Hubo escenas extrañas durante en el salto ecuestre del pentatlón moderno femenino. Muchos caballos rechazaron los saltos y expulsaron a sus jinetes. Con esto, este deporte no se ve bien, opina Andreas Sten-Ziemons.
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Los caballos son presionados con un fuete, aunque claramente no tienen ganas de saltar obstáculos o incluso de entrar en la pista. Los jinetes dan alaridos y pierden por completo los nervios.
Hay humerosas caídas de jinetes, que con suerte apenas no sufren lesiones graves.
Animales sudorosos con los ojos muy abiertos que, incluso después de haber expulsado a jinetes, tienen que seguir cabalgando hasta que finalmente se llega a la meta y se acaba la agonía.
Nadie necesita ver escenas como estas. El salto ecuestre del pentatlón moderno de este viernes fue cualquier cosa menos buena publicidad para la equitación. Lo que ocurrió en el Parque Ecuestre Baji Koen, en Tokio, estuvo lejos de ser un espectáculo de saltos normal y, en cambio, debería describirse como crueldad hacia los animales.
Ningún jinete forzaría a su animal a superar los obstáculos si claramente este no quiere o ya haya rechazado varios obstáculos. Incluso en los eventos importantes, es común que los jinetes prefieran terminar la ronda y abandonar la competencia en lugar de continuar forzando a sus caballos. El bienestar de los animales prima sobre el éxito deportivo.
Conjunto de reglas discutibles
El problema del pentatlón moderno radica en las reglas y estructuras. Los atletas a menudo no son los mejores jinetes porque provienen de otros deportes como la natación y aprenden a montar ya tarde. No suelen entrenar en la silla de montar y los pentatletas no compiten con sus propios caballos, sino que se les asigna un animal por sorteo.
En los Juegos Olímpicos, los caballos ciertamente no son malos, pero en las competiciones más pequeñas la situación suele ser muy diferente porque ningún propietario de caballos quiere prestar buenos caballos a jinetes mediocres. El riesgo de lesiones es demasiado grande para los animales.
No en vano, se ha debatido por algún tiempo si se sustituye el salto ecuestre por ciclismo de montaña, por ejemplo, o cualquier otra disciplina. Después de la competencia femenina del viernes en estos Juegos Olímpicos, esa discusión debería tomarse más en serio que antes.
En Tokio, había 18 caballos al inicio que iban a hacer el recorrido varias veces con jinetes diferentes. Por solo unos minutos, pudieron acostumbrarse el uno al otro en la arena de calentamiento antes de que fuera la hora de la competencia.
Por el contrario, los especialistas en equitación, como la campeona mundial Simone Blum o el campeón olímpico Ludger Beerbaum, montan sus caballos todos los días y suelen trabajar con sus animales durante años antes de que sea posible una actuación de nivel olímpico. Confianza y, lo que es más importante, la armonía entre el caballo y el jinete son requisitos básicos para el éxito de un salto de obstáculos.
Entrenadora nacional se queja por injusticia
Un incidente durante el pentatlón mundial femenino del viernes fue todo menos armonioso.
Saint Boy, el caballo con el que la alemana Annika Schleu tuvo que entrar en el recorrido, ya se había negado varias veces y claramente no quería volver a saltar. Saint Boy se resistió, sudando y obviamente asustado. El fuerte llanto y grito de la ya completamente angustiada jinete ciertamente hizo poco para levantar el ánimo.
Como no había espectadores en el estadio, también se pudo escuchar claramente “¡adelante! ¡adelante!” y “¡golpéalo!”, que grita la igualmente desesperada entrenadora Kim Raisner. Inconcebiblemente, la entrenadora alemana también consideró apropiado golpear a Saint Boy en el costado un par de veces, una ofensa que hizo que la Federación Internacional de Pentatlón Moderno la enviara a casa.
En una entrevista con la cadena pública alemana ARD, Raisner posteriormente consideró que las reglas eran “injustas” porque no había sido posible cambiar el caballo, sino solo después de cuatro rechazos. Saint Boy, sin embargo, solo se había negado tres veces, por lo que aún no era lo suficientemente dramático. Este es un ejemplo perfecto en el que un cambio de regla sería apropiado por el bien de los caballos.
En cualquier caso, el recorrido falló y la jinete abandonó el recorrido llorando inconsolablemente. A Saint Boy le hubiera encantado unirse al llanto, aunque por otras razones, pero nadie le preguntó.