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Entrevistas

13 de Abril de 2022

“Espero que estos momentos rusofóbicos sean cortos y pasajeros”: Evguenia Fediakova habla de la “cancelación” de lo ruso

Evguenia Fediakova, cientista política ruso-chilena y académica de la Usach, analiza el fenómeno mundial que ha denominado “rusofobia”, a raíz de la suspensión de una obra de Antón Chéjov en el Centro Cultural de Las Condes. “No se puede suspender una cultura. No se puede suspender algo que pertenece a toda la humanidad”, señala a The Clinic.

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El pasado 5 de abril, tras el arribo de una carta firmada por la comunidad ucraniana en Chile y diferentes reuniones con algunos de sus miembros, la Corporación Cultural de la comuna de Las Condes decidió cancelar las funciones de teatro correspondientes a una adaptación de “Las Tres Hermanas”, la clásica obra escrita teatral por el autor ruso Antón Chéjov (1860-1904).

“Debido al lamentable y triste conflicto que hoy se desarrolla en Ucrania y conscientes de no herir ningún tipo de sensibilidad que pudiera ocasionar la presentación de esta obra de teatro, hemos considerado suspender las funciones”, escribió el centro cultural en sus redes sociales, abriendo un debate al respecto y generando diversas críticas.

Al día siguiente, la misma cuenta publicó otro comunicado, entregando más detalles e informando que iban a “reprogramar las funciones lo antes posible”. Una decisión que la cientista política ruso-chilena, Evguenia Fediakova, catalogó como “muy lamentable” en su carta enviada el pasado fin de semana a La Tercera, titulada “Rusofobia”, donde señala que es un fenómeno que ha ocurrido también en otras partes del mundo a raíz de la guerra en Europa oriental.

En conversación con The Clinic, la investigadora y docente del Instituto de Estudios Avanzados Usach, señala que entiende y comparte el enojo e indignación que esto puede generar en la comunidad ucraniana, pero que el tema es un poco más complejo.

“La cultura y la literatura, sea rusa, italiana o inglesa, va mucho más allá de la política. La literatura es de toda la humanidad. La política es una cuestión pasajera, transitoria. Los políticos se van, las guerras terminan, felizmente, pero lo que queda es lo ganado por la humanidad, lo valioso que crearon grandes escritores sin importar su apellido. La literatura, la poesía, la dramaturgia, queda con todos nosotros, trasciende”, indica a The Clinic.

Chéjov no tiene nada que ver con esta guerra –agrega Fediakova–. “Chéjov no tiene ninguna responsabilidad por lo que ocurre en Ucrania ahora. Ni las actrices tampoco tienen algo que ver con este conflicto. Y esas actrices y el público chileno fueron castigados, perdieron una gran oportunidad de ver este clásico dramatúrgico basado en la obra de Antón Chéjov”.

-¿Por qué cree que ocurren este tipo de acciones? No sólo ha pasado en Chile. Dario Nardella, alcalde de Florencia, Italia, se negó a la petición de derribar una estatua de Dostoievski; y se han cancelado otros eventos relacionados con la cultura rusa.

-Voy a repetir las palabras que dijo un culturólogo ruso, Loshak, que vive en Nueva York, en la reciente entrevista a radio Liberty. Él sostuvo que este fenómeno se debe en gran medida a la influencia de la moda. El pánico que provocó el Covid, que no era el pánico de la muerte, del peligro de una enfermedad, un fenómeno bastante inflado por los medios de comunicación, por internet sobre todo, a veces subestimando y sobrestimado. Loshak también dice que algo semejante ocurrió con el movimiento Black Lives Matter. También tuvo alcance mundial, derrumbe de estatuas de colonizadores, y a los jefes militares estadounidenses. Aquí no quiero decir rusofobia, porque no me parece que exista rusofobia en el mundo, aunque sí creo que la población rusa mantiene cierto costo ético por lo que comenzó Putin en Ucrania, pero sí es un momento que se debe a la influencia de internet.

Y agrega: “Se puso de moda y es como una especie de virus que contagia a la municipalidad, y de la municipalidad a la corporación, pero no es un fenómeno profundo. Es superfluo y pasajero. Y sabemos que algunas decisiones tomadas por ejemplo por la Universidad de Milán, de suspender un curso de Dostoievski, ya fueron revertidas. No se puede suspender una cultura. No se puede suspender algo que pertenece a toda la humanidad”.

-Es llamativo también que estas percepciones rusofóbicas sean superfluas y pasajeras, como usted menciona. ¿A qué se debe lo pasajero?, ¿a una falta de sustento?

-Es un fenómeno bastante complejo. Yo espero que estos momentos rusofóbicos sean cortos y pasajeros, pero también el costo ético que los rusos debemos pagar a la humanidad podría ser prolongado y elevado. Me refiero por ejemplo a la obra de Herta Mülller. Cuando lees sus libros, sus novelas, te das cuenta que no había nada peor en Europa, en 1945, 46, que ser alemán. No importa dónde habías nacido. En Alemania, Rumania, Rusia, Polonia. Solamente el hecho de ser alemán ya te condenaba al castigo, te ponía un estigma, y la culpa por lo que ocurrió en Alemania debido al nazismo. Por ningún motivo quisiera comparar lo que ocurre en Rusia con los años 30 en Europa del siglo pasado, pero lo temo, es mi preocupación personal. Que la guerra que comenzó el 24 de febrero pueda convertirse o asociarse con un estigma a los rusos en general. Es mi temor, y es mi gran esperanza que eso no ocurra.

-¿Cree que toda esta situación va de la mano de alguna manera con la llamada “cultura de la cancelación”?

-Sí, claro, pero también cancelemos los cursos de Heidegger, por favor, en la filosofía de las universidades en todo el mundo. Cancelemos, como puse también en la carta, a Rudyard Kippling, por ser colonialista británico. O a Thomas Mann, porque también era alemán. Yo creo que es una cosa absurda cancelar la literatura, la cultura, la poesía, la música, simplemente porque proviene de tal país. Es algo muy de corta visión, y falta de visión del mundo. Una vista muy corta de la historia y de la humanidad.

-¿Siente que puede llegar a ser una medida re-victimizante en cierto punto? En la misma carta señalaba que este conflicto bélico también era en parte contra el pueblo ruso.

-Sí, y llevémoslo a consecuencias. En ciertos momentos, algunas municipalidades y corporaciones asocian la cultura con el conflicto del momento. Y eso también tiene que ver con este costo, con el hecho de que este conflicto está dirigido no solamente en contra de Ucrania, sino que en todo lo ruso. Porque lo ruso comienza a asociarse con la catástrofe, con el bombardeo, la sangre, la muerte, y no es justo, no es correcto. Y también ser ruso no significa ser anti-ucraniano. Todo lo contrario, tenemos parientes allá, en Ucrania, tenemos amigos, pasamos mucho tiempo de vacaciones, de viaje y trabajo allá en Ucrania. El ruso no es enemigo de Ucrania, en lo absoluto, jamás, ni de un solo ucraniano. Y muchos rusos, que viven allá en Rusia, no necesariamente apoyan la política del gobierno, no se sienten identificados, y por lo tanto también tienen consecuencias morales y sociales de eso, de no sentirse bien en su propio país.

“Hay muchos intelectuales, periodistas, escritores que salen de Rusia al auto-exilio, justamente porque no pueden seguir trabajando en Rusia, porque no apoyan el conflicto, esta “operación militar especial”. Y claro, en ese sentido esta operación está no sólo en contra de Ucrania, sino que en contra de los intelectuales rusos”, agrega.

-Y estos actos de cancelación, finalmente, están lejos de ser una consecuencia para Putin…

-No le importan… Yo creo que ni lo sabe. No estoy segura si tiene idea sobre lo que ocurre con el teatro y música rusa en el mundo, y no creo que le importe. Esto está haciendo un daño a los mismos rusos, no al presidente, sino que a la gente común y corriente, que pierde en lo valórico, en lo ético y en lo histórico. Pero no hace ningún aporte para inhibir el desarrollo del conflicto. Yo diría que los creadores del conocimiento, de la cultura, del arte, deberían hacer justamente lo contrario: apoyar a la cultura rusa. Demostrar que la música, la literatura, el teatro, el cine ruso, están por la paz, por la humanidad, por los valores cristianos. No son por la guerra, y generalmente deberían apoyar más a las películas, a las obras dramatúrgicas, a los poetas y a los músicos rusos, justamente porque los intelectuales de Rusia siempre estaban en contra del poder, siempre estaban en la oposición.

Y añade: “Trataban de defender a las personas comunes y corrientes. No al poder, sino que a la sociedad, a la gente. Es por eso que yo creo que la cultura rusa debería tener más apoyo, mayor extensión y desarrollo en el mundo entero y en Chile también, justamente porque la cultura rusa está en contra de la guerra. A nosotros nos enseñaron que los rusos siempre estamos en contra de la guerra, y por lo tanto el mismo Chéjov debería tener mayor alcance acá en la sociedad chilena hoy”.

No estoy segura si (Putin) tiene idea sobre lo que ocurre con el teatro y música rusa en el mundo, y no creo que le importe. Esto está haciendo un daño a los mismos rusos, no al presidente, sino que a la gente común y corriente, que pierde en lo valórico, en lo ético y en lo histórico. Pero no hace ningún aporte para inhibir el desarrollo del conflicto“.

-¿Existe hoy una forma distinta de entender y reaccionar a los conflictos bélicos en este mundo hiperconectado? Hoy las autoridades anuncian decisiones a través de Twitter…

-De todas maneras, desde que CNN comenzaba a transmitir su reportaje sobre la guerra en Irak, 1993, el mundo mediático y audiovisual, y la manera de ver los conflictos, cambió de una manera dramática, fue el antes y el después. Y con internet y Twitter, y las redes sociales, eso tiene otros alcances, otra profundidad, otra extensión y percepción. Y a veces esas percepciones no son debidamente pensadas, reflexionadas, ni fundadas. Es la percepción, la reacción inmediata, y estas reacciones inmediatas podrían tener consecuencias muy dañinas para la sociedad.

También puedes leer: Sobrevivir la guerra a la distancia: El miedo y la rabia de tres ucranianas residentes en Chile


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