsen a mi pregunta en la conferencia de prensa unos días atrás, cuando poseída por un sentimiento de amor y pura luz brillante me respondió con toda la inmensa gracia de la poetisa del mar que es ella: ”As John Lennon said: God is a concept that what we measure our pain (Como dijo John Lennon: Dios en un concepto por el cual medimos medimos nuestro dolor)”. Se sintió un sordo frenazo de un Ferrari de gama alta en pleno Manhattan como respuesta a ese fragmento selecto de la poesía aristócrata del rock.

Sí, Dios es bueno.

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