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Héctor Pastén, matemático

Entrevistas

31 de Agosto de 2024

Héctor Pastén, las definiciones del matemático de La Unión que resolvió un teorema de casi un siglo: “Estamos logrando que en Chile se avance”

El matemático chileno logró acaparar la atención más allá de la academia tras resolver un problema matemático de casi un siglo de antigüedad. Con 35 años, acumula una carrera llena de méritos, a una velocidad vertiginosa. En conversación con The Clinic, cuenta cómo fueron sus inicios en su ciudad natal y el camino hasta obtener el reconocimiento más importante de su área en América Latina.

Por Felipe Betancour
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Héctor Pastén (35) cuenta que cuando se enteró de que había sido galardonado con la máxima distinción matemática de América Latina, le tomó varios minutos procesar la información. Se lo contó tranquilamente a su esposa, que también es matemática, casi como una anécdota o algo común en el curriculum de cualquier investigador.

“Mira Natalia, ¿sabes qué? Me gané la UMALCA”, le dijo.

A lo que se refería Pastén es que en dos meses más debía viajar a Brasil a recibir el “Premio Reconocimiento de la Unión Matemática de América Latina y el Caribe”, por su la originalidad, profundidad y la relevancia de su trabajo. La distinción se entrega cada cuatro años y premia a los mejores investigadores menores de 40 años, que trabajen de forma permanente en la región.

La carrera del académico de la Facultad de Matemáticas de la Universidad Católica tiene un impecable curriculum que comenzó a los 18 años, cuando entró a estudiar Matemáticas en la Universidad de Concepción. Ahora, acumula numerosos reconocimientos por su investigación, orientada a entender fenómenos relacionados a los puntos racionales en variedades.

A fines del 2023 logró resolver un problema matemático de casi un siglo de antigüedad. La investigación, que arrojó resultados inéditos en Teoría de Números, fue publicada en una de las revistas científicas más importantes de su área y la realizó de manera independiente y sin coautores.

En conversación con The Clinic, Héctor Pastén cuenta cómo un niño de La Unión, en el sur de Chile, logró convertir la curiosidad por la ciencia en una carrera a tiempo completo y llena de reconocimientos. Además, invita a las personas a no tener miedo a hacer ciencia y dedicarse a investigar, pero advierte, que son necesarias dos capacidades: tolerancia a la frustración y paciencia.

¿Qué lo llevó por este camino?

—Pienso que intereses personales, a mí siempre me causó curiosidad la ciencia, no solamente robótica o matemática, la ciencia en general me causaba curiosidad. Y mis padres me apoyaron mucho. Nosotros vivíamos en La Unión, que es una ciudad pequeñita, que está cerca de Osorno. Cuando era chico, estamos hablando de la década de los 90, no había mucho acceso a libros o a internet. Mis padres hacían el esfuerzo de buscar a alguien que fuese a La Unión en su auto a vender algunos libros. Me decían, puedes elegir qué libros quieres comprar para estudiar. Esos días para mí eran como Navidad.

¿En qué momento eligió ser matemático?

 —Quería ser ingeniero, porque me gustaba la matemática en la enseñanza media, pensé cómo puedo vivir de esto y pensé en ingeniería. Pero fue durante las competencias de matemáticas que un profesor de la Universidad de Concepción me contactó y me contó que existía la cerrera de matemático. Me dijo: “tú puedes ser matemático, puedes vivir de demostrar teoremas, no tienes por qué pensar en cosas aplicadas, gestión, o lo que hacen los ingenieros en general”. Para mí eso fue algo que generó un gran impacto en mi vida, y averigüé la carrera, y era exactamente lo que quería hacer.

Tras matricularse en la Universidad de Concepción, Héctor Pastén comenzó una carrera fuera de lo común. Egresó en dos años en lugar de cuatro. Terminó el magíster en un año y el doctorado en un año y medio. Con 21 años se fue a Canadá a realizar su segundo doctorado. “Hoy en día trabajo mezclando estas dos especialidades, teoría de números con lógica”, dice.

Antes de eso, ¿estudió en la educación pública?

—El colegio Santa Marta de La Unión era subvencionado, y bueno, mi familia era de origen modesto, no diría que éramos pobres, pero de un origen modesto, no estaba dentro de nuestro alcance que yo estudiara en un colegio particular. Sin embargo, me gané una beca, y pude ir a estudiar al Colegio Alemán para la enseñanza media, un colegio privado.

¿Le hicieron bullying en el colegio?

—No, sabes que no, en retrospectiva yo lo asocio al hecho de que como era una ciudad pequeñita, los niños eran criados de una manera distinta a las ciudades grandes. La gente es más cariñosa, la gente es más cercana. Yo afortunadamente no tuve esos problemas, de hecho tuve muy buenos amigos con los que sigo en contacto hasta el día de hoy. Tengo varios contactos en Facebook que me escriben felicitándome, me mandaban audios, estaban bien contentos por mí.

Siguiendo con su currículúm, Pastén a los 25 años consiguió trabajo como académico en Harvard y, tiempo después, se incorporó al Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. La institución tuvo en sus salas a algunas de las mentes más brillantes de la historia. Albert Einstein, Robert Oppenheimer y Kurt Gödel, son algunos de los nombres que destacan en la nómina del edificio.

¿En qué punto se encuentra la academia chilena?

—En términos de ciencia, en Chile se hace buena ciencia. No somos un país del primer mundo que uno pudiera decir que el financiamiento es inmejorable. Claro que hay espacio para mejorar, pero yo diría que se hace una ciencia de buen nivel, especialmente si lo comparamos a nivel regional con otros países de Sudamérica. En lo que es matemática, Chile ha avanzado mucho en las últimas décadas. Ganamos un lugar muy respetable en la comunidad matemática internacional.

¿Y en la formación?

 —Especialmente en el par de años recientes hubo un impacto de la pandemia. Y uno ve que hay mayor dificultad de parte de los estudiantes en aspectos académicos, y yo lo asocio a la pandemia. Yo espero que eso mejore, pero algo que es bueno es que se ha hecho más accesible la educación superior. Con educación superior me refiero a universitaria y técnica también. Eso abre las posibilidades a la gente. Yo siempre digo que hay más de un camino posible. No tiene por qué todo el mundo sacar un doctorado, eso no tiene sentido. Hay más de un camino posible. No todo el mundo tiene que ser científico, ingeniero o médico, estas carreras tan tradicionales. Hay varias vías de formación profesional y eso es algo que yo creo que la gente tiene que aprender a valorar.

Estamos haciendo un buen trabajo. Vamos por un buen camino. No hemos llegado todavía a dónde hay que llegar, pero no nos engañemos. O sea, mal que mal, somos un país en desarrollo.

¿Se puede utilizar su campo de estudio para un análisis social?

—Puedo tener una opinión, quizás no basada en la investigación matemática que hago, sino más bien mi opinión estaría basada en la experiencia que he tenido en el extranjero, en los estudios que he tenido, los trabajos que he desarrollado o en las conferencias a las que voy e interactúo con profesionales fuera de Chile.

Desde ese punto de vista yo tengo mis opiniones de cómo funcionan las cosas, cómo deberían funcionar, pero siempre desde la óptica de la experiencia que he tenido afuera. Cosas que he visto que funcionan, cosas que he visto que no funcionan, y hay que calibrarlas de acuerdo a la realidad de cada país, también a la cultura que tiene cada país. Uno no puede pretender que las fórmulas que funcionan en Alemania vayan a funcionar en Inglaterra, porque son culturas distintas, ¿cierto? Lo mismo pasa con Chile.

Un teorema de casi un siglo

El nombre de Héctor Pastén apareció en los medios de comunicación chilenos en abril de este año. El académico de la Universidad Católica logró resolver un enigma de casi un siglo de antigüedad. “En una trayectoria de más de diez años logré adquirir las herramientas que me permitieron formular una teoría y resolver un problema matemático de casi un siglo“, dijo tras alcanzar el logro.

El investigador  entregó su trabajo a finales de 2023, y tan solo dos meses después, fue publicado por la revista científica “Inventiones Mathematicae”.

Tras salir en la prensa, el investigador asegura que la gente se interesó en su trabajo e incluso lo reconocían en las calles de Santiago.

“Me pasaba cuando andaba en la calle o en el metro, que la gente se me acercaba a conversar. Me reconocían y me conversaban y me preguntaban cosas de matemática. Partían disculpándose, diciendo, oye, ¿sabes qué? Yo no soy matemático, me iba mal en el colegio, pero… Y me preguntaban algo de matemática, de curiosidad. Y eso yo creo que está muy bien. Eso habla de que la gente tiene quizá un poquito de miedo a la matemática, pero no es que no le guste.

¿Qué le transmitiría de su trabajo a las personas que están fuera del mundo científico?

—A los estudiantes más jóvenes les transmitiría el consejo de que no tengan miedo de hacer ciencia. Si alguien no quiere hacer ciencia, está perfecto. Hay muchas cosas que hacer en la sociedad. Pero alguien que quiera hacer ciencia que no tenga miedo. Es una opción de vida muy gratificante, se vive bien, se conoce el mundo, se hace investigación, se vive de lo que uno de verdad quiere hacer.

A la gente en general me gustaría transmitir la idea de que es positivo ponerse la camiseta por la ciencia y alegrarse por la ciencia. Así como cuando uno ve en la televisión algún deporte, uno no está en la cancha corriendo, pero uno se pone contento cuando hay un logro ahí.

¿Hoy es más fácil para un niño de La Unión ser científico?

 —No te voy a mentir, es muy difícil. En mi tiempo fue difícil, ahora es difícil y va a seguir siendo difícil ser científico. Es muy competitivo. En el sentido de que hay mucha gente tratando de hacer lo mismo que está haciendo uno. Eso es así. Mientras más interesante es el problema en el que quiero trabajar, más gente ahí trabajando en lo mismo. Y es complicado, es desafiante. Uno pasa por mucha frustración. Yo he trabajado en algunos problemas por más de una década. Y a veces sin avances que a mí me gustaría ver.

Uno pasa por mucha frustración. Entonces, especialmente la matemática, es verdad, si alguien quiere hacer matemática no tenga miedo, pero hay que saber que las cosas no funcionan a la primera. Hay que tener tolerancia a la frustración, mucha paciencia, muchas ganas de hacer lo que uno está haciendo. Y siempre ha sido difícil y, como te digo, va a seguir siendo difícil. Pero eso es lo bonito, a mí me gusta que sea difícil. Yo disfruto cuando no me resultan los problemas y lo intento.

La tolerancia a la frustración y la paciencia parecen ser dos conceptos difícil de cumplir hoy.

—Las cosas toman tiempo. Dependiendo de la disciplina. Hay disciplinas donde sí son más inmediatas porque uno va a un ritmo vertiginoso tratando de que las cosas van a ser. En matemáticas eso es imposible. En matemática abstracta, matemática pura, eso es imposible. Las cosas son extremadamente lentas. Porque son problemas muy difíciles, muy abstractos, muy teóricos.

Esa imagen que puede tener la gente del científico loco que está en un sótano hablando con nadie y demostrando un teorema, eso no es así. No funciona así. Lo que funciona es que uno tiene un problema, seguramente muy interesante, muy difícil. Estudia mucho para tratar de entender qué ha hecho otra gente antes, para saber dónde vamos en los avances. Después uno quiere conversar con otras personas en otras partes del mundo para saber qué han pensado ellos sobre el problema. Teniendo esa información, y eso requiere viaje. Eso no funciona por teléfono. Uno tiene que estar ahí agarrando la tiza en la pizarra, conversando, hablando con otros colegas.

Antes de terminar la conversación, Héctor Pastén asegura que hay una pregunta que le gustaría aclarar sobre su trabajo.

¿De qué me sirve a mí que el problema que te entrego hoy día me lo resuelvas en diez años? ¿A quién le sirve eso?, se pregunta.

—Funciona porque es al revés. Y esto es una cosa que mucha gente no entiende, pero yo creo que es importante decirlo. La matemática pura funciona al revés. Uno primero hace la investigación, primero desarrolla la teoría y años después la ciencia aplicada o la tecnología usa eso. Entonces es un juego en equipo muy grande. Yo diría que la ciencia es el mayor juego en equipo en la historia de la humanidad. Distintas disciplinas complementan lo que hacen otras y el rol que tiene la matemática pura es preparar las herramientas años antes que se necesiten.

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