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Opinión

25 de Marzo de 2022

Columna de Yenny Cáceres: La vida sin mascarillas

La imagen muestra a Yenny Cáceres frente a escenas de la película CODA

Debo reconocer que pese a todos los prejuicios que uno pueda tener con CODA, es una película que encanta y te atrapa, y se entiende por qué puede dar la sorpresa este domingo, en una nueva edición de los premios Oscar, frente a la imbatible El poder del perro.

Yenny Cáceres
Yenny Cáceres
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No hay carrera ganada en los premios Oscar. Después de ser la favorita durante meses, el Oscar a Mejor Película para El poder del perro, de la neozelandesa Jane Campion, parece estar en peligro frente a una película, en apariencia, menor. CODA es la esencia de lo que los gringos llaman una feel good movie: una película optimista, literalmente para sentirse bien. No es poco en medio de un mundo acorralado entre una pandemia que no parece tener fin, la guerra de Ucrania y el cambio climático como una amenaza cotidiana.

En estos tiempos, ¿es mejor premiar una película más luminosa que otra más oscura, como El poder del perro? ¿Un mensaje de superación en vez de un relato sobre la venganza? ¿Los gringos siendo gringos? Puede ser, pero debo reconocer que pese a todos los prejuicios que uno pueda tener con CODA, es una película que encanta y te atrapa, y se entiende por qué puede dar la sorpresa este domingo, en una nueva edición de los premios Oscar, frente a la imbatible El poder del perro.

Sabemos que los Oscar no necesariamente premian a las películas favoritas de la crítica, y por eso siempre es bueno recordar el vergonzoso galardón a Mejor Película para El discurso del rey (2010) que dejó en el camino a The Social Network (2010). Pero también los Oscar son un reflejo de los tiempos que corren, en que lo artístico convive con lo políticamente correcto y las nuevas tendencias. El Oscar pre pandémico a la coreana Parasite (2019) y su apuesta por la diversidad cultural es un reflejo de ello.

CODA es la esencia de lo que los gringos llaman una feel good movie: una película optimista, literalmente para sentirse bien. No es poco en medio de un mundo acorralado entre una pandemia que no parece tener fin, la guerra de Ucrania y el cambio climático como una amenaza cotidiana.

Un eventual triunfo de Jane Campion, este año, sería un hito: por segundo año consecutivo el Oscar quedaría en manos de una mujer, después del triunfo el año pasado de Chloé Zhao con Nomadland (2020). Tras esa victoria, todos los festivales más importantes de esta temporada han sido ganados por mujeres (Cannes, Venecia, Berlín). Campion también podría recibir un jugoso premio de consuelo si se le entrega el galardón a Mejor Directora, categoría en la que corre como favorita. Y una victoria de El poder del perro o CODA podría ser visto además como la consolidación definitiva del streaming (Netflix y Apple TV+, respectivamente), frente al cine old school, representado en este caso por Spielberg y su Amor sin barreras, que fue un fracaso en su estreno en salas y que solo aspira a quedarse con el premio a Mejor Actriz Secundaria para Ariana DeBose.

El primer prejuicio sobre CODA (sigla en inglés de Child of Deaf Adults, es decir, hijo oyente de padres sordos) es su falta de originalidad, ya que es un remake de una película francesa, La Famille Bélier (2014), que dirigió Éric Lartigau. En la versión estadounidense, la historia es bastante similar: una adolescente, la única de su familia que no es sorda, tiene un talento excepcional para el canto. Su profesor de música la descubre y la impulsa a seguir una carrera lejos de su hogar, pero el problema es que la chica es el único nexo de su familia sorda con el mundo.

Si en la película francesa los Bélier eran pequeños agricultores, en CODA (disponible en Chile en Amazon Prime) la familia Rossi se dedica a la pesca, y es por ello que Ruby (Emilia Jones), la protagonista, debe madrugar y acompañar a su padre (Troy Kotsur) y a su hermano (Daniel Durant) a largas y extenuantes jornadas de trabajo. Pero hay otra gran diferencia con la versión gala, que ha marcado el destino de CODA desde su exitoso estreno en el festival de Sundance, el año pasado, bajo la dirección, ojo ahí, también de una mujer, Siân Heder. En Francia, La Famille Bélier fue considerada por algunos como un insulto para la comunidad sorda, porque los actores que interpretaban a la familia no eran sordos.

CODA conmueve y supera todos los clichés de las feel good movies porque tiene un elenco que es una maravilla, partiendo por Troy Kotsur, quien interpreta al carismático padre de esta familia. A no olvidar este nombre, un desconocido que corre como favorito para ganar el Oscar a Mejor Actor Secundario, el primer hombre sordo en obtener una nominación al Oscar, y que a sus 53 años carga su propia historia de superación, de esas que le encantan a Hollywood, porque después de muchos portazos en el cine y hacer carrera en teatro, logró este papel y una nominación histórica.

Todo, gracias a la porfía de Marlee Matlin, actriz sorda que se hizo conocida cuando ganó el Oscar a Mejor Actriz por Te amaré en silencio (1986), junto al gran William Hurt, que murió hace pocos días. Matlin tiene el rol de la madre en CODA y condicionó su participación en la película a que su compañero de elenco fuera Kotsur, y no un actor no sordo, pero conocido por la audiencia, como le habría gustado a los productores.

Emilia Jones, la actriz que encarna a Ruby, completa este círculo virtuoso de un elenco que fue premiado hace pocas semanas en los SAG Awards, que entrega el Sindicato de Actores de Hollywood. Jones es una suerte de Kate Winslet y logra el registro perfecto de la chica frágil y sensible, que está lejos de ser la más guapa de la clase. Es imposible no sentirse identificada con ella y sus cavilaciones de adolescente en busca de su lugar en este mundo.

CODA conmueve y supera todos los clichés de las feel good movies porque tiene un elenco que es una maravilla, partiendo por Troy Kotsur, quien interpreta al carismático padre de esta familia.

Eso mismo pasa con Alana (Alana Haim), la protagonista de Licorice Pizza, de Paul Thomas Anderson, que en esta pasada también va por la carrera a Mejor Película, aunque con mucha menos posibilidades que la vez anterior, cuando compitió con El hilo fantasma (2017). Ambas, Ruby y Alana, son dos chicas jóvenes, arrojadas, lanzadas a la vida, con todo lo que eso implica. Si en Licorice Pizza los personajes corren todo el rato, en CODA cantan. Ambas, también, son dos películas imperfectas, pero que pese a ello, rebosan vitalidad, energía y un cierto desenfreno e ingenuidad de la vida sin mascarillas, que ahora miramos con una nostalgia que nos embriaga.

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