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Opinión

16 de Diciembre de 2023

Columna de Hernán Rodríguez Matte | Propuesta constitucional: Vientos de cambio

Columna Hernán Rodríguez Matte Ilustración: Camila Cruz

"Chile no cambió. Chile está cambiando. Y va a cambiar mucho más", escribe Hernán Rodríguez Matte en su columna en la que revisa el presente y futuro del país a partir del plebiscito constitucional.

Por Hernán Rodríguez Matte

Es un hecho. Cualquiera de las dos opciones que se elija mañana en la propuesta constitucional será el inicio de un cambio estructural para Chile. Si bien el apruebo parece representar el cambio más evidente, la opción rechazo trae consigo cambios que no se ven a simple vista, pero que son inminentes.

Creer que las cosas van a seguir igual después de este plebiscito es pecar de inocencia. El estado de polarización que estamos viviendo es solo la antesala de un cambio mayor. Chile no cambió. Chile está cambiando. Y va a cambiar mucho más.

Es cosa de revisar un poco de historia para darse cuenta de eso. Sin ir más lejos, lo que ocurre en Argentina es el mejor ejemplo. No se necesitó ninguna nueva constitución para que Argentina sufriera un cambio estructural. Lo que se avizora en ese país será la mejor película del año. El desplome del peso argentino, las huelgas gremiales, los paros en todas las áreas estatales, y el despertar de los movimientos sindicales serán la kriptonita de cada día en la Casa Rosada.

En poco tiempo sabremos de qué está hecha la capa de superhéroe de Milei. En cualquiera de los casos, fue el voto popular lo que bastó para hacer un cambio radical. Nadie tocó una palabra de la Constitución para iniciar la transformación de un país. Una vez más, el viejo estilo de un lápiz y un papel resultó ser imbatible.

Me gusta ese estilo. Elegir las cosas sin intermediarios. Quizás por eso me gusta ir a votar. Me gusta además porque ese día el metro es gratis. Cuando paso por el torniquete me gusta sentir que el Estado se está rajando con un pasaje. Es tanto el placer que me produce que siempre me voy a la ida en metro y a la vuelta en micro. Mirar para afuera escuchando música en una micro medio vacía es toda una experiencia. Ver la calle con cierta altura es diferente a mirarla desde un auto. Uno ve más lejos en la micro.

Quizás debería hacer eso en todo ámbito de cosas. Lo que pasa es que ahora está difícil mirar las cosas desde arriba. El país esta tan polarizado que no queda mucho espacio para otra cosa que no sea la política inmediata. La contingencia del día a día. Quizás cuando se acabe el show de la constitución se ventile un poco el ambiente, pero por ahora es imposible escapar de la ola expansiva de la inmediatez.

Por esa razón, en lugar de ir contra la corriente, decidí zambullirme en la corriente. Me puse como tarea leer la propuesta constitucional completa. Desde la página uno, hasta la pagina 156. Me vi obligado a guardar mi libro de autoayuda “Deja de ser tú” de Joe Dispenza por leer la famosa propuesta. Por si eso fuera poco, hice el sacrificio de leer las disposiciones transitorias. La verdad es que no me arrepiento. Me convertí en un latero por repetir las pocas cosas que logré retener en la cabeza, pero al menos siento que voy a votar con propiedad.  Al final de día todos queremos lo mismo. Mejor salud, mejor educación, mejores pensiones, etc.  

El problema es que no todos los caminos llegan a Roma y todos se venden como si supieran llegar. En esa lucha por ponerse de acuerdo es cuando los ánimos se caldean. Y cuando los ánimos se caldean demasiado, tarde o temprano las cosas terminan por explotar e irse a los extremos. Pasó en la revolución francesa, paso en la revolución bolchevique, pasó en el golpe militar, pasó en Cuba y Venezuela y, en menor grado, está pasando en Argentina. Y en Chile, pase lo que pase mañana, la olla seguirá bajo presión, con el riesgo latente de una mayor polarización.

Yo no creo que una Constitución sea la correcta y la otra sea la equivocada. Son diferentes caminos para lograr resultados similares. Todos estamos de acuerdo en lo que queremos. No existe nadie en Chile que quiera vivir en un país pobre, inseguro, corrupto y con poco empleo. Más allá del sistema político, no hay muchas más variaciones en los objetivos de un país. Como dijo el premio Nobel de Economía, Simon Kuznets: “En el mundo hay cuatro tipos de países: los países desarrollados, los países en vía de desarrollo, Japón, que nadie sabe por qué crece, y Argentina, que nadie sabe por qué no crece”.

Ahora Argentina tiene una oportunidad para contradecir a Kuznet. El punto de fondo es que si nuestro lideres se quedan empantanados en la inmediatez y la polarización de sus ideas estamos destinados al fracaso. Es vital enfriar el ambiente. 

Quizás ahora es un buen momento para ver las cosas como si uno estuviera en una micro. Ver desde arriba para ver más lejos. La historia demuestra que la estabilidad permite que sea más fácil ponerse de acuerdo. Y en este caso la estabilidad de nuestro país no depende del “A Favor” o el “En Contra”. Depende de que podamos resistir la tentación de la inmediatez. De que podamos guardar las calculadoras políticas y mirar a largo plazo. Nadie tiene la varita mágica, pero todos tenemos la responsabilidad de cuidar al país. Se vienen los vientos de cambios. Que no nos pillen mal parados.

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