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De WhatsApp vecinales a cámaras en el antejardín: Los ciudadanos se organizan frente a la delincuencia

Focos con sensores de movimiento. Cámaras en los antejardines. Alarmas comunitarias y WhatsApp vecinales para alertar situaciones sospechosas. Láminas de seguridad en las ventanas del auto, gas pimienta, grupos de apoderados que se dan datos de chaleco antibalas para niños. Esas son acciones que consideran los ciudadanos para lidiar con la percepción de aumento de la violencia. The Clinic conversó con algunos ellos. Aquí están sus experiencias.

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Ilustración: Patricio Vera
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“Dada la contingencia nacional, donde los robos con armas de fuego se han vuelto parte del día a día…”. Así comenzaba el mensaje que llegó, a fines de julio, en un grupo de WhatsApp en donde hay 200 apoderados de varios cursos del colegio The Grange. Una de las apoderadas no prestó mucha atención hasta que vio comentarios que le llamaron la atención. “No es necesario esparcir el pánico, decía uno. #Es mejor tener a nuestros hijos protegidos”, acotaba otro.

Entonces entró a ver de qué se trataba. En el mensaje había un catálogo de 10 páginas que comenzaba describiendo el tipo de balas y profundidad del impacto que podían producir, seguido de imágenes de niñas y niños con chalecos antibalas que lucían como chaquetas acolchadas sin mangas. También había una alternativa para adolescentes: un polerón como cualquier otro, pero con protección asegurada.

En el mismo chat, quien presentó la idea mencionó que era el emprendimiento de un amigo. Las opiniones en el grupo estuvieron divididas. Ningún apoderado finalmente compró. Sin embargo, en el mismo catálogo aparece un WhatsApp con el cual contactarse de manera reservada, ya que este tipo de elementos es codiciado entre “delincuentes”, advierte el documento, junto con asegurar calidad, comodidad y garantía hasta la fecha de vencimiento del producto. 

La apoderada consultada, quien prefirió mantener su nombre en reserva, dijo no tener por el momento ninguna medida preventiva, salvo lo que comenta con amigas y apoderados sobre evitar ciertas autopistas, no salir de noche en auto y andar alerta al manejar.

En Chile la venta de chalecos antibalas es legal. Sin embargo, sólo se venden una vez que el comprador muestra sus antecedentes penales. Tienen un valor que va desde los 80 mil hasta el millón de pesos.

Al ser contactado el emprendimiento de chaleco antibalas para niños, mencionado en el WhatsApp de apoderados, su creador prefirió no dar declaraciones. Sólo mencionó que la idea surgió a raíz de una experiencia personal y que intenta ayudar a otras personas que “estén preocupadas por la seguridad de su familia”.

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Los robos violentos de vehículos– dentro de los que están las encerronas y los portonazos– han aumentado en un 115% este año en comparación al anterior. Si el 2021 Carabineros registró 2.838 casos, este año lleva  6.104 de estos atracos.

Hace dos meses, Consuelo Peña (39) iba manejando de regreso a su casa a las 8 de la noche, cuando se detuvo en una luz roja. Fue ahí, en plena avenida Santa Rosa, que dos sujetos se acercaron por ambos lados. “El que estaba junto a mi ventana me apuntó con un arma y yo sólo atiné a taparme la cara, mientras sentía como el otro golpeaba el vidrio con algo que no alcancé a identificar. Casi de manera automática aceleré. De haber logrado romper el vidrio me habrían quitado el auto“, cuenta.

El que estaba junto a mi ventana me apuntó con un arma y yo sólo atiné a taparme la cara, mientras sentía como el otro golpeaba el vidrio con algo que no alcancé a identificar. Casi de manera automática aceleré. De haber logrado romper el vidrio me habrían quitado el auto”, cuenta Consuelo Peña.

Después de lo ocurrido, Consuelo habló con sus tres hijos, todos menores de 10 años, y desarrollaron un pequeño plan preventivo en familia. No es raro. El director de Paz Ciudadana, Daniel Johnson, aseguró hace unas semanas en The Clinic que, según una encuesta realizada por la institución, un 90% de las familias ha tomado medidas para protegerse de la delincuencia.

“Desde entonces cada vez que nos subimos al auto y está oscuro lo hacemos rápido y partimos -explica Consuelo-. Los niños ya saben cómo deben sentarse en sus sillas y el mayor los asegura cuando ya estamos arriba con las puertas cerradas. Prácticamente ya no nos quedamos detenidos en ninguna parte por mucho rato y en caso de ocurrir una encerrona y que logren abrir el auto, los niños saben que deben soltarse de sus sillas; y una vez que yo les diga, nos bajamos y entregamos todo sin resistencia”.

Cercanos a Consuelo, que habían vivido situaciones similares o motivados por la prevención, le recomendaron poner láminas de seguridad en las ventanas de su auto. Además, en uno de los grupos del curso de sus hijos, se enteró de que la ley 21.170 -conocida como anti portonazo- exigía a las aseguradoras proveer de GPS y elementos de seguridad como cortacorrientes para dejar detenido el auto y protección en los vidrios a los vehículos asegurados.

Consuelo Peña enfrentó un intento de encerrona a su auto.

Constanza Zuleta, asesora de compras por importación, cree que debido a esa ley y al clima de inseguridad es que ha aumentado la compra e interés en estos productos. “Las láminas de seguridad han subido en un 50% desde el último año”, estima. “Se adhieren sobre el vidrio y evita que puedan ser quebrados. A mayor espesor de la lámina, mayor resistencia tendrá la ventana del auto y eso entrega una sensación de blindaje bien tranquilizadora”.

Agrega que las consultas por traer otros artículos de prevención de robos, como cortacorrientes de motos, autos y elementos disuasivos, también se han disparado. “Tengo varios clientes interesados en traer grandes cantidades de estos productos, porque existe la sensación de que la variedad disponible hoy en el mercado es acotada y muy demandada”.

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Esteban Rodríguez (33) maneja un colectivo en Pucón y conversa con pasajeros todo el día. A raíz de eso vio la oportunidad de empezar a vender gas pimienta y ha tenido un amplio éxito. “Acá no es lo mismo que en Santiago, pero la inseguridad que viven muchas personas y sobre todo mujeres es bien particular, muchas deben caminar 15 minutos en medio de bosques para llegar a sus casas y lo han pasado bien terrible en esos trayectos”, resume.

Según el reglamento de la Dirección General de Movilización Nacional (DGMN),  la venta de elementos lacrimógenos está permitida siempre y cuando sus ingredientes contengan pimienta o ají. Así, el emprendimiento de Esteban está en regla.

Él además menciona otro punto: que una medida de prevención usual es que las personas prefieren llamar a un automóvil conocido que arriesgarse con aplicaciones donde no conocen al chofer. Él mismo es el contacto de confianza de varios. “Mucha gente acá sale tarde de sus trabajos. Además que la locomoción no llega a todas partes, está oscuro y todo eso da una sensación de peligro constante”, señala.

Esteban Rodríguez maneja un colectivo en Pucón.

Dentro de todas las mediciones sobre inseguridad que andan circulando, la Encuesta de Bienestar Juvenil 2021, realizada por la Universidad Andrés Bello, recoge lo que viven las mujeres jóvenes. Sostiene que el 88% de ellas no se sienten seguras al salir a calle.

Chris Henríquez (32) hace dos años que toma clases de defensa personal para saber cómo actuar contra un atacante. Llegó allí luego de vivir seguidos episodios de acoso en el transporte público; y aunque tomó clases de otras disciplinas que prometían seguridad, se dio cuenta que éstas eran deportes y no están pensadas en la defensa. “Me arriesgaba más a una lesión que a librarme de un agresor” cuenta. Todo esto cambió cuando entró a clases de Krav Maga, práctica israelí que permite actuar con rapidez ante un ataque. Gracias a técnicas de movimientos naturales del cuerpo, dirigidas con rapidez y hacia puntos certeros. Rodrigo Jofré (41), su entrenador, cuenta que sus clases las toman más mujeres que hombres, y que en su mayoría “han llegado después de un asalto o evento traumático sufrido a manos de terceros”. También hay quienes las toman por  “la inseguridad diaria que se vive en las calles a toda hora”, señala Rodrigo, quien está inscrito en la DGMN y realiza clases a personas sin antecedentes penales. Lo hace en el Parque Bustamente y en La Florida.

“(Las láminas) se adhieren sobre el vidrio y evita que puedan ser quebrados. A mayor espesor de la lámina, mayor resistencia tendrá la ventana del auto y eso entrega una sensación de blindaje bien tranquilizadora”, explica Constanza Zuleta.

Jocelyn Tapia (36) tiene una hija de 15 años que va al Liceo Javiera Carrera. Todas las mañanas salen juntas de la casa y se dividen muy temprano en el metro Santa Ana para seguir cada una a sus destinos. Ahí, su hija se junta con compañeras de curso y se van a clases. “Entre las mamás que no podemos acompañarlas, nos sentimos más seguras cuando están en grupo y ellas también lo sienten así”, explica Jocelyn.

También comenta que su hijo de 13 años, no está exento de asaltos en la calle o el transporte público, “pero las mujeres corremos además el riesgo de ser manoseadas”. El cuidado de Jocelyn y otras apoderadas es a partir de una experiencia personal que ella vivió años atrás. “Al salir del vagón un hombre me manoseó completa. Me quedé helada y me puse a llorar, aún así nadie hizo nada. No quiero que mis hijos estén expuestos a eso, andar en grupo es clave”.

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La sensación de temor entre los ciudadanos se ha disparado. La Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana, hecha por el INE, muestra que la percepción sobre la inseguridad en el país es del 86,9%. Sin embargo, sólo un 16,9% de los hogares encuestados declaró haber sido víctima de atracos, la cifra más baja que ha registrado la medición desde que se realiza anualmente desde el 2012.

En eso, en esa sensación de inseguridad que crece, había coincidido también el director de Fundación Paz Ciudadana en su entrevista con The Clinic: “La sensación de delito puede ser más dañina que el delito mismo”, explicó a propósito de la medición.

El chat entre vecinos se ha instalado como una de las medidas más habituales entre los consultados por The Clinic. Aunque en su mayoría son grupos de WhatsApp, muchos en paralelo también tienen cuentas en SOSAFE, la aplicación chilena que ofrece comunicación entre vecinos, municipios, bomberos y Carabineros. EL 2019, cerca de 30 municipalidades en todo Chile contaban con esta aplicación como sistema de información y coordinación entre policías y vecinos, según datos publicados por SOSAFE en su página. Gracias a la geolocalización que ofrece, los mismos usuarios van aportando información sobre accidentes, robos, situaciones peligrosas o mascotas perdidas. 

Mauricio Allende (37), presidente del comité de vecinos de su comunidad en Santiago Centro, cuenta que entre ellos se comunican por un grupo WhatsApp, donde hay propietarios y arrendatarios. Sin embargo, de manera simultánea varios de ellos también utilizan la aplicación, como cualquier persona que puede hacerlo con sólo descargarla. A su juicio, “SOSAFE es como el chat de vecinos, pero amplificado a nivel ciudad”.

Alejandra Muñoz (50) vive en La Serena y junto con sus vecinos están permanentemente conectados por el grupo de WhatsApp que lleva el mismo nombre de la calle en la que viven. Tienen una alarma comunitaria desde hace un par de años y cada uno puede activarla cuando se ve en peligro. “Es un control similar al de un portón eléctrico y emite un sonido como si fuera un botón de pánico“, explica. Lo usan durante el día y la noche cada vez que ven algún auto o persona en situación sospechosa.

“Somos 20 vecinos en total y todos tenemos horarios diferentes, hay quienes trabajan en la casa, otros salen en oficina, entonces eso nos da la sensación de que todos están pendientes de lo que pasa y cuándo hay movimiento en el lugar”, dice Alejandra.

Hace un tiempo, mientras ella estaba en su trabajo y sus hijos en el colegio, dos menores intentaron abrir uno de los ventanales para entrar a su casa, pero justo cuando parecían lograrlo, el vecino de al lado los vio desde el segundo piso y activó las alarmas comunitarias, llamaron al Plan Cuadrante y los delincuentes fueron capturados a unas cuadras. Un par de kilómetros más al sur, en Coquimbo, los vecinos de Juan Luis Cortés (60) no tuvieron el mismo desenlace. Hace un mes entraron a la casa de uno, le dispararon en el abdomen, robaron especies y escaparon. A los pocos días el vecino baleado falleció. El caso sigue en investigación.

Juan Luis Cortés y sus vecinos se han organizado en Coquimbo.

“Como vecinos hemos tomado algunas medidas a nuestro alcance, siempre estamos pendientes y conectados por el  grupo de WhatsApp, cuando vemos algo sospechoso salimos a ver entre todos. Hemos puesto focos con sensor de movimiento y cámaras en nuestros antejardines. Tenemos la sensación de que evidentemente está más peligroso, pero con pequeñas medidas como no dejar el auto estacionado afuera y saber que estamos todos conectados, nos sentimos seguros y tranquilos. No sacamos nada con entrar en pánico“, dice Cortés.

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En varios chats de condominios de Peñalolén, vecinos cuentan que constantemente hay desconocidos que intentan ingresar a los recintos. Daniela González (35), que está en uno de esos grupos, señala que “todos los días reportan al menos un auto que intentó entrar detrás de algún residente. Si no fuera por las cámaras y los conserjes que piden los datos, habría muchos robos más. Toda nuestra atención está en reforzar eso para evitar que entren a las casas”. 

Sin embargo, detalla que más allá de la compra de cámaras de seguridad y dobles turnos en las consejerías, no han tomado nuevas medias grupales. “Tengo la sensación de que ha aumentado harto la delincuencia en el sector, pero me siento segura, confío en los conserjes que tenemos y en mi antejardín siempre está mi perro que es grande y le ladra a los desconocidos”, reflexiona, optimista.

Hemos puesto focos con sensor de movimiento y cámaras en nuestros antejardines. Tenemos la sensación de que evidentemente está más peligroso, pero con pequeñas medidas como no dejar el auto estacionado afuera y saber que estamos todos conectados, nos sentimos seguros y tranquilos. No sacamos nada con entrar en pánico”, dice Juan Luis Cortés.

Esa tranquilidad es la que espera sentir Lorena Gutiérrez (39) y sus vecinos, quienes viven en un pasaje sin salida en La Reina. En cuanto comenzaron los robos al interior de los autos y las casas, sintieron que debían tomar medidas. “Sobre todo porque este barrio es de gente mayor y familias con niños”, detalla.

“Una noche mi marido tuvo el descuido de dejar estacionado afuera el furgón cargado con los despachos de espumantes que tenía para el día siguiente. La sorpresa fue que en la mañana, cuando llegó la persona que realiza las entregas, el vehículo estaba vacío. Se habían robado todo”, cuenta Lorena.

Daniela González y sus vecinos se han organizado en Peñalolén.

Ante los robos sufridos por su familia, las de sus vecinos y la tardanza que tenía Carabineros en llegar, “decidimos organizarnos para protegernos“. Como es frecuente en estos casos, empezaron a conversar más entre vecinos, e hicieron un grupo por WhatsApp. Aún así los hurtos fueron aumentando, entonces comenzaron a barajar la idea de poner un portón para cerrar el pasaje.

La ley permite que los concejos municipales pueden autorizar el cierre de una calle o pasaje por razones de seguridad. Además, los interesados deben contar con el visto bueno de las direcciones de tránsito, obras municipales, Carabineros y bomberos de la comuna. Junto con eso, el 80% de los propietarios debe estar de acuerdo.

Lorena comenta que como pasaje cumplen con los requisitos necesarios para el cierre, pero aún les queda reunir una parte del dinero para costear el portón, ya que al ser una iniciativa entre vecinos agrupados, la municipalidad financia el resto.

Decidimos organizarnos para protegernos”, cuenta Lorena Gutiérrez, vecina de La Reina. Hicieron un grupo por WhatsApp y comenzaron a barajar la idea de poner un portón para cerrar el pasaje.

Para evitar el ingreso de autos sospechosos, algunos condominios cerrados han creado curiosas formas de identificación para saber de inmediato cuál es el auto que no pertenece a un residente y que está intentando entrar de mala manera al lugar. Rodrigo Zepeda (37) vive en un condominio de edificios en La Florida y cuenta que este año le entregaron un sticker distintivo para su auto. “El mío es blanco y tiene una figura geométrica que debe ir en cierto lugar del parabrisas, pero quien vive en la torre de atrás, tiene uno azul con una figura distinta y debió pegarlo en otro lugar del auto. Es un sistema sencillo, pero que de alguna forma evita que alguien pueda intentar hacerse pasar por residente”. Está confiado en los resultados que pueda dar esta medida.

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