Entrevistas
11 de Septiembre de 2024Marcela Ríos, exministra de Justicia: “Ha bajado la virulencia de los nostálgicos de la dictadura en comparación al año pasado”
La actual directora de IDEA Internacional analiza el clima político en la conmemoración de los 51 años del golpe de Estado. "Es mejor promover debates y aprendizajes en las escuelas que mantenerlas cerradas", plantea.
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La socióloga Marcela Ríos (Frente Amplio) este año está alejada de la coordinación de la conmemoración de los 51 años del golpe de Estado. En 2022 le tocó la fecha en la cabeza del ministerio de Justicia, mientras que el año pasado fue parte de la comisión que creó el oficialismo tras salir de la cartera en enero por la crisis que desataron los indultos.
Hoy se desempeña como directora para América Latina y el Caribe del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA Internacional).
“Estamos en un momento de mucha consternación pública por el Caso Audios. Se vuelve a instalar la corrupción como una preocupación central para la sociedad. Quizás por eso pareciera que la conmemoración de los 51 años del golpe tiene menos centralidad en el debate público que en otros momentos”, reflexiona la exministra de Justicia.
–¿Cree que las conmemoraciones del 11 de septiembre han sido un tema complejo para este gobierno?
–La conmemoración del golpe ha sido siempre un foco de disputa política y cultural. Los estudios de memoria han mostrado como la dictadura, el propio Pinochet, quienes lo apoyaron durante 17 años, intentaron resignificar el 11, desde la destrucción de la democracia en algo positivo. La trilogía del historiador norteamericano Steve Stern, “Las batallas de la memoria en el Chile de Pinochet”, muestran cómo se libró una verdadera batalla en torno a la conmemoración que continuó durante y después de la transición. Para las fuerzas de centro izquierda y los movimientos de derechos humanos, el once ha sido un espacio para la movilización, la demanda, pero también para honrar la memoria de las víctimas.
Durante estos 51 años todos los gobiernos han tenido que tomar posición y definir cómo quieren conmemorar esta fecha. Algunos apostaron por el silencio y olvido, asumieron que era posible vivir el presente sin enfrentar el pasado. Otros empujaron decididamente políticas de memoria y justicia, para ello, han existido contextos más y menos propicios. A este gobierno le ha tocado conmemorar el golpe de estado con un sistema político altamente polarizado, y con una ultraderecha con fuerte presencia en debates públicos e instituciones democráticas. Una ultraderecha política y cultural negacionista de las violaciones de derechos humanos que se jacta de apoyar la destrucción violenta de la democracia como legitima. Entonces sí, claro que ha sido complejo abordar la conmemoración en este clima.
–¿Cree que para los 51 años el gobierno está en un mejor pie que para los 50?
–Me parece que el clima está más tranquilo. Ha bajado la virulencia de los nostálgicos de la dictadura con respecto al año pasado.
–¿Cuál cree que será el legado de este gobierno en materia de justicia, reparación y no repetición?
–Habrá que esperar que termine el ciclo, pero en estos dos años hemos visto avances importantes en las políticas de memoria. Se ha logrado fortalecer la institucionalidad y asumir con mayor claridad la responsabilidad que le cabe al Estado respecto de los sitios de memoria, por ejemplo. La sociedad también espera que podamos tener resultados concretos en materia de verdad y justicia con el Plan de Búsqueda.
“Hubo un intento explícito por tergiversar la historia”
–¿Cómo analiza la postura que ha tenido la oposición con respecto a las conmemoraciones?
–De una involución preocupante. Sobre todo, considerando que hoy más que nunca deberíamos compartir la necesidad de defender la democracia y sus instituciones. Pero no se escuchan homenajes ni reivindicación de los gestos que tuvo el expresidente Piñera, tanto para la conmemoración de los 40 años del golpe, reconociendo la existencia de cómplices pasivos, como el año pasado, firmando un compromiso con la democracia con los expresidentes. Una coherencia que aparece solitaria en su sector, donde tampoco se han vuelto a escuchar esas voces de derecha moderada pidiendo que se eliminará de los principios de los partidos de su sector las apologías del golpe. Se impusieron las miradas extremas.
–A un año de los 50 años. ¿Quedó conforme con esa conmemoración?
–Tranquila. Nunca deja de emocionar la dignidad y perseverancia que tienen las cientos de miles de personas, sobre todo mujeres, que han dedicado su vida a mantener la memoria, luchar por verdad y justicia. La conmemoración de los 50 años tuvo lugar en un contexto extremadamente adverso en términos políticos. No solo en Chile, sino en el mundo, estos años han sido de retrocesos democráticos, de avance de movimientos autoritarios y discursos y políticas iliberales que buscan revertir los avances de la humanidad en materia de derechos humanos. Y a pesar de ese contexto, en Chile se apostó por la memoria, por la defensa de la democracia y los derechos humanos.
Tanto el gobierno como la sociedad, las universidades, el mundo de la cultura, las organizaciones de derechos humanos, apostaron por resistir el embate y defender la memoria, por conmemorar una tragedia que es constitutiva de quienes somos como nación, asumir nuestro pasado, pero de cara al futuro. Obvio que no hubo consenso, claro que tuvimos disputas, expectativas distintas, evaluaciones distintas. Pero creo que en retrospectiva el resultado fue positivo.
Hubo un intento explícito por tergiversar la historia, mancillar la memoria del Presidente Allende y su gobierno, invertir las responsabilidades respecto de la violencia que vivió el país, sobre la destrucción de las instituciones democráticas, que al final fracasó. Tenemos los archivos desclasificados, sabemos quién hizo qué y cómo fue financiado. Una vez más, Allende fue homenajeado en todo el mundo, desde la Alcaldía de Paris, al Parlamento Europeo, de Washington a la ciudad de México, y los zapatos que vistió mientras bombardeaban La Moneda están hoy en el palacio de gobierno para recordarnos lo que fue el caminar de un demócrata.
–¿Cree que hay algún problema en la relación entre el gobierno y organizaciones de Derechos Humanos?
–Pueden haber tensiones puntuales. Cada actor tiene roles y mandatos distintos. Pero también existen compromisos comunes profundos. Tengo la esperanza que se lograra coincidencia en los objetivos estructurales de fondo. Verdad, justicia, memoria, reparación efectiva y garantías de no repetición.
–¿Cómo cree que las nuevas generaciones conmemoran el 11 de septiembre? ¿Cree que hay conciencia de la relevancia de la fecha?
–Seguramente el 11 seguirá siendo una fecha en disputa por generaciones. Los relatos y visiones sobre el pasado cambian dependiendo de lo que ocurre en nuestro presente. Por eso las futuras generaciones tendrán que construir su propia relación con nuestro pasado, le darán sentido al golpe de Estado de 1973 de acuerdo con sus propias vivencias e historias. Espero que esas visiones sean desde quienes buscan preservar la democracia.
Marcela Ríos, exministra de Justicia: “Es mejor promover debates y aprendizajes en las escuelas que mantenerlas cerradas”
Este miércoles el gobierno decidió suspender las clases en algunas comunas, como Providencia y Santiago, lo que generó críticas en sectores de oficialismo y oposición.
–¿Qué le pareció que se evaluara suspender las clases un 11 de septiembre? ¿No cree que sería una mejor instancia para reflexionar en los colegios?
–No me enteré de esa discusión. Pero ciertamente es mejor promover debates y aprendizajes en las escuelas que mantenerlas cerradas.
–¿Qué reflexión o autocrítica se hace desde la izquierda para responder a ese análisis de que hace 10 años había más conciencia sobre los crímenes de la dictadura y menos polarización?
–Creo que todos quienes creemos que la democracia es la mejor forma de gobierno, que atesoramos las libertades que hemos conquistado, debemos reflexionar sobre estos temas. Los y las demócratas, liberales, socialistas, social cristianos, pero también los demócratas de derecha e izquierda, tenemos que preguntarnos ¿por qué hoy tenemos nostálgicos de las dictaduras? ¿Por qué hay ciudadanos en todo el mundo que piensan que debemos entregar derechos y libertades a cambio de seguridad?
Este es un debate planetario, nunca se había estudiado y debatido tanto sobre la polarización. Por cierto, no todos piensan que debemos sucumbir a una suerte de pesimismo democrático, como lo analiza Cristobal Bellolio en su último libro. Sin embargo, creo que tenemos razones objetivas, para estar preocupados por el debilitamiento de las democracias en el mundo. Pero ello no significa que esto se trate de un proceso netamente chileno, y muchísimo menos, exclusivo a un sector político.
–¿De qué manera se puede enmendar ese rumbo?
–No hay soluciones mágicas. Pero conmemorar nuestra tragedia sin duda contribuye a proteger la democracia. La imagen de nuestro palacio de gobierno bombardeado, el heroísmo de quienes murieron defendiéndolo, el de las universidades intervenidas, el Congreso cerrado, las ejecuciones, las desapariciones, las torturas, la violencia sexual, la prisión, el exilio, la persecución que vivieron miles de chilenos no puede ser olvidada porque nos permite entender por qué no podemos retroceder en derechos, por qué no podemos deshumanizar a nuestros adversarios, legitimar la violencia como estrategia para resolver conflictos, el por qué tenemos que reestablecer la confianza en la justicia.
–¿Hay alguna reflexión que se pueda hacer con respecto a la contingencia -el caso Audios en particular- y la dictadura?
–Muchas. Partiendo por la constatación que muchas de las instituciones diseñadas en dictadura continúan intactas.
–¿Cree que hay prácticas heredadas?
–Absolutamente. Las formas en que se reproduce el poder y las relaciones entre las élites en nuestro país son una pesada herencia. Incluso cuando se han logrado transformar normas e instituciones, nos damos cuenta de que eso no significa que cambien las prácticas, las formas en que nos relacionamos. El caso Hermosilla – Vivanco y futuras ramificaciones, puede ser excepcional en sus detalles, pero no lo es respecto de las formas en que se reproduce el poder en Chile.