Entrevistas
15 de Agosto de 2023Simón Soto y su último libro: “Hay una idea de la novela histórica muy timorata que me parece desactualizada”
Aguafuerte, la más reciente novela del escritor, toma prestado el escenario de la Guerra del Pacífico para hablar de mitos, cultura chilena y las complejidades que no se escribe sobre la guerra. Aquí habla sobre su mirada de las novelas históricas, el proceso de creación y sus inspiraciones: "La novela en la superficie parece ser de la guerra, pero luego desciende a otro plano".
Compartir
Más de ocho años, o quizá ocho años exactos. Esa fue la duración que estuvo en la cabeza de Simón Soto la idea de escribir Aguafuerte, su última novela. En el proceso, el escritor y guionista de TV (Los 80, Secretos en el jardín, Demente, Hijos del desierto) no se detuvo, siempre en movimiento. En 2019 fue ganador del Premio Literario 2019 en la categoría de Mejor Novela por Matadero Franklin.
Más tarde publicaría Todo es personal: diarios de abstinencia y Cielo negro. Sin embargo, finalmente acabaría sentándose para escribir su último gran libro. Sobre la mesa de su escritorio enseña sus primeros apuntes de Aguafuerte, publicado por Planeta. En ellos hay garabatos, esquemas e incluso sketchs. “No dibujo muy bien”, dice riendo.
En resumen, aunque fuera un poco límite decir que es un resumen, el último libro de Simón Soto se sitúa en la Guerra del Pacífico. Sin embargo, las batallas navales, el viaje de su protagonista Manuel Romero y el escenario del norte del país se transforman en una excusa para hablar de una novela de muchas capas. Así, asoma un mito: una bebida que tendría capacidades alucinantes y que se vuelven la principal oferta de un libro que, poco a poco, desciende para narrar una historia donde la identidad chilena queda en primera línea.
-La novela utiliza la Guerra del Pacífico para contar una historia que parece ir mucho más allá de lo bélico. ¿Cómo fue escribirla teniendo en cuenta que se trata de un tema recurrente en la ficción chilena?
-Mientras más viejo me hago, me van gustando cosas que antes me cargaban. No sé, cuando adolescente la idea de la guerra se me hacía muy ajena, me cargaba. A medida que envejezco me encanta cada vez más la historiografía militar. Entonces me dije: acá los grandes hitos nuestros están a disposición para que quienes escribimos los tomemos y ojalá hagamos una hueá muy distinta sobre eso.
-Lo que acaba pasando dentro de la novela.
-Siempre es un desafío abordarlo. La guerra es el arquetipo del conflicto humano: es bestial, una hueá desgarradora. Pero, a la vez, da mucho material desde la filosofía hasta la literatura que es casi inagotable. Uno se pregunta qué pasó, cómo pasó. Entonces la primera imagen que me surgió dándole vueltas es que todos tienen una idea de la Guerra del Pacífico en Chile. Está presente en el incosnciente colectivo.
-¿Y cómo eso se fue transformando en lo que es Aguafuerte?
-A mí me gusta mucho el western. Fue que vi una película de John Ford llamado The Searchers, que en español tiene un título hermoso: Más corazón que odio. También había leído Meridiano de sangre, de Cormac McCarthy. Entonces mi primera idea fue un western en la Guerra del Pacífico. Esa era la imagen, pero una hueá bien hecha, bien escrita. Comencé a investigar. Libro que veía del tema, lo compraba. Recolecté mucho material historiográfico. Fue ahí cuando leí Adiós al séptimo de línea o Un veterano de tres guerras. Pero sentí que cometían el mismo pecado: los personajes y la guerra quedaban a un nivel superficial.
-¿Qué había en estos libros?
-Había un romanticismo poco complejizado. Estos personajes van a la guerra a responder a una vocación patriótica. Se van con el pecho inflado a pelear por la patria. Es algo muy básico. Están muy convencidos de lo que hacen. Me parecía una hueá muy plana literariamente. Tenían sus enamoradas, con una imagen idílica escribiéndole a la mujer cartas. Ese camino está mal, pero responde a una época. Hay una idea de la novela histórica muy timorata que me parece desactualizada. Muy apegada a las cronologías. Me parecía muy pobre y charcha. Poco desafiante.
-Había una desmarque de esta idea.
-Fue ahí donde agarré la idea del western de nuevo. Estaba convencido: la novela debía tener otra textura. Entre medio investigué, publiqué Matadero Franklin y otras cosas. Quería entonces escribir una novela más completa, con esta alerta: una novela bélica y un western. Ahí trabajé con esas matrices. La novela en la superficie parece ser de la guerra, pero luego desciende a otro plano, casi existencial. Es una especie de mito. Quedé tranquilo: esta hueá no es una novela histórica en ley, no es un western, sino que bebe de estos elementos para ser otra cosa.
La inspiración del cine bélico
Uno de los temas que más aparece en Aguafuerte de Simón Soto es la identidad chilena. Sus personajes hablan como ellos, conectan con sus voces. Él mismo dice que era parte de su objetivo. Cuenta que una de sus inspiraciones para rescatar el lenguaje chileno estuvo en Deadwood de David Milch. “Los comentaristas y críticos se fijaron que en la serie se hablaba de ‘cocksucker‘, como ‘chupapico‘ acá. Es algo totalmente anacrónico, porque la serie ocurre en el siglo XIX. Pero a Milch le daba lo mismo: él estaba construyendo un pasado”, reflexiona el escritor.
-El libro presta hartos elementos y lecturas sobre la identidad chilena. ¿Cómo fue retratar un poco lo pasado y lo contemporáneo?
-Un tema que me convoca siempre es la identidad. Principalmente de las clases medias y bajas, porque es lo que más entiendo yo. Mis viejos y abuelos eran así. Es una materia prima que uno conoce muy bien, porque es la propia. Creo que uno siempre escribe desde ahí. Es medio imposible tener cierta ambición literaria si no es utilizando la materia prima que uno conoce. Esto no significa escribir una novela autoficcional que extrapole eso. Al contrario, la gracia de la literatura es utilizarlo para armar otra cosa.
-Fue mezclar entonces distintas experiencias.
-Primero eso, lo que uno tiene a mano. Uno nunca va a poder llegar a la verdadera sintaxis del lenguaje de ese tiempo. Ni siquiera de los años 50, no sé. No hay registro audiofónico. Los testimonios no lo evidencian mucho, y la literatura sí, pero bajo el cedazo de la pluma de los autores.
-¿Cómo fue el estudio de la Guerra del Pacífico para armar Aguafuerte?
-Por ejemplo, el desembarco en Pisagua lo estudié pormenorizadamente. Incluso en los horarios. El padre Madariaga -personaje de la novela- está registrado en las crónicas bélicas. Hay una imagen preciosa: el cura de pie en el boto y las balas atravesando su sotana. Aparece en uno de los libros. Si pasó, es un milagro; si no pasó, una licencia literaria para dar color a la narración militar.
-¿Qué inspiraciones tuviste?
-A mí me encanta ahora el género bélico, vi mucho cine bélico. Películas como Cruz de Hierro de San Peckinpah, o también el comienzo de Rescatando al Soldado Ryan. Me parece una proeza fílmica esa última, el momento que mejor envejeció de la película. Entonces la novela tiene una base muy estudiada del teatro bélico. Era casi una composición. Quería que ese arranque de la novela sirviera para cerrar el trato con la ficción: algo que nos permite seguirla, sin importar el género.
-¿Cómo fue ya comenzar a escribir sobre este tema, con todas las diferencias que hemos visto?
-Es que comencé hace ocho años. Tengo muchos apuntes, y hay grandes partes que las escribí a mano. El cuaderno está fechado con ideas, tramas, posibles citas, diseño estructural de la novela, un par de dibujos. Era para tener la mayor cantidad de material posible. A mí me importa mucho la estructura en las novelas. Es capital saber hacia dónde estás escribiendo.
-¿Siempre trabajaste así?
-En Matadero Franklin tenía una estructura muy clásica. Tenía claro hacia dónde iba. Trabajaba capítulo a capítulo antes de escribir. La escritura da otras cosas, va cambiando. Pero en general es una novela muy afirmada previamente. Mientras escribía otra cosa leí un ensayo de Stephen King en el que hablaba de las estructuras como algo abierto.
-¿Qué decía?
-Que cuando la estructura estaba demasiado acotada era como trabajar en una montaña con maquinaria pesada. Entonces al llegar al oro, vas a destruir mucho por trabajar con algo pesado. Entonces, primero hay que sacar capas de tierra con maquinaria, pero meterse finito hasta llegar a la maravilla escondida. Eso fue crucial, porque yo quería escribir una novela completamente distinta.