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14 de Octubre de 2023

La fiebre del Ozempic: qué hay detrás de la inyección “milagrosa” que ayuda a adelgazar y gana peso en la industria de fármacos chilena

Ilustración: Camila Cruz

Se ha popularizado entre los chilenos y chilenas un fármaco que quita el hambre. Recetas falsas, mercado negro y prácticas médicas poco éticas dan acceso a gente común y corriente a la inyección –hecha para tratar la diabetes– que ha revolucionado el mercado de la alimentación y los fármacos para adelgazar. Estudios recientes acusan graves consecuencias para el organismo, la opinión de expertos es diversa y la experiencia de quienes la han utilizado también.

Por Paula Domínguez Sarno

“Estaba esperando mi turno en la farmacia y escuché, en la caja de al lado, que otra señora también lo estaba buscando”, relata Roxana. “¡Era para su hija de 15 años, la mamá comprándole a la hija!”, exclama. La escena la presenció a principios de este año en una farmacia del sector oriente de Santiago, mientras cotizaba Ozempic, el fármaco que llevaba meses tomando. “Me puse a conversar con ella, porque me llamó demasiado la atención. Y me dijo: ‘Es que mi hija la quiere. Como viene el verano, quiere bajar de peso’”.

A principios de esta semana Bloomberg, medio especializado en finanzas e inversiones, publicó que en Estados Unidos está bajando la venta de comida chatarra debido al alto consumo de Ozempic. La afirmación viene desde Walmart, la multinacional dueña de cadenas de supermercados (como Líder en Chile), en base a la observación de la demanda de comidas altas en grasas saturadas y carbohidratos, además de la venta del fármaco.

Desarrollado por la farmacéutica danesa Novo Nordisk, el Ozempic es una inyección que tiene como componente principal la semaglutida y ha sido uno de los tratamientos para la diabetes tipo 2 más eficientes del mercado. Sin embargo, como ha ocurrido en casos como el “descubrimiento del Viagra”, que era un medicamento para tratar la hipertensión y que como efecto secundario descubrieron fortuitamente que ayudaba a la disfunción eréctil, la inyectable ha demostrado servir para inhibir el apetito y, por tanto, ayuda a adelgazar.

Hace más de 10 años, Constanza (36 años, quien prefiere no decir su apellido) se hizo una manga gástrica y pasó de ser una joven con obesidad mórbida, a una chica de 1.60 metros que alcanzó a pesar 49 kilos tras la operación. “De ahí en adelante, me propuse no subir nunca más de peso, bajo ninguna circunstancia de la vida”, dice con énfasis. “O sea, mantenerme en rangos como normales, no pretendo volver a pesar 50 kilos, aunque me encantaría”, añade Constanza, quien hoy pesa 62 kilos.

Trabaja como ejecutiva de ventas de intangibles para una empresa de medios de comunicación y asegura que su vida sería muy diferente si su aspecto siguiera siendo el de antes. “Ir a fiestas y que te saquen a bailar, ir a una entrevista de pega y quedar, técnicas de venta: salir a almorzar con un cliente y que el cliente quiera almorzar contigo sentado en la terraza del Noi”, reflexiona. “Desde cómo te tratan en tiendas en las que entrai, hasta un huevón que te saluda en un carrete. Erís otra persona”, dice.

Tiene los ojos pardos y risueños, la nariz respingada, el rostro simétrico y anguloso, el cabello claro y un cutis de apariencia homogénea y saludable. “Viví en una sociedad en la que decía: ‘Pucha, me encantaría la Coni, porque súper simpática, súper chora, bonita de cara… Pero es gorda’”, recuerda sobre su pasado escolar y universitario usando tallas grandes. “Mi mamá me decía: ‘Un minuto en tu boca, toda la vida en tu guata’. La verdad es que una la pasa súper mal siendo gorda”.

Se mantuvo dos años delgada después de la operación y comenzó a comer esos antojos de dulces y frituras que antes le daban culpa: como estaba muy flaca, por fin podía disfrutarlo. Hasta que llegó a sus 62 kilos actuales. “No me gasté más de 12 palos que me salió la operación, que pagué como en nueve años y que encuentro que fue la mejor plata gastada de la vida, para volver a ser gorda”, comenta. Comenzó a probar distintos tratamientos para controlar su ingesta de comida y llegó al Ozempic.

“Lo ocupé hace un tiempo, cuando dejó de hacerme efecto la Fentermina”, explica sobre su paso de las pastillas a la inyección. A diferencia de la semaglutida, este fármaco es con receta retenida, ya que ataca el sistema nervioso central y tiene efectos de adicción, dependencia y cambios en el ánimo y comportamiento. “Para mí, los efectos secundarios graves son esos (de la Fentermina): andar jalada, andar acelerada… y esto (Ozempic) no te lo produce. Te genera asco. Asco por comer todo lo que no hace bien”, asegura.

Aunque admite que tanto las pastillas como la inyección tienen consecuencias invasivas para su cuerpo, cuenta que ahora volvió a las pastillas. “Y cuando deje de hacerme efecto, voy a volver a la inyección. Cuando estoy bien de peso, dejo todo. Tomo estas cosas cuando ya veo que se me escapó la moto, cuando quiero que sean cuatro kilos por bajar y no 10”.

“Ozempic actúa como un análogo de GLP-1, que es una hormona que se produce en el estómago luego de comer”, explica Renate Flashkamp, directora médica de Novo Nordisk Chile. “Este medicamento tiene varias funciones, pero la más expresiva es la de mejorar la sensibilidad del organismo a la insulina y reducir el hambre: controla la sensación de hambre y aumenta la sensación de saciedad en el cerebro. De esta forma, mejora la glicemia en el paciente con diabetes”.

Un secreto a voces

Tanto para conseguir las pastillas, como la inyección, Constanza asistió a médicos que se dedicaban a tratar el peso con esos métodos. “Típico que una, cuando es obsesiva con el tema del peso, también se hace amigas o es un ambiente como full obsesivo con cómo te ves. Y me pasaron el dato de un doctor que es: ‘Hola, ¿cómo estái? Quiero la pastilla’. Y listo. Ni siquiera tienes que ir presencial, pagai la consulta y él te manda la receta, ¿cachai?”, afirma. “O sea, es un peligro público, lo tengo clarísimo”.

“Llegué a través de muchas amigas, conocidas y gente que supe que se había estado pinchando y había logrado bajar”, cuenta Paulina (36), profesora de Educación Física. Describe la relación con su cuerpo como “satánica”, ya que siempre le ha preocupado no aumentar los kilos de más. Después de intentar distintas dietas y fármacos durante años, terminó probando la inyección. “Un amigo que también estaba tomando, publicó en Instagram: ‘Tengo la posibilidad de llevar a Chile, desde Argentina, Ozempic más barato. ¿Quién se anota?’”, describe.

No necesitaba una orden médica, ya que el anunciante tenía un amigo médico que podía comprarlas del otro lado de la cordillera y traerlas. Antes, Paulina le había pedido a su hermano, que es médico, que le hiciera una receta y este se negó por los daños a la salud que podría ocasionarle. “Nunca le dije”, agrega con una risa traviesa.

Casandra Lobos, médica especialista en Nutrición y Obesidad y en Ciencias de la Salud y Deporte, afirma que si bien la molécula ha demostrado ayudar no solo en enfermedades como la diabetes, también ha ayudado a otros padecimientos. “Hay buen evidencia científica de que, más allá de la diabetes, puede ayudar a tratar el hígado graso, que está con inflamación y bajos niveles de LDL, de triglicéridos, aumenta el HDL, que es el colesterol bueno, también tiene un efecto a nivel de la presión arterial… y, por lo tanto, el uso de la molécula es súper bueno, más allá de controlar el peso, la ingesta”, explica. Sin embargo, advierte que la utilización del fármaco sin supervisión y evaluación médica puede tener efectos adversos.

Cuando Pablo (38), por ejemplo, intentaba tener control sobre su cuerpo, hacía ayunos extensos y prolongados, intentando comer solo una vez al día. “Y el costo es macabro, porque es pura fuerza de voluntad, ¿cachai? Paso cagao de hambre”, cuenta. Ante su propia percepción, relata que nunca ha sido gordo, pero que mide 1.67 metros y, por su estatura, se le notan rápidamente los kilos de más. Además, tiene atracones de comida en ciertos periodos en los que no puede dejar de pedir y comprar chatarra.

“Leí sobre el Ozempic el año pasado”, recuerda. Es periodista y notó que el New York Times había sacado varios artículos y reportajes sobre el fármaco. Sin embargo, fue este año cuando se atrevió a intentarlo: “Tenía una receta firmada, por equis razones, y la rellené yo. Le pedí a una amiga que había ido al médico que me diera la dosis que le habían dado y en base a eso la rellené”, añade.

“Después caché que hay mucha gente que conozco que se inyecta y todo el mundo me decía lo mismo: es sana”, explica. “O sea, no sé si ‘sana’ es la palabra, pero no tiene mayores contraindicaciones, funciona, tenís que estar sano”, asegura.

“Tiene efectos adversos y no es para todos los pacientes”, afirma la especialista Casandra Lobos. “El médico tiene que hacer un estudio antes de indicarlo si es que lo va a indicar, incluso bajo la misma supervisión clínica se ven efectos adversos. Es súper importante”, agrega. Explica, a grandes rasgos, que tiene que ser un paciente que no haya tenido antecedentes de cáncer de tiroides de tipo medular, que no haya tenido pancreatitis, que no tengan alguna alteración hepática, además de que la utilización del fármaco se ha relacionado en casos con cálculos en la vejiga, entre otras cosas.

Ozempic, la “droga de Hollywood” y los síntomas que no aparecen en la pantalla grande

Durante la última ceremonia de los Oscar, los comentarios en distintos programas norteamericanos y distintos usuarios de TikTok, Instagram y Twitter se hacían la misma pregunta: ¿quiénes de los asistentes habían logrado entrar en sus vestimentas gracias a Ozempic? Lady Gaga y Kim Kardashian admitieron haberlo consumido con fines estéticos y se sumó a la contingencia el reconocimiento del magnate Elon Musk sobre su utilización. El fármaco aumentó su demanda llegando a tener, incluso, falta de stock en farmacias de distintos países.

“Si bien entre enero y abril de este año hemos enfrentado intermitencias debido a la alta demanda global, trabajamos para contar con un suministro normal y garantizar que los pacientes con diabetes reciban su tratamiento de manera ininterrumpida”, explica Eduardo Silotto, gerente general de Novo Nordisk Chile sobre la realidad nacional de la venta de la inyección. “Actualmente, no hay falta de stock de Ozempic y las farmacias de Chile se encuentran totalmente abastecidas”, agrega.

La doctora Flashkamp, de Novo Nordisk, advierte que la supervisión médica es obligatoria. “El uso incorrecto, sin supervisión médica, de Ozempic puede conllevar riesgos de intolerancia”, afirma. “Los más comunes son náuseas, vómitos o diarrea, que con adecuada supervisión médica la mayoría de las veces se controlan sin problema, pero pueden exacerbarse por ejemplo por no hacer una titulación adecuada de la dosis”.

De acuerdo a un estudio publicado este mes por la Universidad de Columbia Británica, la utilización de fármacos como Ozempic y otros que funcionen como agonistas de la hormona GLP-1, está asociada a un mayor riesgo de padecer afecciones graves como pancreatitis, parálisis estomacal, obstrucción intestinal y enfermedades biliares.

Pablo partió hace tres semanas con las dosis semanales de Ozempic y ha bajado cuatro kilos. Los primeros días sintió cansancio y fatiga, hasta que en el tercer día terminó vomitando. “No tengo certeza de si esa fatiga era producto del medicamento o de que estaba comiendo menos”, agrega. Luego de una semana se quedó solo con el efecto esperado: “Poca hambre”.

Otro de los costos asociados al consumo de la semaglutida es el monetario: la inyección oscila entre los 170 mil y 200 mil pesos en las farmacias chilenas. Para una persona que consume las dosis mínimas, el producto puede durar seis semanas, pero Pablo asegura que el dinero que ha ahorrado en pedidos y comida chatarra es mucho más.

A Paulina le sucedió algo similar. “Todo el primer mes me sentí del terror: cansada, con una acidez brígida, eructos, dolor de guata y no sentí que me quitaba mucho el hambre”, explica. “Te diría que a la cuarta semana, recién, me ha quitado el hambre y se me fue todo el malestar, pero estuve a punto de no pincharme más”, relata.

El tema del peso ha sido parte de la vida de Roxana (52) desde hace más de 20 años y ha probado casi todo: dietas, fármacos y ejercicio. Mide 1.70 metros, llegó a pesar 95 kilos a principio del año pasado y uno de sus médicos le recomendó inyectarse Ozempic. “Andaba con muchísima sed”, cuenta sobre las primeras semanas. Su doctor le subió la dosis al doble y la respuesta no fue la misma: “Me sentía, pero así, mal. Lo que yo comía me hacía mal. O sea, yo tomaba agua y me venían unos retorcijones en el estómago, mal, con náuseas, dolores de cabeza, fuertísimos”, relata. Finalmente, le recetaron algunos remedios para los efectos secundarios y se mantuvo casi 10 meses en tratamiento: bajó 19 kilos.

A pesar de su buena experiencia con la inyección, considera que escenas como la que vio en la farmacia ese día, no se pueden dejar pasar. “Te juro que lo encontré insólito”, exclama. Roxana ya no está en tratamiento con Ozempic, ahora trata su ansiedad con algunos ansiolíticos, pero reconoce haber tenido una buena experiencia con la inyección.

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