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3 de Diciembre de 2024

“Amor microbiano”: la científica chilena que escribió sobre cómo las bacterias de las parejas inciden en el amor

La ex convencional y doctora en Ciencias Naturales, Cristina Dorador Ortiz, ha dedicado su carrera a estudiar la ecología microbiana. En su nuevo libro "Amor Microbiano" de Editorial Planeta, Dorador descubrió que la micro-bioma humana es responsable de la sensación de bienestar en las parejas que conviven y que por lo tanto, colaboran directamente con el amor. ¿Lo más impactante? Cada persona tiene una huella microbiana única. Eso significa, que al compartir la vida con alguien, siempre habrá una entrega de algo irrepetible entre ambos. Una metáfora conmovedora del amor, pero también, una condición biológica que puede llegar a ser ingrata cuando se quiere olvidar.

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Cristina Dorador Ortiz ha dedicado su vida al estudio de la ecología microbiana. El trabajo que la puso en el plano internacional de la ciencia es el que tiene actualmente en Antofagasta -donde también es docente-. Se trata de estudiar la vida extrema de los microbios en los salares del altiplano y el desierto de Atacama. Ahí fue donde cuenta que nació su amor por los microbios.

Estando en la naturaleza estudiando el micro-mundo, es donde más feliz se siente. Esa sensación fue la que la llevo a preguntarse si los microbios y las bacterias tendrían alguna incidencia en sentir amor. “Me ha tocado vivir los avances tecnológicos para estudiarlos y eso me ha permitido conectar esos descubrimientos con mi propia experiencia amorosa”, cuenta.

Cristina Dorador es licenciada en Ciencias con mención en Biología por la Universidad de Chile y doctora en Ciencias Naturales por la Universidad de Kiel y en Alemania. Pero no solo lo que ha leído e investigado la llevó a publicar el libro “Amor Microbiano” junto a Editorial Planeta este año. También lo fue el nacimiento de su primer hijo.

“Cuando tuve mi primer hijo fue un acontecimiento impresionante. Verlo desde la perspectiva microbiana es muy interesante, porque a veces cuesta verbalizar el amor incondicional que se siente por un hijo. Si eso pasa, hay otro correlato que se puede expresar. Se trata de que el primer “amor microbiano” sucede cuando nace el bebé. Ahí, las madres otorgamos nuestras propias bacterias a la guagüita y eso le va a permitir degradar la leche materna. Pero a la vez, cuando el bebé mama, le va transmitiendo a su mamá los microbios que va creando al empezar a vivir y estar en contacto con su entorno. Es una relación tan íntima, que conmueve”, relata.

Sobre la interacción amorosa, Dorador explica que utilizó experiencias de amigas, amigos y familiares para describir qué tienen que ver los microbios con el amor de pareja. En esta entrevista, cuenta los datos más interesantes sobre el origen microscópico del vínculo humano más profundo. Uno de ellos, es que bastaría con encontrarse en una primera cita para activar “el amor microbiano”.

Cristina Dorador. Foto por Rodrigo Maluenda.

—¿Qué tienen que ver los microbios con el sentimiento concreto del amor?

—La mitad de nuestras células son microbianas. O sea, son bacterias que vamos adquiriendo a lo largo de la vida desde que nacemos hasta que nos morimos. Este micro-bioma que se va quedando con nosotros en la piel y en el intestino, es crucial para nuestra existencia. Un micro-bioma puede cambiar la forma en la que un ser humano se enfrenta al mundo. Entonces, cuando se está en pareja y nos tocamos o nos damos besos, además de compartir sentimientos, se comparte toda una carga microbiana. Esas bacterias se van a quedar en nuestro cuerpo porque les va a gustar estar ahí.

—¿La permanencia de esos microbios compartidos vinculan más a las parejas?

—A pesar de que estamos modificando constantemente nuestro micro-bioma —por ejemplo cuando nos duchamos—, hay bacterias que se quedan sí o sí. A las bacterias del otro les va a gustar vivir en el intestino y nos va a ayudar a degradar alimentos. Esto, genera un sentimiento muy agradable y de estabilidad. Uno se siente contento y feliz y eso, se ve reflejado primero a nivel digestivo. Luego, esa sensación de bienestar se vuelve integral al cuerpo y las emociones, y se manifiesta en la estabilidad microbiana de las dos personas.

—¿O sea que el micro-bioma también puede hablar de la estabilidad en una pareja?

—Hay un trabajo que muestra que solo conociendo el micro-bioma de una persona individual y luego compararlo con otro grupo de personas, se puede decir quién es pareja de quién. Es porque cada persona tiene una huella digital microbiana que es única. Nuestras experiencias microbianas son absolutamente únicas. Entonces en la pareja, siempre habrá un legado físico de uno en el otro y viceversa mientras convivan.

¿Cuánto tiempo puede durar el micro-bioma de otro dentro de una persona?

—No está estudiado estrictamente o en detalle. Lo que sí sabemos, es que el micro-bioma de una persona va cambiando con el tiempo y claramente, las relaciones afectivas de convivencia lo van modificando también. Pueden ser semanas, meses o años. Todo va a depender de cuánto tiempo duró la relación, porque hay estudios que hablan de que mientras más estable es la relación en el tiempo, más se van pareciendo los micro-biomas de las personas.

—¿Y si la relación termina, es posible deshacerse de esos microbios?

—Depende también de las experiencias que van pasando. Por ejemplo, si una pareja termina y uno se cambia de casa, probablemente el micro-bioma del otro desaparezca más rápido. Esto, porque los microbios de cada uno quedan en el ambiente donde vivieron juntos, en la ropa, en los lugares que uno frecuenta.

—¿Pero algo queda del otro sí o sí?

—Cuando una pareja termina, hay una razón que tiene que ver con los microbios para explicar por qué nos demoramos tanto en olvidarlo. Es un tema físico que se trata de que el micro-bioma de la persona se queda en nosotros durante mucho tiempo y va cambiando por supuesto según las experiencias que tengamos. Si viajamos o si nos cambiamos de casa, por ejemplo.

Cruzar los pies por las noches propicia el amor microbiano

Cristina Dorador tiene una especie de protista que vive aislada en el Salar de Atacama que lleva su nombre. Se llama “Percolomonas doradorae”. Pero cuando se le pregunta si hay una especie microscópica que sea especialmente responsable del sentimiento de bienestar en una pareja, en la familia o en los amigos, dice que no.

—¿Hay algún tipo de microbio específico del amor?

—No hay comunidades específicas que uno pueda decir que se forman por una relación afectiva. Pero lo que sí se ha encontrado, es en qué partes del cuerpo nos parecemos más microbianamente. Es en los pies. Las personas duermen juntas y lo que más se tocan a cada rato, son los pies. Por eso ahí hay una mayor coincidencia.

—Otros lugares de similitudes microbianas entre dos personas son la espalda y los párpados según el libro. ¿Hay que tocarse necesariamente para que estos lugares reciban la microbioma del otro?

—La sensación de querer estar con el otro va a aumentando cuando hay interacción. Pero de todas formas, se ha estudiado es que las personas tenemos una nube microbiana. Si no nos tocamos directamente, igual estamos intercambiando bacterias de nuestra nube microbiana si es que estamos en la misma sala o en los lugares que frecuentamos. Cuando conversamos también.

—El estudio del libro está hecho en parejas heterosexuales. ¿Podría haber una diferencia en el intercambio de micro-bioma entre parejas homosexuales por temas biológicos?

—No debería, porque son dos ecosistemas humanos de igual manera. Quizás a nivel específico de los órganos sexuales puede haber alguna diferencia, pero no debería ser tan grande. En el ámbito del intercambio del microbioma se trata del individuo en realidad. Cada uno tiene una experiencia distinta hasta que comienza el intercambio.

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