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Mario Mejías, el poblador que denunció asesinatos ante el Papa
Fotos: Felipe Figueroa/ The Clinic.

Entrevistas

16 de Noviembre de 2024

Mario Mejías, el poblador torturado tras visita del Papa Juan Pablo II en 1987: “Ninguna plata del mundo va a pagar todo lo que hemos vivido”

Por primera vez en 37 años, Mario Mejías, el poblador que denunció ante Juan Pablo II los asesinatos de la dictadura, podría recibir una compensación del Estado por las torturas sufridas al exponer esos crímenes. El Poder Judicial ordenó indemnizarlo con 50 millones de pesos, decisión que fue apelada por el CDE y que aún está pendiente de resolución. Mientras tanto, Mario sigue buscando respuestas por la muerte de su hijo, atropellado una noche de marzo de 1990 por una camioneta que, según la familia Mejías Donoso, estaba vinculada a la CNI. "No han pasado 40 años. Todos los días parece que fue ayer", afirma.

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Mario Mejías Huircán (74) ha pasado literalmente la mitad de su vida buscando justicia. En abril de 1987 entró a la historia de Chile como el poblador que denunció los crímenes de la dictadura cívico-militar al Papa Juan Pablo II en su visita a Chile.

“Creemos que usted tendrá un mensaje para que los poderosos dejen el orgullo y el egoísmo y nos dejen de matar en las poblaciones”, pidió a la máxima autoridad eclesiástica en esa soleada mañana de abril en la Población La Bandera. Fue un discurso que se extendió por 50 segundos, pero que cambiaría su vida para siempre.

Un mes después, uniformados ingresaron a su hogar mientras dormía. Lo secuestraron, lo golpearon, lo torturaron, y lo abandonaron en un sitio eriazo dándolo por muerto. Sobrevivió, y dos años después nuevamente fue detenido y torturado. Pero lo peor vino en marzo de 1990, cuando su hijo homónimo falleció tras ser atropellado por una camioneta sin patente que fue directo a gran velocidad a impactar con el menor de edad. Nunca se investigó, pero para Mario, el poblador que le habló al Papa, está claro que lo mataron.

37 años pasaron de su discurso, pero para él no pasan los años. “No han pasado 40 años. Todos los días, parece que fue ayer”, dice Mario. Y en su relato se siente. Con todos los años que han pasado se sigue emocionando, su voz aún se quiebra, y todavía le quedan lágrimas.

En una entrevista con The Clinic hace 12 años, habló de su arrepentimiento. “Hasta el día de hoy, me echo la culpa”, dijo en esa ocasión. Hoy sigue dándole vueltas a sus decisiones, pero al menos con un nuevo antecedente: la justicia podrá indemnizarlo por torturas.

El 17° Juzgado Civil de Santiago ordenó al fisco pagar 50 millones por el secuestro, la detención y la tortura que vivió tras el discurso. Esto en primera instancia, ya que el Consejo de Defensa del Estado apeló para reducir el monto.

Pero a Mario no le importa tanto la plata. Solo busca justicia, y respuestas por la muerte de su hijo. El fallo no le generó alegría, no solo porque aún sigue el juicio, sino porque para él aún faltan muchas respuestas.

“Uno vive enojado, amargado por todas estas cosas que pasaron y que nunca tuvieron un arreglo, nunca tuvieron una justicia. Eso me pasa, que no es tanto la plata, sino que el momento de justicia que puede haber. Me dio indiferencia, en ese sentido, siento que no lo tomé así con una gran sorpresa o alegría, no me dio realmente nada”.

(Foto: Felipe Figueroa)

***

Mario Mejías espera junto a su señora, María Donoso, y su hija Jasna, en la oficina de los abogados que lo representan en esta causa para contar su historia, y sus primeras impresiones tras la orden del Juzgado. Recién en diciembre iniciaron esta causa.

No había buscado otras salidas judiciales el caso, hasta que un cercano suyo, que fue víctima de lesión ocular durante el estallido social, le recomendó el estudio en el que trabaja el exdiputado comunista, Hugo Gutiérrez. Como a Mario, representan a otras víctimas de violaciones de derechos humanos.

—Después de 37 años…

¿Cuánto?

—37.

—37, sí, está bien.

—Después de 37 años es primera respuesta que recibe por parte de la justicia ¿Qué se siente ya empezar como a darle un final a esta causa en lo judicial?

La verdad es que es difícil. Para mí, para mi familia es difícil porque con ninguna plata del mundo va a pagar todo lo que hemos vivido, lo que sufrimos y lo que perdimos. La muerte de mi hijo, que lo hayan matado. Es una cosa que no tiene pago. Entonces, la verdad es que en este momento tiene para mí importancia porque ya pagando esa plata que piensan pagar quizás, que yo la veo digo que no hay ninguna plata que nos pague todo este sufrimiento.

Para mí un signo de justicia que ya haya algo. No es la que uno quería, porque hace 37 años yo estoy pidiendo justicia para mí, para la familia y para mi hijo. Hoy en día es imposible hacerla porque han pasado tantos años y los que hicieron esto a lo mejor ya no están, o son muy viejos. Me deja tranquilo así porque hay un signo de reconocimiento que la verdad se hizo ese daño tan grande a nosotros, a la familia.

—Claro, es más simbólico.

Es eso. El daño que se hizo y que eso, la pata que den no importa la verdad. Aunque no voy a negar que nos va a servir, pero la justicia se convierte solamente en dinero en todos estos años que han pasado. Hoy día no van a estar los que mataron a mi hijo para hacer justicia. Porque eso es la justicia que uno aspira, que si alguien te hace un daño que paguen ese daño. Eso no era lo que yo esperaba por hoy en día. Pero han pasado tantos años…

—Esta indemnización, además, sería por su caso, por lo que vivió usted.

Por mi caso. Pero claro, yo no puedo dejar de nombrar porque eso me liga a lo que nos sucedió en global como familia con el hijo que nos mataron, porque ahí nos condenan para toda la vida.

***

La indemnización que podría recibir Mario es únicamente por el secuestro, la detención y las torturas que vivió. Por la causa de su hijo presentó una querella y buscó ayuda en los noventa ante la Vicaría de la Solidaridad. Pero nunca tuvo respuestas.

Tras este paso judicial que dio esta semana, le surgió esperanza de buscar respuestas por la muerte de su hijo Mario.

Tampoco pudo hacer mucho cuando llegó la democracia, por temor. Si su hijo murió una semana después de que volvió la democracia, entendió que si insistía, podía pasar de nuevo.

“Hoy día muchos me felicitan, me aplauden, me abrazan, pero no saben el dolor que nos provocó esta situación. Que me mataron al hijo. Por esta causa, porque mi hijo lo mataron porque yo le hablé al Papa y le dije la verdad en ese momento. Nosotros no insistimos en ese tiempo, porque pensamos que en cualquier momento nos iban a matar a otros hijos. Entramos en ese temor y no hicimos nada más, nos insistimos. Pero yo en cada momento insistía que la CNI había matado a mi hijo”, afirma.

(Foto: Felipe Figueroa)

—El fallo de ahora es solo sobre usted, pero ¿siente que todavía falta, que está al debe la justicia? Pensando que nunca se va a cerrar la herida…

Claro, es que ese es el problema. Porque nos pueden dar la plata que ellos quieran darnos, no importa, pero no vamos a olvidar eso, no vamos a perdonar eso, porque no se puede. Con plata no se te pasa el dolor, con plata no se te pasa el rencor, con plata no se te pasa este perdón que estamos dispuestos. Porque todos los que nos proponen un perdón, que es mejor perdonar, es porque no han vivido lo que nosotros hemos vivido. Yo no hablo solamente por lo que me pasó a mí. A los cabros que mataron, a los cabros que masacraron, a los cabros que desaparecieron, a todo eso está endeudado el sistema de todas estas muertes que ocurrieron. Hay muchos casos que no están resueltos.

***

A sus 74 años, Mario Mejías trabaja en la feria, y aunque en este tiempo junto a su familia han evitado exponerse a noticias que le recuerden a lo que les tocó vivir, no pueden. Siempre hay alguien que lo saluda, le comenta algo, y lo recuerda.

Esta semana lo llamaron para informarle sobre el fallo que decretaba la indemnización de 50 millones, pero no lo creyó hasta verlo con sus abogados. Y con ello volvió a hablar del tema. Pero le sirve, dice, para que los jóvenes conozcan su historia.

“Yo me alegro por una parte que esto salga a la luz, porque hay muchos jóvenes hoy en día que no tienen ni idea de todo lo que hice. Todo el mundo hoy me abraza, me saluda, me felicita, pero hay jóvenes que no tienen la puta idea de lo que nosotros vivimos, de lo que vivió el poblador ahora o de toda la historia que hoy día tenemos. Y estos puntos sirven para eso, para recordar que tenemos historia y que esto sirve para que no dejemos que suceda mañana”, señala Mario emocionado.

Pero por mucho que intenta, no logra olvidar un segundo lo vivido.

“Yo no sé cómo hacerlo. Me he propuesto hacer algo para olvidarme de todo esto, pero es imposible. Ni psicólogo, ni un médico, ni todo el equipo que pasa para que tú vivas lo que has vivido. Más ellos que hay gente que todavía no aparece, que nunca le han dado una respuesta de qué hicieron con ellos. Y lo peor que hasta este día, hoy día, yo digo lo mismo. ¿A quién le vamos a hacer la juicio? ¿Quién ha sido el culpable de tanta tortura?”.

—¿Personalmente, cómo ha abordado esta semana en que resurgió su historia?

Hay de todo un poco. Un poco de regocijo, un poco de alegría, un poco de dolor al recordar. Porque yo digo, yo te cuento a ti, no hay día en que uno no uno no pegue una lágrima por lo que se vivió. Y esta semana hemos vivido así. Cuando los abogados me digan “este es el monto y esto es lo que se pagó y se acabó la historia”. Pero la historia no se acaba. Ojalá que fuera así. Solamente muriendo se nos olvidan esas cosas.

—¿Qué piensa cada vez que le vuelven a preguntar por esto, a casi 40 años de que sucedió?

Es que, la verdad que uno no se ha olvidado. No han pasado 40 años. Todos los días parece que fue ayer. Siempre yo le hablo a los medios o le recuerdo a alguien y todavía no se nos hace justicia. Y han pasado 37 años y todavía no se nos hace justicia.

Ellos pensaron en los castigos perfectos para nosotros. Y este es un castigo que es para todas las familias, no solamente para mí. Es para todas las familias que tienen que sufrir por habernos matado un hijo. Y lo más injusto, injusto, injusto, es que fue por decir la verdad. Si hubiese sido una mentira, no sé, pero era la verdad. Y por eso tuve que pagar la vida de un hijo que me luda para siempre. Y es terrible.

***

(Foto: Felipe Figueroa)

Hasta el día de hoy celebran el cumpleaños de su hijo. Pero también, hasta el día de hoy, le atormenta cada vez que recuerdan la venida del Papa a Chile.

“Cómo quisiera olvidarse un par de años uno, pero no se puede. Yo maldigo a los que hicieron esto porque nos marcaron. No los puedo perdonar por eso”, asevera.

Para el tiempo que se subió al escenario y leyó su discurso frente a Juan Pablo II, era un fiel seguidor de la Iglesia. Se encantó con lo que se vivía en la Iglesia en la dictadura, una Iglesia en la que podían enfrentar el pinochetismo y defender los Derechos Humanos. Hoy dice que esa Iglesia no existe. Que su capilla le dio la espalda.

“Cuando vino el Papa yo me sentí echado de la iglesia, nos sentimos alejados de la iglesia. Porque nosotros hacíamos varias cosas en la capilla, yo era el coordinador de la capilla, y después cuando pasó esto de el Papa nunca más nos pescaron. Nunca la iglesia me prestó a mí apoyo. La iglesia nos dio completamente la espalda“, menciona Mario Mejías, que aclara que no ha dejado de ser religioso.

Con todo lo que le tocó vivir, siente que la justicia lo penalizó para siempre. Hace un tiempo le plagiaron la patente y todas las semanas le llegan partes que no puede pagar, y nadie le responde a sus alegatos. Hasta 200 partes dice tener. Por autos que le han robado, nadie responde. Dice que “desgraciadamente porque yo soy el Mario Mejías no se me hace justicia”.

Pero igual va a seguir buscando respuestas por la muerte de hijo ante la justicia. “Yo quiero una respuesta por la muerte de mi hijo”, insiste.

—Y con este fallo a su favor, ¿tiene esperanza de que la justicia puede fallar a tu favor en la causa de su hijo?

Yo ahora voy a guardar la esperanza. Voy a guardar la esperanza porque me acuerdo en los primeros años que mi hijo, yo le decía “hijo tienes que tú ayudarme a hacer justicia, porque sino quien”. Le decía “tu sabí quién te mató hijo, haz que un día se entregue y se haga justicia por favor”. Uno siempre piensa en que culpable sea encarcelado. Y esa es la justicia que uno piensa, nunca pensamos en la justicia monetaria. Nunca pensamos que iba a ser tan cruel el sistema contra nosotros. Contra tantos, contra miles. Pero la esperanza está en que se nos siga haciendo justicia.

Entonces cuando tú me preguntáis, de qué manera se vive, no sé, vamos a tener que morir viviéndolo así nomás, como se vive. Han pasado 37 años y los 37 años ha sido igual. Ahora claro, con un signo de que va a haber justicia. Que la gente sepa que se le hizo justicia. Pero la gente está más interesada en saber del dinero que de lo que vivió el poblador en todo ese tiempo.

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