Comer y beber
16 de Febrero de 2024El Naturista: los secretos del primer restaurante vegetariano de Chile que cumplirá 100 años
En Moneda 846 se ubica este clásico de la comida vegetariana. Un símbolo vivo de una filosofía de vida saludable y sostenible, y que mantiene a trabajadores que llevan más de 40 años en el lugar. Su dueña, Virginia Valdés, cuenta cómo han resistido, incluso en los malos tiempos que enfrentaron en pandemia, aunque reconoce que hay una merma de público que hoy evita ir al centro de la capital.
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Son las 10:30 de la mañana, y los primeros comensales de El naturista comienzan a entrar para desayunar. Lo primero que se encuentran en el restaurante ubicado en Moneda 846 es un largo pasillo con grandes pizarras que dicen el menú del día y sus consignas ecológicas: “No a los desechos de un solo uso” o “Ten siempre a mano tu bombilla y cubiertos reutilizables”. Después de pasar por el pasillo, este desemboca en un comedor con mesas de madera y sillas rosadas estilo vintage. En una esquina, hay un reloj de pie, y en la otra hay una balanza antigua que debe tener más de 100 años.
Esos sutiles detalles sugieren los 96 años que tiene El naturista, tiempo en el que ha compartido su filosofía de vida saludable, con su comida libre de carne y aditivos.
Los orígenes de El naturista se remontan a principios del siglo pasado, cuando su fundador, Ismael Valdés, se fue a estudiar agronomía a la Universidad de Cambridge. Allí, sus parientes dicen que conoció a un personaje improbable y quedó fascinado con sus ideas: Gandhi. Ese encuentro hizo que dejara todo en Inglaterra, y se fuera a India durante doce años a aprender las enseñanzas hindúes.
Ya sabiendo cómo tener una vida saludable, volvió a Chile con las ganas de esparcir sus ideas. Eso lo impulsó a crear El naturista en 1927. En un inicio, era una frutería y, además, un restaurante.
En la página web del restaurante reza un escrito donde cuenta sus motivaciones. Allí, relata que el naturismo es “una reacción al exceso de civilización, a la vida artificial de este comienzo de siglo y que se lleva en todas las partes. A esta vida así, intensa, agitada la complementa un régimen alimenticio absolutamente inadecuado”. Y como solución, concluye: “El naturismo tiende a acercar al hombre a la naturaleza y a proporcionarle medios naturales de vida, como son las verduras, las frutas y los granos”.
Así, los jugos naturales, a los que él llamaba el “lubricante humano”, ganaron popularidad. Incluso, el preferido era el jugo de naranja con zanahoria, que se prepara hasta hoy y es uno de los más pedidos.
“La importancia de la fruta, de la verdura, todo eso que ahora parece que la gente le da más importancia, en ese momento no se conocía. Él luchaba contra el alcoholismo (de la sociedad), entonces reemplazaba el alcohol por los jugos naturales y bueno, la comida sana”, dice Virginia Valdés (78), actual dueña del local después de que su padre falleciera en 1965.
En ese tiempo, concurrían oficinistas en busca de almuerzos o curiosos que querían probar la comida. “(El local) creció muy luego. Sobre todo por la filosofía que había detrás”, comenta Valdés. De hecho, cuenta que durante las mañanas, su padre escribía frases sobre su estilo de vida en las ventanas de la fachada. “La gente pasaba por ahí y las leía, y parece que les gustaba mucho. Ponía: ‘si no tiene nada que hacer, entonces no lo venga a hacer aquí’, pero otras cosas más espirituales también”.
El difícil paso de “El Naturista” en pandemia
Durante la pandemia, el local tuvo que readecuarse. Por ejemplo, empezaron a comercializar la comida de manera congelada, y los jugos fueron prensados al vacío en botellas, para que no se echaran a perder.
Con la imposibilidad de abrir y la disminución de comensales en aforo restringido, Virginia Valdés recuerda que tuvo que pedir varios créditos al banco para subsistir. “Yo estaba segura que lo íbamos a perder. Nunca pensamos en quebrar, porque o si no la gente se queda sin nada. Y nosotros tenemos trabajadores de hace más de 40 años”, enfatiza la actual dueña.
Este es el caso de Leonardo Aris (47), quien lleva trabajando cerca de 27 años en el local. Al igual que la mayoría de los empleados del restaurante, se quedó en el lugar porque vio una oportunidad de proyección: empezó haciendo aseo, luego pasó a ser copero, después trabajó en la cocina y atendiendo el mesón, y por último, se convirtió en garzón.
“El ambiente acá es el mejor. Nos conocemos cuando andamos con la maña, cuando andamos buena onda o achacados”, cuenta Aris. “Los jefes no son pesados, no son altaneros. A veces nos enojamos nosotros como también ellos, pero como pasa en toda familia”.
Por ellos, Virginia Valdés cuenta que El naturista siguió resistiendo: “Nos aconsejaban la quiebra, pero yo decía que con eso mi papá se iba a levantar de la tumba”. También, cuenta que el paso del tiempo ha sido perjudicial para el local. La mayoría de los comensales recurrentes fallecieron, y las calles que antes estaban repletas de personas, ahora están desiertas. “El centro está muy deteriorado, o sea, la gente ya no viene a hacer un trámite. Las oficinas se han ido para arriba, yo te diría que los clientes son un 30% menos”, explica Virginia. Ni siquiera el boom de lo vegetariano y lo vegano los ha ayudado: “Es que, ¿quién quiere venir al centro? La gente cree que la van a asaltar de todas maneras, pero no es así”.
Aun así, El naturista sigue en pie y, a la hora de almuerzo, siempre repleto. Sus recetas clásicas, como los porotos con tallarines y los estofados de cochayuyo continúan dándole la bienvenida a los comensales.