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Cine

2 de Febrero de 2024

Columna de Cristián Briones | “Vidas pasadas” y “Anatomía de una caída”: la exquisitez en no saber

Past Lives y Anatomía de una caída

El columnista de cine, Cristián Briones, escribe esta semana sobre dos cintas nominadas a los Oscar a mejor película que se estrenaron esta semana en salas chilenas. La primera, dirigida por la coreana-canadiense Celine Song, compite por la estatuilla dorada también en la categoría mejor guion original, mientras que la película francesa recibió cinco nominaciones a los premios de la Academia. "Dos obras diametralmente opuestas que se enmarcan en un año de fenómenos comerciales y artísticos que vuelven a poner en la mesa una conversación que hoy cuesta mucho tener: el hecho de que gente distinta cuenta historias distintas", destaca.

Por Cristián Briones

“Embaucar” es un término que muy rara vez usamos para definir una película. Sin embargo, es un concepto que define muy bien el cine en sí mismo. Quizás el decir que nos sentimos embaucados tiene tintes negativos, pero ¿habrá desahogo más grande que dejar que nos lleven por un viaje con destino desconocido y, al concluirlo, saber que es exactamente donde necesitábamos estar?

Past lives (Vidas pasadas) es la primera película de la coreana-canadiense Celine Song. Aunque el pulso narrativo de esta película no parece ser un debut. No es una simple forma pausada a la que la directora nos expone. Es a la paciencia. No esa que debemos tener como público cuando nos sentamos un par de horas a ver una obra. Es la forma en que su exposición termina acompañando a nuestros corazones como audiencia.

En varios niveles de la definición, nos induce a ser pacientes. Quizás porque tomamos conciencia de que no sabemos, solo suponemos, tal y como abre la película. Song construye un relato que siempre nos está llevando a nuestros propios latidos. A nuestros recuerdos. A los amores pasados y los lugares perdidos. A aquello que renunciamos porque ganamos algo más. A seguir nuestros sueños con la certeza de que vamos dejando atrás una parte nuestra. Saber que amar es un premio en sí mismo y dejar es parte de la vida. A ir en una dirección, porque el tiempo va en una sola dirección y no podemos dar la vuelta a las vidas pasadas.

Vidas pasadas

Song es engañosamente honesta en esta película. La historia de una inmigrante coreana que quiere vivir en occidente para perseguir sus metas artísticas y que de pronto, gracias a los avances tecnológicos, da un atisbo a lo que pudo ser (y que en realidad fue) un viejo amor de la niñez. El único con quien valía la pena llorar. Para iniciar un largo viaje de encuentros y desencuentros. Song es tan honesta como embaucadora, tan encantadora como demoledora. La inmigración, la persecución de una carrera, las diferencias culturales, la pertenencia (“sólo hablo coreano con mi mamá y contigo”). Vidas pasadas quizás uno de los relatos mejor escritos y dirigidos de 2023.

El cuidado en las imágenes, en los movimientos de cámaras, en las ideas plasmadas en caminos distintos, en silencios nítidos. Con una brillante Greta Lee, que perfectamente pudo (y debió) estar en la papeleta de mejor protagonista del año. Una de esas que llenan el corazón y lo dejan vacío. Un viaje con un destino incierto y elusivo, pero del cual dejamos la sala con la claridad de que no había otro. Un encanto embaucador.

***

En “Anatomía de una caída“, por otra parte, Justine Triet juega de manera magistral con las capas bajo las cuales existimos como sociedad. Usa ambos conceptos descritos en el título para desestabilizarnos en la butaca. Un drama judicial en que una mujer resulta sospechosa de la muerte, supuestamente accidental, de su marido, producto de una caída.

¿Qué anatomía está describiendo? ¿Qué está diseccionando exactamente? ¿Los distintos detalles forenses que apuntan a involucrar a una esposa en la muerte de su marido? ¿Las minucias de la investigación? ¿Del proceso judicial francés? A poco andar, empezamos a notar que las preguntas cambian ¿Es un estudio de una relación de pareja que fue resquebrajándose? ¿De la monogamia? ¿Está analizando el desafío en la masculinidad de aceptar el éxito femenino? ¿La poco atendida salud mental en los hombres? ¿Los sesgos de un sistema penal que enjuicia a una mujer no solo por el posible crimen, sino también por su desempeño como esposa o madre?

Triet consigue encandilar con su relato al ir entregando cada uno de esos temas e instalándolos en uno de los aspectos más destacables de esta película: Sandra Hüller. La protagonista va recibiendo los argumentos y los incorpora en su interpretación (una de las mejores del año) y sirviendo al mismo tiempo como cadencia narrativa y desequilibrante. Uno nunca sabe exactamente dónde asirse en “Anatomía de una caída”. Incluso la posible culpabilidad en los hechos se difumina y reaparece constantemente.

Anatomía de una caída

La secuencia judicial consigue eso con las declaraciones, la mejor lograda la del hijo, uno de los momentos en donde debiéramos tener claro que nos paramos frente a una obra mayor. Pero no se queda sólo en los magistrados. Su relación con el abogado, con la prensa, y principalmente con su hijo, con los recuerdos que no son tales, porque, al fin y al cabo, este afán de revisión también depende de la perspectiva de los personajes y de nosotros como audiencia.

Somos jueces a los que las pruebas van siendo presentadas y desarmadas. Estamos presenciando la disección, o mejor dicho, el acto de anatomizar. Descubrir cómo funciona. Pero tampoco sabemos muy bien qué estamos estudiando. Qué es la “caída”. ¿Qué es lo que cae realmente? ¿Un cuerpo que sirve como detonante de la historia? ¿La historia de una relación fallida? ¿Nuestra capacidad de revisar los hechos dejando los sesgos propios?

La capacidad de Triet y Hüller de ir profundizando visual y narrativamente en estos temas para nunca darlos por resueltos puede resultar frustrante, pero es derechamente lo que la hace la narración más implacable del 2023. Sostener un guión tan cargado de enigmas con un pulso tan firme, y sin permitirle a la audiencia la tranquilidad de una resolución, es uno de los trabajos de engatusamiento más placenteros del último tiempo.

Dos obras diametralmente opuestas que se enmarcan en un año de fenómenos comerciales y artísticos que vuelven a poner en la mesa una conversación que hoy cuesta mucho tener: el hecho de que gente distinta cuenta historias distintas. Aun cuando en el papel, la historia parezca la misma, el arte en el cine sigue descansando en cómo narrar. No en el saber qué se cuenta. Y Celine Song y Justine Triet, han sabido hacerlo. Hicieron un par de delicias en donde uno no sabe.

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