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Opinión

12 de Enero de 2020

Columna de Alejandro Basulto: Mitos sobre el Proceso Constituyente

Agencia UNO

El 26 de abril votaremos por una nueva constitución, eligiendo entre dos convenciones constitucionales, una mixta (mitad civiles, mitad congresistas) y una 100% ciudadana, que es la equivalente a la Asamblea Constituyente. Tras esa votación, habrá una elección para elegir a los delegados (que irán de 86 a 155 miembros electos), quienes con un quórum de ⅔ como exigencia deberán ver qué entra o no en ese nuevo estatuto nacional que será redactado desde cero.

Alejandro Basulto
Alejandro Basulto
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Tras una gran demostración de soberanía popular, al verse al pueblo empoderado exigiendo por los cambios que injustamente el binominalismo político postergó, por fin tenemos un proceso constituyente. Un modelo que se había instaurado por las armas y que se intentó -infructuosamente, como sabemos- legitimar a través de un acuerdo entre la Concertación (con Lagos a la cabeza) y la en ese entonces, Alianza, tiene sus días contados.

El 26 de abril votaremos por una nueva constitución, eligiendo entre dos convenciones constitucionales, una mixta (mitad civiles, mitad congresistas) y una 100% ciudadana, que es la equivalente a la Asamblea Constituyente. Tras esa votación, habrá una elección para elegir a los delegados (que irán de 86 a 155 miembros electos), quienes con un quórum de ⅔ como exigencia deberán ver qué entra o no en ese nuevo estatuto nacional que será redactado desde cero.

La política excluyente, realizada entre unos pocos y como es de esperar, en muchos casos, para unos pocos, será reemplazada por un periodo de transformación y cambios que concluirá en una primera etapa con el nacimiento de una nueva constitución, fruto del primer pacto social de nuestra historia. Nunca antes, en ninguna de las constituciones de nuestro país, el pueblo pudo participar en la construcción de su constitución. Las tres últimas (1833, 1925 y 1980) fueron realizadas por unos pocos miembros designados por el bando ganador y en el poder de turno.

También es importante mencionar que lograr una nueva constitución será solo una gran primera etapa. Porque una cosa es tener un nuevo reglamento constitucional hecho democráticamente, y la otra, es que la sociedad y nuestra actual legislación nutra y se adecúe a este nuevo estatuto político y social. Pero de eso habrá que preocuparse después, debido a que en esta primera etapa de por sí ya han habido varios problemas y dificultades, que han entorpecido su realización. Estando entre ellos, los mitos, que vienen de lado y lado, y que es momento de señalarlos y aclararlos en pos de que lo logrado y lo que se pueda lograr, no quede en nada.

MITOS

Nuestra actual constitución es legítima

Hablar de la -supuesta- legitimidad de la constitución de la dictadura y Ricardo Lagos, es prácticamente decirle a la ciudadana que puede ser legítima una constitución que fue redactada por una pequeña comisión designada por una dictadura sanguinaria y corrupta, que fue sometida a un plebiscito en 1980, en el que buena parte de la población se encontraba perseguida o en el exilio, en el que -maliciosamente- se podía votar más de una vez, el que tenía un órgano electoral y un poder judicial intervenido por el poder ejecutivo, y en el que además, la campaña se realizó de manera desigual, no pudiendo la oposición acceder a la televisión y sí solo a algunas radios.

Sin olvidar que después vino el plebiscito de 1989 y la firma de Ricardo Lagos en el 2005, etapas, nuevamente excluyentes. Producto de que el primero fue nuevamente realizado en un estado cooptado por una dictadura, mientras que el segundo suceso, fue básicamente un acuerdo binominalista, dejando afuera a gran parte de la ciudadanía.

La legitimidad que requiere una constitución es que: en su construcción pueda participar cualquier ciudadano, que se construya bajo condiciones democráticas mínimas (es decir, al menos los tres poderes del Estado separados) y que tenga un plebiscito en el que toda la ciudadanía pueda votar.

No necesitamos una nueva constitución

Ese es otro mito que viene del mismo sector del anterior. Según ellos, y tal como decía José Piñera acerca de su sistema de pensiones, la constitución que hoy tenemos es “perfectible”. Lo que dista mucho de la voluntad popular, que además de verse en calle, también en diversas encuestas, yendo desde la Pulso Ciudadano a la misma Cadem (ligada al piñerismo), ha demostrado estar mayoritariamente a favor de cambiarla.

Una constitución le da carácter al Estado y pone las reglas del juego. Y por lo pronto, tenemos una constitución en la que la dignidad de cada vida, no tiene su merecido lugar por sobre la propiedad (otro derecho que debe estar, pero no por sobre las mismas personas y su integridad).

Por lo pronto, y a modo de ejemplo, como también proponiendo: podemos tener en vez una constitución que nos hable de Estado laico (que no beneficie a las religiones, ni se meta con ellas), plurinacional (que reconozca los pueblos indígenas), federal o regionalista (que le dé a las regiones su debida importancia), social (que garantice derechos sociales como salud, educación, etcétera), de régimen parlamentario o semi-parlamentario (que no dependamos tanto de una persona y que el ejecutivo cuente con el respaldo mayoritario para llevar adelante su gobierno), con un parlamento unicameral (solo diputados/as en este caso, para mayor rapidez, eficacia y gastar menos) y en el que el agua no sea de unos pocos empresarios, para dar unas ideas.

La nueva constitución carecerá de legitimidad al surgir de una crisis violenta

Solo tres nombres de países: Francia, Estados Unidos e Italia. La constitución del primer país nació tras una violenta revolución; la de Estados Unidos surgió tras una guerra de independencia; y la de Italia, nació tras la caída de un régimen fascista. Las dos primeras con más de dos siglos de existencia, y la última, por cierto, y acoto, fue redactada por una asamblea constituyente ciudadana (las otras también tuvieron su asamblea, pero mixtas o con diferente mecanismo en su convocatoria).

Ya se mencionó más arriba de donde viene la legitimidad de una constitución.

El acuerdo fue hecho por políticos salvándose entre sí

En esta falsedad hay algo de verdad, pero mucha mentira entremedio. Porque es verdad que hubo un sector que viéndose presionado y entre las cuerdas, accedió a regañadientes a echar adelante un proceso constituyente, a costa de poner en riesgo la constitución de uno de sus liderazgos históricos (Jaime Guzmán) y la que les ha permitido mantener sus privilegios y beneficiarse en sus intereses mezquinos sin muchos problemas, durante 30 años. Para que la derecha fuera capaz de hacer eso, la presión del pueblo movilizado fue fundamental y la más importante, siendo secundada por la capacidad de negociación y de hacer política de los sectores de oposición que participaron del acuerdo.

Vale aclarar que nunca hubo “acuerdo de impunidad” (es una fake new y pasara lo que pasara la acusación contra Piñera era inviable por los ⅔ exigidos) y que a pesar de que se “cocinó” algo (un proceso constituyente para todas y todos), no fue a costa de los que se juegan el pellejo en Plaza Dignidad y en regiones, sino que la ausencia de una plataforma y vocería, que les represente en su totalidad (o mayoría), fiel e integralmente, en esta ocasión lamentablemente les jugó en contra.

No va haber Asamblea Constituyente

Basta ver todas las asambleas realizadas a lo largo de la historia mundial, para darse cuenta que hay una gran variedad de ellas en cuanto a orígenes, forma y funcionamiento. Han habido AC que nacieron de lo institucional (como la de Colombia, por ejemplo) y otras que no; también han habido AC que exigieron consensos y/o tuvieron quórum (Sudáfrica, Islandia, el caso cercano de la boliviana, por ejemplo), como también AC que no exigieron consensos ni quórum. Y a pesar de que es cierto que el lenguaje construye realidades, si de verdad dejamos que la derecha nos confunda y nos quite la posibilidad de votar unidos/as por una asamblea constituyente (o convención constitucional), será algo de lo que nos arrepentiremos mucho después.

El 2/3 de quórum y la presencia de listas la hacen menos democrática

Ha habido la presencia del quórum de ⅔ en otras asambleas constituyentes como se mencionó anteriormente, y no es que sean menos democráticas. Sino que de hecho, son producto de un consenso mayor y más inclusivo de los sectores representados por sus respectivos delegados, permitiendo de esa forma que una mayor duración de esa nueva constitución, esté más asegurada. De esta manera, con los ⅔ se puede tener constitución que garantice principios, derechos e instituciones que sean de un mínimo de sentido común para todas y todos. Y pudiendo también originarse una constitución mínima que por lo tanto, no sería un factor limitante de muchas legislaciones (con enfoque social, por ejemplo).

Mientras que en caso de las listas, estas premian la organización y el esfuerzo colectivo, en vez de los personalismos. Son necesarias para que sea un proceso serio y responsable, sin caudillistas ni llaneros solitarios, que por ejemplo, tengan más objetivos individualistas que los que tienen como fin lograr lo mejor para el colectivo mayor que es la ciudadanía.

La paridad de género es ayudar injustamente a las mujeres

La paridad de género, los cupos para pueblos originarios y las listas para independientes tienen como fin corregir las desigualdades estructurales e históricas que han afectado a dichos grupos sociales. Basta ver la actual composición del Congreso, las directivas de muchos partidos políticos, la composición de diversos seminarios, las directivas de la mayoría de las empresas, para darse cuenta en cómo ellas han sido invisibilizadas y marginadas a lo largo de nuestra existencia como país.

Recién a mediados del siglo pasado pudieron votar, hace poco más de una década tuvimos recién a nuestra primera presidenta electa, y así, aún a pesar de todos estos importantes y también simbólicos avances, ese conservadurismo que condenó y ha injustamente impuesto roles de género (la domesticidad por ejemplo) a las mujeres, siguen permeando. La paridad corrige, repara y hace justicia ante esto.

Los pueblos originarios deberían competir como cualquier chileno

Chile es sin ser todavía constitucionalmente definido, un país plurinacional. Donde conviven diferentes pueblos y culturas. Entre ellas, los de raigambre más criolla y mestiza. Y otros, más apegados a sus orígenes y ancestros, como los peñi y las lamgen, que constantemente siguen luchando para que se les reconozca y se les respete su autonomía como nación Mapuche. Sí, como la nación que O’Higgins reconoció y que también lo hizo el Tratado de Tapihue antes de ser transgredido por el mismo Estado chileno, producto de los intereses económicos de los oligarcas de la época. Los cupos para pueblos originarios harán algo de justicia ante esto y permitirá que su voz se escuche y valga votos, a pesar de que ante el universo de criollos y mestizos sea normalmente invisibilizada.

Obtendremos una constitución chavista

Quórum de ⅔, demandas tales como un Estado social como el de los europeos, laico como el de Francia y Uruguay (para dar ejemplos), plurinacional para sanar y hacer justicia con nuestras relaciones con las naciones indígenas, etcétera… ¿y tras todo eso todavía creen que se pueda tener una constitución como la soñada por Maduro?

Y TAMBIÉN ALGUNAS VERDADES

Los adolescentes están siendo injustamente privados de participar

El estallido social nació de ellos. Todo partió con su evasión masiva en el Metro de Santiago, hasta después contar con todo un pueblo movilizado que se sumó a su primera y atrevida manifestación. Gracias a ellos, ahora hablamos con más seguridad que nunca, que Chile tendrá una Nueva Constitución. Y que esperemos que sea a través de una asamblea constituyente (o convención constituyente, que es lo mismo). Marginarlos de las votaciones y elecciones del Proceso Constituyente, es un adultocentrismo que es aún más injusto tras su protagonismo y sacrificios durante las movilizaciones del 18 de octubre.

El tema de su edad no es lo importante, porque históricamente los secundarios y adolescentes han demostrado tener más organización y conciencia política que muchos adultos. No son los años los que importan si es que hablamos de la “responsabilidad en el sufragio”, sino que la educación cívica y/o el roce con la realidad social del país.

No se puede excluir a los migrantes del proceso

Los inmigrantes son legítimos/as residentes del territorio chileno, que trabajan, estudian, cotizan y producen como cualquier nacional. De ellos también es interés lo que suceda en el Proceso Constituyente, por lo que su participación también debería estar garantizada. En conformidad con la ley,  los extranjeros con residencia por más de cinco años en el país y que cumplan con las disposiciones legales, están facultados para sufragar, lo que no entiende y no respeta actualmente Servel.

Los presos deben votar

Legal y jurídicamente, las personas privadas de libertad sujetas a una medida cautelar como la prisión preventiva por delitos comunes (y no sujetos a pena aflictiva), así como también los condenados a penas no aflictivas, no tienen restricción alguna para ejercer su derecho a voto. Este derecho político, según el artículo 16 de la actual Constitución, solo se suspende si la persona es acusada por un delito de pena aflictiva (no requiere condena), es decir, que signifique una sanción privativa de libertad de más de 3 años y un día, o por una conducta que según la ley sea categorizada como acto terrorista.

Por lo que, constitucionalmente no habrían razones para que Servel no garantice el sufragio de las personas privadas de libertad, quienes también son ciudadanos a quienes les importa y les afectará lo que nazca del Proceso Constituyente.

Es una oportunidad imperdible

Finalmente eso, estamos ante una chance histórica. Nunca antes la derecha había cedido para que el pueblo construyera y diera a luz su propia constitución. Siempre impuso sus constituciones desde arriba, incluso pisoteando otros procesos constituyentes autogestionados por el pueblo como hizo Arturo Alessandri para su carta magna. Ahora es cuando podemos tener nuestro primer pacto social, y a través de una asamblea constituyente. Por lo que se hace prioritario luchar para que en los próximos días, en el Senado se apruebe la paridad de género, los cupos para pueblos originarios y las listas de independientes, para después dar la pelea para que gane el ‘Apruebo’ el 26 de abril junto con la Convención Constitucional (100% ciudadana), y de ahí votar por los candidatos para la AC que más representen el sentir transformador y democratizador del pueblo.

Por: Alejandro Basulto (@Ale_Basulto)

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