Salir de noche se convirtió en un lujo: el impacto al bolsillo de ir a bares, restaurantes y discos llega a promediar un gasto de $50.000 por persona
Salir de noche en Santiago se ha vuelto cada vez más caro. Entre comida, tragos y Uber, una salida puede superar fácilmente los $50 mil. El golpe al bolsillo, sumado a la inseguridad y los cambios culturales después de la pandemia, ha transformado por completo la vida nocturna en la capital.
Por J. Oportot, M. Montes y S. Molina 19 de Abril de 2025

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Para Paula (29), ingeniera comercial, aprovechar las ofertas en happy hour de un trago como el Ramazotti -o de piscolas– es fundamental para partir bien una noche de fiesta. “Con mis amigos tratamos de aprovechar las promociones para no gastar tanto antes de la disco. Pero igual, entre comida y los tragos, terminamos gastando mínimo $30.000 por persona”. Y aún no parte la noche.
Gana $1.200.000 en un trabajo que le da la libertad de ir a clases en la universidad. Es afortunada, comenta. Estudia letras, su segunda carrera. Vive con Nico, su pareja, cerca del Metro Simón Bolivar. Asegura que ya no frecuenta mucho las discos durante la noche, pero cuando sale a bailar, intenta aprovechar las promociones en algún bar antes de la fiesta, especialmente de tragos.
Agrega que antes tenía un trabajo a tiempo completo. Ganaba $1.800.000. En esa época, dice, no se preocupaba tanto por los gastos de noche, pero ahora que volvió a estudiar y su jornada laboral tiene menos horas, se limita mucho más en los gastos. “El sueldo hace la diferencia”, dice.
Hoy en día frecuenta varios after office en Providencia, como el Bar y Vuelvo, el TPM Bar, el Oculto Beergarden, el Jardín Mallinkrodt, o el tradicional Barbazul. “Uno encuentra promos de dos Ramazzotti a $8.000. Las piscolas también tienen ofertas. Ahí nos pedimos varias”, comenta.
“Cuando salgo a la disco siempre gasto más. Un trago adentro de la disco siempre sale por sobre los $10.000. Si voy a Subterráneo (en Providencia), por ejemplo, me debo tomar máximo dos tropical gin porque ya me duele gastar más. Mis amigos se toman más copetes que yo. En total uno puede gastar fácil $40.000 o $50.000 en la disco”.
Y eso que hay que volver a la casa. El transporte es otro costo que no se puede pasar por alto, sobre todo a altas horas de la madrugada. El metro se encuentra cerrado y las micros escasean. Por ende, las opciones se limitan a Uber, Didi o Cabify, cuyos precios se disparan con la tarifa dinámica y pueden ir de madrugada por sobre los $10.000 pesos.
La noche electrónica viene con un alto precio
Si hay un género que ha ganado simpatizantes en los últimos años es la electrónica. Productoras como Glovox, The Klan y las fiestas en Espacio Riesco, que organiza La Feria, atraen a miles de personas.
Uno de los eventos más masivos de la escena es Piknic Electronic, realizado en el Parque Padre Hurtado, en La Reina, y organizado por Glovox. La fiesta tiene un concepto al aire libre y de día: parte a las 15:00 y termina a la medianoche. La última temporada partió en septiembre del año pasado y finalizó el pasado 12 de abril. En total fueron nueve fechas que congregaron a miles de personas. Aproximadamente es una fiesta por mes.
Julio (27) fue a tres Piknic este año. Comenta que es su fiesta favorita, por la ambientación y los DJ que trae la productora, como el alemán Stephan Bodzin. “Es una experiencia. Ir en la tarde al parque, ver el atardecer con tus amigos y escuchar buena música, es algo que ningún otro evento te da”, dice.
Sin embargo, trae consigo un alto costo para la billetera. “Gasto por lo menos $80.000 en cada Piknic, sin considerar lo que tomé en la previa y los uber que me llevaron a la fiesta, luego al after en La Feria -en Bellavista- y después a mi casa. El último Piknic que fui gasté más de $100.000, si sumo todos los gastos”.
Explica que, al margen de Piknic, otros eventos de música electrónica son igual de costosos, sobre todo por el precio de las entradas. Por ejemplo, el abono de los dos días de Respira Festival, uno de los eventos favoritos de los amantes del techno -subgénero de la electrónica- llega a costar $115.000. Eso sin sumar el consumo dentro de la fiesta ni el transporte.
Constanza (23) estudia medicina en la Región de Coquimbo. Solo ha estado una vez a la capital, justamente para Respira Festival, hace un año. Comenta que compró la primera preventa para los dos días del evento con meses de anticipación. Gastó $80.500.
Además, junto a tres amigos, tuvo que arrendar un departamento de jueves a sábado, que salió $170.000. En total, tiene presupuestado gastar $200.000 durante su estadía en Santiago.
“Llevo harto tiempo ahorrando para ir a Respira. El año pasado gasté alrededor de $150.000 los dos días que vine, pero esta vez quiero recorrer un poco la ciudad el sábado. Este año gastaré un poco más entre la entrada, comida y el arriendo”, comenta.
La noche bajo la mirada de las productoras
Cristian Vargas, Carolina Canobra y Juan Cristóbal Canobra son los socios de Terraza Arrayán, un conocido club en el sector oriente. Después de la pandemia, comenzaron a trabajar fuertemente en la realización de eventos corporativos y fiestas. Particularmente, organizan una fiesta llamada Remember, para mayores de 40 años, una de los pocos eventos de la capital que apuntan a este tramo de edad.
Claudio del Pozo, quien ve las finanzas del club, cuenta a The Clinic que en promedio asisten 800 personas a Remember -que tiene su próxima fecha el 23 de mayo-y son mucho más controlados que los más jóvenes a la hora de comprar alcohol. “En Remember hay música ochentera y bandas en vivo. No existe ese fervor por bailar como los jóvenes de 20 años, que gastan en piscolas sin control y se están moviendo todo el rato”.
“Una persona más adulta gasta aproximadamente entre $50.000 y $60.000. $100.000 ya es mucho para una persona de este segmento. Como máximo se toman cuatro tragos. El Ramazotti, espumante, el whisky y las cervezas son los favoritos del público”, cuenta del Pozo.
Por otra parte, Gabriel Villela, socio de la productora Grupo Oriente, asegura que el cálculo que hacen es de mínimo 3 o 4 piscolas por cada persona durante la noche. Organiza fiestas para mayores de 25 años -incluso organizó un evento para mayores de 40 hace dos años- en lugares como Sala Omnium y Club Monseñor. “Una persona de 28 años puede gastar $30.000 sin problemas dentro de la disco. Ese es el cálculo base, que equivale a 4 piscolas o 3 gin tonic”.
Explica que para los productores de eventos, existen cada vez más los derrochadores, un arquetipo en aumento en las fiestas. Estas son personas que compran botellas, entradas VIP y no les importa quedarse sin plata. “Una botella barata sale $50.000 y una entrada al VIP mínimo $40.000”, dice el productor.
“Para alguien que va al VIP y no tiene filtro con los precios, puede gastar unas $150.000 por lo bajo”, agrega Villela.
Según consignó The Clinic, en promedio, la entrada a una fiesta en Santiago cuesta entre $10.000 y $30.000, dependiendo de la anticipación con que se compre.
Por ejemplo, una entrada a la icónica Blondie, en plena Alameda en el centro de la ciudad, tiene un precio normal de $10.000, aunque puede variar para algunos eventos. Pero una entrada a Candelaria, en Vitacura, puede llegar a costar hasta $30.000 después de medianoche.
Algunas discotecas ofrecen preventas que disminuyen los precios, pero la mayoría en Santiago se mantiene en el rango de los $15.000 y $20.000.
Los precios de los bares de Santiago
Santiago tiene diversos lugares donde el picoteo, la música y la compañía ayudan a soltar el peso del día. Aunque el fin de semana concentra el mayor movimiento, también hay quienes entre semana se animan a brindar, a compartir un rato y a detenerse un momento sin salir de fiesta.

Tomarse un trago en diferentes comunas que conforman el Gran Santiago puede costar caro. Los precios van entre los $3.000 y $20.000 mil por solo una copa. The Clinic visitó algunos bares y restaurantes de la capital —de Providencia, Santiago Centro y Maipú— y comparó algunos precios que conforman las cartas.
En el infalible Bar Liguria -con locales entre Providencia y el Barrio Lastarria- un pisco sour cuesta $4.600, un mojito llega a $7.400 y un Ramazzotti Spritz, $7.900. Si el gusto aprieta, una Austral Torres del Paine vale $7.300. En los bares Teclados, los precios de las cervezas parten en los $4.000, mientras que en El Rústico de Maipú, desde $2.900.
Los precios del pisco y los aperitivos también tienen su propio rango. En el popular Bar La Piojera, una botella de Alto del Carmen con cuatro bebidas puede llegar a los $28.000, mientras que un corto de la misma marca cuesta alrededor de $4.000. En el Comedy Bar, ubicado en Providencia, las piscolas van entre los $5.000 y $7.000, según la marca.
Lo que sí, salir a tomar casi nunca es solo un trago. Lo habitual es que la primera ronda venga acompañada de una segunda, una tercera o más, lo que multiplica los precios.
Aunque Chile ha reducido su consumo de alcohol en la última década —es el tercer país de la OCDE que más bajó su ingesta, con una caída del 30%, según el último informe sobre alcohol y salud de la OMS—, sigue siendo un país de alto consumo. De hecho, según una encuesta de Activa realizada a comienzos de 2024, el 72,5% de los consultados (de un total de 1.318 personas) declaró que bebe habitualmente.
¿Y la comida?
La comida y el picoteo definitivamente aumentan el total de la cuenta en la salida a un bar. En el Bar Liguria, una mechada italiana cuesta $13.500, mientras que un lomito de chancho $12.900. Por otra parte, en el Bar La Virgen, en el Barrio Bellavista, una tabla para compartir tiene un valor de $26.900, y unas papas con agregado cuestan $13.950.
Al otro lado de la ciudad, en Maipú, el Bar El Rústico ofrece brochetas por aproximadamente $10.000, y pizzas a la piedra con precios que van desde los $13.000 hasta los $16.000. Un churrasco italiano puede costar $11.900, y las chorrillanas rozan los $20.000.

En el centro, La Piojera sigue apostando históricamente por la comida tradicional chilena, con perniles a $15.000, la chorrillana a $12.000 y costillares a lo pobre por $13.000.
¿Cómo salvar la noche en Santiago?
Con el paso de los años, la frecuencia a los bares y discotecas ha disminuido de manera brusca. Esto ha provocado el aumento de precios, lo que se ha visto influenciado por el aumento de la sensación de inseguridad, la pandemia, la demora en la entrega patentes de alcoholes y las tarifas de los servicios de transporte.
Es más, la situación ha generado el cierre de algunos locales icónicos de Santiago. En diciembre de 2024, y luego de 112 años de funcionamiento, cerró El Hoyo, emblemático restaurante de la calle San Vicente, para instalarse en Barrio Italia. Pasó también con el Bar Nacional en 2022, el Bar Loreto y el Bar Torremolinos. Incluso, La Piojera cerrará sus míticas puertas para instalarse en Las Condes.
“Nos dimos cuenta que el negocio no es tan bueno como antes. Fundamentalmente porque el barrio ahora está más complicado, por lo que funcionamos solo hasta las seis de la tarde”, dijo Felipe Salas, vocero de El Hoyo, consultado por The Clinic en diciembre del año pasado.
Las discotecas también han visto marcado su declive con el pasar de los años. Se trata de una tendencia a nivel mundial. Según un reportaje de The Financial Times, las presiones en los precios, la baja turística y la transformación de las capitales nocturnas, han llevado al cierre de muchos espacios. Esto pasó en Berlín, Barcelona, Melbourne y Nueva York, en donde la gente comenzó a rechazar las noches de fiestas hasta altas horas.
Chile no está ajeno a este fenómeno. Representantes del mundo del comercio, turismo y la gastronomía dieron su visión ante la pregunta sobre los cambios que han afectado la noche de fiesta. Entre ellos se encuentra el presidente de la Asociación Nacional de Empresarios Nocturnos de Turismo y Espectáculos (Anetur), Fernando Bórquez.
La pandemia produjo un cambio cultural. La gente empezó a quedarse en la casa en vez de salir de fiesta. Y está el tema de la seguridad. “Hoy día está la sensación de que la noche es insegura, de que pueden robar el auto y de que te puede pasar algo”, dice Bórquez.

“Además, han cambiado las horas en las que la gente se va. Antes a las cinco o seis de la mañana tenías que comenzar a pedirle a la gente que se retirara. Hoy en día a las dos de la mañana ya no ves a nadie, y tienes que cerrar”, agrega.
Según la última Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC), de 2024, un 87,6% de las personas sienten que la delincuencia aumentó en los últimos doce meses. Además, la proporción de inseguridad caminando solo/a por los barrios o camino al hogar cuando ya está oscuro es de 65,9%.
Los problemas no solo refieren a la índole de la percepción social ante la delincuencia. También influye lo económico, las alzas del dólar y lo jurídico.
Máximo Picallo, presidente de la Asociación Chilena de Gastronomía, comentó que “tenemos un alza de costos importantes. Ha subido el café, el precio de los alcoholes importantes, el dólar, la carne, entre otras cosas. Algo que también nos ha afectado harto es el alza de la luz, la que se ha duplicado”.
Además, la patente de alcoholes vigente está desactualizada, porque se mide por cierta cantidad de habitantes -600 según la ley sobre expendio y consumo de bebidas alcohólicas- y muchas comunas doblegan o triplican esa cantidad”, dice Picallo.
“El aumento de precios se origina por varios factores económicos. La inflación impacta en los costos operativos e insumos, hay una subida de costos laborales y gastos de arriendo. Los locales sufrieron pérdidas significativas durante ese período”, sostiene Dafne Ulloa, gerente general de la Asociación Gremial Turismo Centro Histórico de Santiago (Tuchs).
Otras de las críticas realizadas a los gremios es el horario del transporte público en la capital. Esto, pues el Metro de Santiago, el principal medio de movilización, cierra sus puertas a las 23.00 todos los días. Si bien hay recorridos de micro que transitan las 24 horas, su constancia no es la misma en las noches que en horarios diurnos.
Todos estos elementos han provocado una baja en el consumo en una noche de fiesta, entre ellos, cambios en los patrones de gasto, pérdida de atractivo turístico y afectaciones a sectores relacionados como los hoteles, transporte y comercio.
Por su parte, en lo social, esto ha provocado una reducción en los espacios de socialización, pérdida de diversidad cultural y transformación negativa de diversas dinámicas de encuentro social.
Desde Tuchs han centrado su trabajo en conjunto con la Municipalidad de Santiago para buscar soluciones, y así como con el Gobierno Regional. Esto, para reforzar medidas de seguridad, recuperación de zonas abandonadas, mejoramiento de espacios públicos, implementación de limpieza y alumbrado público, entre otros elementos.
“Hemos buscado implementar estrategias gastronómicas como promoción de locales con horarios extendido, apoyo a capacitación de personal, fomento de la diversidad gastronómica y atracción de diferentes públicos”, dice Dafne Ulloa de Tuchs.
“Destaca como un avance importante la creación de una mesa de trabajo colaborativa. Esta instancia reúne a los gremios de los barrios con más vida nocturna del Centro Histórico (Yungay, París Londres, Lastarria, Bellas Artes) junto a representantes de Chile Creativo (Corfo) y la Unidad de Programación y Difusión Patrimonial del Ministerio de las Culturas”, agrega.