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Cultura

3 de Enero de 2019

“Desarmarse en el camino”: un comentario sobre ‘Agosto’ de Romina Paula

Por Catalina J. García.

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Se supone que los viajes sean formativos. Arduos y formativos. Que el o la protagonista comience parcialmente desarmado y que, con las dificultades del trayecto, se vaya armando o re-construyendo. Al final del viaje esa es su victoria: haber terminado más grande que antes a pesar de la adversidad. En Agosto, escrito por Romina Paula en 2006 y editado por primera vez en Chile por editorial Elefante a fines de noviembre, pareciera ser al revés, excepto la parte de la victoria: el carácter formativo del viaje yace en comenzar armada y en el camino desarmarse.

 

En Agosto los nombres son escasos y preciados, así que no voy a dar casi ninguno. Hablemos de la protagonista, la amiga muerta de la protagonista, la madre perdida de la protagonista y Julián, él es el único que tiene nombre desde el principio. La protagonista, armada y establecida en Buenos Aires, es invitada a la Patagonia por la familia de su amiga a participar de una ceremonia fúnebre: “Algo como que quieren esparcir tus cenizas; algo como que quieren esparcirte”, es la primera línea del libro. Utilizando un estilo epistolar, la protagonista le cuenta a su amiga muerta lo que significa volver a encontrar en la Patagonia todo lo que había dejado atrás, y que ha llorado poco. No sólo a ella, sino que a todos sus muertos, literales y figurativos.

 

Ya en la Patagonia, sin querer comienza a desarmar su vida en Buenos Aires y a armar una ficción de una vida nueva en Esquel, aunque a ratos más que una vida nueva pareciera ser una vida vieja. Un poco adoptada por la familia de la amiga muerta, la protagonista comienza a perderse entre referencias a los 90 – tiempos en los que todos sus muertos estaban vivos – sueños raros y ropa prestada. Hasta que se vuelve a encontrar con Julián, un amor dejado en el sur, quién también se ha armado una ficción de vida en la que está casado y tiene hijos.

 

Este reencuentro marca la trama y quiebra el estoico frío de Agosto. La protagonista se desarma y, de pronto, toda la tensión acumulada a través de ese relato aparentemente calmo, estalla y permite que salgan a flote todos los conflictos y se derramen todas las lágrimas hasta entonces no derramadas: quebrarse como catarsis.

 

La prosa de Romina Paula es preciosa. Aunque este es el primer libro que leo de ella, he leído extractos de otros y sus palabras tienen un ritmo embelesante. Agosto, en particular, tiene una musicalidad muy tangible en esta especie de aliteración: la repetición de palabras que remite a la oralidad y la poesía.

 

“No comíamos nada, no comimos, era demasiado temprano para la cena y tarde para la merienda. Además ya nos habíamos decidido por el vino. Blanco. Así que imaginate cómo me pegó. El vino, las cenizas, el combiné. Jorge me dice que ya se puede exhumar el cuerpo, el tuyo, que ya se te puede exhumar, es decir, disponer de vos. Que como venció el plazo legal para una exhumación ya te pueden sacar de esa tumba anónima y disponer, disponer de tu cuerpo”.

 

Creo que también la proximidad de su relato, tanto geográficamente como desde la intimidad de las emociones descritas, le hace un poco de cosquillas al corazón. Me gustó sentir en el cuerpo el contraste entre la vida en Buenos Aires y la vida en la Patagonia; experimentar esa angustia de tener que volver a la capital para encontrarse el presente, el movimiento y los demonios de verdad; la angustia de abandonar la ilusión de suspensión temporal en la que a ratos parecieran habitar las regiones remotas de Latinoamérica.

 

Cabe destacar, eso sí, que Agosto no entrega todas las respuestas. Hay varias porciones del libro que dejan al lector en medio de la pampa y con la libertad de ir donde se le dé la gana en cuanto a interpretaciones. A algunas personas les gusta esto, otras personas prefieren tener algunos caminos entre los cuales escoger. Agosto deja un poco a la deriva, pero entrega la posibilidad de apropiar la obra a través de sus cabos sueltos. Esa deriva, además, contribuye a la íntima verosimilitud del relato. Al final, en la vida real lo que menos hay son respuestas y a veces vale la pena un viaje de incertidumbres narrado en una voz bella.

 

 

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#Agosto#Columna#Romina Paula

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