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Opinión

9 de Enero de 2024

Columna de Javiera Arce | La Divina Comida de Zalaquett

Columna de Javiera Arce | La Divina Comida de Zalaquett

El sistema político no goza ni de buena salud ni reputación y este tipo de acciones contribuyen a incrementar el desprestigio sobre las instituciones públicas, los partidos y la democracia. Es más, se muestra a la élite dirigente más cercana a los intereses de una clase privilegiada y no de todos los chilenos.

Por Javiera Arce Riffo

Hace algunos días -gracias a un reportaje del medio CIPER Chile– nos enteramos sobre la invitación realizada por el ahora lobbista y exdirigente político Pablo Zalaquett. Él, como toda una celebridad, realizó una serie de eventos en su residencia particular.

En estas instancias confluyeron una serie de personajes políticos. En un principio, se informó de la presencia de los ministros Maisa Rojas y Nicolás Grau. Posteriormente, se sumaron otros nombres del gabinete del Presidente Boric: Carolina Tohá, Alberto Van Klaveren, Esteban Valenzuela y Jeannete Jara.

A estos se suman una serie de diputados y senadores, quienes también han participado de dichas actividades con Zalaquett. Aparentemente, el propósito de todas estas reuniones ha sido acercar al mundo empresarial con la “esquiva” élite dirigente actual.

En el pasado una serie de actores políticos condenaron con vehemencia este tipo de encuentros, entre ellos, el entonces intrépido diputado Gabriel Boric. A pesar de esto, hoy en día las explicaciones no se hacen esperar.

En voz de la propia ministra vocera de Gobierno y el ministro Grau -principal apuntado-, se justifica el cumplimiento de la normativa. Esto porque -de acuerdo a la Ley del Lobby– se plantea que se declaran sólo audiencias de gestores de intereses particulares que tengan como finalidad influir en una decisión pública. Con esa interpretación, se supone que se resuelve el conflicto, porque está todo en regla. Sin embargo, esto no es tan así.

Si se analiza en detalle, el rubro de don Pablo Zalaquett es bastante más amplio que la industria salmonera. De hecho, también ha reunido a los dueños de las Aseguradoras de Fondos de Pensiones (AFP). Por esto, ha logrado convidar a la socialité del análisis político nacional, que incluyó a renombrados comentaristas políticos de la plaza. Incluso, generó la sensación de estar construyendo una especie de nuevo Centro de Estudios Públicos en su propio domicilio.

Pero vayamos por partes. El ministro Grau planteó que no se habló de nada específico relativo a una decisión. Sin embargo, entes regulados se juntaron con entes reguladores a conversar “en general” de temas relacionados con los que se podría influir directamente.

Es muy poco probable que no se hablara de un tema relativo a las faenas salmoneras en la reunión que sostuvieron Rojas y Grau. Lo mismo ocurrió con el diputado Santana, presidente de la Comisión de Trabajo de la Cámara de Diputados, y las Aseguradoras de Fondos de Pensiones, donde en efecto sí se habló de las pensiones, pero nada de esto quedó registrado en ninguna plataforma.

Nadie dice que no hablen. Es más, el lobby existe desde que la política nació. Para moralinas, ya tuvimos mucho de la política performativa del Frente Amplio cuando luchó por ingresar al sistema de partidos. Pero ya institucionalizado, su forma de actuar cambia.

Tal como lo planteó el politólogo italiano Angelo Panebianco en los años ochenta -a propósito de la evolución de los partidos políticos-, éstos se transforman desde un sistema de solidaridad -en que predominan los incentivos colectivos y una aparente ideología manifiesta– hacia un sistema de intereses particulares con una ideología latente. Esto es absolutamente natural en prácticamente todos los sistemas de partidos del mundo.

El diálogo es absolutamente necesario. Tal como lo afirmó el presidente Boric: dialogar hasta que duela. Pero este diálogo requiere ceñirse a las reglas que el mismo Poder Legislativo se ha dado, y no soslayar su cumplimiento como lo ocurrido en la Divina Comida. Es importante que se converse y se trabaje con mucha fuerza en llegar a acuerdos. Pero estos acuerdos tienen que ser de cara a la ciudadanía, es decir, que todo el mundo se entere de los esfuerzos de diálogo democrático realizado por una democracia pluralista como la chilena.

El error cometido es evidente, y ha costado muchísimo su reconocimiento, sobre todo para evitar su repetición en el futuro. El sistema político no goza ni de buena salud ni reputación y este tipo de acciones contribuyen a incrementar el desprestigio sobre las instituciones públicas, los partidos y la democracia. Es más, se muestra a la élite dirigente más cercana a los intereses de una clase privilegiada y no de todos los chilenos.

Estos temas no deben ser tomados de manera liviana. No hace muchos años teníamos políticos y empresarios formalizados, como el mismo Zalaquett, procurando salidas alternativas para no cumplir penas remitidas por delitos vinculados a la relación espuria entre dinero y política.

La ciudadanía delega poder, pero este poder es un préstamo. Y cuando menos se espera, estos apoyos desaparecen. Por respeto a la frágil democracia y a los frágiles apoyos, se requiere avanzar en mayor transparencia y probidad de la función pública.

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