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Opinión

10 de Agosto de 2022

Un insulto en papel de regalo

La CAM le responde a Bengoa que ellos no están en guerra con el pueblo chileno empobrecido, pero que el plebiscito no les concierne porque no hace más que confirmar el pacto colonial con un Chile que dejaron atrás hace mucho.

Rafael Gumucio
Rafael Gumucio
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José Bengoa, quien debe ser el más importante y ameno de los especialistas en historia mapuche, le escribe a Héctor Llaitul para pedirle una tregua de 30 días mientras dure la campaña del plebiscito. “Esta “tregua” no es ni con el gobierno, ni con el Estado, es con nosotros, con el Pueblo de Chile y los mapuches que tienen otras posiciones.” O sea, el pueblo chileno estaría en guerra con el pueblo mapuche y también con los mapuches de otra posición que la suya. Si no lo estuviéramos, no habría por qué pedir una tregua. La CAM le responde a Bengoa que ellos no están en guerra con el pueblo chileno empobrecido, pero que el plebiscito no les concierne porque no hace más que confirmar el pacto colonial con un Chile que dejaron atrás hace mucho.

Es en este marco –escriben—que la plurinacionalidad, como propuesta para la causa Mapuche, resulta ser una medida vacía de fuerza territorial y con nula perspectiva de transformación, ya que más bien es un invento académico de una élite que busca espacios y cuotas de poder sin tomar en consideración la realidad de injusticias ni las necesidades reales de nuestro pueblo.

No podría estar más de acuerdo con los redactores anónimos de la carta de la CAM. Lo está también, según todas las encuestas, la mayoría del pueblo Mapuche (y el chileno). La plurinacionalidad, como los derechos de la naturaleza, la igualdad sustantiva, el maritorio, las neurodivergencias o las disidencias sexuales, son conceptos que no nacen del pueblo sino que de creaciones académicas que han pillado por sorpresa un poco a todos. Generalmente el texto tampoco las usa adecuadamente o comprende su alcance y sentido cosa que confirma la preocupante indigencia intelectual de las enseñanza de las humanidades en Chile. Programáticamente infantilizante, dependiente de todas las modas anglosajona y su francés chapurreado, todos basados en una ignorancia orgullosa del latín, el griego o la historia de antes de 1973. Pero quizás peor que la indigencia intelectual, es la indigencia moral de quienes creen que su sueldos son una suerte de mesada que les permite ser más adolescentes que sus alumnos.

La carta de Bengoa parte reconociendo a la CAM no solo como un interlocutor válido, sino como una parte virtuosa y necesaria del proceso político en la Araucanía: “Creo que siempre—dice— es necesaria la existencia de organizaciones que vayan más allá de lo posible. Eso ha hecho la CAM.” Bengoa, no en vano de origen vasco, repite la dicotomía del nacionalismo vascongado. ETA y sus atentados sirvieron a los nacionalista moderados para conseguir del resto de España toda suerte de privilegios y prebendas (que nunca calmaron la violencia). Las condena a los métodos del terrorismo vasco eran así solo formales, en los hechos existía la conciencia que solo el fuego y la sangre desplaza de la frontera de lo posible. Los convencionales Loncon, Catrileo, Millabur, no controlaban la CAM que a su vez no controla la WAM, la RML, o la RMM. Pero los moderados saben que en parte de lo que hace que la sempiternamente racista sociedad chilena los acepte y halague, es también el miedo.

La plurinacionalidad, como los derechos de la naturaleza, la igualdad sustantiva, el maritorio, las neurodivergencias o las disidencias sexuales, son conceptos que no nacen del pueblo sino creaciones académicas que han pillado por sorpresa un poco a todos.

Bengoa agradece a la CAM que nos ayudan a ir “más allá de lo posible”. Pero más allá de lo posible está lo imposible. Es donde viven tantos ciudadanos chilenos de origen mapuche, alemán, chilote, belga, español o una mezcla de algunas de la anteriores. Imposible planificar su vida, imposible viajar donde quieren viajar, imposible dormir en paz, imposible entrar en tal o cual camino. Algunos cobran peajes con armas, otros los hacen con papers y columnas de opinión donde descubren la maravilla de tener dos apellidos mapuches en vez de ser como los pobres tipos que tienen uno solo.

Hemos elegido entre el deshonor y la guerra… elegimos el deshonor, y ahora tendremos la guerra”— se lamentó Churchill cuando Chamberlain trató de negociar la paz directamente con Hitler. Es lo que pasa siempre con quienes no entienden que los nacionalistas, de todo pelo y capacidad operativa, siempre prefieren la guerra a la paz. No lo hacen por maldad sino porque la guerra es la única que le asegura su supervivencia. Quemar es una manera cualquiera de no quemarse, matar una forma de no suicidarse. Lo imposible es para el fundamentalista del color y religión que quieras, su única posibilidad en el mundo.

Lo entienden a la perfección el pueblo mapuche y el chileno (que son dos caras del mismo pueblo) y por eso ven en la plurinacionalidad un regalo que nadie pidió. Una genialidad que se propone resolver los problemas del presente multiplicándolos en el futuro y repartiéndolo en el mapa. Un premio que es también un insulto. Que el imperio te enseñe a ser antimperialismo, la colonia a no ser colonial, que Chile te obligue a ser mapuche es finalmente algo contra lo que es no solo justo y lógico rebelarse. La CAM tiene en eso, y solo en eso, toda la razón. Es lamentable que quiera también tener la fuerza.

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