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Poder

2 de Junio de 2015

Así se imagina Tironi que operó la precampaña de Bachelet

"Imaginemos la siguiente historia. Estamos en marzo de 2010. La ansiada alternancia se ha producido. Sebastián Piñera hace su ingreso triunfante a La Moneda. Un vasto contingente de profesionales y funcionarios deja el gobierno, entre ellos muchos jóvenes que no habían conocido otro ámbito de desarrollo laboral y personal. Estaban orgullosos, pero con un dejo de frustración por no haber tenido la oportunidad de cumplir sus aspiraciones. Más cuando veían que su líder, Michelle Bachelet, salía rodeada de un enorme apoyo ciudadano...

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Eugenio-Tironi_FOTO-Alejandro-Olivares[1]

Verdades más o verdades menos sobre lo que efectivamente ocurrió mientras Michelle Bachelet trabaja en ONU Mujeres, en Nueva York, y al parecer un grupo de entusiastas trabajaba laboriosamente en Chile para preparar su ansiado regreso, lo cierto es que los hechos parecen ser evidentes, y las interpretaciones y versiones son de los más variopinto.

El analista y consultor Eugenio Tironi es uno de los que sumó al debate y lo hizo a través de una columna en El Mercurio titulada precisamente “Plataforma”.

En una especie de relato ficción, el columnista, miembro activo de la campaña del “No”, se refiere a la polémica que tiene con los crespos hechos, como se dice, al ejecutivo.

“Imaginemos la siguiente historia. Estamos en marzo de 2010. La ansiada alternancia se ha producido. Sebastián Piñera hace su ingreso triunfante a La Moneda. Un vasto contingente de profesionales y funcionarios deja el gobierno, entre ellos muchos jóvenes que no habían conocido otro ámbito de desarrollo laboral y personal. Estaban orgullosos, pero con un dejo de frustración por no haber tenido la oportunidad de cumplir sus aspiraciones. Más cuando veían que su líder, Michelle Bachelet, salía rodeada de un enorme apoyo ciudadano.

Salir del gobierno producía inquietud. No contaban con patrimonio económico propio ni certificaciones escolares excepcionales. Tampoco con redes sociales que les facilitaran insertarse en el sector privado. Algunos, los menos, partieron a especializarse en el extranjero. Los demás se refugiaron en labores inestables y poco excitantes, a la espera de una segunda oportunidad. Todo indicaba, sin embargo, que la espera sería larga.

Pero la ocasión llegó mucho antes de lo previsto. El nuevo gobierno se desinfló con inesperada rapidez. La Concertación y sus líderes seguían lamiéndose las heridas de la derrota, sin energías para levantar una alternativa. Sobre los hombros de las protestas estudiantiles surgía la posibilidad de “otro modelo”, uno que separara aguas con la derecha y, por encima de todo, con la Concertación. Esto iba a la par con la sostenida popularidad de Michelle Bachelet, que hacía presagiar que si se presentaba a la presidencial de 2013, tendría el triunfo asegurado. Había llegado el momento de tejer una alternativa política. Pero con ellos como protagonistas, no en roles secundarios.

Había mucho por hacer. Se requería una plataforma que reagrupara a la generación bacheletista y la pusiera a trabajar full-time en este proyecto. En seguida elaborar contenidos programáticos, pues la política impone la obligación de revestir las aspiraciones de poder con ideas -que han de ser más radicales cuanto más elevadas sean las aspiraciones-. Y si eso fuera poco, había que configurar una nueva coalición política que asegurara la mayoría electoral y diera respaldo al programa.

Todo eso demandaba recursos económicos. No se podía recurrir a los partidos. Esto habría llevado a cederles el control y a renunciar al anhelo de colocar en el poder a la nueva generación. Tampoco se podía contar con ayuda extranjera, como cuando se fundó la Concertación: esta ya no existe, y si la hay, Chile no califica. Ninguno de ellos, como se dijo, tenía patrimonio, ni empresas, ni posibilidades de tomar deuda. ¿Qué quedaba entonces? Obtener donaciones de empresas privadas, buscando un número y variedad tal que evitara la captura. Para canalizar estos aportes se usó una fórmula ya empleada en el pasado: crear sociedades de servicios que emitirían facturas a los donantes y que a la vez cubrirían los gastos de la plataforma. Esto -deben haber pensado sus gestores- era más transparente que crear fundaciones o corporaciones fantasmas, u ocupar mañosamente las que nacieron con otros fines.

La totalidad de los recursos se empleó en una plataforma que, medida por resultados, fue un exitazo. Creó la Nueva Mayoría y desplazó a los viejos líderes de la Concertación. Diseñó un programa de gobierno consonante con los deseos de ruptura de la nueva generación, sin obedecer las advertencias -entre otros- de los donantes. Consiguió que Michelle Bachelet asumiera la candidatura presidencial. Obtuvo una resonante victoria electoral. Y se irguió, finalmente, un gobierno que los puso a ellos en los puestos de comando.

No sé si es la verdadera historia, pero es bastante más plausible que algunas que circulan por ahí, y también menos tremebunda”.

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#Poder#precampaña#Tironi

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