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Cine

23 de Marzo de 2024

Columna Cristián Briones | Las que no ganan: la cartelera después del Oscar

"El Bastardo" y “El Hombre de los Sueños” Gentileza

La temporada de premios suele dejar triunfadores y otros que deben beneficiarse solamente con la exposición. Pero luego están aquellas películas “que se quedan una cuota más atrás”, plantea Cristián Briones, quien agrega: “Las que sonaban en alguna categoría, pero, en buen chileno, ‘les faltó la chaucha pa’l peso’”. Dos de ellas son "El hombre de los sueños" y "El Bastardo", cintas que revisa en esta columna el crítico de cine.

Por Cristián Briones

Lo primero a dejar claro: si lo que busca es ver aquellas películas que cosecharon premios en esta última entrega de estatuillas, bien puede encontrarlas en los cines. “Oppenheimer”, “Zona de Interés” oAnatomía de una Caída, por ejemplo. O algunas incluso haciendo doble militancia con las plataformas de streaming, como “Pobres Criaturas”. Y otras que surgieron y siguen ahí en la comodidad del hogar, como “American Fiction”, (película muy poco conversada en estas latitudes, a pesar de ser una de las composiciones más complejas y temáticamente eficientes del último tiempo) o una que nos da el pie a este escrito, que versa sobre manos vacías: Los Asesinos de la Luna.

Y es que la temporada de premios suele dejar triunfadores y otros que deben beneficiarse solamente con la exposición. Luego están aquellas que se quedan una cuota más atrás: las que sonaban en alguna categoría, pero, en buen chileno, “les faltó la chaucha pa’l peso”. Que no tuvieron tan buena campaña para posicionarse en su estrato o que requerían el apoyo de otras organizaciones para ello.

Es el caso de las películas que representan países como Japón y Alemania, que debieron escoger entre tres o cuatro obras para potenciar sólo una; o pasa que simplemente en un listado de diez, quedaron sextas o séptimas en el debate y las nominaciones se les escaparon. Dos que cumplen con al menos una de estas características, llegan a compartir cartelera esta semana. El Hombre de los Sueños” (“Dream Scenario”) y “El Bastardo” (“Bastarden”).

Es muy probable que sea un absurdo en varios niveles, aparentemente nítida en su planteamiento, y lo suficientemente compleja en su discurso, como para salir de “El Hombre de los Sueños” con sensaciones encontradas, y en más de alguna ocasión, equivocadas. La premisa es que la mitad del mundo empezó a soñar con Nicolas Cage y absolutamente de la nada, se vuelve famoso. Luego los sueños se convierten en pesadillas y la devoción pública da paso a la infamia.

Nicolas Cage en "El Hombre de los Sueños"

Aunque la evidente primera lectura de la segunda película del noruego Kristoffer Borgli es que versa sobre la llamada “cultura de la cancelación”, lo cierto es que el director elude la simpleza del término y su texto público, mientras más vueltas se le da a la película. No es el primer abordaje de Borgli al respecto, ya antes en “Enferma de mí” (“Syk Pike”, disponible en MUBI) se planteaba recorrer los retorcidos derroteros de la fama y el narcisismo. Y lo hace acá de nuevo, con la ventaja de contar con un Cage en plan Charlie Kaufman y un momento en que la temática adquiere cada vez más aristas. El problema final de la película no es si “cancelamos” a alguien, es por qué lo hicimos famoso en primer lugar, y finalmente por qué pretendemos que el hecho de que sea famoso lo deja a merced de nuestros juicios.

¿Por qué una persona que es famosa deja de ser un humano falible? ¿Por qué pasamos a tener derechos sobre su comportamiento, incluso más allá que el escrutinio que ponemos sobre el nuestro? ¿Hacerlo famoso significa que ahora está a nuestra merced? ¿Se “debe a sus seguidores” que lo instalaron allí? La vida desecha del personaje de Cage no es distinta de cualquier otra. A merced de su propio ego y de las vicisitudes económicas que controlan todo. La idea de “la ganancia como único principio” es un gran remate cuando vemos que cualquier “evento viral” por el que alguien se vuelva reconocido, será estudiado por los muchachos de Palo Alto e intentado llevar a inversionistas para generar más ganancias. Mientras el ser humano que entró en el mundo de la fama, no se convierte en nada más que un despojo de sí mismo.

Lo que lleva a preguntarse si al final, “El Hombre de los Sueños” plantea que el juego de la fama no le pertenece ni es manipulado por los famosos, ni a quienes buscan la ganancia pura detrás de ellos, si no a nosotros, que erigimos ídolos y referentes de nuestros sueños y los sepultamos cuando son personajes de nuestras pesadillas, esas con las que no estamos dispuestos a lidiar.

Por otro lado, el director Nikolaj Arcel regresa a su natal Dinamarca después de un paso mediocre por Hollywood y a una década de dirigir “La Reina Infiel” (“En Kongelig Affære”), que presentaría al mundo a la actriz Alicia Vikander. Y lo hace con “El Bastardo”, la representante de su país en los últimos Oscar, no alcanzando nominación (injustamente, en opinión de quién suscribe), pero logrando un estreno mundial.

Mads Mikkelsen en "El Bastardo".

“El Bastardo” es muy distinta a “El Hombre de los Sueños”. Es totalmente frontal en sus temas: la discriminación en sus más variadas formas, la futilidad de la nobleza frente a la clase dominante, el absurdo de la escala social impuesta por títulos y un etc. muy bien expuesto. Pero su auténtico atractivo está en el pulso implacable para filmarlo de parte de Arcel. Es el páramo que intenta conquistar el protagonista el que define esta película en toda su fisonomía visual. Inhóspita e inflexible, pero su belleza está justamente en el esfuerzo por plasmarla tanto como en modificarla.

Es una historia que no cambia excepto para quienes cambian en sus parajes. La historia de Ludvig Kahlen, un siempre extraordinario Mads Mikkelsen (que a estas alturas merece ser admirado como uno de los intérpretes más potentes en la virtud de sus sutilezas dramáticas), es sencilla: quiere ascender en su admirada escala social dejando de lado el hecho de que es un hijo ilegítimo convertido en eficiente soldado. Para ello decide conquistar lo inconquistable: hacer agricultura y, con ello, honor y riqueza, en aquel lugar indómito. Ser reconocido por el logro no será fácil, su obstáculo no está sólo en la tierra, sino también en sus dueños, aquellos aristócratas que no serán opacados por un bastardo de clase baja.

La discriminación, el desprecio y el abuso, no solo de la clase dominante, sino de la superstición racial y religiosa se van dejando caer sin miramientos y de forma directa, en una película que no sólo transcurre en otra época, sino que también se siente de otra era. Arcel tiene la confianza, y la pericia, para que ninguna de estas lecturas modernas se sientan desfasadas en el tiempo. Principalmente, porque confía en que cada uno de los elementos encajarán en la simpleza de la narración.

Y lo consigue, principalmente porque todo apunta en una dirección inexorable, y tal como su protagonista, está decidido a seguir ese camino de forma rigurosa hasta el final. Es un trabajo de artesanía que tiene tanto de elegancia como de brutalidad . Es el tipo de película que no esconde en ningún momento sus intenciones. Quizás una lección, hoy por hoy, para no quedarse corto en el mensaje.

Otras dos películas, de hace algún tiempo y en menos salas, pero a las que vale mucho la pena prestarles atención son “Corsage” (“La Emperatriz Rebelde”), una atrevida, aunque irregular vuelta de tuerca a Sissy, La Emperatriz en manos de la directora austriaca Marie Kreutzer, con el protagonismo de una Vicky Krieps que si no ha llamado la atención parándose erguida frente a Daniel Day-Lewis, probablemente los errados somos nosotros. Llamativa en varios frentes y con un comentario sobre la belleza y el paso del tiempo que se filtra en imágenes disonantes, es un viaje al menos cautivante.

A la anterior se suma “The Quiet Girl”, también del 2022 y que alcanzara nominación al Oscar a Mejor película internacional. De una espiritualidad ajena a la fe, de una belleza cándida, inquietante sin artificios, pero, por sobre todo, conmovedora en su núcleo más profundo. No es nada más que la historia de una niña que debe irse “prestada” para ser cuidada por otros familiares en la Irlanda de principios de los ‘80. Una mirada del mundo desde un lugar al que todos podemos acceder, porque todos fuimos niños. De esas películas que se quedan a fuego en el corazón.

Películas que pueden no cosechar alfombras rojas en eventos transmitidos a todo el globo, pero que siempre se las arreglan para encontrar el camino a terminar en una pantalla cercana. A la que a veces tenemos que acercarnos nosotros también.

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