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Opinión

14 de Mayo de 2023

Columna de Pierre Ostiguy | De la protesta masiva ‘roja’ al triunfo republicano: la rebelión de los pueblerinos

"Se escuchan dos grandes tesis, solo parcialmente correctas: una, del clima destituyente, donde se vota básicamente “en contra” (de lo que sea)", escribe Ostiguy

Por Pierre Ostiguy

¿Qué pasó para que, en dos años, un movimiento de cambio aparentemente imparable, de parte de un “pueblo de Chile” “despertado”, de inclinación transformista (refundacional, dice la derecha) y más bien “roja”, y que parecía claramente mayoritario políticamente, diera lugar a un pueblo de Chile que apoyara masivamente al Partido Republicano, pinochetista, retrograda y conservador? ¿Qué habrá pasado para que todas las esperanzas colectivas que se depusieron —excesivamente, quizá— en un nuevo texto constitucional, escrito ex nihilo, dieran lugar a que la principal fuerza encargada de la redacción del nuevo texto constitucional fuese precisamente la fuerza -el Partido Republicano que no quiere cambiarlo y que promueve el texto del 80? ¿Tenemos un pueblo chileno “esquizofrénico”? A nivel constitucional, ¿qué tipo de mandato contradictorio estamos dando? ¿Vamos con el viento?

Quiero ofrecer dos explicaciones por el triunfo republicano, relacionadas: una histórica, breve y más conocida; y otra novedosa y poco conocida, más bien estructural y que dice relación con el grueso del electorado chileno y los ejes políticos de diferenciación. Se parte de una columna publicada en CIPER el 30 de septiembre 2022, luego del Rechazo, cuando salió a la luz para Chile un nuevo clivaje de carácter más urbano-rural, que es más valórico que económico, y que es común en numerosos países aun si fue su primera aparición en Chile. Si bien ese explicó el carácter del Rechazo del 4-S, no explica la radicalidad del cambio político en Chile: de la “revolución” de masa a la “contra-revolución” de masa, en menos de solo dos años. ¿Se trata de un mero “cambio de opinión”? ¿Es una falta de consistencia vinculada a cambios en los temas que dominan la agenda presentista? Creemos que no.

Se escuchan dos grandes tesis, solo parcialmente correctas: una, del clima destituyente, donde se vota básicamente “en contra” (de lo que sea); y la otra, de un giro, difícilmente comprensible, entre una izquierda transformadora hacia un conservadurismo rancio. Y todo eso, en menos de dos años.

A nivel histórico, tiene algo de razón Evelyn Matthei cuando declara: “El resultado de hoy día todavía tiene mucho que ver con el espanto, con el rechazo que causó en los chilenos tanto el comportamiento de los Constituyentes como también el texto que propusieron. Yo creo que ese daño le está penando aun a la izquierda” (CNN-Chile, Tolerancia 0, 7 de mayo 2023). Pero ¿por qué se hubiesen “espantando” tanto los chilenos, si aquel texto y esos constituyentes estaban bastante en línea con lo que se pedía y reclamaba en Chile entre 2019 y 2021?

Nuestra tesis sociohistórica, simple, requiere de un armado conceptual algo más complejo que la dicotomía institucionalidad/destitución o de lo que permite el simple espectro político unilineal izquierda-derecha, que es hasta ahora el único modo de pensar la política en Chile. En casi todos los países ahora (y eso incluye a Chile, por lo visto), hay dos ejes izquierda-derecha: el clásico, sobre economía, distribución, papel del Estado en la economía y que en Chile se ha centrado sobre las cuestiones del “neoliberalismo”, de un Estado de bienestar o de un Estado subsidiario. El segundo eje, menos tematizado en Chile, es un eje izquierda-derecha valórico (unos dicen “identitario”), que tiene que ver con la cantidad de fuerza que la autoridad debe ejercer para imponerse y, en Chile, con diversidad versus unicidad nacional. (Véase Figura 1.) Por razones de sociología electoral, esos dos ejes se suelen presentar en forma de X.

Figura 1

Ahora —y aquí es lo novedoso— lo que ocurre en Chile no es una simple copia de las famosas guerras culturales que dividen a EEUU desde hace medio siglo, ni del llamado “GAL-TAN” europeo (Green-Alternative-Libertarian versus Traditional-Authoritarian-Nationalist), que ha llenado tantas páginas politológicas. Aun si cuesta mucho pensar en esos términos en Chile, creemos que hay algo que une los dos puntos de abajo (en la Figura 1), así como los dos puntos de arriba, formando conceptualmente así un eje perpendicular al eje izquierda-derecha. Se trata, por un lado, de un deseo, de una preferencia “comunitarista nacional”, con un Estado “pesado”, “fuerte y que sabe imponerse” (tanto a la izquierda con un Estado que “cumple” para todos en la salud, la educación, las jubilaciones, etc.; como a la derecha, con policías, respeto a la bandera, fronteras militarizadas, himnos a Carabineros, etc.). Y, por otro lado, unas preferencias, unas actitudes, diferencialistas y fundamentalmente (en todos los sentidos, filosóficos, valóricos, etc.) liberales.

Tanto la sociología electoral chilena como la historia política reciente nos hacen pensar que el grueso del pueblo chileno “común y corriente” está más bien ubicado en la parte de abajo del gráfico. Las elites económicas chilenas (y las comunas en que residen) han estado siempre en el polo arriba de derecha (“neoliberalismo”; mercado y libre elección). Mucho de la juventud militante chilena nueva se ha ubicado en el polo arriba de izquierda (critico de los valores tradicionales y de las relaciones sociales jerárquicas tradicionales, con un sesgo anti-autoridad). Esa diferenciación sociológica no es particularmente original.

Dicho eso, uno está ahora en condición de proveer la clave, sociohistórica, del misterio del “cambio de opinión” masivo. A partir del estallido social, se imponen públicamente las demandas socioeconómicas propias del polo de abajo a la izquierda: básicamente, para simplificar, la dignidad otorgada por un Estado de bienestar y por un sistema que no fuese “neoliberal”. La Convención Constitucional que se eligió en mayo del 2021 tenía —en línea con eso— un muy claro sesgo de izquierda, combinando demandas y posiciones de ambos tipos de izquierda. A nivel de fondo, lo que provocó mucha reacción negativa, dudas, recelos en el electorado chileno, de mediado de 2021 a mediado de 2022, fueron las propuestas claramente asociadas a la izquierda del eje valórico, sobre diversidad: de la plurinacionalidad misma, a la larga lista de derechos para grupos que muchos no tienen en mente en su quehacer diario. Las listas de los llamados “independientes”, cada uno con su causa preferida al respecto, acentuó ese fenómeno, junto a la militancia indigenista (“a la boliviana”). Para hacerse ver y escuchar, tenemos escenas no del todo “ordenadas”, como la apertura misma de la CC. La Lista del Pueblo fue la expresión máxima de dicho fenómeno. La autopercepción (de izquierda y “del pueblo”) no coincidió con la exo-percepción (“no respetable” y desconectada). Repito: es falso decir que la propuesta constitucional era principalmente identitaria, pues era tanto acerca de derechos socioeconómicos. Pero no fue lo que llamó la atención. Y por eso, el icono de batalla del Rechazo no fue el “derecho a elegir”, sino la misma bandera chilena.

Para ponerlo gráficamente (véase Figura 2), desde un punto de convergencia en el polo anti-neoliberal, la percepción de las “innovaciones” de la Convención Constitucional típicas de la izquierda valórica, de “cosas raras” (y “comportamientos raros”), amenazando un sentido de unicidad nacional comunitario (más que societal) empujo, movió ese deseo de comunitarismo nacional: desde preocupaciones de bienestar “socialista” (por un Estado fuerte) hacia preocupaciones de unicidad y seguridad valórica y física, para defender “nuestro Chile” (de la migración, del crimen, de su combinación, de Las Indetectables con multas, del “estilo Valpo”, etc.). Y no por coincidencia, si el voto socioeconómico de clase sigue bastante presente en el Gran Santiago, arrasa ahora el Partido Republicano más bien en Ñuble y Bio Bio, en Tarapaca, etc. El Partido Republicano no arrasó en Zapallar (28%), Pucón (36%), Vitacura (38%) o Las Condes (38%), sino en comunas tales como Tirua (65%), Contulmo (61%), Alto Biobio (57%), o Empedrado (55%) –lector, agarre un mapa para encontrarlas–sin hablar por supuesto de las comunas problemáticas de Colchane (74%) o Ercilla (70%). En línea con este análisis, creemos que el Partido Republicano se equivoca si piensa que las grandes mayorías de Chile están de acuerdo con una agenda “Chicago Boys”; pero acierta con la bandera y las loas a Carabineros. De hecho, llama la atención un sonde de la Encuesta Criteria que revela que el 68% de los encuestados prefiere, en el caso de deber elegir, tener seguridad por encima de libertad.

Figura 2

En contraste con un panorama nor-europeo (postmaterialista a la Inglehart), cremos que el grueso del “pueblo común y corriente” de Chile, más allá del inconfundible rasgo destituyente presente (e.g. votos nulos), anhela un Estado muy visible que le provee derechos y servicios sociales, seguridad y organicidad nacional (el “Chi, chi, chi, le, le, le”), a expensa de la diversidad, de la innovación sociocultural y también del predominio empresarial. En ese sentido, llama la atención la relativa fuerza electoral presente del PC, la muerte del PPD, la debilidad de Evopoli, y el triunfo del Partido Republicano.

* Pierre Ostiguy, Doctor en Ciencia Política, Profesor titular U. de Valparaíso.

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