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Entrevistas

19 de Noviembre de 2023

Gonzalo Blumel a cuatro años del acuerdo constitucional del 15 de noviembre: “Sigo creyendo que valió la pena”

Fotos: Felipe Figueroa

El exministro del Interior y de la Segpres recuerda lo que le tocó vivir desde que partió el estallido social hasta su renuncia. "El acuerdo (del 15-N) no fue perfecto, pero le dio un norte a la crisis", dice. Votará "A Favor", aunque tiene una mirada crítica de lo que hizo el Consejo. Blumel, quien lanzó su libro "La vuelta larga", analiza a la derecha actual, pero también al bloque oficialista: "A Chile le hace falta una izquierda democrática y razonable como la que tuvo en el pasado".

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“La vuelta larga”, se titula el libro que el exministro del Interior y de la Segpres, Gonzalo Blumel, publicó a finales de julio. El exsecretario de Estado repasa lo que le tocó vivir a partir del 18 de octubre de 2019, desde que explotó el estallido social, hasta su renuncia. En este recorrido aborda un capítulo que esta semana toma una particular relevancia: El acuerdo por la paz y la nueva Constitución.

El miércoles se cumplieron cuatro años desde que se cerró ese acuerdo, y aún no se ha logrado abrochar el capítulo constitucional. Si bien insiste en remarcar que fue necesario, el exministro sostiene que la clase política no ha estado a la altura para cerrar el proceso.

“El acuerdo no fue perfecto, pero fue tremendamente importante porque le dio un norte a la crisis, una cierta salida”, asegura Gonzalo Blumel.

Desde su oficina en el centro de estudios Horizontal, ligado a su partido, Evópoli, repasa lo que significó liderar el diálogo en un momento que califica como una de “las crisis más importantes de la historia moderna de Chile”. Sobre su futuro, asevera que su etapa política “probablemente ya se cerró”, pero que “la vocación pública nunca se va”.

–Usted menciona que un acuerdo constitucional no era parte de lo que buscaba la derecha, y que eso cambió recién cerca del 15 de noviembre. ¿Por qué cree que en Chile Vamos eran tan reacios a abordar el cambio de Constitución?

–Porque la verdad, el tema constitucional ha sido históricamente una bandera de la izquierda, producto de los problemas y la falta de legitimidad en el origen de la Constitución del 80. Y en la práctica los enclaves autoritarios y los déficits democráticos de la Constitución fueron todos removidos. En nuestro programa de gobierno incorporamos algunas reformas constitucionales relevantes. Por ejemplo, cambios al Tribunal Constitucional, cambios en algunas autonomías constitucionales. Pero no avanzar hacia una nueva Constitución.

Y después de cerrar el acuerdo, ¿quedaron conformes con lo que lograron zanjar ese día?

Hay cosas que, mirando a la distancia, uno podría reprocharse, o debiésemos hacer una autocrítica, en especial quienes no cumplieron su parte del acuerdo. La primera es que la izquierda, después del acuerdo, siguió arremetiendo contra el gobierno democrático. Y siguió buscando, de distintas maneras, interrumpir el mandato presidencial, y eso me parece muy reprochable.

Otro error o aprendizaje es que fue un tremendo equívoco haber introducido posteriormente alteraciones a las normas electorales al acuerdo del 15 de noviembre. Porque el acuerdo del 15 de noviembre se materializó a fines de diciembre, pero posteriormente -a través de mociones parlamentarias- se introdujeron una serie de distorsiones a la representación electoral. Sobre todo las normas en materia de independientes, que finalmente produjeron una tremenda distorsión en la elección que facilitó las condiciones para que grupos radicalizados, particularmente la Lista del Pueblo y sectores alejados de la política de partidos, capturaran esta Convención y que finalmente la terminaron desbarrancando.

¿Cree que sin estas modificaciones, quizá hubiese tenido un destino diferente la Convención?

Absolutamente, porque probablemente ningún sector hubiera tenido mayoría por sí mismo. Aquí se produjo una situación muy particular. Y obviamente estas alteraciones del sistema electoral facilitaron las condiciones para que un sector radicalizado pudiera capturar la convención. Sin esa norma probablemente no hubiera ocurrido. 

Nunca lo vamos a saber, pero tal vez hubiera obligado a los distintos grupos que se hubieran representado en ese momento en la Convención a alcanzar acuerdos y no imponer esa mayoría circunstancial sobre la minoría que había en ese momento. 

La primera propuesta que surgió se rechazó. Hoy, las encuestas apuntan a que este segundo proceso también podría sufrir el mismo destino. La violencia tampoco ha cesado. ¿Valió la pena finalmente el acuerdo? 

Sigo creyendo que valió la pena. En primer lugar, porque evitó un enfrentamiento violento de proporciones mayores que podrían generar un quiebre en nuestra convivencia y un trauma irreparable para nuestra democracia. Y en segundo lugar porque logró preservar la estabilidad democrática e institucional de Chile. Pero también creo que no hay duda alguna de que hay algunas sombras. 

El país hoy día está estancado, estamos en medio de una crisis económica, seguimos muy divididos. En particular diría más bien la élite y las dirigencias políticas, mucho más que la ciudadanía. Y la prueba de ello es que, tanto en el primer proceso constituyente como en el segundo proceso, no hubo capacidad de alcanzar acuerdos amplios. Quizás, uno de los elementos más perturbadores del 18 de octubre es que mostró la debilidad del Estado para controlar la violencia y proteger a los ciudadanos. 

Hoy enfrentamos un escenario en el Congreso en el cual destaca la falta de diálogo político. En el Consejo Constitucional no se logró generar una propuesta que generara satisfacción en todos los sectores políticos. ¿Cree que esta actitud de diálogo se está perdiendo hoy?

Parte de los problemas están anclados en la incapacidad del sistema político de producir consensos básicos, acuerdos en torno a lo fundamental. Hoy día tenemos un parlamento con 21 partidos, lo que hace prácticamente imposible alcanzar cualquier acuerdo. Tenemos un proceso político legislativo donde las urgencias del Ejecutivo, el Congreso no las respeta.

Al final, lo que demuestran los dos procesos constituyentes es que las dirigencias políticas tienen una altísima incapacidad de construir acuerdos elementales. Lo que predomina es la política de trinchera.

Gonzalo Blumel sobre el proceso constituyente: “Pase lo que pase concluye el 17 de diciembre”

Su voto es por la opción “A favor”, sin embargo, tiene críticas al trabajo realizado en el Consejo Constitucional. Defiende materias del texto, pero apunta a que se cometieron los mismos errores que en la extinta Convención Constitucional. En esa línea advierte que de no prosperar este texto se debe cerrar el capítulo constitucional.

Gonzalo Blumel cuestiona los argumentos de personeros oficialistas que afirman que la actual Carta Magna es mejor que la que será plebiscitada. “La propia izquierda, con oportunismo y probablemente con muy poca sinceridad, ha dicho que buena parte de sus problemas ya han sido superados”, manifiesta en tono crítico, y también sostiene que “resulta inverosímil, y es francamente irresponsable, que diputados republicanos estén votando En contra junto a Lautaro Carmona y el PC”.

Los discursos tanto del “A favor” como del “En contra” apuntan a que con esta elección del 17 de diciembre se termina el proceso constituyente. ¿Se termina así la vuelta larga? 

Si gana el “En contra”, indiscutiblemente recupera fuerza la constitución de Lagos-Pinochet. Y quizás habrá que hacer cambios a través de reformas en el Congreso. Y si gana el “A favor”, vamos a tener una nueva Constitución que va a tener un origen indiscutiblemente legítimo y democrático. Por lo tanto, pase lo que pase, esta vuelta constitucional que ha sido el gran eje de la discusión en los últimos cuatro años, concluye el día 17 de diciembre. 

¿Era la nueva Constitución la respuesta a la crisis política y social que se vivió a partir del 18 de octubre?

Evidentemente la Constitución no era la única respuesta, pero creo que fue un camino que nos sirvió al menos para empezar a procesar estas diferencias y tener un cauce institucional para darle una salida pacífica a la crisis. Si finalmente no se produce un acuerdo constitucional o el acuerdo no es ratificado por la ciudadanía, bueno, eso ya es otra historia. Quienes tuvieron mayorías en ambos procesos van a tener que explicarle al país por qué no fueron capaces de convocar un acuerdo más amplio que fuese respaldado por los chilenos en las urnas. 

Gonzalo Blumel votará “A Favor”, aunque tiene varios reparos al trabajo del Consejo.

¿En qué cree que ha fallado este proceso constituyente que todavía no genera empatía con la ciudadanía?

Yo voy a votar “A favor” porque, pese a todo, creo que la propuesta constitucional tiene una oportunidad probablemente única de corregir las graves falencias del sistema político, que me parece que es tremendamente importante y es la raíz de buena parte de los problemas que tenemos en Chile. Además, hay otros avances en materia de modernización del Estado, derechos sociales con responsabilidad fiscal, normas en materias de seguridad que me parece también valiosas.

Pero, obviamente, el proceso en sí fue bastante decepcionante por el hecho de mostrar más o menos lo mismo que se ha venido mostrando en Chile en los últimos años. Dirigentes políticos enfrentados con buena parte de sus declaraciones pensadas más bien para la cuña en Twitter o las redes sociales, y bien poco interés en construir acuerdos que interpreten a la ciudadanía y que sean amplios.

Tener una Constitución o una propuesta constitucional tan teñida de cierto color, obviamente que ha alejado a parte de la ciudadanía, y eso es un error.

¿Y en caso de que gane el “En contra”, hay esperanza de que se pueda redactar una Constitución que genere consensos o con esto se acaba el proceso?

No. Creo que la posibilidad de seguir discutiendo el tema constitucional a través de asambleas constitucionales es nula. La gente está completamente distanciada y hoy día le exige a los políticos y a los parlamentarios en particular que se concentren en los temas que son más acuciantes.

“La centroderecha debe hacer un proceso profundo de reflexión respecto de cuál es su proyecto político”

Hoy aporta desde las ideas a través de Horizontal, pero Gonzalo Blumel sigue atento al debate político. En particular, a lo que pasa con su sector. Sostiene que Chile Vamos debe tomar lo mejor de las miradas que están en el mundo conservador y también en el mundo liberal.

En esa línea, el extitular del Interior afirma que la centroderecha debe “tener banderas ancladas en el mérito y en la justicia social, a partir de un reformismo responsable”, pero también acoger las posturas sobre seguridad del mundo conservador.

Sobre Chile Vamos, Gonzalo Blumel advierte que de acercarse mucho al mundo republicano corren el riesgo de seguir “el camino que siguió la concertación ante el Frente Amplio, que finalmente la ha llevado a prácticamente desaparecer”.

¿Qué reflexión hace sobre su sector político hoy? 

La centroderecha, después del plebiscito de diciembre, debe hacer un proceso profundo de reflexión respecto de cuál es su proyecto político. Porque, efectivamente, si uno mira los últimos años, se ha observado una confusión ideológica bien importante. El 18 de octubre buena parte de nuestros dirigentes y parlamentarios se plegaron a banderas de la izquierda. En las elecciones, buena parte de la dirigencia también se volcó hacia la candidatura de José Antonio Kast, abandonando al candidato del sector. Y en el proceso constituyente actual, a Chile Vamos le faltó identidad para marcar sus banderas y diferenciarse un poco más de los republicanos.

¿Le faltan liderazgos apara asumir esta responsabilidad de encaminar de nuevo al sector? 

No sé si un problema de liderazgo o es la actitud. Lo que siento que hoy día falta, más que nada, es tener carácter, tener coraje para plantear lo que es correcto. Y no hablarle únicamente a la galería o a las redes tuiteras, digamos, de la barra brava propia.

Gonzalo Blumel asegura que “a Chile le hace falta una izquierda democrática”

–En su libro destaca mucho la disposición de diálogo de personas de centroizquierda que hoy son parte del Gobierno. ¿Cómo ve este cambio que ha tenido el presidente de acercarse al mundo de la Concertación?

No deja de ser paradójico y quizás es el principal castigo en términos políticos del actual Gobierno, que gobierna tomando las banderas que en el pasado renegaban, de la mano con el Socialismo Democrático, al cual impugnaba permanentemente.

¿Qué tan sincero es? Ver para creer, digamos. Ojalá sea cierto, porque a Chile le hace falta una izquierda democrática y razonable como la que tuvo en el pasado, que no se crea superior en términos morales y que asuma, sobre todo, un camino de reformismo y no de refundaciones o revoluciones, como buena parte de la izquierda quiso abrazar durante el estallido social.

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