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Opinión

20 de Agosto de 2012

¿Por qué chucha a los gays nos gustan los gatos?

Por Andrés Ossandón El título de esta columna es mentira porque el de verdad -¿Por qué chucha los heterosexuales piensan que a los gays nos gustan los gatos?- era difícil, largo y porque en el periodismo hay que engañar. Dicho eso. Acá va: -Tener un gato es súper maraco, porque a los maracos les encantan […]

Wena Maricón
Wena Maricón
Por


Por Andrés Ossandón

El título de esta columna es mentira porque el de verdad -¿Por qué chucha los heterosexuales piensan que a los gays nos gustan los gatos?- era difícil, largo y porque en el periodismo hay que engañar.

Dicho eso. Acá va:

-Tener un gato es súper maraco, porque a los maracos les encantan los gatos- ese puto dogma lo exclamó uno de mis amigos hetero y los demás asintieron al unísono y gritando como weones. Éramos cinco amigos y yo, todos heterosexuales -exceptuándome, claro- en el bar más metalero y más manly de Ciudad Gay.

El tema de conversación de la noche era “los maracos y sus preferencias raras”, y todos vociferaban estereotipos de cola ultra cola: ropa rosada, pisco sour, Lady Gaga, etcétera, etcétera y los giles reían como locos y yo ahí, en el medio de la conversación, tenía ganas de pararme y gritarles a todos esos estereotipos eran mentira porque yo soy cola entre colas y de los años que me conocen jamás se han dado cuenta.

Pero no me paré ni dije nada porque estoy dentro del closec.

Se vociferan muchas cosas que son mentira y una de ellas es la que dice que todos los gays amamos a los gatos. BULLSHIT. Creo que el 80% de los hombres gays odiamos a los felinos.

Fui muy científico y le hice una pequeña encuesta a todos mis contactos y lectores colas de mi cola-blog (wenamaricon): un gran grupo de ellos consideran que el gato tiene un temperamento incompatible con nosotros. El gato tiene una personalidad conflictiva que no soportamos. Imagínense: un gato y un gay. Dos animales territoriales, bien celosos, “mesitas de centro”, belicosos y maracosos conviviendo juntos en un departamento Paz Playmóbil. Es que queda la cagá porque uno de los dos tendría que ceder y ninguno de los dos lo haría jamás.

Pero, lo más importante, es que los hombres gays amamos a los perros. Corrijo: a los perros shigos pero no a los perros shigos tipo poodle o maltés porque son terrible de maracos y terrible de estereotipados. Los que la llevan ahora son los pug y los bulldogs.

Y amamos a los perros shicos porque nos sirven.

Carlos, un tipo al que me follo con regularidad, una vez me dijo que su Bulldog Francés era el arpón de gays: “Es cosa de salir con el Renato a la calle para conseguir números de teléfono”. Arma perfecta: un gay y su perro por la ciclovía, el gay en patines y el perro pendiendo de una correa con un sugerente arnés de cuero con púas. Un gay y un perro en el Parque Forestal. Otro gay y otro perro en el Parque forestal. Miraditas. Conversación. Qué lindo tu perro. Qué lindo el tuyo. Qué lindo el pañuelo de tu perro. Qué lindo el pañuelo del tuyo. Amor. Puro amor.

De las leslianas no sé. Tengo muchas amigas que les gusta tocar el charango y me dicen: “Sí, Andrés, a mi me gustan los gatos porque son elegantes, independientes y limpios” pero yo no soy mujer ni lesliana y todo es tan subjetivo, tan relativo y tan cambiante que llegar a un consenso es complicado y decir que a las lesbianas les gustan las pussy-cat y que a los hombres gays nos gusta el doggy style es tan estereotipado como las demás sentencias mala onda que vienen desde el mundo heterosexual.

De todas formas, solo entre colas nos podemos pisar la manguera y sacar algunas conclusiones.

Vuelvo al bar: ocho botellas de cerveza vacías, colillas por todas partes y los cinco homofóbicos sentados, no tuve más recurso que recordarles a todos que la Rosita -una ex mina de uno de los presentes y lesbiana confesada recientemente- no tenía un gato sino que tres gatas hembras, una de ellas llamada Luna. Luego de mi pará de carros, todos quedaron callados sorbiendo de los vasos en un largo silencio incómodo que sólo supieron matar con otro tema de conversación casi tan weón que el anterior.

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