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25 de Noviembre de 2023

Microinfidelidades: cuáles son los límites en una relación sentimental y cómo la era digital amenaza a las parejas

Microinfidelidad Ilustración: Camila Cruz

Stalkear a otras personas y llamar su atención con likes y respuestas a historias, tener conversaciones con otras con un interés físico o emocional, omitiendo o mintiendo sobre la relación sentimental; o simplemente jotear y dejarse jotear por una persona afuera de una disco sin concretar una “real infidelidad”. Estas son algunas de las conductas que, cuando se está en una relación convencional, han sido ubicadas bajo el paraguas de las “microinfidelidades”. “Este nombre ‘micro’ pudiese suponer un cierto problema, porque minimiza”, reflexiona el psicólogo clínico Freddy Sandoval. “Algo que desde afuera pudiese ser visto como algo micro, para la persona es algo muy real y puede ser muy grave”, apunta.

Por Paula Domínguez Sarno

“He hablado con personas porque las encuentro guapas. No es que sean mis amigas, hablo con ellas por… porque son guapas, no más”, admite Esteban Acevedo (31) sobre su comportamiento en redes sociales en el contexto de algunas relaciones serias de pareja que ha tenido. En todas se ha acordado exclusividad y monogamia, pero la línea que delimita la fidelidad de la infidelidad puede resultar difusa en ocasiones. “Entonces, sí, he sido ‘microinfiel’. También le he dado me gusta a huevadas o he comentado historias, pero después me arrepiento, me siento mal”, agrega.

El término microinfidelidad fue acuñado por la psicóloga australiana Melanie Schilling y lo define como “una serie de acciones aparentemente pequeñas que indican que una persona está centrada emocional o físicamente en alguien ajeno a la relación”. Estas son una forma de coqueteo sutil que no implica una infidelidad física, pero sí una interacción en la cual quien participa –estando en una relación monógama– no se la transparenta a su pareja. 

Si bien la infidelidad física (o clásica) resulta fácil de definir, ya que implica el tacto, un beso y/o relaciones sexuales, existe otra arista del comportamiento que existe en aquello que no es tangible: los sentimientos y emociones. La infidelidad emocional ocurre en situaciones en la que una persona en una relación establece una conexión emocional con alguien que no es su pareja, cruzando una línea no necesariamente física. Y, en los matices de esta última, podrían caber las microinfidelidades.

“Este nombre ‘micro’ pudiese suponer un cierto problema, porque minimiza”, reflexiona el psicólogo clínico Freddy Sandoval. “Uno pudiese pensar que es un poco más light. Pero la verdad es que desde los enfoques psicológicos, al menos mi enfoque, cada persona experimenta las situaciones de manera distinta y siempre lo relevante es la experiencia subjetiva de la persona. Algo que desde afuera pudiese ser visto como algo micro, para la persona es algo muy real y puede ser muy grave”, explica. Sandoval trabaja haciendo terapia en adultos y parejas desde el enfoque postracionalista fenomenológico hermenéutico. “De hecho, la ‘microinfidelidad’ cae en la categoría de violencia”, asegura.

Coquetear sin concretar

“Siempre mis relaciones han sido cerradas”, cuenta Javiera Toro (29). Admite que quien las ha visto con un límite más difuso ha sido ella: “Cuando era yo súper hippie, como que, pucha, sentía algo por alguien y ¿tú crees que mi mente decía no, no, no. No voy a hablar con esta persona? ¿No voy a sentir todo lo que estoy sintiendo porque estoy con otra persona? Simplemente, vivía el momento y claramente no me lo agarraba ni nada, pero sí había una tensión y esa tensión me encanta”, explica. “Cuando la sentía con alguien era deliciosa, así como que encontraste alguien que lo encuentras, pucha, fascinante y hablan horas y por tu mente pasa todo. Y, obviamente, es implícita porque tú no sabes si esa tensión la sientes solo tú. O es mutua”.

Actualmente, Toro vive con su pareja e hijo de casi dos años y cuando sale con amigas a bailar, le gusta recordar sus tiempos de soltería, antes de ser mamá. Una noche, en la entrada de una salsoteca, un chico se le acercó. “Si yo no estuviera con la chica que vine ahora a bailar, me iría contigo y te haría de todo”, le dijo. De todos los caminos que pudo haber tomado esa interacción, terminó en un coqueteo mutuo en el que Javiera le dijo que tenía una pareja y un hijo, pero cambió un detalle: le dijo que tenía una relación abierta. “Obviamente, jamás concretaría nada, porque era cero mi onda, pero me sentí demasiado sexy, demasiado. Como: todavía estoy bien”, agrega.

Hace unas semanas, se viralizó en una cuenta de Instagram de psicología un post en el cual se leía en su primera slide: “Microinfidelidades…”. Con más de 17 mil me gusta y cientos de comentarios, en las siguientes imágenes definía el término de Schillingy daba ejemplos: no hacerle saber a otra persona que estás en una relación estable, o minimizar la seriedad de esta; reaccionar a historias o dar likes con frecuencia a una persona que te parece atractiva en redes sociales; y, tener conversaciones subidas de tono con otras personas, entre otras.

Javiera afirma que con su pareja no se revisan el celular. “Pero me ha pasado que, casualmente…”, dice con sarcasmo. “…He entrado a su WhatsApp y como que uno tiene esa intuición de entrar justo a la conversación que a uno le hace ruidito. Me pongo a ver un poco para atrás, veo y sí. Se siente un poco de joteo”. Descubrió entre las conversaciones una con una ex y, aunque parecía evidente que no concretarían una salida y que ella tampoco estaba soltera, intercambiaban mensajes con añoranza de los tiempos en los que estuvieron juntos con mucha periodicidad. Aunque le molestó y lo encaró, Toro afirma que realmente no le importa que su pareja cometa estas “microinfidelidades”. “Mientras yo no sepa”, agrega.

María Gaitán (37) también ha probado solo experiencias monógamas y exclusivas. La última relación larga que tuvo no estuvo exenta de problemas, lo que los llevó a terminar en una ocasión y, después de algunos meses, volver. En ese periodo conoció a un chico con el que salió por algunas semanas, pero una vez que volvió con su expareja, no dejó de hablar con él.

“Ya, igual era nada. No era ni una hueá sexual explícita. Era como una conversación. O sea, conversación-coqueteo”, cuenta. “Pero para mí eso ya como que está fuera de la ley, como que no corresponde”. Gaitán explica que no era buena la relación que tenía con su pareja. Por ello, cuando volvieron, ella decidió que debía hacer cosas para no depender por completo de ella. “No podía poner todos los huevos en la misma canasta”, se ríe. “Pero esto igual me hacía sentir como la adrenalina, ¿cachai? Y como esa falsa sensación de tener control”.

El rush emocional es cuando uno realiza una acción que es como entre prohibida o es adrenalina”, explica Freddy Sandoval. “Y hay personas que necesitan ese rush emocional, ya sea porque su vida normal no le aporta ningún tipo de arrastre emocional o porque no es motivante. Entonces, en este tipo de cosas, encuentran esa activación emocional, esa visceralidad”.

A pesar de que la interacción de María era más consciente, admite que el hecho de que la descubrieran no era algo que le diera tranquilidad. “Era como, me revisan el celular y conchetumadre”, dice nerviosa recordando. Sin embargo, explica que quién más expresiva era en la relación con su pareja, era ella, y él, particularmente, la hacía sentir insegura. “Yendo a mi mentalidad de hace siete, ocho años, como que tenía ganas de que igual viera que habían otros huevones súper interesados en mí, ¿cachái?”, reflexiona. “Entonces, una cae en estas pendejadas, poh”. Además, ella misma había descubierto al principio de la relación que esa misma pareja conversaba con una chica que se había ido a vivir fuera de Chile, con la que había estado involucrado amorosamente, a través del chat de su correo electrónico.

La fidelidad en la era digital

Así como Esteban Acevedo ha coqueteado sutilmente con otras chicas estando pololeando, también le ha pasado en dirección contraria. “En mi última relación caché como una microinfidelidad. Como darle me gusta a fotos de huevones o por cachar que le calentaba la sopa a otro loco, sí poh”, afirma. “No mucho, prefiero no saberlo en realidad. Me da lo mismo que le den me gusta y esas cosas, pero si estái como coqueteando, no poh”, asegura. Pero después corrige: “Siento que es distinto, ponte tú, si alguien se me metió a un perfil a darle me gusta a la hueá así como bien jote, a una foto antigua. Es distinto, siento, a que si le apareció una foto en el feed y le dio me gusta”.

Pero, ¿qué es coqueteo y qué no a través de redes sociales?

Al escribir en Google “cómo coquetear por redes sociales”, los primeros artículos apuntan a casi lo mismo en todos los casos, que es llamar la atención de la otra persona, pero con intereses particulares. Una de esas notas es la de Cosmopolitan, y los tips se basan en la interacción: “Los ‘me gusta’ son llamados de atención”. Explica que es importante, para dejar claras las intenciones, si es que el like va a una foto de un paisaje o de la otra de una mujer en bikini en las playas de Menorca, por ejemplo, llamando a esta última “guiñarle ojo de forma virtual”. Y si esa persona te gusta mucho, según el artículo, es buena idea ir en busca de una foto antigua, para que sea más evidente. Además, se pueden sumar a estas acciones las de responder a historias y hablar por mensajes internos.

“Está todo más expuesto, está más fácil de hueviar y que pase más piola, fácil de halagar, muy fácil de ocultar”, dice Esteban sobre el contexto en el que nos relacionamos a diario a través de redes sociales. “Hay gente que como que se atreve más por las redes sociales, entonces, se muestra más como es a lo que es en persona. Hay exposición a la fidelidad, a la desconfianza… te podís portar bien y también desconfían de ti, está todo muy expuesto a distintas interpretaciones”, agrega.

Por ejemplo, Javiera a veces hace ciertas interacciones por redes sociales que no entregan un mensaje explícito, pero que no solo no le cuenta a su pareja, sino que nadie. Solo a la persona que lo recibe. “Hace poco pensé en un amigo, que ya es mi amigo, pero pasó de todo entre nosotros antes. Encontré una frase en un carrete el otro día que fui a bailar. Me recordó tanto a él, que te juro que lo etiqueté en mi historia, con la etiqueta escondida”, relata. “Ni siquiera le hablé, pero lo etiqueté porque me acordé de él y él me habló al toque. Me dijo: ‘Hola hermosa, qué rico saber de ti…’. La verdad es que sí. A veces hago cosas así”.

Conversaciones incómodas, pero necesarias

Al preguntarle a Javiera qué sentiría si su pareja coqueteara con una chica a la salida de una salsoteca como ella lo hizo, admite que no le gustaría. “Me muero. Me muero. O sea, más que nada, porque sí me sentiré un poco traicionada de su parte”, dice entre risas y pensando en la escena en su cabeza. “Como que siento que yo lo veo mucho más ligero, puedo controlarlo mucho más. Quizá a él se le iría un poco más de las manos, no lo sé, pero como que yo ya conozco mi punto de hasta dónde”, explica.

El psicólogo Freddy Sandoval explica que esta especie de contradicción podría explicarse por la filosofía del cuidado, que es, en términos simples, tener control sobre las cosas que se hacen. “Ella, en el rush emocional, se siente validada, se siente comprendida, se siente viva, por así decirlo”, explica. “Y claro, como ella siente que tiene el control de su vida, sabe que no va a pasar nada más. En cambio, en el caso del pololo, probablemente ella conecta con que el otro va a ir más allá. Eso es lo que le da miedo”.

María admite que en la relación en la que fue “microinfiel” muchos otros factores afectaban su comportamiento, pero dice creer en la monogamia. “No sé si para el resto de la vida, pero yo creo que me volvería loca en una relación abierta”, reflexiona. Actualmente, tiene una relación cerrada en la que no comete microinfidelidades. Se siente muy segura, pero porque hablan al respecto, se entienden y validan cómo se sienten. “Podís pasar como la huevona intensa, pero es como, huevón, mientras más hablís, menos probabilidades de malos entendidos. Es como: ‘Acá hasta los términos y condiciones’. Es como, ¿qué es fidelidad para ti? ¿Cómo cachái? “.

Esteban piensa lo mismo. “Cuando ya se involucran emociones, yo creo que está bueno siempre hablar las cosas. Como que la gente evita hablar y solo supone. Y suponer yo creo que es el peor error”, explica. “Para mí, la fidelidad es ser coherente entre lo que estoy diciendo: entre lo que estoy transmitiendo y mis acciones, ¿cachái? Para mí esa es la fidelidad, es lealtad, ser consecuente”.

Cómo superar una (“micro”) infidelidad

La conversación previa para fijar los límites de la fidelidad en una relación que está comenzando, puede ser incómoda. Sin embargo, la conversación al descubrir una infidelidad o “microinfidelidad” puede ser peor.

“Cuando una persona descubre que su pareja está coqueteando con otra persona o tiene este tipo de conducta, puede generarle mucho daño. Puede hacer que la persona se siente insegura o traicionada y eso es una pérdida, se siente dolor emocional”, dice Sandoval. Explica que, al contrario de lo que puede pensarse, las emociones no son abstractas, sino que “iluminan” las mismas partes del cerebro que un dolor físico y ocasionan reacciones también físicas, como por ejemplo, inflamación. “…siente que ya no sabe con quién está. Se puede deprimir, puede generar cualquier tipo de psicopatología, un trastorno alimentario, una crisis de angustia. Y el otro puede decir: ‘Es que no fui infiel, fui microinfiel’. Quizá, reflexivamente, puede ser algo distinto para esa persona, pero del otro lado no lo sienten de la misma manera”.

El psicólogo, de acuerdo a su enfoque postracionalista, explica que es fundamental que, aquel que cometió la infidelidad o microinfidelidad, no minimice cómo se siente el otro, ya que eso puede generar que escalen los conflictos. Por el contrario, validar las emociones del otro, aun sin lograr empatizar, es un buen camino.

Según el estudio “Investigación sobre los celos: impacto de la infidelidad sexual frente a la emocional”, realizado por la Universidad de Chapman en 2015, el 65% de las mujeres heterosexuales declaraban que se sentirían más molestas por una infidelidad emocional que por una sexual. Sin embargo, el 54% de los hombres heterosexuales afirmaron que la infidelidad sexual les molestaría más.

Finalmente, Freddy Sandoval explica que cada persona siente distinto y que estas emociones guardan relación con el pasado y con la proyección hacia el futuro de la relación: “Si pudo hacer esto, entonces en el futuro podría hacer algo peor…”. Pero las personas pueden cambiar, las conductas pueden cambiar. “O mi trabajo no tendría sentido”, agrega con una sonrisa.

“La única forma de recuperar la confianza es a través de la experiencia de confianza. En psicoterapia nosotros decimos que solo la experiencia cambia la experiencia, ya que quiere decir eso que mi pareja me puede decir muchas cosas, pero la forma en que tengo yo de ir recuperando la confianza es que él haga cosas”, explica. “Y ahí cada persona tiene que ser creativa y según como conozca la pareja va a saber cómo darle más confianza a su pareja”.

En esa instancia se pueden hacer negociaciones sobre lo que está dispuesto a hacer a aquella persona a la que se le está dando la oportunidad. Sin embargo, explica Sandoval, hay ocasiones en las que esa persona no cuenta con lo que la otra necesita para tener una relación sana y tranquila, por lo que, muchas veces, hay que desistir de seguir.

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