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4 de Mayo de 2024

Observados y hostigados: las historias de los “Baby Reno” a la chilena, en un país que aún no tiene una ley para defender a las víctimas de acoso

Ilustración: Camila Cruz

El celular de Claudia sonó más de mil veces durante tres meses. Las notificaciones en el teléfono de Aurora no cesaron en más de un año. Ellas dos representan a una parte de la población que ha sufrido acoso físico o "stalking", un tipo de hostigamiento que puede darse de manera virtual o de manera física: desde incontables llamadas en medio de la noche hasta seguir a una persona en la calle. "Si tenía suerte, dormía tres horas durante la noche", dice una de ellas. A pesar de ser un problema extendido, es una acción que aún no está tipificada como delito en Chile.

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Mientras en el mundo la serie “Baby Reno” se ha convertido en un fenómeno de Netflix del que todos hablan -la historia de una mujer acosadora serial-, en Chile hay historias con varias similitudes: 36 llamadas en 20 minutos, más de 50 mensajes de WhatsApp y varios correos era lo que recibía el celular de Claudia Soto (40) en un solo día. Su expareja, quien no había aceptado el término de una relación que apenas duró un mes y medio, fue el autor de un incesante acoso que duró meses. 

A medida que Claudia pasaba más tiempo con él, más se daba cuenta de las actitudes controladoras que tenía. Empezó de a poco, con comentarios que parecían no tener importancia: “¿Por qué vas tan guapa a trabajar?”, le decía, cada vez que ella se preparaba para salir de casa. 

“Por los proyectos que tengo y por lo que estudio, siempre tengo dos o tres teléfonos. Y él, en algún minuto, hizo un comentario sobre ellos y me dijo: ‘uy, tú tantos teléfonos que tienes, un día de estos voy a romper uno de ellos’. Esa fue como la primera alerta”, dice Claudia. 

Esas señales fueron en alza, de hecho, aún recuerda el episodio que la motivó a terminar la relación. Un día ella estaba en el trabajo y él comenzó a llamarla incansablemente. A pesar de que Claudia le dijo que no podía atenderlo porque estaba en terreno, su expareja no cedió. “Me insistió tanto que me junté con él en su vehículo, y al final, él venía con un ramo de flores”, recuerda Claudia. 

Ella finalmente decidió terminar la relación dos días después. Le explicó que no estaba interesada, que sus maneras la incomodaban, e incluso, que lo encontraba controlador. Su respuesta le dio la razón: días después de la ruptura, él se metió por el patio trasero y empezó a tocar su ventana para hablarle. Ese día ella no estaba en la casa y su hijo vio cómo el hombre ingresaba a la casa. “Después comenzó a llamar y llamar. Era una cantidad enorme de mensajes de Whatsapp, lo bloqueé. Después fueron correos electrónicos, mensajes de audio.”, dice la mujer. 

Ese fue el inicio de un acoso que duraría tres meses. Un tipo de hostigamiento que, tal y como en la nueva serie “Bebé Reno“, de Netflix, no necesariamente involucra un daño físico.

Baby Reno a través de una pantalla 

Aurora Godoy (34) también vivió este tipo de acoso durante todo el 2019 y parte del 2020. Al igual que en el caso de Claudia, su expareja también comenzó a hostigarla de manera virtual. “Primero empezó a llamarme muchas veces al día. Yo no le contestaba porque me provocaba mucha ansiedad. Me llamaba en horarios laborales, en la noche. Llegué a tener más de 100 llamadas al día”, cuenta Aurora. 

La única manera que encontró para que el acoso se detuviera fue pidiéndole ayuda a sus amigos, quienes pusieron el número de su expareja en una “lista negra” del teléfono. Sin embargo, el hostigamiento no paró: una vez que las llamadas dejaron de funcionar, su acosador empezó a hacerse nuevas cuentas en redes sociales para mensajearla. En los más de 500 mensajes que recibió él le decía que lo perdonara y que le diera una nueva oportunidad. 

Ahí, volvió a pedirle ayuda a sus amigos. “Yo soy súper ñurda con esas cosas, entonces me ayudaron y bloquearon la cuenta principal de él y todas las cuentas que se crearan con el mismo correo electrónico”, cuenta Aurora. 

De acuerdo con la trabajadora Nicol Mulsow, estas herramientas son las únicas que las víctimas tienen para “deshacerse de su acosador”. Mulsow se ha dedicado a enseñar a mujeres a cómo protegerse ante estas situaciones. “Muchas mujeres no tienen idea de cómo bloquear un contacto, no saben cómo bloquear un gmail, no saben cómo mantener seguras sus redes sociales. Esto de la ciberseguridad es súper importante”, indica. 

A pesar de sus esfuerzo en el caso de Aurora, las medidas que tomó no fueron suficientes. Una vez que bloqueó a su expareja este empezó a enviarle mensajes de una manera insólita: a través de transferencias bancarias donde le depositaba $500 pesos.

Incluso, hubo un par de veces en el que él la esperaba fuera del trabajo para abordarla. “Me decía que habláramos y yo le decía que no. Trataba de caminar lo más rápido posible, incluso me ayudaron amigos de la pega. Le decían que me dejara tranquila, y yo aprovechaba de correr hacia mi casa”, dice Aurora. 

Producto del acoso, la joven tuvo que comenzar terapia psicológica y psiquiátrica para tratar con la ansiedad. Si bien no creía que él fuera a hacerle daño, Aurora se sentía invadida, como si no tuviera espacio personal. “Escuchaba o leía su nombre, y empezaba a tiritar. Estuve con problemas para dormir, si tenía suerte, dormía tres horas por noche. Tuve muchos cambios de manera física”, cuenta Aurora. 

“Hubo un momento en que ya era tanto, que mi grupo de amigos hizo una intervención en el que se juntaron todos y me dijeron: ‘tienes que hacer algo ahora’”, agrega la joven. Y ahí, después de un año y medio de hostigamiento, se decidió a denunciar lo que le estaba pasando.

Si no hay ley, no hay delito 

Ese día, Aurora se acercó a la comisaría con la intención de poner una denuncia por acoso. Sin embargo, al mostrarle el contenido de los mensajes y correos electrónicos que su expareja le mandaba a Carabineros, los uniformados le dijeron que no podían ayudarla. 

“No había ninguna prueba de que él era una amenaza para mí. No había ningún caso de violencia, ningún garabato de por medio y ningún maltrato. Eran tan solo ‘intentos románticos’ de contactarme, como me dijo un carabinero. Eso no lo voy a olvidar jamás”, cuenta Aurora. 

Robin Valenzuela, abogado penalista y exjefe PDI con 27 años de experiencia, explica que este tipo de casos, como el de Aurora, no pueden ser judicializados porque no existe una ley que regule el acoso. “El delito tiene que estar descrito en la norma, y debe estar asociado a una sanción. Si no está descrita la conducta en la ley, no hay delito”, indica. 

“Normalmente, cuando uno cree que hay conductas que son inadecuadas o ilícitas, lo primero que hace la justicia es encuadrar esa conducta en una norma que sí exista”, explica Valenzuela. De esa manera, el abogado indica que en este tipo de casos, el experto escucha el relato de la víctima acosada y trata de encontrar una conducta que sí sea delito. Así, la persona puede denunciar. “Por ejemplo, hay personas que han dicho que alguien les sigue y que le sacan fotos a sus piernas. Ahí uno dice: ‘ah, ojo, eso sí es delito’. Pero son puras sanciones penales que van por el lado, y no a lo principal”. 

Al igual que Aurora, Claudia tampoco pudo denunciar. Una de las tantas veces que su expareja se paró frente a su casa a esperarla, la mujer llamó a Carabineros para dejar constancia de lo sucedido. Sin embargo, cuando los uniformados llegaron, su expareja se había ido. 

“Me preguntaron si éramos pareja, y yo les dije que no. Entonces me dijeron que no recae en el rango de violencia intrafamiliar”, recuerda Claudia. “Después me llamaron al tribunal, y ahí abiertamente me dicen que en Chile no existe una ley de acoso y que es súper difícil probar este tipo de causas”. 

A pesar de las limitantes legales, la mujer no se quedó tranquila y decidió poner un recurso de protección en contra de su expareja. Allí, presentó pantallazos de las incontables llamadas, correos electrónicos y mensajes de voz que su acosador le había dejado. Eso, junto a los antecedentes de violación de morada y violencia intrafamiliar que su expareja tenía -de los cuales Claudia se enteró una vez que se separó de él-, lograron que el recurso de protección fuera acogido en un mes. 

La mente de un acosador

De acuerdo con el psicólogo forense, Leonardo Zúñiga, los acosadores no tienen un perfil específico. Sin embargo, reconoce que existe un “patrón disfuncional”: la falta de empatía, el descontrol de la impulsividad y, en los casos más graves, el control de la agresividad.

“En general, yo diría que esos son los tres elementos que generan ideas irracionales (…) Y en la mente de una persona que tiende a acosar al otro, está plagado de ideas irracionales. Tú le dices: ‘¿te compro un café?’, y pum, piensa que nos vamos a casar, que estamos en una relación. Y esa idea, que es bastante irracional para uno, no lo es para esta persona”, explica Zúñiga.

La falta de empatía e impulsividad de la expareja de Claudia se demostraba cada vez que él volvía acosarla, a pesar de los numerosos intentos que ella hacía para que la dejara tranquila. Una vez, incluso, él fue detenido por conducir en estado de ebriedad, y como contacto cercano, él entregó el número de Claudia para que fuera a buscarlo.

“Él, después de eso, me mandó audios por el teléfono, no por WhatsApp, diciéndome que casi había sufrido un accidente y que no me preocupara. Como que nunca entendió que yo le dije que se alejara de mí”, dice Claudia.

Una vez que la Corte de Apelaciones acogió el recurso de protección, la mujer desbloqueó a su expareja por WhatsApp y le envió el oficio. Recién ahí, las llamadas, visitas y correos cesaron. Hasta hoy, cuatro meses después de la sentencia, Claudia no ha sabido nada de él.

Para el psicólogo forense Leonardo Zúñiga, el caso de Claudia es un ejemplo de maltrato y abuso psicológico. “Ella hizo la denuncia formal, y se acabó el acoso. ¿Por qué se acabó la conducta? Porque detrás de la conducta de esa persona, había una intención más o menos de hasta dónde puedo hacerlo. Una persona que es más acosadora, que tiene más ideas irracionales, va a tener mayor rasgos obsesivos e impulsividad”, analiza Zúñiga.

Para Aurora, la situación de acoso acabó cuando le dijo a su expareja que iba a tomar acciones legales en contra de él. Además, una vez que se dio cuenta de que él estaba usando el celular de su trabajo para acosarla, llamó al personal del lugar y lo acusó. Así, los correos y las llamadas cesaron.

Sin embargo, a pesar de que ya han pasado cuatro años de la situación, las secuelas psicológicas siguen en ella. “Recuerdo mucho la sensación física. Mientras cuento esto, siento que se me aprieta la guata y mi cuerpo se comprime”, dice Aurora.

Para Claudia, ese episodio de acoso fue y otras situaciones en su vida la impulsaron a escribir “Despierta, crece y crece”, un libro de autoayuda. “Es del poder que todo ser humano tiene para ser resiliente”, explica Claudia. “Del poder para salir adelante cuando estamos en problemas”, concluye.

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