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Reportajes

15 de Julio de 2023

El descontrolado mercado ambulante que se apoderó de la Plaza de Puente Alto: aumenta la delincuencia y alcalde Codina habla de “mafias”

Fotos: Pablo Sanhueza

Ventas no regularizadas, competencia asimétrica, ocupación de los espacios públicos y delincuencia, son algunas de las problemáticas que locatarios y autoridades atribuyen al comercio ilegal. Locales emblemáticos del sector están cerrando, otros ya lo hicieron y quienes se la ingenian para vender al margen de la ley, aluden a la necesidad de tener ingresos en el complejo escenario económico del país. “Hay verdaderas mafias”, asegura el alcalde de Puente Alto, Germán Codina.

Por Paula Domínguez Sarno

“A luquita, mi niña. Son todas con chiporro, a luca”, grita uno de los vendedores ambulantes de la vereda poniente de la calle Concha y Toro, entre José Luis Coo y Clavero. Está instalado frente al paso peatonal que conecta con la Plaza de Puente Alto, tiene sobre el suelo una manta y en ella, pantuflas y calcetines para levantarse. A su lado, una mujer está atendiendo un puesto que montó con unas cajas de cartón y un mantel. Ella suma al repertorio camisetas de polar que tiene empaquetadas y sobre los maniquíes para mostrar sus productos, además de pantis, cuellos y gorros.

Un carro de sopaipillas y otro de hot dogs cortan la vista a la plaza. Se escuchan lejanos los bajos de Lucille, de Little Richard, y el sonido se torna más fuerte y melódico al cruzar hacia la cordillera. Allí, a la salida de la estación de Metro, hay un hombre de overol con el parlante que da origen a la música y más vendedores ambulantes.

Según el último censo realizado en 2017, Puente Alto es la comuna más poblada de Chile y la estimación para este año es que habitarían más de 664 mil personas. Las veredas de las calles aledañas al casco histórico están llenas a las 8 de la mañana: las personas transitan desde los paraderos hacia las entradas de la estación Metro y viceversa.

Su perímetro forma un cuadrado y en todas las veredas hay distintos puestos, uno al lado del otro, frente a los locales. Dejan un espacio de un metro a un metro y medio de ancho para que la gente pase y les ofrecen sus productos cuando están entrando o saliendo de los bancos, centros dentales, municipalidad, gimnasio municipal o alguno de los servicios que rodean el espacio.

Ropa nueva y usada, zapatillas, juguetes, accesorios para celular, maquillaje, cigarros americanos, joyas, perfumes, artículos de decoración, comida y servicios de TV cable y de telefonía móvil, son algunos de los productos y servicios que se ofrecen en plena vía pública.

La fiscalización

En distintos puntos de la plaza hay tres compañías telefónicas instaladas en pequeños puestos desarmables. Un hombre que trabaja en uno de ellos asegura que la mayoría no paga permiso municipal, incluyéndose. Es padre soltero y gana por comisión, vive en Puente Alto y traslada el stand desmontado a pie en un bolso todos los días.

La tarea de fiscalizar el mercado ambulante se reparte entre Carabineros de Chile e inspectores municipales. Juan Pablo Martínez Molina, capitán de la 20ª Comisaría Puente Alto, asegura que ellos despliegan servicios en el sector los siete días de la semana, entre las 6 de la mañana y las 9 de la noche.

Una de las vendedoras que se ubica por el frente, en la vía pública, del lado poniente de la plaza y que cuenta con permiso municipal, asegura que no fiscalizan al comercio ilegal. “El problema es que nos fiscalizan a nosotros que tenemos patente y no a los que no tienen patente”, dice. “Tenemos que cumplir con no ocupar más de un metro y medio, pero siempre ocupamos más, porque si dejas un espacio, se instala alguien”.

Según Martínez, la manera en la que proceden consiste en hacer un control de identidad preventivo para comprobar que no tenga órdenes de aprehensión vigentes y pedir el permiso municipal para vender en la vía pública. Si no cuenta con este, incautan sus productos y le pasan una infracción. La incautación, por ejemplo, es una atribución que solo tiene Carabineros y que los inspectores municipales no pueden realizar.

“Lo que dificulta es que a veces llega gente que trae la misma mercadería tuya”, explica Luis, otro vendedor que se instala al lado con sopas y pastas instantáneas. “Y tú le dices alguna cosa o algo y te insultan: llegan fumando marihuana, volaos”.

Javiera García, capitana del Departamento de Comunicaciones Sociales de Carabineros, explica que las dinámicas del mercado ambulante traen más infracciones, como amenazas por la ocupación de espacios públicos y, con esto, peleas y agresiones.

A pesar de que la municipalidad no lo permite, la mayoría de los puestos ubicados en la vereda cierran con géneros y mallas el lado que los conecta con la calle, ya que por ahí les roban, señalan.

De acuerdo al Centro de Estudios y Análisis del Delito, este primer trimestre aumentaron en un 33% las denuncias por receptación y robo, respecto al mismo periodo del año pasado, en Puente Alto. Y, según los datos del Sistema Táctico de Operación Policial de Carabineros entregado por la 20ª Comisaría Puente Alto, en lo que va del año, en el sector de la Plaza de Puente Alto, donde se instala el comercio ambulante, los robos han aumentado en un 13,6% y los hurtos en un 34%.

“Pero aquí no roban a gente que pasa”, explica una de las vendedoras. “Nosotros los cuidamos, porque después creen que uno está coludido con los delincuentes y a nosotros no nos conviene que crean que aquí roban cuando nos compran”, señala.

El alcalde de Puente Alto, Germán Codina, afirma que la colaboración de organismos del gobierno ha existido, pero que no es suficiente. “Insistentemente pedí al Ministerio del Interior y a la Subsecretaría de Prevención del Delito que se realizaran en Puente Alto intervenciones como las concretados en otros barrios comerciales de la Región Metropolitana.”, comenta. “Finalmente, se realizaron algunos operativos, con importantes resultados, pero claramente no sirve que se hagan intervenciones aisladas para terminar con las mafias del comercio ilegal”, puntualiza.

La delegada presidencial de la Provincia Cordillera, Alejandra Cortés, comenta que la realidad de Puente Alto es diferente a la de otras comunas, ya que se han otorgado permisos municipales a vendedores ambulantes. “Existen más de 300 permisos precarios entregados (por la municipalidad) en el sector del casco histórico”, explica. “No nos compete ni tenemos atribuciones para hacer intervenciones en el comercio legal establecido por decreto municipal”, apunta.

Además, Cortés afirma que estas intervenciones no son aisladas, ya que desde la Delegación han articulado distintos planes de control y fiscalización. Explica, por ejemplo, que el comercio ambulante refleja consigo otros delitos, como el tráfico. “Las bandas que se organizan en torno a este tipo de mercado, finalmente son bandas de crimen organizado, son asociaciones ilícitas y estamos llevando a cabo investigaciones”, comenta. “No solo yendo al punto final de la cadena, donde también tenemos que intervenir, sino a las bandas que están detrás de esto”, afirma.

Una oportunidad de ocupación en Puente Alto

Pasadas las 11 de la mañana, por la salida oriente de la estación de Metro y caminando hacia el norte, hay cuatro puestos de la Asociación de Artesanos Puente Alto y, en la cola, un pequeño puesto improvisado con berlines, calzones rotos, sandwiches y café.

Se escuchan en esa esquina los intentos de una delgada mujer de la tercera edad intentando hablar alto para vender sus parches curitas a 100 pesos. “Ayúdeme con cien”, grita Margarita Solano (72), quien también canta en los andenes del Metro de Santiago. “No ando así ahí”, agrega. “Ando vestida de otra actividad, de otra manera. No voy a decir que más high, pero tan arratoná no estoy y, así, mijita, me gano la vida”. Cuenta que vive en el sector de Casas Viejas y que la Municipalidad de Puente Alto le dio cinco metros de nailon para tapar su casa este invierno, ya que es de material liviano. “Si yo no trabajo no como. En 10 años bajé 38 kilos”, agrega.

“Fresquitos los berlines con crema pastelera”, interrumpe el grito de una mujer que tiene en un cooler de plumavit las masas fritas, aún tibias. Se suman a estos los sonidos de los frenos de aire y los motores de los antiguos metrobuses rurales que vienen desde Pirque, Buin y el Cajón del Maipo.

Ana Garrido (49) vende loncheras, pantis y chalecos en la vía pública, frente a una tienda Corona. Tiene sus productos sobre una mesa plegable y cuenta con un permiso municipal por el que pagó cerca de 60 mil pesos por todo el semestre. Lleva 25 años vendiendo en las calles y seis de forma regularizada.

Casi todos los puestos con mesas que se ubican frente a los locales, del lado de la calle, tienen permiso municipal (también llamados “permisos precarios”), aquellos que se ubican en el suelo y del mismo lado de las entradas de las tiendas, no lo tienen.

“Yo tengo más conflicto con los extranjeros”, dice Ana. “No los haitianos. Ellos son terrible humildes: ‘Tú les decís algo y ellos te respetan’”. Yo con ellos me llevo a la pinta. Pero le decís no a un venezolano, a un peruano, a un ecuatoriano… Nooo. Son porfiados”. Cuenta que discute con algunos comerciantes que se instalan en medio de la vereda: “Nosotros tenemos la regla aquí que la calle es calle y tenemos que dejar un espacio para que pase gente”, reconoce.

Aunque los puestos en medio de las veredas son, en su mayoría, chilenos, cerca del mediodía se mezclan las arengas de ventas con distintos acentos.

“Es un hecho que hoy día hay mucho extranjero que ha decidido tener una ocupación en el comercio ambulante”, afirma Claudio Orrego, gobernador de la Región Metropolitana. “Ya sea porque no tiene papeles y no puede trabajar formalmente o, simplemente, porque este es un negocio muy rentable y prefiere estar a la salida de un metro que en un trabajo tradicional y formal”, señala.

Javier (34) es un venezolano que ingresó al país, de manera irregular, hace dos meses por tierra y está vendiendo plátanos en la esquina de la calle Concha y Toro con Tocornal. Consigue la fruta en Lo Valledor, paga el flete y los vende a mil pesos el kilo. Según cuenta, es un trabajo de harto movimiento, ya que tanto chilenos como carabineros le llaman la atención por instalarse. “Hay que respetar la autoridad y salir uno corriendo”, dice. “Los policías nos hablan bonito: ‘Avancen. A correrse’. Y uno se corre”.

Al lado de él vende distintos alimentos no perecibles un hombre haitiano. Pirout llegó hace seis años con su novia y dejaban a su hija de solo unos meses de vida al cuidado de otra de las vendedoras de la calle para subirse a vender a los metrobuses rurales. Hoy, se instala con el carro, mientras su esposa sale a vender también.

Una competencia asimétrica

Al costado del centro comercial Plaza Puente, por la calle Concha y Toro, y en medio del comercio circulante, hay dos locales cerrados. En una de las persianas metálicas se lee un cartel rojo que dice: “Arrienda su dueño”, acompañado de un número de teléfono.

Entre los comercios establecidos que sobreviven hay una tienda textil atendida por su dueña: tiene rejas que tapan las vitrinas y un espacio de un metro para entrar. Adentro, los colgadores de productos están tapados con carteles de oferta. “Mira, tengo todo en liquidación para poder vender e irme”, cuenta la propietaria, quien prefiere no decir su nombre. “Llevamos 55 años y ya nos vamos ya, a fin de año”, agrega. “De hecho, teníamos otro más allá, lo cerramos hace cuatro años”.

Sus gastos fijos son diferentes a los de Ana. Ella debe dar boleta, pagar IVA y el precio de la patente es distinto. “Todo lo que paga uno, siete, ocho millones, dos veces al año y ellos ¿qué pagan?”, reclama. “Una mugre”. Sus utilidades, según cuenta, han bajado entre un 70% y, afuera, el comercio ilegal puede ofrecer sus mismos productos a precios mucho más bajos, por lo que la competencia no es simétrica.

Según explica la directora de Seguridad de la Municipalidad de Puente Alto, Olga González de Riego, desde el año 2018 que no se están entregando nuevos permisos en el sector de la Plaza de Puente Alto para vendedores ambulantes. ”Esta medida se adoptó luego de reuniones con vecinos y comerciantes establecidos que manifestaron su preocupación”, cuenta. “Los permisos entregados hasta 2017 se otorgaron en base a criterios de apoyo a personas con vulnerabilidad social”.

Desde el Gobierno Regional creen que es fundamental apoyar al comerciante establecido que paga impuestos y esperan hacerlo erradicando el comercio ilegal. Si bien, explica Claudio Orrego, esta labor le corresponde, principalmente, al municipio y a la Delegación Provincial, ellos están trabajando de forma paralela. Están realizando un estudio para contabilizar y caracterizar al comercio ilegal, con la Cámara de Comercio de Santiago y un programa con la Fundación Emplea, que entregará mil cupos de empleos formales.

Finalmente, las autoridades coinciden en que los esfuerzos deben ser multidisciplinarios y a través de distintas instituciones.”Hay verdaderas mafias, también deben tener una decidida acción la Seremi de Salud, Impuestos Internos y Aduanas”, asegura el alcalde Germán Codina. “Todas estas instituciones deben abordar el comercio ilegal en un plan de trabajo colaborativo con los municipios, que son las instituciones que están más cerca de los vecinos”, añade el edil de Puente Alto.

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