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Comer y beber

15 de Mayo de 2020

Boliches antiguos: Ni el tiempo ni el coronavirus (hasta ahora) han podido derribarlos

Foto: @Losbaressonpatrimonio

En medio del pesimismo y las malas noticias que aquejan al rubro gastronómico por estos días, aún es posible encontrar historias de esperanza, donde clásicos locales santiaguinos no dejarán de funcionar. Mal que mal, nacieron para eso y nadie se los imagina convertidos en una financiera o una farmacia. Como alguien dijo: la sed (y el hambre) es más fuerte.

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Basta recorrer calles y avenidas de distintas comunas de Santiago para darse cuenta que la gran mayoría de los bares, restaurantes, fuentes de soda y cafés de la ciudad permanecen cerrados desde mediados del mes de marzo. Ya son prácticamente dos meses y la excepción a la regla son algunos locales que resisten trabajando como delivery de sus productos, sobre todo en la zona oriente de la capital. Pero son cientos los negocios del rubro que lucen con sus cortinas abajo y grandes candados ajustados a sus cerraduras. 

Como nunca en la vida, Santiago -y otras ciudades del país- no tiene nada que ofrecer para beber o comer a los eventuales transeuntes, más aún ahora que la cuarentena obligatoria rige en buena parte de la capital. El panorama es sombrío y lúgubre. Da pena caminar por Plaza de Armas, Avenida Brasil, Providencia o Bellavista. Desaparecieron los brindis, los pataches y los excesos. 

Foto Bar Coltauco, gentileza @losbaressonpatrimonio

Sin embargo, este oscuro panorama no se traduce en una avalancha de cierres, términos de giro y ventas de derecho a llaves. Aunque incluso desde antes del coronavirus se viene escuchando que no serán pocos los negocios del rubro gastronómico que no volverán a funcionar (algunos vienen con esas amenazas desde el 18 de octubre), lo cierto es que la mayoría está ahí expectante, atentos a qué pasará. Entre los que resisten hay varios boliches antiguos, a los cuales ni el tiempo ni la actual pandemia parecieran, hasta ahora, botarlos al suelo.

“No depende de mí”

El Bar Coltauco existe desde la década del 50. Don Samuel Parra tiene 65 años y desde 1982 es el dueño de este boliche ubicado en la esquina de Serrano con Coquimbo, en la comuna de Santiago. Desde ese año también vive con su esposa en la casa que está justo arriba del bar y pasa alrededor de doce horas diarias -de lunes a sábado- atendiendo a los parroquianos de su boliche. Salvo algunas jornadas de protestas, un par de terremotos e inundaciones (cuando llovía en Santiago); nunca había estado tanto tiempo con el negocio cerrado. “El 18 de marzo ya no abrí más. O sea, trabajé dos semanas después de las vacaciones y chao”, explica don Samuel y agrega que “nunca antes había pasado algo así, esto no se parece a nada. Después de los terremotos cerrábamos un día para ordenar y arreglar cosas y listo, con las inundaciones también, pero ahora la cosa es diferente”. 

Fotos gentileza @losbaressonpatrimonio

Acostumbrado a trabajar en el bar y compartir con sus clientes, ahora no le queda otra que -de tanto en tanto- subir la cortina del local y ventilar un poco. “Aprovecho de limpiar algo, pasar un paño para que no se junte tanta tierra y nada más. Más no puedo hacer”, reconoce. Sin embargo, lo peor ocurre cuando desde el balcón del segundo piso de su casa ve pasar a algunos parroquianos de su bar. “Van a la feria o a comprar algo y pasan mirando por si estuviera abierto. Cuando se dan cuenta que estoy en el balcón me preguntan si voy a abrir pronto y yo simplemente me encojo de hombros y les digo que no depende de mí. Porque ésa es la verdad”.

“Nunca antes había pasado algo así, esto no se parece a nada. Después de los terremotos cerrábamos un día para ordenar y arreglar cosas y listo, con las inundaciones también, pero ahora la cosa es diferente”. Samuel Parra, Bar Coltauco.

Don Samuel asegura que “cuando sea que se pueda”, volverá a abrir el Bar Coltauco junto a las dos personas que lo ayudan a atender. Por el momento, confiesa que está aguantando con algunos ahorros y gracias a la tranquilidad que le da el ser propietario y no pagar arriendo. Tomándose las cosas con humor, asegura que junto a su esposa está en un crucero “porque cruzo de la cocina al comedor, luego cruzo a un dormitorio y así nos la llevamos todo el día”. 

“Los Canallas vuelven sí o sí”

Karin Painemal es hija de Víctor Painemal, el llamado Gran Canalla y fundador del mítico bar que comenzó como recinto clandestino en la calle San Diego, en 1980, en plena dictadura. Y no pocas cosas le han pasado al Rincón de Los Canallas en los últimos meses. Primero fue el estallido social y las protestas que hicieron que la afluencia de público bajara ostensiblemente. Después en noviembre vino la muerte del patriarca y hacia fin de año se supo que debían abandonar su local de calle Tarapacá para dar paso a un proyeco inmobiliario que ahí de desarrollará. Como si esto fuera poco, la noche del siete de abril un incendio arrasó con el primer piso del restaurante. 

Fotos gentileza @losbaressonpatrimonio

“Estábamos cerrados desde el 20 de marzo y lamentablemente vino lo del incendio”, cuenta Karin Painemal y agrega que “si bien ya sabíamos que nos teníamos que cambiar de local, no habíamos sacado nada de ahí porque nuestra idea era hacer una despedida como corresponde y luego de eso hacer la mudanza”. El fuego arrasó con algunas máquinas de frío, cocinas y sobre todo cuadros y otros recuerdos típicos del local y que se fueron acumulando durante décadas. 

“Quisimos alejarnos un poquito del centro porque las movilizaciones nos tenían un poco complicados, pero Los Canallas vuelven sí o sí. Nos están llamando de todas partes, incluso del extranjero, para darnos apoyo para volver”. Karen Painemal, El Rincón de los Canallas.

“Afortunadamente mi papá juntó mucho material y se salvó lo que estaba en el segundo piso, así que tenemos material para el próximo local”, dice Karin en referencia al nuevo Rincón de los Canallas que piensan abrir -cuando sea que la autoridad lo permita- en la calle Bascuñán. “Quisimo alejarnos un poquito del centro porque las movilizaciones nos tenían un poco complicados, pero Los Canallas vuelven sí o sí”, asegura y cuenta que “nos están llamando de todas partes, incluso del extranjero, antiguos clientes para darnos apoyo para volver”. Karin dice que no descarta incursionar en el formato delivery, pero lo primero es juntar los fondos para reponer las pérdidas del incendio: incluso están pensando realizar una “Canallatón” entre sus parroquianos para levantar capital. Así las cosas, todo indica que hay canallas para rato.

“Quedé hasta con los músicos contratados”

Fotos gentileza @losbaressonpatrimonio

El bar Lamilla funciona desde hace décadas -ya funcionaba en los años 50- en la calle Nueva Rengifo, a pasos de la Vega Central. Su nombre viene por su fundador, Manuel Lamilla, quien también fue jugador de Magallanes. “El Lamilla”, como le dicen en la zona, lleva cerrado un par de años tras la muerte de su última dueña. Sin embargo, se esperaba que hacia fines de marzo volviera en gloria y majestad de la mano de Juan Flores, hijo de la anterior propietaria. “Estábamos listos para abrir, haciendo los últimos arreglos cuando justo mandaron a cerrar todo”, explica Flores y comenta que “mientras tanto estoy dedicado a sacar algunos detalles de pintura, instalé una alarma y en eso me he estado entreteniendo estos días. Tengo todo, los permisos sacados, la patente al día, la gente contratada y hasta las boletas”. 

Fotos gentileza @losbaressonpatrimonio

Este bar es famoso por sus cañitas de diversos vinos, ponches y arreglados que sus parroquianos solían pedir a toda hora. Además, en los últimos años -antes del cierre temporal- sirvió como locación para distintas series de televisión y películas. “Mi idea era hacer una inauguración buena, con invitados y hasta con música. De hecho quedé hasta con los músicos contratados, pero ahora no me queda otra que esperar, porque ahora más encima entramos en cuarentena”, dice Juan Flores. Claro, porque a la prohibición de funcionar que tienen desde marzo, ahora se suma la cuarentena total y obligatoria en más de 30 comunas del Gran Santiago, incluída Recoleta. “La verdad es que no se ve para cuándo podríamos volver. Pero vamos a volver, porque estamos listos”, asegura Flores, rotundo. 

Mi idea era hacer una inauguración buena, con invitados y hasta con música. De hecho quedé hasta con los músicos contratados, pero ahora no me queda otra que esperar”. Juan Flores, Bar Lamilla.

“Estamos dispuestos a aguantar”

El Portal es un lugar histórico por donde se le mire. Funciona desde hace justo cien años en el Portal Fernández Concha y además es la cuna del hot dog chileno. Es decir, del completo. Porque se supone que su fundador, Eduardo Bahamondes, trajo la idea desde Estados Unidos en 1920. 

A contar de la década del sesenta está en manos de la familia Devillaine y hoy es Mauro Devillaine -nieto de José Devillaine, quien compró el local a los hijos de Bahamondes- el que administra el local y cuenta cómo han pasado todo esto. “Cerramos el 20 de marzo cuando salió el decreto municipal respectivo, pero la verdad es que la cosa ya venía muy baja a contar del día 15, que fue cuando se supo de más contagios en Santiago y la gente comenzó a cuidarse un poco”, asegura. De ahí en más, todo ha cambiado. “El día del cierre congelamos todo lo que se podía y el resto se lo vendimos al costo a nuestro propios trabajadores, así aprovechaban de irse con pertrechos a sus casas a pasar el encierro. Luego no nos ha quedado otra que esperar que todo pase y supervisar de tanto en tanto que el local esté bien y las máquinas de frío funcionando”, explica Devillaine.

El Portal Fernandez Concha – Agencia Uno

“Veníamos golpeados desde octubre del año pasado por una baja de público a raíz de todo lo que pasó en el país y anteriormente estuvimos con la remodelación del Portal Fernéndez Concha que nos tuvo un año atendiendo con obras. Aún así aguantamos bastante bien y nuestros clientes nos entendieron y apoyaron. Sin embargo, la detención de ahora es algo totalmente distinta y algo que nunca habíamos vivido”, dice Devillaine. 

“El día del cierre congelamos todo lo que se podía y el resto se lo vendimos al costo a nuestro propios trabajadores, así aprovechaban de irse con pertrechos a sus casas a pasar el encierro. Luego no nos ha quedado otra que esperar que todo pase”. Mauro Devillaine, El Portal.

En este clásico local de venta de completos XL y gloriosas pizzas con churrasco (preparaciones que se pueden ver montadas de manera perfecta en su también famosa vitrina) no están interesados en experimentar con el delivery, por lo que sólo piensan en abrir cuando sea que se los permitan. “Lo nuestro es la comida al paso, nuestros clientes no nos van a llamar para que les llevemos un completo porque se lo quieren comer acá, cuando anden por el sector”, cuenta Devillaine. Por eso, están aguantando de la mejor manera a que pase todo esto. “Va a ser duro, pero queremos volver. Habrá menos plata y menos gente, porque tendremos que atender a una menor cantidad de clientes e invertir en separaciones y otras cosas que se nos exigirán. Pero lo vamos a hacer. Estamos dispuestos a aguantar y esperamos que todos estos años de experiencia que tenemos acá nos sirvan para afrontar lo que se viene”. 

“Habrá que hacer malabarismo”

¿Quién no conoce Las Lanzas, en Plaza Ñuñoa? Prácticamente nadie. Y por lo mismo, es ampliamente sabido que salvo el mes de febrero -en que se para religiosamente por vacaciones del personal- y los días domingo, esta tradicional fuente de soda fundada en 1964 siempre está funcionando. Hasta, claro está, el pasado lunes 16 de marzo cuando su dueño Manuel Vidal decidió no subir la cortina del local. “Paramos antes que fuera obligatorio y lo hicimos porque hay que cuidarse. Yo no trabajo con garzones universitarios, tengo empleados que están en los grupos de riesgo del virus, así que no nos podemos arriesgar”, explica.

Foto referencial Las Lanzas – Agencia Uno.

Vidal sentencia que “esta parada no se compara con nada, ni siquiera con una vez que estuvimos siete meses sin abrir porque ampliamos el comedor. Claro, fue mucho tiempo, pero eso estaba todo organizado para que así fuera y habíamos tomado los recaudos del caso en cuanto a plata. En cambio ahora todo fue de improviso. Alcanzamos a abrir una semana de vuelta de vacaciones y cerramos, sin imaginar lo largo que sería”. 

“Imagino que va ser una vuelta gradual y vamos a tener que acostumbrarnos a trabajar con menos clientes. Si antes tenía dieciocho mesas afuera, ahora tendré sólo diez para cumplir con el distanciamiento que se pedirá. Y si adentro tenía cuarenta, ahora serán veinte”. Manuel Vidal, Las Lanzas. 

¿Qué viene para Las Lanzas ahora? Esperar que todo pase y puedan abrir pronto. Mientras tanto, el martes dela semana pasada partieron con una marcha blanca de delivery que no ha andado nada de mal. “Nos ayudará a darnos vuelta y aguantar un poco mientras no se puede volver a atender público, pero de todas maneras vamos a tener que ver créditos para cumplir con todos los compromisos que tenemos”, dice Vidal y proyecta cómo imagina será la vuelta a funcionar con cierta normalidad: “Imagino que va ser una vuelta gradual y vamos a tener que acostumbrarnos a trabajar con menos volumen de clientes. Por ejemplo, si yo antes tenía dieciocho mesas afuera, ahora tendré sólo diez para cuplir con el distanciamiento que se pedirá. Y si adentro tenía cuarenta, ahora serán veinte. Y así. Con estos nuevos parámetros habrá que hacer malabarismo”. 

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